jueves, 10 de septiembre de 2015
CAPITULO 205
La velada de la noche fue maravillosa, los caballeros como siempre, se lucieron preparando una cena especial para celebrar el compromiso de Lisandro y Vittoria. Brindaron por su felicidad e incluso Pedro buscó uno de sus saxofones que se encontraban en el estudio y junto a Paula le cantaron algunos clásicos que ambos sabían, incluso Amelia se sintió tan entusiasmada y feliz que se unió a ellos para cantar algunas canciones, aunque esas fueron dedicadas a su esposo. Paula y Vittoria reían al ver los rostros de Pedro, Lisandro y Alicia cuando su madre cantó para su padre Teach me tonigth de Dinah Washington, mostrando toda la seducción que el tema implicaba.
El amor flotaba en el aire esa noche y la sensación de estar en un ambiente así era algo nuevo para Paula, pero la hacía sentir de maravilla, como si realmente perteneciera a la familia Alfonso desde hacía mucho tiempo y no solo los tres meses que llevaba conociéndolos.
Casi a medianoche decidieron retirarse a sus habitaciones, al día siguiente Pedro y Paula tenían que volver a la villa para continuar las grabaciones. El resto de la familia se quedaría toda la semana disfrutando de sus vacaciones, aunque Vittoria estaba loca por decirle a sus padres que por fin se casaría con Lisandro.
—¿Estás seguro que todos se fueron a dormir Pedro? —preguntó Paula minutos después, antes de salir al pasillo.
—Completamente… confía en mí Pau, no nos descubrirán —respondió abriendo la puerta con cuidado y se asomó al pasillo verificando que estuviera en lo cierto—. No hay nadie, vamos — susurró tomándola de la mano, mientras en la otra llevaba su saxofón.
Corrieron por el pasillo que por suerte no se hallaba en penumbras gracias a los ventanales y las delicadas cortinas que permitían la entrada de los rayos de la luna, subieron las escaleras procurando hacerlo con rapidez y cuando al fin llegaron al salón, él comprobó que no hubiera nadie para después hacerla pasar.
—Estás temblando —mencionó él divertido cuando la abrazó.
—Claro que estoy temblando y además mi corazón está a punto de salírseme del pecho —acotó mostrando una sonrisa nerviosa y después lo besó para bajar un poco la adrenalina que corría por sus venas.
Él le pasó el pestillo a la puerta sin dejar de besarla y caminaron con pasos lentos hasta el sillón, la chimenea había quedado encendida por lo que el ambiente en el salón era cálido. La intensidad del beso fue menguando hasta quedar solo en toques de labios, se separaron lentamente pero sus miradas se encontraban ancladas la una a la otra.
—Te ves tan hermosa —susurró Pedro.
Se alejó para ver el cuerpo de Paula cubierto por un sensual y elegante camisón blanco de seda que le llegaba a los tobillos, pero tenía una abertura que mostraba la perfecta pierna de Paula y el escote caía profundo exponiendo de manera esplendorosa sus senos, ella le dedicó una sonrisa y se dio la vuelta para que viera el escote en su espalda. Pedro tragó en seco cuando vio que llegaba hasta el final de la misma y solo delgadas tiras cruzadas lo mantenían en el cuerpo de su mujer.
—¿Te gusta? —preguntó mirándolo por encima del hombro.
—Más que eso, me fascina… toda tú Paula, sabes cómo hacer que te desee con locura — respondió deleitándose con la forma en cómo caía la seda, dibujando perfectamente ese trasero que aceleraba sus latidos y hacía que el deseo lo calentara por dentro.
—Tú también te ves muy bien con ese pijama —mencionó sonriendo y su mirada bajó por el perfecto torso de Pedro, deteniéndose unos segundos en la sutil línea que mostraba su miembro.
Nunca lo había visto llevando un pantalón que lo mostrara tan perfectamente, sabía que no llevaba ropa interior porque a duras penas logró convencerlo que se pusiera el pijama que su madre le había regalado. Si la pobre Amelia supiera que la mayoría estaban en su closet sin siquiera ser estrenados, dejó ver una sonrisa y se pasó la punta de la lengua por el labio para humedecerlo.
—Creo que algo ha atrapado nuestra atención señorita Chaves —señaló descubriendo dónde estaba la mirada de ella y refiriéndose también dónde se encontraba la de él.
Paula se sonrojó como si hubiera sido atrapada en algo indebido, como si nunca antes hubiera no solo visto sino también disfrutado con su boca del extraordinario pene que él tenía, ese que supo desde el primer instante que lo vio que era perfecto.
—No tan rápido señor Alfonso —indicó al ver que él se acercaba con toda la intención de adueñarse de su cuerpo en ese instante.
—Paula, te recuerdo que tenemos poco tiempo, en seis horas debemos regresar a la villa y… —decía cuando ella lo calló apoyando el índice en sus labios mientras lo miraba a los ojos.
—Sé que no tenemos mucho tiempo, pero hace cuatro años me prometiste algo y me muero porque lo cumplas… es casi que una fantasía para mí —aludió y tenía esa mirada que usaba para convencerlo.
—Y lo sería para mí también si mientras toco el saxofón, tú me das sexo oral —expresó para provocarla al tiempo que la veía con intensidad.
—¡Pedro! —exclamó y después bajó la voz.
—¿Qué? Me gusta que lo hagas Paula, así que no voy a mentir —dijo en un tono casual porque era verdad, ella lo desarmaba cada vez que lo tenía en su boca, lo llevaba al borde cada vez que lo hacía.
—A mí también me gusta… pero dudo mucho que puedas tocar bien si lo hago —indicó mostrándose segura.
Había aprendido a leer el cuerpo de Pedro y sabía que no pensaba en nada más cuando ella lo complacía con su boca, incluso lo llevaba más rápido de esa manera al borde del orgasmo.
—¿Me estás retando? —preguntó al ver la altivez en ella.
—Podría perfectamente hacerlo, pero no sería solamente eso ¿cómo se supone que voy a cantar para ti querido? —inquirió elevando una ceja.
—Bien puedes usarlo de micrófono —señaló con media sonrisa.
—¡Pedro! —volvió a exclamar y se tapó de nuevo la voz, él la miró divertido y ella lo miró entrecerrando los ojos—. A este paso van a terminar descubriéndonos —agregó en un susurro.
—Tú eres la que estás gritando —dijo riendo y la envolvió entre sus brazos para pegarla a su cuerpo.
—Es tu culpa… me exasperas y me haces —se detuvo pues no sabía cómo explicar que su cuerpo se convertía en una hoguera cada vez que él hablaba así y eso no debía pasar—. A veces eres tan directo Pedro cuando hablas de sexo y yo intento ser más… sutil —explicó mirándolo.
—¿Estás queriendo decir que soy vulgar? —preguntó riendo. Ella se quedó en silencio otorgándole una respuesta, la envolvió con sus brazos intentando mostrarse serio pero podía jurar que su mirada brillaba con emoción—. Paula, cuando una mujer y un hombre están en la intimidad y se tienen confianza, ser directos no es ser vulgares, es simplemente pedir lo que deseas y tratar las cosas por sus nombres. Además todo depende del momento… ¿O se le olvida señorita todo lo que me pidió la otra noche cuando usamos el espejo? —inquirió mirándola y sonrió al ver el hermoso sonrojo que cubrió sus mejillas.
—No… pero en esos momentos a veces siento como si no fuera yo y la mayoría del tiempo ni siquiera recuerdo todo lo que digo —se excusó.
—En esos momentos sigues siendo tú Paula, siempre lo eres preciosa, y me hace feliz que te expreses libremente… nunca voy a pensar que eres vulgar porque me pidas algo, si lo deseas hazlo. No te cohíbas nunca conmigo Paula porque yo no lo haré contigo.
Pedro la vio suspirar y después sonreírle, haciéndolo en verdad muy dichoso, día a día Paula se iba liberando de las cadenas que la ataban, le tomó la mano para besarla mientras se perdía en ese hermoso tono marrón que tenían sus ojos. Después caminó para tomar el saxofón, quería complacerla y lo haría a la manera de ella, sin presiones.
—Lo haremos como deseas hoy, ya nos quedará tiempo para probar que también puedo tocar mientras me tienes en tu boca —dijo sonriendo feliz al ver que ella también lo hacía, le dio un suave beso en los labios—. Y también porque no quiero dar una nota tan alta que los despierte a todos en la casa —acotó riendo y ella lo acompañó.
Tomaron asiento sintiendo la calidez de la chimenea calentar sus pieles, así como lo hacía el amor en el interior de sus cuerpos. Él se concentró en el instrumento y las notas de Quando, Quando, Quando fueron llenando la estancia, a la espera de la melodiosa voz de Paula
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