jueves, 27 de agosto de 2015

CAPITULO 160






Al día siguiente Paula se despertó sintiendo que flotaba en una nube, no podía creer que su mundo entero cambiara en cuestión de horas, de ser un completo desastre a un maravilloso paraíso, solo por el hecho de saber que estaría junto a Pedro, que ambos estaban dispuestos a retomar su relación y luchar por reparar los errores del pasado. Se puso de pie casi de un brinco y tomó el mando para correr las persianas que cubrían el ventanal, la habitación se llenó de luz y ella se estiró cuan larga era para recibir toda la energía del sol, aunque suponía que éste debía lucir opaco comparado con ella en ese instante.


Antes de entrar al baño revisó su celular y tenía un mensaje de Pedro deseándole los buenos días, pero también tenía uno de Ignacio diciéndole que llegaría esa tarde y esperaba verla en la noche, a ambos les respondió con rapidez intentando mostrarse casual para que ninguno notase lo que sucedía. Tomó una ducha de casi una hora, salió envuelta en un albornoz rosa y ahogó un grito cuando vio sentada a Jaqueline en el sillón púrpura junto al ventanal vestida tan elegante como siempre.


—Buenos días Jackie, casi me matas del susto —saludó y se encaminó hasta su armario para buscar algo que ponerse.


—Buenos días, aunque supongo que para ti son estupendos creí que pasarías la noche fuera y me sorprendí cuando Rosa me dijo que lo habías hecho aquí —comentó siguiéndola con la mirada y luchando por fingirse seria, pues en realidad deseaba salir corriendo a abrazarla.


—No, llegué casi a las nueve —esbozó sin mucho énfasis.


—Así lo harías con el italiano que te dejó venir, seguramente el pobre hombre terminó para terapia intensiva —dijo con picardía y se levantó.


—Ahórrate tus comentarios de doble sentido Jaqueline Hudson porque no tuvimos sexo… simplemente hablamos, recuerdo habértelo dicho anoche cuando te llamé para reportarme — mencionaba paseándose en ropa interior por el amplio espacio de su armario en busca de algo cómodo para vestirse, tomó un jean desgastado.


—Me debes una comida y pienso cobrártela ahora mismo así que ponte algo más formal para que bajemos al restaurante —indicó Jaqueline abriendo la parte donde estaban los vestidos y tomó uno en tono naranja, sin mangas pero de escote discreto y el largo estaba centímetros por encima de las rodillas—. Éste es perfecto, toma… y en cuanto a “eso” no me creas tonta, si no quieres entrar en detalles lo respeto. Pero una reconciliación sin sexo, no es reconciliación, y además cuando lo llamé desesperada porque no había logrado localizarte, me dijo que estabas dormida… ahora en resumen ¿Sigue siendo el dueño de tus mejores orgasmos? —preguntó con picardía y la mirada brillante.


Paula dejó ver una sonrisa radiante y le arrancó el vestido de las manos para ponérselo, sonrojándose cuando Jaqueline dejó libre una carcajada y aplaudió como una niña pequeña.


—Lamento tener que quitarte la ilusión, pero no tuvimos relaciones, simplemente hablamos, y sí tienes razón estaba dormida cuando llamaste pero es porque me sentía tan agotada por todo lo que sucedió con mi madre que… —decía cuando la rubia la detuvo.


—¿Qué te hizo Susana ahora? —preguntó llevándose las manos a la cintura y su semblante había cambiado por completo.


Paula suspiró con cansancio al recordar la discusión con su madre y se dispuso a contarle todo a Jaqueline, sin saltarse los detalles porque sabía que ella se los exigiría. Su amiga experimentó las mismas emociones que la asaltaron en cada episodio, cuando le preguntó por el grado de ficción de la obra, cuando le confirmó que se trataba de Pedro, todos los insultos, el dolor y la rabia en el momento que le dijo lo que había hecho con el libro, después cómo ella se le enfrentó reaccionando al fin y cansada de tanto maltrato.


Jaqueline apenas podía creer que Paula hubiera reunido de una vez por todas el valor para poner en su sitio a la bruja de su madre, Susana Chaves era una completa arpía, y su amiga había soportado mucho durante años, pero lo que más la emocionó fue saber que había defendido a
Pedro de esa manera, que él había sido el motivo que la llevó a tomar de manera definitiva las riendas de su vida. 


Ahora sí podía decir que él era el hombre que Paula necesitaba a su lado, alguien que la llevara a rebasar sus propios límites, a jugar fuera de ese lado seguro donde siempre vivía.


Pero casi muere de amor cuando Paula le dijo que él había aparecido de la nada en ese mirador y la obligó a dejar que la acompañara al verla tan mal y lo mejor de todo fue cuando le cantó.


—Paula Chaves dime por favor que al menos le diste un beso… aunque ese hombre merecía el cielo —esbozó con la mirada brillante y una sonrisa que casi dividía su rostro en dos.


—No pude contener la emoción que se despertó en mí ante ese gesto Jackie, fue demasiado para que pudiera quedarme impasible, además que ya nos habíamos besado antes… las cosas entre ambos aún no se aclaraban, pero no me importó esa conversación que teníamos pendiente, yo lo único que
deseaba era… besarlo y sentir que todo era real, que Pedro estaba allí conmigo, que en verdad había venido por mí —expresó sintiendo que se encontraba en una nube.


—Estoy tan feliz por ti Paula, ustedes dos se merecen esta nueva oportunidad, ya sé que todavía les queda mucho por solucionar, pero tendrán tiempo de sobra durante las grabaciones de la película… porque supongo que ya olvidaste la estúpida idea de quedarte aquí ¿Verdad? —inquirió mirándola fijamente.


—Sí, ya lo olvidé. Me iré a Italia con él… bueno con la gente de la producción —contestó y no pudo evitar sonrojarse.


Jaqueline se acercó para abrazarla con fuerza, de verdad estaba emocionada, así que le pidió a Paula que continuara con lo que vino cuando llegaron a la habitación del italiano, eso le interesaba muchísimo y además allí descubriría si su mejor amiga le estaba ocultando algo o no.


Los sentimientos desbordaron a Paula una vez más cuando le contó a Jaqueline lo que hizo Pedro con el libro, no pudo evitar que las lágrimas se hicieran presente de nuevo e incluso vio a su amiga con la mirada brillante y cómo se esforzó por contener las suyas.


—En serio su historia es tan hermosa que no tiene nada que envidiarle a una ficticia, ojalá yo tuviera a un hombre que me amara como Pedro Alfonso te ama a ti, por favor amiga no
dejes que vuelva a sucederles lo de antes, ese hombre te lo dijo, él llegó dispuesto a darlo todo por ti, a ser quien necesitas para ser feliz… ¡Aprovéchalo! Haz que esto funcione y quédate junto a él para siempre —dijo dejando salir esa vena romántica que a veces tenía y que los desengaños de su ex esposo no habían matado del todo.


Se abrazaron con fuerza para cerrar ese pacto en el que Paula le prometía luchar por su relación con Pedro, se separaron cuando el celular de la escritora recibió una llamada, ella reconoció el número de inmediato porque lo había guardado la noche anterior y apenas una horas antes recibió un mensaje. Sus manos comenzaron a temblar al tiempo que su corazón latía desbocado, deslizó el dedo por la pantalla y atendió.


Jaqueline tuvo que taparse la boca para que su risa no se escuchara, era increíble la imagen de esta nueva Paula, parecía una adolescente recibiendo una llamada del chico que le gustaba; nunca la había visto así, ni siquiera con Charles que fue su primer amante, definitivamente Pedro debía tener algo muy especial.


—Invítalo a desayunar con nosotras —susurró haciéndole señas.


Paula negó con la cabeza sintiendo que no estaba preparada todavía para un encuentro así, su relación con Pedro siempre había sido de cierto modo algo de ellos dos, incluso en la Toscana los únicos que compartieron contadas ocasiones con ellos fueron Cristina y Jacobo.


—¡Hazlo! —le ordenó con entusiasmo.


Ella lo hizo y como era de esperarse él aceptó, mientras Jaqueline emocionada presentía que ese sería un desayuno muy interesante. Y justamente así fue, aunque Paula y Pedro se mostraron de manera casual para no provocar comentarios entre las personas que los rodeaban, muchas veces sus miradas los delataban y en más de una ocasión se susurraban algunas frases o como en una cuando casi tuvo que atraer su atención igual a aquella vez en la fiesta.


—Si siguen hablándose en italiano y excluyéndome de esta manera, les aseguro que me levanto y me voy —esbozó intentando sonar seria, pero era muy mala actriz, la diversión en su mirada la delataba.


—Le pido disculpas Jaqueline —esbozó Pedro por cortesía.


—Ya deja de tratarme de usted, que tampoco es que soy una anciana, tengo tu edad y te disculpo si me consigues un apuesto maestro de italiano cuando vaya a Roma en el verano para acompañarlos, no puedo ir antes porque mi hija tiene escuela —dijo mirándolo a los ojos.


—Será un placer tenerte en Italia y veré cómo me las arreglo para conseguirte un profesor que se ajuste a tus exigencias —comentó.


—Cada vez me caes mejor —dijo Jaqueline con una gran sonrisa.


—¿Por qué siento como si ustedes dos estuvieran pactando algo? —inquirió Paula mirándolos a ambos.


—No estamos pactando nada, es solo que un hombre inteligente sabe que para conquistar el corazón de una mujer, primero debe ganarse a su mejor amiga ¿No es así Pedro? —preguntó mirándolo.


—Sobre todo si la que se supone será tu suegra te odia —comentó de manera casual, pero de inmediato se dio cuenta que había sido muy directo, así que le tomó la mano a Paula para disculparse.


—Susana odia a la mitad del planeta así que no te preocupes por ello, solo concéntrate en hacer feliz a Paula… O de lo contrario conocerás un lado de mí que no te gustará, puedo ser peor que su madre. ¿De acuerdo? —le advirtió mirándolo a los ojos.


—Jackie —susurró Paula algo apenada.


—Le prometí a Paula que la compensaría por todo y siempre cumplo mis promesas Jaqueline, cuenta con que tu amiga será feliz.


—¡Perfecto! Ahora sí tenemos un pacto —esbozó ella y le extendió la mano mientras le sonreía.


Pedro la recibió entregándole el mismo gesto, la actitud de la rubia no lo había molestado, por el contrario sabía que la mujer se estaba conteniendo pero que de un momento a otro llegaría a ese punto, la invitación para desayunar no había sido casual, Jaqueline Hudson lo había hecho con un propósito, uno válido además, uno que él valoraba y respetaba porque le estaba dejando ver que apreciaba a Paula de verdad al preocuparse así por ella.


Salían del restaurante cuando fueron abordados por un grupo de fanáticas y tanto Paula como Pedro se vieron posando para fotografías, no pudieron evitarlo porque eso sería hacerles un desaire y ninguno de los dos lo acostumbraba. Sabían que se arriesgaban a que la prensa pudiera empezar a especular, pero estando Jaqueline presente podían justificar ese desayuno como algo de trabajo.


—Paula… Una pregunta —la chica buscó la atención de la escritora, ella la miró con atención y asintió para que continuara— Cuando escribías Rendición y le dabas los rasgos a cada personaje ¿Imaginaste a Franco así como Pedro? —preguntó emocionada.


Paula se quedó muda ante esa pregunta, no sabía cómo responderla sin delatarse, buscó a Pedro con la mirada rogando para que algo se le ocurriera.


—Seguramente el personaje que Paula imaginó era más apuesto —comentó él con una sonrisa para ayudarla a salir del paso.


Todas las chicas rieron emocionadas ante la sencillez y picardía del actor y más de una se sonrojó, pero su distracción fue fugaz porque ellas esperaban la respuesta de Paula.


—En realidad, nunca vi a alguien que encajara tan bien con algunos de mis personajes hasta que conocí a Pedro, apenas lo vi supe que de existir, justo así sería Franco… —esbozó con una sonrisa radiante que era toda para él—. Y su actuación terminó por convencerme, así que les aseguro
que tienen ante ustedes al verdadero Franco Donatti.


Todas exclamaron con emoción y prácticamente se derritieron cuando él les guiñó un ojo, aprovechó el embelesamiento de las fanáticas para despedirse de ellas con rapidez y salió escoltando a Paula, Jaqueline ya se encontraba viendo la escena desde la puerta del lugar. 


La rubia los miró con una mezcla de sorpresa y diversión, para después negar con la cabeza ante lo evidentes que eran esos dos, no le extrañaba para nada que la madre inquisidora que era Susana Chaves notara que se traían algo. Cuando llegaron al ascensor Jaqueline se excusó diciendo que debía buscar algo en recepción y dejó que subieran primero, sabía que ellos se morían por unos minutos a solas, así que se los cedió.







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