jueves, 27 de agosto de 2015
CAPITULO 159
Paulaa fue despertando lentamente del profundo y reparador sueño que tuvo, rodó palpando el espacio a su lado en busca de Pedro, al no sentirlo abrió los ojos y su mirada se paseó por la habitación en penumbras, se estiró para buscar la lámpara en la mesa de noche, dio con ella y la encendió iluminando tenuemente el lugar, bajó de la cama y caminó hacia el baño pues necesitaba hacer uso de éste.
El reflejo en el espejo cuando se miró le mostraba en su rostro los estragos que había dejado la discusión con su madre, lucía demacrada, pero aparte de eso había algo más, una luz que resaltaba en medio de esa mirada oscura y triste. Recordó dónde se encontraba y junto a quién, eso la llenó de inmediato de esperanzas poniendo a su corazón a latir emocionado, con rapidez se lavó la cara para aliviar la hinchazón, vio el cepillo de dientes de Pedro y lo tomó entre sus dedos mientras se mordía el labio inferior.
Momentos después entraba al salón buscando a Pedro, lo vio parado junto al ventanal apreciando el show de fuegos artificiales que eran lanzados desde el muelle en la desembocadura del río. Esa tradición la llevaban a cabo todos los jueves y era uno de los principales atractivos que tenía esa zona de Chicago, se acercó hasta él abrazándolo desde atrás.
—Hola —saludó mirándola por encima del hombro y le acarició los brazos mientras sonreía.
—Hola… me desperté y no estabas, tomé tu cepillo de dientes… espero no te importe —comentó sintiendo que sus mejillas se encendían.
—No, en lo absoluto… —le hizo saber con una sonrisa acariciándole las mejillas—. Necesitabas descansar, por eso te dejé hacerlo… Si me quedaba nada me hubiera impedido desnudarte para hacerte el amor —confesó mirándola con intensidad y la atrajo para que quedara frente a él.
—Pensé que le seguías teniendo miedo —dijo mirándolo a los ojos, intentó ocultar la reacción de su cuerpo con ese comentario.
Pedro asintió con la cabeza mientras posaba su mirada en los voluptuosos y rojos labios de Paula que lo invitaban a besarlos, deslizó su mano por el cuello de ella sintiéndola temblar.
Paula sintió que algo se derretía en su interior y se deslizaba por sus venas, era denso y caliente, su respiración también se agitó ante ese despliegue de seducción que él le mostraba, miró la perfecta boca masculina y sin siquiera notarlo le ofreció sus labios poniéndose de puntillas al tiempo que entrecerraba los ojos.
Él no pudo resistirse al ver cómo la mirada de ella se desbordaba en deseo, la tomó por la cintura con la mano libre pegándola a él y bajó para atrapar esa dulce boca en un beso profundo y cargado de pasión que aceleró el ritmo de su corazón haciéndolo latir de manera frenética.
—Te deseo —susurró contra los labios temblorosos de Paula.
—Yo también —esbozó ella suspirando y él estaba por besarla de nuevo cuando ella habló para detenerlo—. Pedro… en estos momentos no hay nada que desee más que estar contigo, pero todavía existen cosas que me lo impiden —acotó mirándolo.
Él respiró profundamente para evitar estallar en ese momento, se armó de paciencia y la miró intentando mostrarse comprensivo, pudo sentir cómo la tensión se apoderaba de Paula de nuevo, así que intentó relajarla acariciándole la espalda.
—Ven, quiero entregarte algo —caminó con ella guiándola de la mano hasta el sofá y la instó a sentarse junto a él, tomó el libro de la mesa de centro para extendérselo—. Hice todo lo que pude para repararlo, no quedó igual pero al menos está completo y cada parte en su lugar —dijo con una mezcla de timidez y expectativa.
Paula no sabía qué decir, solo pudo quedarse en silencio mirando la portada del libro mientras su corazón latía rápidamente y sus ojos se llenaban de lágrimas, ese gesto había sido tan hermoso y significativo para ella que no podía explicar lo que estaba sintiendo, elevó el rostro y miró a Pedro a los ojos, ahogándose en ellos.
¿Cómo no estar enamorada de ti? ¿Cómo no sentir todo esto cuando me tratas de ésta manera?
Tú pareces ser la única persona que verdaderamente me conoce en este mundo, han pasado casi cuatro años y aún sigues moviendo mis sentimientos de ésta manera ¿Cómo no amarte con todo mi ser Pedro Alfonso?
Pensó mientras dejaba que las lágrimas bajaran por sus mejillas con total libertad, se llevó el libro al pecho y sollozó son fuerza cerrando los ojos, sintió que él le acariciaba el cabello, luego se acercó y le dio un beso.
—Ya sé que no tengo futuro como restaurador… pero puse todo mi esfuerzo en dejarlo bien — comentó intentando ser divertido, pero su voz estaba ronca por contener su propio llanto.
—Quedó perfecto… gracias —susurró mirándolo y después abrió el libro para ver el interior, ciertamente las huellas del daño que sufrió estaban allí, pero la cinta las había disimulado un poco. Sin embargo, a ella le pareció igual de hermoso—. Tiene cicatrices… como la historia real — esbozó acariciando las hojas.
—Paula… yo sé, que he cometido muchas equivocaciones, sé que quizás no tenga derecho a la oportunidad que te estoy pidiendo, pero te aseguro que —se detuvo tomándole las manos, apretando entre las de ella y las suyas el libro que tenía su historia, ese vínculo que los había hecho reencontrarse y la miró a los ojos—. Si me das otra oportunidad, voy a dar todo lo mejor que hay en mí para reparar esas cicatrices, las iré borrando una a una hasta hacer que todo el dolor que tuviste que pasar quede en el olvido… Paula yo… —estaba por confesarle que la amaba cuando ella lo detuvo.
—Pedro—suspiró liberando la presión que sentía en el pecho y le acarició los dedos, mirando el libro y después a él—. Yo también quiero que me des una oportunidad a mí, tú no fuiste el único responsable, sé que fallé al no arriesgarme y decirte lo que sentía —dijo bajando el rostro y esquivándole la mirada.
Él supo que no estaban listos aún para exponer sus sentimientos del todo, debían darle bases sólidas a su amor y eso solo lo conseguirían restableciendo la confianza y la amistad que existía antes de que el orgullo los hiciera actuar como dos tontos y los cegara.
Paula deseaba tener la misma facilidad con la que contaba él para decir las palabras exactas que expresaran lo que sentía, pero no lo logró antes y dudaba que después de todo lo pasado pudiera hacerlo, lo mejor sería hacerlo a su modo, después de todo ya Pedro la conocía.
—Siempre ha sido más fácil para mí escribir que hablar —agregó con una sonrisa tímida, inmediatamente se armó de valor para esbozar lo que había decidido esa tarde en cuanto salió de casa de sus padres—. Estuve dándole muchas vueltas a esto porque no va ser nada sencillo para mí, pero he decidido que me voy a Italia contigo.
Él apenas la dejó terminar la frase, la tomó en brazos sentándola en sus piernas y comenzó a besarle el rostro y antes que Paula pudiera protestar o dejar de reír se adueñó de su boca con un beso intenso, mezcla de devoción, ternura y deseo.
Se separaron jadeantes, con sus corazones latiendo emocionados y unas sonrisas que iluminaban sus miradas, no necesitaban decir nada más para saber que el pacto estaba allí y que ambos darían lo mejor de cada uno para hacer que esta vez sí funcionara. Y Como si el tiempo no hubiera transcurrido ni la distancia los hubiera separado nuevamente compartían como amigos, él sabía que ella no había comido en todo el día así que le sugirió pedir algo.
—¿Pizza? ¿Quieres comer pizza? —inquirió mirándola divertido.
—Sí, con extra de queso, maíz, jamón y champiñones —contestó mirándolo mientras sonreía.
—Las pizzas americanas no son iguales a las nuestras, te llevaré a Nápoles y verás la diferencia —dijo buscando el teléfono.
Cuando le atendieron pidió una pizza como deseaba Paula y una botella de Chardonnay para acompañarla.
—Acepto encantada tu invitación a Nápoles, voy a comenzar a anotar cada una de las promesas que me haga señor Alfonso, la más importante de todas es su promesa de complacerme en todo —susurró esas últimas palabras acariciándole el pecho.
—Señora escritora, le aconsejo que deje quietas las manos o terminaré aprovechándome de usted —la amenazó elevando una ceja.
—¿Y si fueran mis deseos que se aprovechara de mí? —inquirió besándole el cuello y subió recorriendo con sus labios el mentón.
—Paula… mi cordura pende de un hilo y tú estás a punto de romperlo preciosa —esbozó aguantando estoicamente el juego de ella.
—Lo sé… lo sé, perdona Pedro, es que tú haces que me olvide de todo, de las personas fuera de este lugar a quienes les debo lealtad, Ignacio no merece que lo engañe de esta manera, y estar contigo sin haber terminado con él antes es traicionarlo, es hacerlo con nosotros también porque se supone que esta vez haremos las cosas bien, sin prisas, sin presiones… mírame —pidió al ver que se había tensado—. Te prometo que hablaré con él en cuanto regrese de Detroit, se fue ayer y regresa en un par de días, al parecer surgió algo de última hora… O quizás lo haya hecho para escapar —sin darse cuenta habló de más.
—¿Escapar de qué? —preguntó buscando sus ojos.
—De la situación que estamos atravesando, creo que Ignacio ha notado mi cambio y no desea enfrentar la situación sino dejar que la crisis pase, ya lo ha hecho varias veces… sabes que no soy fácil de tratar Pedro y a veces se necesita demasiada paciencia conmigo —dijo apenada mientras jugaba con uno de los botones de la camisa de él.
—¿Te puedo pedir yo algo de lealtad también? —inquirió con su mirada anclada a la de ella, la vio asentir en silencio a la espera para que continuara—. No dejes que él te toque de nuevo Paula, por favor no lo permitas, prométeme que no cederás ni siquiera si te lo pide como una despedida porque me volveré loco pensando que él puede tenerte mientras yo estoy deseándote sin poder hacerlo… prométemelo Paula —le rogó mirándola a los ojos mientras le sujetaba el rostro con ambas manos para evitar que ella le rehuyera la mirada.
—Te lo prometo Pedro, no lo haré… Sin prometértelo no pude entregarme a Ignacio, hace más de un mes que no tengo relaciones con él, desde que me enteré que volvería a verte pusiste mi mundo al revés y… no he logrado sacarte de mi cabeza —confesó sintiendo una imperiosa necesidad de hacer que él le creyera.
—Amore mio —susurró en italiano y dejó caer una lluvia de besos sobre los labios de Paula, apenas toques que le demostraran cuánto le agradecía por todo.
—De ahora en adelante solo seré tuya Pedro —esbozó ella.
Se sumieron en un beso profundo que estaba cargado de pasión, que buscaba detener el tiempo para poder vivir su amor sin tener que esperar un segundo más, sus manos viajaron por sus cuerpos buscando recuperar los años que habían perdido y de nuevo ambos se olvidaban que existía un mundo fuera de ese lugar.
Todo hubiera sido perfecto como años atrás si en ese momento no hubiera llegado el pedido de Pedro, y el sonido de golpes en la puerta no los hubiera sacado de la burbuja donde se encontraban. Él suspiró pesadamente cuando se separó de Paula y ella lo sorprendió besándolo con pasión de nuevo para después caminar de prisa y buscar un lugar lejos del campo de visión que tenía la puerta al abrirse.
Un par de horas después llegó la inevitable despedida, él intentó convencerla de que se quedara a dormir, pero al final terminó aceptando las razones de Paula para regresar a su casa y además se había prometido no presionarla, solo que no era fácil. Luego de estar casi veinte minutos despidiéndose entre besos la vio alejarse por el pasillo siguiéndola con la mirada hasta que entró al ascensor lanzándole un último beso que él atajó en el aire y se lo llevó al pecho.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario