lunes, 3 de agosto de 2015

CAPITULO 80




Paula sentía que el corazón le latía muy de prisa, la sola idea de presentarse ante los padres de Pedro en una situación como ésa era una completa locura, pero deseaba ayudarlo y no sabía de qué otra manera hacerlo.


—No me reconocerán y si lo hacen siempre pueden decir que soy amiga de la familia, no necesariamente tienen que relacionarme contigo, creo que eso sería lo más prudente en caso que decidas ir hasta Roma… te podrías ocultar cuando estemos por llegar —sugirió.


—¿En el maletero? —preguntó con media sonrisa entre incrédulo y divertido por el ingenio de Paula.


—Solo serán unos minutos —indicó ella dudosa.


Él se planteó la idea en silencio observándola y estaba por darle una respuesta cuando la voz de su padre al otro lado de la línea llamó su atención de nuevo.


Pedro cualquier cosa que decidamos será riesgosa, pero nada se compara con hacer que tú vengas hasta Roma, todo el mundo espera tener noticias tuyas el día de hoy y están ansiosos por hacer de todo esto un circo, créeme considero ridículo y exagerado que una decena de periodistas se hayan apostado desde la madrugada a las afuera de la casa… eso es sólo una pequeña muestra de lo que son capaces de hacer para obtener cualquier tipo de información, si vienes a Roma vas a colocarte en bandeja de plata.


—Alguien puede llevarme… y podemos despistarlos…


—Eso es arriesgado Pedro, si te soy sincero en éste punto no veo una salida que nos deje a salvo a ninguno… y aunque me cueste admitirlo creo que tu idea de quedarnos aquí y posponer este encuentro es lo mejor.


El desgano que se sintió en la voz de su padre hizo que un nudo de lágrimas se le formara en la garganta, cuando mencionó la idea de pasar ese día lejos de su familia lo hizo guardando aun la esperanza de poder verlos, ahora que parecía ser una realidad el peso que se instaló en su pecho estaba a punto de ahogarlo, tuvo que tragar para pasar las lágrimas y hablar de nuevo.


—Es lo mejor padre… por favor páseme a mi madre yo hablaré con ella —pidió y se aclaró la voz que se había tornado ronca.


Paula lo veía y también tenía ganas de llorar, sentía el corazón oprimido y un nudo en la garganta que intentaba asfixiarla. Inhaló despacio para pasar esa sensación y evitar llorar, sabía que Pedro estaba luchando por parecer fuerte y ella no le ayudaría en nada si dejaba que el llanto le ganara en ese momento.


Él le agradeció su apoyo llevándose la mano de Paula a los labios y dándole un tierno beso en los nudillos mientras la miraba a los ojos.


Escuchó el momento cuando su padre le pasaba el teléfono a su madre, suspiró y se llenó de valor para lo que le venía encima.


—¡No!


Fue la respuesta categórica de doña Amelia Alfonso.


—Madre, por favor…


—No Pedro y es mi última palabra. No dejaré que pases tu
cumpleaños en un lugar extraño y en completa soledad. Sé perfectamente que la hija menor de Cristina y Jacopo también está de cumpleaños el día de hoy y ellos viajaron a verla…


Pedro no podía creer que su madre estuviera informada de todos esos detalles, y de inmediato se preguntó ¿qué más sabría sobre su estadía allí? Porque era evidente que Cristina le había servido de una especie de espía que la mantenía al tanto de todos sus movimientos, quiso probar algo y lanzó un comentario casual.


—Estás en lo cierto madre, Cristina y Jacopo se fueron a ver a su hija en Pisa… pero eso no quiere decir que vaya a pasar mi cumpleaños completamente sólo, por si no lo recuerdas en éste lugar hay otra persona —dijo tirando el anzuelo y disfrutó de la reacción de su novia que lo miró con los ojos muy abiertos.


—Bueno… yo… estoy al tanto de algunas cosas, sé que tienes a una vecina, una chica americana que ocupa otra de las casas.


—Así es —esbozó dejando las palabras en el aire mientras se deleitaba con la expectativa de las dos mujeres—. Y seguramente Cristina también le habrá dicho que ella y yo somos muy cercanos —acotó sonriendo ante la cara de asombro de Paula.


Ella sentía que se mareaba ante cada nueva revelación que Pedro le hacía a su madre, incluso sentía que estaba temblando como una chiquilla, se mordió el labio para drenar la ansiedad.


—¿Qué tan cercanos?


La curiosidad de Amelia era su mayor debilidad y quizá tan grande como lo era en Paula, otro rasgo que compartían su madre y la hermosa mujer ante sus ojos que se estaba poniendo pálida.


—Muy cercanos… en realidad somos novios —mencionó con tanta naturalidad que él mismo se sorprendió.


—¡¿Novios?!


Él tuvo que alejar el auricular de su oído para no perder un tímpano, pero de inmediato soltó una carcajada ante la reacción de su madre y la de Paula que se colocó de rodillas sobre el mueble. Un ajetreo se escuchó al otro lado de la línea y la voz de su hermano cuando claramente le pedía a su madre que colocara el teléfono en altavoz, a la misma se le sumó la de su padre que también pedía lo mismo y no tuvo que ser adivino para saber que ella había cedido.


—Sí, somos novios… en realidad apenas llevamos algunas semanas y yo pensaba presentarla hoy a todos, pero tendremos que esperar a que se dé una nueva ocasión, el caso es que no voy a pasar mi cumpleaños sólo, lo haré con mi novia —dijo con satisfacción.


—Pues ahora más que nunca pienso ir hasta la villa de los Codazzi y así tenga que disfrazarme de mucama y ponerme una peluca lograré eludir a los periodistas.


—Usted no hará nada de eso, le prohíbo doña Amelia que haga semejante locura su mayor preocupación era que yo pasara éste día sólo, bueno tiene la certeza que no será así. Ahora prométame que se quedara en la casa con los demás y celebraran junto a mí aunque no estemos unidos —pidió intentando que su voz no demostrara cuanto le dolía pedirle algo así a su madre.


—Aun no me siento convencida del todo. ¿Quién me asegura que esto no sea una actuación de tu parte para intentar calmarme?


—Ok, usted gana… Paula podrías por favor decirle a mi madre que tú te quedarás junto a mí todo el día y que celebraremos, que no tengo motivos para deprimirme ni intentar colgarme de una soga —esbozó activando el alta voz.


—¡Pedro!


La voz de Paula se unió a la de su madre al mismo tiempo cuando ambas le reprocharon sus palabras. Él sonrió divertido al ver la coincidencia y se encogió de hombros mirando a la escritora que se sonrojó y se mordió el labio inferior mientras veía con terror el aparato inalámbrico frente a ella.


—Signora… signora Amelia —esbozó en italiano de manera torpe, tomó aire y se regañó intentando controlar sus nervios o quedaría como una estúpida delante de ella.


—Sí.


La voz cautelosa de la mujer se dejó escuchar al otro lado de la línea. Lo hizo en inglés para su alivio o su vergüenza, quizás pensó que no sabía hablar italiano. Tomó aire de nuevo y se armó de valor.


—Ciao, io sono Paula… —estaba por decir el apellido cuando Pedro le hizo señas y ella se detuvo.


—Sí le das tu apellido te buscará en google y en dos minutos lo sabrá todo de tu vida y nada evitará que venga hasta aquí para ver si de verdad su hijo por fin tuvo la sensatez de buscarse a una novia decente, hermosa y además inteligente —susurró mientras tapaba de nuevo la bocina del teléfono, le guiñó un ojo ante el desconcierto y agregó algo más—. Y habla en ingles le encanta hacerlo y casi no tiene con quien practicar.


Ella asintió en silencio y se apegó a la idea de Pedro, aunque deseaba conocer a la familia de su novio, no quería ponerlos en riesgo y sabía que la curiosidad de la madre de Pedro se intensificaría si ella llegaba a revelarle quien era.


—Soy Paula, encantada de hablar con usted.


—Es un placer… Paula, Amelia Alfonso… ¿Así qué eres la novia de Pedro?


—Sí, señora —respondió Samantha intentando que su voz no vibrara debido a los nervios.


—Bien… ¿y cuánto tiempo llevan de novios?


—Madre por favor… no empiece con sus interrogatorios, la va a espantar y le aseguro que Paula le agradaría mucho, es una chica maravillosa que ha logrado soportar el carácter insufrible de su hijo menor e incluso compró frutas y verduras para mí —mencionó él saliendo en defensa de la chica.


Le dedicó una sonrisa ante el gesto de sorpresa que Paula le entregó por su comentario, quizás pensaba que había olvidado aquel detalle que tuvo para con él meses atrás, su sonrisa se hizo más efusiva cuando Paula le devolvió una radiante.


—Tenemos poco más de un mes señora Alfonso y Pedro es… es un chico encantador —esbozó sonrojándose levemente.


—Es una actriz madre… ¿Cuánto le estás pagando Pepe para que finja que eres agradable?


La voz grave de Lisandro se dejó escuchar al otro lado y las notas de diversión era casi palpables en la misma. 


Paula se irguió en una actitud defensiva y Pedro tensó la mandíbula atajando una buena cantidad de improperios contra su hermano mayor.


—¡Cállate imbécil! —fue lo más decente que logró decir.


—No soy actriz Lisandro… en realidad soy una artista plástica —mintió esquivando la mirada divertida de Pedro, suspiró antes de continuar —. Y tienes razón, tu hermano puede ser un idiota algunas veces, sobre todo al principio pero si llegas a conocerlo bien te das cuenta que es… increíble. Además tiene un don especial para preparar platillos deliciosos; yo no soy de las chicas que viven esclavizadas por las dietas. Así que saca tus propias conclusiones —pronunció con altivez y sonrió al ver la mirada rebosante de orgullo que Pedro le mostró, eso la hizo sentir realmente bien.


—Iré a buscar el uniforme del chofer, ahora soy yo quien se muere por conocerte, no puedo creer que ese idiota haya conocido al fin a una mujer de verdad… ¿Paula dijiste que te llamabas?


—Sí, me llamo Paula y en verdad me gustaría conocerlos a todos, pero no creo que sea buena idea en estos momentos… —decía cuando la voz del hombre al otro lado de la línea la interrumpió.


—¡Oh, por favor! Créeme tengo la habilidad para eludir a unos cuantos periodistas y si ello me lleva a conocer a mi flamante y seguramente muy hermosa cuñada con mayor razón.


—Cuida tus palabras Lisandro que te estoy escuchando —lo amenazó el actor tensándose al sentir el interés de su hermano, sabía que él jamás se metería con ella pero eso no evitó que los celos se agolparan en su pecho creando una hoguera—. Y nadie vendrá a este lugar mientras no sea seguro… además tampoco eres tan bueno escapando de los periodistas si te atraparon de manera tan estúpida el otro día —indicó con sorna.


—No sabía que me estaban siguiendo y aún no es una decisión tomada, esta nueva revelación tuya cambia por completo las cosas.


Contestó dejando que la malicia se filtrara a través de sus palabras, al tiempo que sus palabras invitaban a su madre para que retomara su lucha por convencerlo una vez más. 


Sin embargo, ya él se encontraba listo para intentar lo contrario.


—Madre no he escuchado a Alicia… ¿está por allí? —preguntó no sólo usando como táctica para cambiar de tema, sino porque en verdad deseaba saber de su hermana.


—Sí, por supuesto Pedro… pequeña ven a saludar a tu hermano por favor.


Se hizo un silencio que a él le pareció muy largo, al fin escuchó un suave suspiro y una sonrisa se dibujó en sus labios, no tenía que verla para saber que era su hermana.


—Hola Pedro, feliz cumpleaños.


—Hola princesa, muchas gracias… ¿Cómo estás? Al fin puedo hablar contigo, mamá me dice que estás muy ocupada con lo del trabajo de grado —mencionó intentando entablar una conversación.


El tono de voz de Alicia no era él que esperaba, se notaba distante y apagada, muy lejos del desmedido entusiasmo que siempre le dedicaba, eso lo hizo sentir extraño y muy preocupado. Además que lo había llamado por su nombre completo, ella nunca hacía eso ni siquiera cuando se molestaba con él, algo ocurría, podía sentirlo.


—Sí, algo de eso… supongo que tú te encuentras bien, espero que la pases bien junto a tu novia, no te portes como un idiota con ella Pedro y bueno espero que algún día regreses…


—¿Qué sucede Alicia? ¿Por qué estás así princesa? —inquirió verdaderamente preocupado, sin dejarla continuar.


—Nada, todo está bien… como siempre Pedro. Te dejo tengo muchas cosas que atender, nos veremos cuando decidas volver.


Paula vio como el semblante de Pedro se cubrió de tristeza
ante las palabras de su hermana, ella estaba al tanto de su preocupación por la actitud distante de Paula, nunca pensó que las cosas estuvieran tan mal, ella prácticamente se había acercado a saludarlo por compromiso, su tono había sido tan frío e impersonal, como si le hablara a un extraño en lugar de a su hermano mayor.


—Está bien… cuídate mucho por favor y nos veremos dentro de poco, te lo prometo princesa —se despidió de ella y luchó contra la presión que se había instalado en su pecho y le resultó dolorosa.


—Bien, te paso a mamá.


Pedro suspiró pesadamente y cerró los ojos un instante para ocultar la veta de dolor que los cubrió ante esa despedida tan atípica de su hermana, si ella deseaba castigarlo con su indiferencia lo había conseguido, apretó los dientes para no llorar delante de Paula, ni agregarle más tensión a ese momento que desde hacía rato se le había escapado de las manos y había terminado en un desastre.


—Alicia ha estado un poco decaída… la presión la hizo enfermarse hace unas semanas por eso se muestra así Pepe, pero sabes que ella te adora, está en la etapa difícil ¿comprendes verdad?


Inquirió su madre intentando justificar el comportamiento tan inusual de Alicia, el silencio se había apoderado del lugar, ya no escuchaba a su padre o a su hermano conversando al fondo.


—Claro madre, no se preocupe por favor… sólo esté pendiente de ella y… sin importar lo que ocurra no le cuente nada de lo que me sucedió, no quiero que Alicia se entere…


—Lo sé Pedro, no te preocupes ella no se enterará de nada… hijo yo quiero, en verdad, quiero verte hoy. Ya sé que puede parecer arriesgado pero danos un voto de confianza, podemos eludir a esas personas y llegar a la villa o tal vez… no sé, quizás puedas llegar hasta la hacienda de tus abuelos y encontrarnos allá.


—Madre… —suspiró y se preparó para la batalla que sería hacerla desistir de la idea, aunque se le fuera medio día en ello.


Para su fortuna después de una hora había logrado convencer a su madre para que se quedara en su casa ese día, después de poner de su lado a su hermano y a su padre. Claro, también contó con la ayuda de Paula que se comprometió con doña Amelia a consentir mucho a su hijo y hacer un pastel del chocolate pues era su favorito, ante su propio asombro la escritora aceptó todo y se ganó la simpatía de su familia sin que ellos tuvieran que verla para hacerlo. Al fin su madre cedió, pero no sin antes dejarle claro que iría a verlo en cuanto esas personas se alejaran de la casa y entonces le daría todos los besos y los mimos que había estado guardando para él en ese tiempo lejos, reiterándole una vez más cuanto lo quería y lo extrañaba.


Pedro cortó al fin la llamada y no lo hizo porque estuviera cansado de hablar con su madre, lo hizo porque sabía que de continuar así él mismo iba a terminar pidiéndole que vinieran a verlo, la nostalgia que lo iba invadiendo poco a poco con cada promesa y cada palabra de despedida por parte de los suyos estaba a punto a de aplastarlo, y después de decirle por milésima vez a su madre que la amaba, pulsar el botón para colgar y liberar un suspiro cerró los ojos.


—Bueno… supongo que siempre hay una primera vez para todo ¿no? — inquirió dirigiéndose a Paula, intentando parecer casual.


Ella se acercó a él con una sonrisa amable buscando consolarlo, sabía que todo eso era muy difícil para Pedro, le quedó muy claro el inmenso amor que él le tenía a su familia y ése que recibía de vuelta por parte de ellos, si antes sintió envidia por algo que no sabía con certeza, ahora que lo hacía no podía más que desear lo mismo. Pero, sabía que nunca lo tendría pues su familia y ella misma eran muy distintas, todo lo referente a los Chaves era sobrio, estudiado, conservador, distante, y ella misma formaba parte de ello, incluso podía hasta sentirse extraña con una relación así.


El remolino de sentimientos y sensaciones que asaltaban a Pedro estaban a punto de romperlo, inhaló profundamente para contener las lágrimas, pensó que lo peor había pasado y abrió los ojos, su mirada atinó a enfocar el retrato de su familia sobre la chimenea. El dique que contenía todo su dolor se hizo añicos y él junto a éste, pero su orgullo lo llevó a cubrirse el rostro con las manos mientras su cuerpo se estremecía ligeramente a causa de los sollozos.


Pedro… Pedro no llores por favor —la sonrisa se borró de
sus labios al ver la actitud de él y de inmediato lo envolvió con sus brazos queriendo alejar toda la pena que lo embargó.


—Jamás pensé que llegaría el día en que los extrañaría de esta manera —esbozó Pedro y un sollozo le rompió la voz.


Paula se quedó callada sintiendo como un nudo se formaba en su garganta y las lágrimas también anegaron sus ojos, respiró profundamente para evitar liberarlas, aunque era pésima para dar consuelo sabía que no ayudaría en nada a Pedro si se ponía a llorar también, le rodeó los hombros y le dio un beso en el cabello.


Él intentó controlar sus emociones, respiró hondo y se limpió las lágrimas con las palmas de las manos, después acomodó su cabello; no quería darle a Paula la imagen de un marica niño mimado que se ponía a llorar por no tener a su familia junto a él. Subió su rostro para mirarla a los ojos, debía afrontar su ataque de vulnerabilidad y debía demostrar que se encontraba bien, que todo había pasado.


—Perdón… yo… —intentó pronunciar pero ella lo calló posando dos de sus dedos sobre sus labios, mirándolo a los ojos.


—No tengo nada que perdonarte ¿acaso me has hecho algo? —inquirió con una hermosa sonrisa mientras secaba con su mano los rastros de humedad que aún se apreciaban entorno a los ojos azules.


—Aparte de dar un espectáculo tan patético —contestó y bajó la cabeza esquivándole la mirada.


—Yo no vi ningún espectáculo patético, solo vi a un hombre
extraordinario que ama profundamente a su familia y se ha sacrificado por su bienestar —dijo Paula y al ver que él seguía con la cabeza gacha le acunó el rostro entre las manos y buscó sus ojos—. Pedro mírame… no tienes que sentir vergüenza por querer y extrañar a tu familia, eso no te hace lucir como un estúpido es todo lo contrario.


—Me hace ver débil, vulnerable… y yo, siempre he luchado por ser fuerte Paula, por demostrarle a todo el mundo que puedo manejar cualquier situación, que soy capaz de soportar las presiones y las pruebas que me coloquen… —ella lo interrumpió de nuevo.


—Sí, pero dime Pedro. ¿A dónde te ha llevado todo eso? ¿Qué has ganado por querer ser perfecto ante todo el mundo? —preguntó con seriedad mirándolo a los ojos.


Él se quedó en silencio analizando las preguntas de Paula y no le llevó mucho tiempo hallar la respuesta, no había encontrado nada y lo poco que había conseguido jamás compensaría todo el tiempo que perdió lejos de su familia, ni los momentos que no disfrutó de su adolescencia por estar trabajando, se había perdido de ser un chico normal, ver los partidos de fútbol junto a Lisandro, salir los fines de semana con una novia al cine, escaparse a medianoche con ella para tener sexo en su auto, el jardín de su madre o el garaje de los padres de ella. Nunca tuvo tiempo para ésas cosas, nunca tuvo un instante para actuar de manera corriente, para ser simplemente él… no hasta ese tiempo que había estado viviendo junto a Paula.


Pedro… yo no necesito que seas perfecto y tu familia no necesita que lo seas para ellos, ellos te quieren justo así como eres, te aceptan porque te conocen, han visto lo mejor y de lo peor de ti y a pesar de todo eso te siguen amando y lo harán siempre… ¿Sabes algo? Tú me encantas, eres un hombre muy guapo, y despiertas mi deseo como ningún otro
hombre lo ha hecho, pero quieres que te diga lo que en verdad me gusta — mencionó e hizo una pausa para captar por completo la atención de él, al ver que la tenía mostró una hermosa sonrisa y habló—. Me gusta lo que tienes aquí dentro —esbozó señalándole el pecho, él la miró sorprendido y ella disfrutó de eso—. Me gustan tus sentimientos y esa hermosa luz que puedo ver en tu mirada cuando me ves fijamente, justo como lo haces ahora. Lo amable que eres conmigo, me gustan tus sueños y que los
compartas conmigo… eres un buen hombre Pedro, incluso cuando te portas como un idiota y me haces rabiar —esbozó sonriendo al ver que había conseguido que él lo hiciera también.


—Vas a hacer que mi ego sea inalcanzable —indicó en tono de broma, y su corazón latía realmente emocionado.


—Bueno… incluso con ello puedo lidiar —señaló ella rodando los ojos con un gesto exagerado y después le entregó una sonrisa—. Creo en ti y en todo lo que llevas dentro, creo en tu talento, tu carisma y el amor que sientes por tu familia y sé perfectamente que extrañarlos no te hace débil o un idiota, te hace especial y… ¡Buen Dios! A veces te envidio porque yo quisiera tener una familia como la tuya, quizás no sepa cómo manejarla y termine enloqueciendo ante las excesivas muestras de cariño ya que en mi caso son prácticamente nulas y se limitan nada más a las fechas especiales… pero en serio me encantaría tener a una madre que me trate como una niña —se detuvo para sonreír al ver que Pedro fruncía el ceño—. También quiero un hermano que me moleste tanto como Lisandro lo hace contigo… bueno Nico es un poco así, pero ahora que entró al mundo militar temo que vaya a cambiar y se vuelva tan frío como mi padre —pronunció sin darse cuenta que se salía del tema.


Él le dedicó una hermosa sonrisa de ésas que iluminaban su mirada y la tomó por la cintura para subirla a sus piernas, le encantaba escucharla hablar con tanta soltura de su familia, antes apenas lo hacía, pero sobre todo le encantó que Paula deseara tener una familia como la suya y aunque no quiso profundizar en ello, él también se encontró deseando que algo así se hiciera realidad y ¿por qué no? Tener la oportunidad de verse en medio de una familia tan conservadora como la de ella.


—Tener un padre que me hubiera enseñado a cocinar en lugar de disparar y una hermana que en serio se preocupe por su tesis en lugar de por los chicos de la escuela… Diana es todo un caso y te aseguro que nos volverá a locos. En resumen quiero tener al menos por un tiempo una familia como la tuya y te juro que no me avergonzaría nunca de llorar porque extraño estar junto a ellos, en ocasiones lo hice por la mía, sobre todo antes de comenzar a compartir contigo —se detuvo y suspiró para liberar la presión que en cuestión de segundos se apoderó de su pecho.


—Eres grandiosa Paula —susurró él acariciándole la cintura.


—Gracias, ya lo sé —esbozó con una sonrisa, retomando su buen ánimo, ese instante de confesión había removido recuerdos, se acercó para besarlo, pero una idea se atravesó en su cabeza—. Necesito las llaves de tu auto… una vez me dijiste que si debía ir a Florencia podía usarlo ¿me lo prestas? —inquirió mirándolo a los ojos.


—Sí, pero ¿Por qué debes ir a Florencia? —contestó y preguntó.


—Es que prometí hacer un pastel de chocolate y no tengo la más mínima idea de cómo… así que me tocará comprar uno —contestó apenada y se mordió el labio para no reír de nervios.


—Entiendo, pero me puedes ofrecer a cambio algo mucho más delicioso que un pastel de chocolate —mencionó y deslizó su mirada hasta el escote de Paula disfrutando de la visión de sus senos hermosos y perfectos, al tiempo que bajaba sus manos y acariciaba con suavidad las redondas nalgas femeninas—. Y ahora que tenemos este lugar completamente para nosotros y no debemos preocuparnos por ser interrumpidos tal vez debamos retomar lo que dejamos de lado esta mañana ¿no le parece señora escritora? —inquirió con una sonrisa ladeada y buscó su mirada de nuevo.


—Pues lo siento mucho, pero hice una promesa y pienso cumplirla, dije que usted tendría hoy un pastel de chocolate y así será señor actor… así que deme las llaves de su auto —contestó aferrándose a su cordura que apenas pendían de un hilo.


—Paula —se quejó y frunció el ceño—. El sexo es mejor que el chocolate —puntualizó con una sonrisa maliciosa, al tiempo que sus pupilas se dilataban imaginando todo lo que podía hacer para demostrarle a Paula que estaba en lo cierto.


Ella se estremeció ante la intensidad que desbordaba la mirada de Pedro y contuvo la respiración cuando él se movió frotando su ligera erección contra su trasero. Sintió deseos de quedarse y salir después a comprar el bendito pastel o intentar hacer uno, pero de inmediato supo que de empezar con Pedro una batalla de cuerpos en ese instante lo más probable fuera que cayera la noche.


—Sólo serán un par de horas —señaló usando un tono sumiso.


—¿Qué me ofreces a cambio para dejarte ir en este momento? — preguntó buscando poner el juego a su favor.


—¿Ofrecerte algo? —contestó con otra pregunta, él asintió y elevó de manera arrogante la ceja derecha, Paula se mordió el labio buscando cualquier cosas que pudiera ofrecerle, de repente una sonrisa cargada de picardía adornó sus labios—. No te serviré el pastel en un platillo, lo haré sobre mi cuerpo y podrás comerlo directamente de éste —indicó con tono triunfante.


El deseo recorrió a Pedro con contundencia ante esa declaración de Paula, y quiso tenerla en ese preciso instante cubierta de chocolate de pies a cabeza para poder viajar a través de su cuerpo con lengua y labios, degustar cada rincón de ella. La tomó por la cintura y la movió hasta dejarla sentada sobre el sofá mientras él tenía la libertad para colocarse de pie; caminó hasta el perchero de llaves junto a la puerta y agarró las de su auto, después regresó hasta donde se encontraba Paula ya de pie.


—Aquí están las llaves… ahora ve y traen el condenado pastel de chocolate, que sea uno que tenga mucho para poder untar en todo tu cuerpo Paula pues tengo la firme intención de comerte completa esta noche — mencionó tendiéndole el llavero.


La sonrisa iluminaba por completo el rostro de Paula cuando las recibió, deslizó su pulgar por la suave superficie ónix y sintió después la forma del tridente que resaltaba con su característico tono plata, que identificaba a la casa automotriz italiana. Le dio la vuelta pues también percibió al otro lado del mismo unas figuras, su mirada captó las iniciales de Pedro grabadas en el mismo tono del símbolo que las hacían sobresalir del negro brillante.


—¿Personalizado? —inquirió asombrada.


—Beneficios de ser la estrella de su comercial —respondió Pedro sin darle mucha importancia, pero la arrogancia estaba ligada a cada una de sus palabras, pues disfrutó de ese detalle.


—Ya veo —dijo ella con una sonrisa, se acercó y le dio un beso para despedirse, apenas un toque que evitara dejarse llevar.


—Espera, yo te acompaño —indicó él abriendo la puerta.


Paula caminó hasta su casa para buscar su bolso y los lentes de sol, pues tenía planeado usar la función descapotable del vehículo. Pedro se había quedado calentándolo y el sólo sonido que hacía el auto cuando aceleraba en neutro hacía que su corazón latiera emocionado, aunque ya lo había conducido en su viaje a Varese, sabía que no era lo mismo hacerlo ella sola, nunca había tenido un auto como ése y no porque no tuviera los medios para comprarlo, la cuestión era que su madre no aprobaría algo tan llamativo para ella. Cuando al fin logró hacerse con uno se salvó de tener un anticuado Lincoln y a cambio de ello consiguió su precioso Cadillac Sixteen al cual adoraba, que esperaba siguiese intacto y lejos de su hermana Diana.


—¿Lista? —preguntó Pedro con una sonrisa, salió del auto y dejó la portezuela abierta para ella.


—Sí —respondió con entusiasmo—. Te diría que vinieras conmigo, pero lo más probable es que termines aburriéndote cuando deba bajar a hacer las compras —comentó lanzado su bolso al asiento del copiloto, se puso de puntillas y le ofreció sus labios.


—¿Compras? Pensé que solo irías por el pastel y nada más —mencionó mirándola a los ojos.


—Quizás se me ocurra traerte algo de regalo de cumpleaños —contestó sin darle mucho énfasis al asunto.


—Está bien… pero intenta no demorar mucho, yo saldré a dar una vuelta con Misterio mientras tanto.


—Perfecto… ahora me das mi beso de despedida —pidió apoyándose en el pecho de él para alcanzar sus labios.


Pedro la tomó cubriendo con sus manos las suaves mejillas de Paula y posó sus labios sobre los de ella, ejerció presión para persuadirla que abriera la boca, Paula lo hizo pero apenas dejó que rozara su lengua provocando que se quedara con ganas de más cuando la sintió alejarse de él.


A ella le resultaba verdaderamente difícil no dejarse llevar por los besos de Pedro, pero debía mantenerse en su postura, ya había hecho planes y nunca dejaba que nada interfiriera con ellos. Subió al auto y se acomodó en el asiento para pisar el acelerador, manteniéndolo en neutro, el motor rugió y una descarga de adrenalina recorrió su cuerpo.


—¿Cuál es el botón para retirar el techo? —preguntó con entusiasmo y deslizó sus manos por la suave piel del volante.


—Ése de allí y sabía que me preguntarías eso —indicó Pedro sonriente posando de cuclillas a su lado—. Pero no lo vayas a accionar hasta que tomes la vía a Florencia y la carretera sea de asfalto o de lo contrario te ahogara la nube de polvo —agregó mirándola.


—Bien, pero tampoco es que voy a ir a una velocidad exagerada como la que usas tú —afirmó con altivez.


Pedro rodó los ojos en un gesto tan infantil y ella dejó libre una carcajada, llevó una mano a la mejilla de su novio para acariciarla y le dio otro toque de labios. Él se levantó y cerró la portezuela.


—Cuide bien de mi auto señorita Chaves.


—Lo haré señor Alfonso, ya decía yo que era sorprendente que me lo cedieras tan fácil y además que no me lanzaras la advertencia de rigor de todos los hombres —esbozo sonriendo.


Él volvió a rodar los ojos y después le entregó una gran sonrisa, se alejó dándole la libertad a Paula para salir y le hizo un ademán de despedida con la mano. Ella respondió de igual manera emulando su gesto con mayor efusividad, y después de poner el auto en reversa para enderezarlo, salió del estacionamiento de Pedro, segundos después abandonaba el lugar dejando tras ella una nube de polvo.


—No que no iba a conducir de esa manera —se dijo para sí mismo mientras sonreía.


Caminó hasta la casa para colocarse algo más cómodo y después de eso fue hasta los establos a buscar a su fiel amigo, Misterio le ayudaría a olvidar la soledad y las penas que aunque quisiera ocultar seguían cubriéndolo ese día.








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