lunes, 3 de agosto de 2015

CAPITULO 81




La larga carretera ante sus ojos parecía formar parte de un sueño, todo el paisaje era tan espléndido, solitario y casi irreal, brindándole una libertad absoluta. La facilidad y suavidad con que el auto se desplazaba apenas si la hacía darse cuenta de la velocidad que llevaba, el auto era tan rápido que apenas hacía falta ejercer una mínima presión sobre el acelerador para salir disparada como un rayo. Y por supuesto por la compañía de U2 que sonaba desde el iPod de Pedro instalado en el reproductor de música, hacía que todo fuese sencillamente perfecto.


La adrenalina llegó al máximo nivel cuando la voz de Bono comenzó a entonar Vértigo, en la versión en vivo del cd grabado en Milán en el dos mil cinco. Paula pisó a fondo el pedal y el auto pareció volar en cuestión de segundos mientras ella sentía que lo hacía junto a éste, llena de felicidad y satisfacción comenzó a seguir la canción en voz alta mientras una sonrisa adornaba sus labios y su mirada brillaba tras los espejuelos de sus lentes de sol Chanel.



Lights go down it’s dark
The jungle is your head - can’t rule your heart
A feeling is so much stronger than
A thought
Your eyes are wide
And though your soul it can’t be bought
Your mind can wonder.
Hello, hello... (Hola)
I'm at a place called Vertigo (dónde estás?)
It’s everything I wish I didn’t know
except you give me something...
I can feel, feel.


Minutos después las concurridas, estrechas y adoquinadas calles de Florencia le daban la bienvenida. Cada tres manzanas había una pastelería que mostraba desde sus vitrinas los exquisitos postres que ofrecía al público, pero ella buscaba una en específico, ya conocía varios de los lugares que veía y sabía que todos contaban con excelentes recetas. Sin embargo, había probado los mejores en Badiani, una pequeña pastelería ubicada en la viale dei Mille, siguió esa ruta hasta encontrarla un par de minutos después.


Se detuvo al otro lado de la calle donde estaba permitido estacionarse, accionó el botón para cerrar el techo del auto y mientras éste subía paró la música silenciando a Bono, tomó su bolso, apagó el auto mostrando una radiante sonrisa de agradecimiento por el viaje que le había brindado y bajó notando varias miradas puestas sobre ella, o más bien encima del exuberante Maserati negro.


Cruzó la calle y entró al local que de inmediato la recibió con el delicioso aroma de los postres, se retiró los lentes colocándolos sobre su cabeza y paseó la mirada por la vitrina donde se encontraban los pasteles, unos más apetecibles que otros.


—Buongiorno, signorina ¿può aiutare lei?


Paula le sonrió a la dama rubia tras el mostrador, era delgada y elegante, parecía ser más la propietaria del lugar que una empleada. Pensó que al fin tendría la oportunidad para poner en práctica su italiano de nuevo, pues con Pedro todo el tiempo hablaba en inglés, sólo en ocasiones contadas lo hacían en italiano como un juego de palabras y la mayoría eran cuando tenían sexo; el pensamiento hizo que un calor cubriera sus mejillas y supo que se había sonrojado.


—Buongiorno —respiró y la saludo con una sonrisa amable.


Mantuvo la conversación con la mujer en el idioma de ésta, a pesar que intentó hacerlo en inglés al notar que ella era norteamericana, y sonreía al ver que se desenvolvía muy bien con el italiano. Le explicó lo que deseaba y estaba por escoger uno de los pasteles de chocolate que se encontraban en la vitrina cuando la mujer le hizo saber que le daría uno especial y que acababa de terminar.


Paula quedó encantada cuando la mujer le dijo que era un pastel de tres tipos de chocolates, con una cubierta firme y su centro era húmedo; que además tenía deliciosas cerezas rojas, almendras y trufas que lo hacían aún más provocativo a la vista y el paladar, ella no lo dudó pues sin siquiera probarlo ya tenía la boca hecha agua. Cuando la dueña de la tienda le preguntó si debía llevar alguna dedicatoria especial, ella lo pensó unos segundos pero después respondió de manera afirmativa mientras sonreía.


Sintió su corazón latir emocionado cuando vio escrito en una lámina de chocolate blanco “Tanti auguri Pepe”. Quiso usar su diminutivo como lo hacía su familia, aunque él no le había pedido nunca que lo hiciera, ella sentía que era una ocasión especial y podía tener ese pequeño privilegio, y a decir verdad ella tampoco le había mencionado que sus hermanos la llamaban Pau, pensó que quizás él también merecía esa información.


Le explicó a la mujer que aún debía hacer algunas compras más y tardaría un par de horas, así que pagó el pastel y lo dejó allí hasta que estuviera lista para regresar a la villa. 


Salió de la tienda con una sonrisa de satisfacción, cruzó la calle y mientras caminaba hacia el vehículo pudo notar que los hombres que se encontraban cerca no solo miraban la carrocería sino también a ella y más de uno le lanzó algún piropo. Pero los mantuvo lejos negando con la cabeza, sin embargo, no pudo evitar sonreír cuando con esa gestualidad tan característica que los italianos poseían, dos de ellos señalaban que les había roto el corazón, subió al auto y lo puso en marcha no sin antes despedirse con un ademán de su mano y una sonrisa, no estaba coqueteando, sólo era amable.


—Bueno… veamos que puedo comprarle señor Alfonso —se dijo a si misma encendiendo el iPod de nuevo.


Después de veinte minutos de dar vueltas por las calles de Florencia, no lograba dar con nada que le pareciera adecuado para regalar a Pedroy la molestaba darse cuenta que era muy poco lo que sabía en cuanto a sus gustos, más allá de saber sus cualidades para la cocina y sus conocimientos sobre vinos, que tocaba el saxofón, que hablaba varios idiomas y era un amante increíble; todo lo demás sobre Pedro le era desconocido.


Liberó un suspiro para evitar que el sentimiento de frustración se hiciera aun mayor y se detuvo un instante junto a una de las aceras, cerró los ojos intentando recordar algo en especial que la ayudara cuando de repente las notas de una canción que daba inicio en el reproductor encendió una luz en su cabeza. Apenas pudo contener la sonrisa que adornó sus labios y los nervios que de inmediato la recorrieron al ser consciente de la idea que se formaba en su mente.


—¡Paula Chaves has perdido la cabeza! —exclamó riendo y se encogió de hombros ligeramente, mientras ponía en marcha el auto una vez más y cantaba junto a Joe Cocker.


Le llevó otros diez minutos llegar a la famosa casa de lencería ubicada en el centro comercial más lujoso de la ciudad, estacionó el auto y armándose de valor salió de éste mientras se repetía como un mantra que era una idea brillante y a Pedro le encantaría.


Le llevó casi dos horas comprar todo para la sorpresa que le daría a Pedro esa noche, incluso la vendedora del establecimiento que resultó ser americana también y una de sus lectoras le dio indicaciones de donde buscar algunas cosas. Así retomó su camino hasta la villa de los Codazzi llevando con ella el delicioso pastel, un elegante sombrero Fedora y dos botellas de champagne que era producido allí e Italia y la vendedora le recomendó como lo mejor que podía probar pues nada tenía que envidiar a los franceses


Llegó y él no se veía por ningún lado, no había salido a recibirla y eso le extrañó pues debió escuchar el sonido del motor del auto, el lugar parecía vacío y por un momento tuvo la triste idea que quizás Pedro se había marchado a Roma al no soportar estar sólo en ese lugar y lejos de su familia. Pero de inmediato cayó en cuenta que no tenía un medio para trasladarse pues ella se había llevado su auto.


—A lo mejor no ha regresado de pasear con Misterio —se dijo en voz alta bajando del vehículo y eso la animó de nuevo.


Con rapidez bajó todo lo que había traído, cuidando de no mover mucho la caja del pastel para evitar que se dañara, maniobró para entrar en su casa, agradeciendo no haberla cerrado con llave, al fin lo hizo y dejó sobre la mesa de la cocina el pastel, guardó las dos botellas de champagne en el refrigerador, corrió hacia su habitación llevando las bolsas con la lencería de Victoria´s Secret que había comprado y deseaba lucir esa noche para Pedro.


Después de diez minutos de estar junto a la ventana de su habitación mirando a cada rincón donde su vista pudiera llegar, se sentía tan ansiosa por ver a Pedro que no pudo esperarlo más. Ni siquiera sabía dónde buscarlo con exactitud, pero suponía que no debía estar muy lejos y a ésas alturas ya ella se conocía muy bien los caminos que él tomaba cuando paseaba con Misterio.


Bajó con rapidez las escaleras, salió de la casa y estaba por entrar a campo abierto cuando escuchó el relincho del caballo en el establo, eso la desconcertó completamente, casi corrió hasta la cuadra y cuando entró sus ojos captaron al hermoso semental negro.


—¿Qué haces aquí? ¿Dónde está tu dueño? —le preguntó al animal como si éste pudiera responderle. Negó con la cabeza y cerró los ojos para ordenar sus ideas, después abrió los párpados de nuevo y fijó la mirada en los grandes y hermosos ojos ónix del caballo—. Soy una tonta Misterio… tú no puedes responderme, se me ha pegado la costumbre de Pedro de hablarte, parece que con él sí te entendieras a la perfección —esbozó acariciándole la frente y sonrió cuando el animal movió su cabeza de manera afirmativa.


—Llegas a casa y al primero que buscas es a Misterio, creo que comenzaré a sentirme celoso de esa relación se traen ambos.


La voz de Pedro se dejó escuchar en todo el recinto, era suave y pausada, pero con esa fuerza que la hacía estremecer, sobre todo si la tomaba por sorpresa, se giró y su mirada se encontró con la de él que se hallaba debajo del umbral de la puerta.


—¡Pedro! —exclamó y corrió para rodearle el cuello con sus
brazos al tiempo que dejaba caer varios besos en los provocativos labios masculinos.


—Hola —saludó con una sonrisa.


—Hola. ¿Dónde estabas? Llegué y no te vi por ningún lado, llevó varios minutos aquí y comenzaba a preocuparme —mencionó viéndolo.


Pudo ver que tenía los párpados ligeramente hinchados y algo enrojecidos, de inmediato comprendió que había estado llorado, quizás hacía ya un par de horas, pero lo hizo y eso causó que su corazón se encogiera de dolor. Se esforzó por no demostrarle que lo había notado, no quería traer recuerdos dolorosos a él, por el contrario, quería que estuviera feliz, haría todo lo que estuviera en sus manos por verlo feliz.


—Llegué hace un rato, estaba cansado y subí a la habitación, me recosté y no sé en qué momento me quedé dormido —contestó intentando sonreír, al ver una veta de tristeza en la mirada de Paula, le acarició las mejillas con suavidad y mantuvo su mirada en la de ella, no quería arrastrarla a su pena.


—Estaba por salir a buscarte, aunque no sabía muy bien dónde, cuando escuché a Misterio y supe que no estabas fuera de la villa, en lugar de ir a la casa vine a preguntarle por ti —se detuvo riendo y después agregó—. Imaginó que si alguien se entera pensará que estoy loca, pero como veo a ti te funciona quise intentarlo.


—Quizás hubieras obtenido alguna respuesta —indicó Pedro en tono serio pero en su mirada bailaba la diversión.


—Tonto —esbozó dándole un golpe en el hombro.


—Me encanta molestarte… tus pecas se notan más y te ves tan hermosa —mencionó envolviéndola con sus brazos.


—¿Si? Pues yo siendo tú no me arriesgaría a enfurecerme, al menos no esta noche —dejó en el aire ése comentario.


—¿Algo especial que pueda perderme si te hago molestar? —preguntó elevando su ceja derecha y mostró una atractiva sonrisa.


—Puede ser —fue la respuesta evasiva de Paula.


La sonrisa de él se hizo más ancha mostrando su reluciente y perfecta dentadura, subió sus manos hasta el cuello de ella para envolverlo con una caricia sutil pero que le impidiera al mismo tiempo huir, después de eso deslizó sus labios por el tabique y besó la punta de la nariz de Paula, ella suspiró y él sonrió de nuevo, se dejó llevar por sus deseos y atrapó los
labios tibios y voluptuosos en un beso que después de varios minutos los hizo separar jadeantes, con la piel caliente y sonrojada.


—Te deseo —susurró Pedro contra sus labios que aún temblaban, bebiéndose el aliento tibio de Paula.


—Y yo a ti —murmuró ella aferrada a la cintura de él e impedirse así caer al suelo ya que sus piernas parecían de trapo.


—Ven —dijo él y se disponía a llevarla a la cuadra donde guardaba el alimento del caballo, pero ella se detuvo.


—¿A dónde? —preguntó desconcertada.


—Quiero hacerte el amor ahora, aquí, en este lugar.


—¿Aquí? —inquirió con la voz estrangulada—. No… no puedes hablar enserio ¡Pedro aquí está Misterio! —exclamó asombrada.


—¿Y? —preguntó divertido.


—¿Cómo qué, y? que no podemos tener sexo delante de tu caballo — respondió sonrojándose nada más de imaginarlo.


—No lo haremos delante de él sino en ésa cuadra —mencionó señalando el lugar con la mano.


—Igual… no pienso hacerlo… él va a escucharnos —susurró como si estuviera hablando delante de un niño.


—Pues tendremos que ser silenciosos —la mirada brillante y la picardía en su voz buscaban convencer a Paula.


—Pídeme algo más fácil —esbozó con molestia, cerró los ojos para ordenar sus ideas e ignorar el estremecimiento que barrió su vientre ante la sonrisa de Pedro—. Sabes perfectamente que no puedo controlarme cuando estamos juntos, que nada más basta con que comiences a besarme y acariciarme para comenzar a —se interrumpió mordiéndose el labio, sintiéndose excitada.


—Gemir y jadear, sí lo sé y eso me encanta en verdad… pero me gustaría más que te dejaras llevar —esbozó y llevó una de sus manos por la espalda de Paula hasta apoyarla en la curva de las nalgas, presionó hasta hacer que sus pelvis se encontrara.


—Sí —esbozó ella en medio de un jadeo cuando sintió la dureza de la erección de Pedro contra su vientre. Su lado racional se hizo presente justo a tiempo para salvarla—. ¡No! No Pedro… tengo planes para esta noche y me encantaría llevarlos a cabo por favor —pidió mirándolo a los ojos.


—¿Planes? —inquirió e intentó anteponer su curiosidad a la excitación que corría por sus venas.


—¡Sí, planes! Unos que estoy segura te encantaran… compré un pastel de tres tipos de chocolate, dos botellas de un champagne delicioso y… otras cosas que deseo mostrarte pero necesito que me des un par de horas, para eso te buscaba para invitarte a mi casa esta noche y celebrar allí tu cumpleaños —explicó observándolo.


—¿Debo esperar dos horas más para tenerte? Eso ya va sumando unas cuantas desde la última vez Paula —indicó, no estaba dispuesto a ceder, no tan fácilmente.


—Lo sé… pero sólo serán dos más y después de eso me podrás tener como desees —pronunció y le acarició el pecho mientras lo miraba a los ojos con esa mirada sumisa que dominaba a los hombres.


—Siempre tienes las palabras perfectas para que termine haciendo lo que deseas ¿no es así? —preguntó mirándola, a veces se sentía molesto por no poder manejar la situación con Paula como lo hacía con otras mujeres y al mismo tiempo todo eso lo excitaba de sobre manera haciéndolo desearla y complacerla en proporciones iguales, suspiró al ver esa sonrisa que ella le entregara y que iluminó la mirada café—. Bien, dos horas… pero después de eso prepárate porque no pienso cederte un segundo más ¿entendido? —la interrogó con seriedad y su mirada intensa quería intimidarla.


Ella asintió mientras sonreía con efusividad, subió sus labios y rozó los de él con un toque sutil, después de eso lo abrazó con fuerza cerca de un minuto y terminaron por abandonar el lugar.








1 comentario:

  1. Ayyyyyyyyyyyyy, me muerooooooooooo, me tiene totalmente atrapada esta novela jajajajajaja.

    ResponderEliminar