martes, 4 de agosto de 2015
CAPITULO 82
El reloj marcaba las ocho de la noche y Paula corría de un lugar a otro del salón mientras apagaba las luces dejando encendidas sólo las de las dos lámparas de mesa junto al sofá frente a la chimenea. Había rodado el mueble y la alfombra hacia atrás para que le diera el espacio suficiente de poder moverse con libertad. Dejó la canción pausada en el iPod después de haberla ensayado unas diez veces, estaba segura que no le saldría igual a ninguna de las coreografías que vio en internet, que demás estaba decir
eran extraordinarios, pero ya a esas alturas no podía echarse para atrás.
Fue hasta la cocina para comprobar una vez más que el pastel y las velas se encontraban donde debían estar, abrió la nevera y extrajo una de las botellas de champagne, la metió en la hielera y la llevó hasta la mesa junto al love seat, debajo de las dos copas que ya había puesto allí estaba una nota para Pedro. Se mordió el labio releyendo las palabras y pensando que quizás estaba siendo muy osada en su invitación, se llenó de nervios y cuando se disponía a tomarla para romperla y escribir otra el timbre de la puerta principal la hizo sobresaltarse y una descarga de adrenalina la barrió entera.
—¡Oh por Dios! —exclamó entrando en pánico—. Paula
tranquilízate, respira profundo y continúa con todo tal cual lo habías planeado, no debes preocuparte ya verás que saldrá perfecto.
Se dijo para infundirse confianza pero mientras caminaba sus piernas temblaban, sus manos sudaban y sentía que el corazón se le escaparía del pecho, el timbre sonó de nuevo atormentando aún más sus nervios, se escondió en el pasillo que llevaba al estudio, desde donde podía accionar por el mando su iPod tan y como había practicado y además tener su entrada triunfal.
Sabía que Pedro no esperaría toda la vida a que ella abriese, mientras los segundos pasaban los latidos de su corazón aumentaban, comenzó a contar en regresivo y antes de escuchar una tercera llamada a la puerta la sintió abrirse, de inmediato los pasos y la presencia poderosa de él llenó el espacio.
—Paula.
Escuchó su voz llamándola y se aventuró a echar un vistazo, alcanzó a ver que la buscaba con la mirada pero seguía en medio del salón, al fin dio con la botella de champagne sobre la mesa y la nota junto a ésta, ella contuvo la respiración mientras él leía y no pudo evitar sonreír cuando Pedro también lo hizo y se llevó la tarjeta a los labios mostrando una sonrisa cargada de malicia.
Pedro sentía una excitante emoción viajar a través de sus venas, todo ese ambiente misterioso y sensual hizo que cientos de ideas revolotearan en su cabeza, pero la guinda del pastel fue la nota de Paula junto a las dos copas listas para ser servidas con champagne. La tomó y llenóo de curiosidad procedió a leerla.
“Sírvete una copa, ponte cómodo y prepárate para el espectáculo”
Toda la sangre dentro de su cuerpo se hizo densa y corrió en dirección a su entrepierna que de inmediato comenzó a ganar rigidez, paseó su mirada una vez más por lugar, esa vez enfocándola hacia las escaleras a la espera de verla a ella bajando por éstas, pero no había ni señal de Paula.
Accedió a seguirle el juego, tomó la botella de la hielera y su sorpresa fue mayúscula al ver que se trataba de una Berlucchi Cuvee Brut Imperiale, un champagne producido en Italia y que ciertamente no tenía mucho que envidiarle a las mejores marcas francesas pues en realidad era exquisito, rico en aromas y cuerpo.
—Extraordinaria elección señorita Chaves—pronunció en un tono de voz alto para que ella pudiera escucharlo.
Sabía que estaba en algún lado cerca aunque no pudiera verla, lograba sentir su presencia en el lugar. Llenó la copa hasta la mitad y regresó la botella a la hielera hundiéndola para que mantuviera la temperatura adecuada, después de eso tomó asiento tal como le indicara ella en la nota, se llevó la copa a los labios para darle un sorbo degustando en su paladar la burbujeante bebida que se deslizó con suavidad por su lengua hasta su garganta, mientras posó su mirada en la chimenea que mantenía un fuego tenue aportando apenas luz y calidez al espacio.
De pronto el sonido de trompetas y saxofones irrumpió en el lugar haciendo que el corazón de Pedro casi detuviera sus latidos, y sus ojos que estuvieron a punto de salirse de sus órbitas buscaran de manera desesperada a Paula. Él reconocía esa melodía desde los primeros acordes, pero nunca se imaginó que esa sería la sorpresa que ella tenía preparada, con que ésos eran sus planes y pensar que se había molestado por tener que dar tantas vueltas para tenerla.
—¿Esto es en serio? —preguntó con la voz vibrando por la risa, justo antes que el sonido de la batería la ahogara.
—Bienvenido a la celebración de su cumpleaños señor Alfonso — esbozó Paula con voz ronca y sensual.
Caminaba por el pasillo envuelta en sutiles penumbras que dejaban ver su silueta como si fuera algo etéreo, como la más perfecta de las fantasías, su andar era lento y al mismo tiempo decidido, tan sensual que de inmediato atrapó la mirada de Pedro y puso a su corazón a latir frenéticamente, bebió otro trago de champagne y le dedicó una sonrisa
seductora cuando la vio aparecer por completo en el salón.
Arrolladoramente hermosa y sensual lucía la mujer ante sus ojos, vestida con una larga gabardina negra corte inglés, obviamente de diseñador, unos zapatos cerrados en negro patente con un delgado tacón de unos veinte centímetros y un atractivo sombrero Fedora daba la imagen de una Femme Fatal ante la cual era imposible resistirse, la sonrisa en sus labios era coqueta y provocativa, pero lo que más lo tenía cautivado era el brillo de sus ojos que los hacía lucir como un par de luceros, intensos y enigmáticos gracias al toque oscuro que le brindaba el ahumado de la sombra.
Una vez más se felicitaba a sí mismo por esperar por ella, sin duda alguna Paula sabía cómo sorprenderlo, como agradarlo y si era sincero también conocía perfectamente las armas para seducirlo, le dio otro sorbo a la copa mientras paseaba su mirada por ella y antes que Joe comenzara la canción habló de nuevo.
—¿Bailará para mí señorita Chaves? —inquirió una vez con la voz ronca y su intensa mirada puesta sobre ella.
La respuesta de Paula no salió de sus labios sino del cadencioso movimiento que hizo con las caderas, las cuales movió sensualmente para darle la espalda a Pedro y después de mirarlo por encima del hombro regándole una sonrisa traviesa le guiñó un ojo, disfrutó de ver como él se
mordía el labio y se removió en la silla. Apoyó sus manos sobre el marco de piedra de la chimenea y empujó sus caderas hacia atrás elevando el trasero dejando que la música le dictara el ritmo a seguir, se sentía sensual, desinhibida, hermosa y a cada minuto que pasaba se llenaba más de seguridad.
Se dio la vuelta para quedar de frente a su novio y deslizó el cinturón de la gabardina de manera traviesa mientras se acercaba bailando sensualmente para él, sonriendo al ver que tenía toda su atención y que además Pedro parecía estar realmente disfrutando de todo eso, se detuvo a un par de metros de él y abrió el abrigo mostrando el conjunto magenta y negro que había comprado esa tarde, él mismo que le sacaba mucho provecho a sus curvas.
Pedro tragó en seco cuando vio la prenda que Paula llevaba
puesta, si ya tenía una debilidad por la colección de prendas íntimas de su novia, podía jurar que esa noche perdería la cabeza a causa del sexy babydolls que llevaba puesto, el corsé hacía lucir sus senos mucho más voluptuosos y sensuales, afinaba la ya delgada cintura y se ajustaba a la perfección a sus torneadas caderas. Quiso ponerse de pie en ese momento y tomarla, hacerla suya hasta que no quedara fuerza en su cuerpo, pero la actitud de Paula le dejaba ver que había más así que se concentró en disfrutar, se sirvió más champagne para aplacar sus ansias con la bebida y elevó una ceja cuando Paula se quitó los zapatos lanzándolos sin importarle el destino que tuvieran, eso lo hizo sonreír.
—¡Más piel señorita Chaves! —esbozó animándola.
Ella sonrió también y se acercó a él sorprendiéndolo cuando le arrebató la copa de champagne de la mano y se la llevó a los labios bebiéndola de un trago, después se la regresó vacía doblándose para darle una visión mucho más sugerente de sus senos. Él intentó agarrarla pero ella escapó con rapidez alejándose de nuevo.
Paula movió sus hombros para sacar la prenda de su cuerpo y antes que ésta cayera al suelo la tomó y la tiró en el espacio vacío en el sillón junto a Pedro, le dio de nuevo la espalda, separó las piernas y se dobló hasta tocar la punta de sus zapatos con los dedos, lo escuchó gemir por encima del sonido de la música y eso lanzó su propia excitación por las nubes, se irguió de nuevo girando medio cuerpo para ponerse de lado y llevó sus dedos hasta el broche del liguero el cual soltó y cuando la liga rebotó se llevó un par de dedos hasta los labios.
—Opps —esbozó fingiendo inocencia.
Pedro la miró de manera perversa y se removió de nuevo en la silla regalándole una de esas sonrisas que podían hacer desaparecer la ropa interior de una mujer en cuestión de segundos. Cuando ella repitió la acción y se dobló de nuevo esa vez quedando de frente a él para deslizar las medias de sus piernas largas y hermosas, casi juró que Paula lo haría
prenderse en llamas en ese instante. Se pasó un dedo por los labios mientras se apoyaba en el espaldar del sillón, sabía que ni la botella completa de champagne lograría aplacar el fuego que crecía en su interior y su erección luchaba por liberarse.
Caminó lenta y seductoramente hasta Pedro con las medias casi en sus tobillos, subió la izquierda con la agilidad que le daba la práctica de años de yoga y la posó sobre la rodilla de su novio, él elevó una ceja y la miraba de manera expectante ante sus acciones, así que ella continuó.
Deslizó su pie por el interior de la pierna de Pedro hasta llevarla a la protuberancia en sus pantalones, lo vio y sintió inspirar con fuerza cuando sus dedos rozaron la erección con suavidad y repitió la acción un par de veces, después subió y la posó sobre el pecho de Pedro que subía y bajaba haciendo evidente su respiración agitada.
—¿Me ayuda con la media señor Alfonso? —inquirió con la voz ronca a causa de deseo que la tenía cautiva.
—Por supuesto —contestó él llevando sus manos hasta la misma.
—¿Y con la otra? —le ofreció su pie derecho.
Él sonrió y asintió tomándola por el tobillo mientras deslizaba la media y rozaba la suave piel de Paula, en cada movimiento ella le dejaba ver el pequeño trozo de tela que cubría su pubis, bueno o que al menos hacía el intento ya que el encaje transparente era muy poco lo que ocultaba. Le gustaba ese juego de seducción que ella le mostraba y por eso no hizo el intento de tomarla, dejó que se alejara de nuevo, pero Paula solo lo hizo un par de pasos y se dio la vuelta dejando frente a su rostro ese par de nalgas redondas, firmes y hermosas que lo volvían loco y que la prenda íntima apenas tapaba.
Movió sus caderas de nuevo hacia un lado y hacia el otro hipnotizándolo cual péndulo, antes que pudiera reaccionar Paula bajó y rozó su perfecto culo contra la dolorosa erección que clamaba por estar dentro de ella, se giró con rapidez evitando que él la tomara por las caderas, pero no se alejó mucho.
—Creo que también necesito ayuda con esto —esbozó deslizando un par de dedos por la panty de encajes y seda negra.
—Ven aquí —le ordenó extendiendo sus manos hacia ella, con la mirada oscura y rebosante de deseo.
Paula le entregó una sugerente sonrisa y dio el par de pasos que la separaban de él, apoyó sus manos en los fuertes hombros de Pedro y se ubicó en medio de las piernas masculinas, sintió que él posaba sus cálidas y grandes manos sobre sus caderas para acercarla un poco más.
Hasta ese punto todo había sido tal cual lo había planeado, esperaba estar desnuda para ir a buscar el pastel y dejar que él lo colocara sobre su cuerpo o lo que sea que deseara hacer.
Pedro abandonó la mirada castaña de su novia y la posó en la delicada prenda que ella llevaba, la rozó con sus dedos haciéndole creer que se la quitaría, pero antes se dejó llevar por sus deseos y le dio un suave mordisco sobre el pubis, atrapó entre sus dientes la suave tela del tanga y parte de la piel tras ésta.
—¡Pedro! —exclamó sorprendida y excitada, al ver la sonrisa
traviesa de él entrecerró los ojos—. Te aviso que apenas la compré hoy.
—¿Acaso nadie te ha dicho que la envoltura de los regalos debe rasgarse para que los mismos puedan aprovecharse por completo? —preguntó mostrando la inocencia de un niño, pero en su mirada brillaba la picardía y las caricias que le daba a las piernas y las nalgas de Paula no era para nada castas.
—¿Con los dientes? —inquirió arqueando una ceja perfectamente.
—Me provocó —contestó encogiéndose de hombros y sonrió.
—Bien, pero hay un pequeño malentendido “ése” no es su regalo de cumpleaños —indicó señalando con sus labios su pubis, justo donde él la había mordido.
—¿Ah, no? —inquirió con una sonrisa maliciosa, posando su mirada una vez más en el diminuto trozo de tela que apenas cubría uno de sus lugares favoritos en Paula.
—No —dijo enérgicamente mientras negaba, se llevó las manos a la cabeza—. Su regalo de cumpleaños es éste —mencionó quitándose el sombrero y extendiéndolo hacia él.
—¿El Fedora? —inquirió desconcertado y lo tomó viéndolo.
Después soltó una carcajada al sentir como la felicidad que lo había abandonado después de cortar la llamada con su familia, regresaba intacta gracias a las ocurrencias de Paula.
Posó su mirada en ella mientras los latidos de su corazón retomaban el ritmo frenético de minutos atrás, llevó sus manos a las caderas de ella.
—¿Te gusta? —preguntó un poco dudosa ante la actitud de él.
—Me encanta —esbozó Pedro paseando su mirada por la delicada prenda que ella llevaba puesta.
—Hablo del sombrero —indicó Paula intentando sonar seria, pero la mirada intensa de él la debilitaba.
—Por supuesto también me gusta mucho… no tenía uno como éste, gracias Paula —contestó observándolo.
—Póntelo quiero ver cómo te queda —pidió ella acomodándole el cabello con las manos hacia atrás.
—Seguramente no tan bien como a ti —acotó riendo y se lo colocó para después lucírselo mostrando una de sus mejores sonrisas.
—Eres…
Las palabras se perdieron en algún punto dentro de la cabeza de Paula, no pudo hacer nada más que deleitarse con la imagen que Pedro le ofrecía, era tan apuesto, tan varonil. Sus ojos con ese azul mágico, su nariz tan masculina, sus labios eran ese paraíso donde se perdía una y otra vez, esa mandíbula que tantas veces había acariciado y hasta mordido cuando se encontraba en la cima del placer; no tenía palabras para resumir o explicar lo que él provocaba en ella, lo que sentía había dejado de ser sólo deseo, era algo más.
—¿Tan mal me queda? —preguntó Pedro con media sonrisa.
—No, por el contrario te queda perfecto… en realidad y aunque tu ego se dispare al cielo, te luce mejor que a cualquiera que hay visto.
—¿Ha visto a muchos? —preguntó elevando una ceja y le extendió la mano invitándola a sentarse en sus piernas.
—Otros actores, en el cine… nunca en persona y debo decir que tú luces mucho mejor, me encanta como te queda —contestó sonriendo.
—Bueno yo te digo que más que el sombrero me gustó la dedicatoria — esbozó él en tono cómplice y le acarició la mejilla dejando que su mano descendiera hasta el espacio donde los senos turgentes se unían—. Dame un beso Paula —pidió en un susurro.
No hizo falta que él lo demandara dos veces, ella se movió quedando con sus piernas a ambos lados de la cadera de Pedro, justo frente a él para poder besarlo con mayor libertad y comodidad, procurando no tropezar con el sombrero pues en verdad le quedaba de maravilla y le recordaba a uno de sus amores platónicos: Humphrey Bogart. Sólo que por supuesto Pedro era mucho más guapo que el actor de Casablanca, y sus besos eran más apasionados que los que alguna vez mostró el veterano de Hollywood.
Sus narices se rozaron primero y hermosas sonrisas se adueñaron de sus labios ante ese suave roce que dio inicio a la danza de sus lenguas, como si hubieran sido creadas para acoplarse una a la otra, perfectamente la de él se impuso a la Paula en los primeros toques, pero ella no tardó en
tomar parte en el juego y no sólo dejó que su lengua lo sedujera, también lo hicieron sus labios que le brindaban suaves succiones en medio de gemidos excitantes.
—Paula —susurró contra los labios de ella.
Sosteniéndole el cuello con ambas manos, mantuvo los ojos cerrados mientras sentía que el calor en su pecho iba a calcinarlo y no era doloroso, por el contrario la sensación era extraordinaria, lo hacía desear más de ella, una vez más sus labios salieron en busca de los de Paula sin siquiera tener que mirarla podía sentirlos cerca.
—Pedro… voy a perder la cabeza como me sigas besando de esa manera —esbozó y sus manos trémulas acariciaban el pecho fuerte y cálido del hombre que adoraba mientras abría la camisa.
—Ya yo la perdí hace mucho por ti… —dijo con una sonrisa ladeada y la besó de nuevo con pasión.
Pedro la sostuvo mientras su boca atrapó la de Paula y su
lengua hizo fiesta en el interior, la sentía temblar y la escuchaba gemir ante cada roce, eso lo excitaba y lo animaba a entregar más, quería que ella lo sintiera hasta solo ser consciente de él, sólo de él y todo lo que le estaba dando. Enredó sus manos en la cabellera castaña, se topó con la peineta que la sostenía, la quitó y deshizo el peinado que Paula llevaba, disfrutando de la sedosidad que caía en capas sobre los hombros y la espalda de ella, de ese aroma que le encantaba.
Abandonó los labios de su novia y comenzó a trazar un camino húmedo por el cuello, el hombro, la clavícula y después bajó hasta posarse en la unión de sus senos, el ritmo acelerado de la respiración de Paula los movía suavemente, llevó sus manos apoderándose de ellos y los juntó un poco más para exponerlos aún más de lo que la prenda ya los hacía, los suaves y rosados pezones se mostraron tras el encaje del corsé provocando que su boca se humedeciera deseosa de tenerlos, de lamerlos, morderlos y chuparlos casi hasta deshacerlos.
—Debería… Pedro… debería buscar tu pastel —esbozó Paula como pudo, sentía que se derretía.
—El pastel puede esperar preciosa, pero yo no —contestó con la voz ronca por el deseo que corría por sus venas.
—Pero… se suponía que.
—Lo haremos… todo lo que planeaste, todo lo que dijimos antes lo haremos te lo prometo, sólo no me pidas que me detenga ahora porque no tengo la voluntad en mí para hacerlo… te deseo tanto que siento que puedo morir si no me dejas tenerte en este momento —pronunció mirándola a los ojos.
Las palabras de Pedro encendieron una hoguera en medio de sus piernas, jadeó ante la intensidad de las mismas y la oleada de reacciones que tuvo su cuerpo, la humedad y los temblores que se hicieron presente en su feminidad le anunciaron que ella se encontraba igual que él y no podía hacer nada para detener el deseo que la embargaba, solo dejarse llevar.
—No lo hagas entonces… no te detengas. Tómame, toma todo de mí Pedro —esbozó con la voz cargada de anhelo mirándolo a los ojos y lo besó de nuevo.
Pedro abarcó la espalda de Paula con sus dos manos, que le ofrecieron caricias demandantes y marcaban la hermosa piel blanca de su novia, la escuchó gemir dentro de su boca y se movió bajo ella para hacerla consciente de la erección que había provocado en él y pedía ser liberada.
Ella se movió encima de él para quedar más cerca, creando apenas el espacio para que su mano pudiera deslizarse por el pecho de Pedro y con agilidad abrió el botón de su pantalón, después deslizó la cremallera tomándose su tiempo mientras seguía besándolo con pasión. Se abrió camino con la mano hasta hallar la tensa hombría de él que palpitó ante el primer roce que ella le brindó, y de la boca de Pedro salió un gemido que ahogó con su lengua.
Eso disparó el deseo dentro de su cuerpo y su mano envolvió por completo la erección para brindarle suaves masajes, disfrutando de su calor, de su textura y cada estremecimiento que le entregaba cuando sus dedos presionaban la base y rozaban a la vez los testículos tensos y llenos, los mismos que guardaban la simiente de Pedro.
—Paula… necesito estar dentro de ti —pidió intentando no dejarse ir ante la dulce tortura que ella le brindaba, Paula podía ponerlo de rodillas con sólo tocarlo y llevarlo al borde más rápido que ninguna otra mujer, su mano lo estaba quemando.
—Dame tus manos —pronunció ella contra los labios de él,
abandonando lo que hacía pues se le había ocurrido algo más. Pedro obedeció sin chistar, era evidente que estaba ansioso por la unión y ella iba a complacerlo. Tomó las manos de él y se las llevó a los senos ejerciendo presión contra ellos—. Me encanta cuando me tocas así… tus manos son perfectas Pedro, me vuelven loca —agregó con los ojos cerrados y elevando el rostro.
Lo escuchó gemir al tiempo que apretaba sus senos y se movía debajo de ella para rozar la altiva erección contra su monte de venus. Eso provocó que ella también gimiera y percibiendo la necesidad en él supo que no debía alargar más ese juego, se separó de Pedro y bajó de su cuerpo, pero no para alejarse sino para ponerse de rodillas frente a él, comenzó a bajarle los pantalones, al menos a la altura que le permitiera tener la comodidad que necesitaba.
—¿Quieres estar dentro de mí Pedro? —inquirió acercando su boca a la potente erección mientras lo miraba a los ojos.
Él cerró los ojos tragando en seco y esa fue la respuesta que Paula necesitaba para dar rienda sueltas a sus deseos.
Envolvió con sus dedos el pene de Pedro que vibró cuando ella lo apretó para llevarlo a su boca, justo en ese momento le entregó una gota brillante y transparente que humedeció la cima del sonrojado, provocativo e hinchando glande.
Posó sus labios sobre la cima, gimiendo cuando el sabor de Pedro se deslizó por su lengua e inundó su boca, sus labios descendieron por la longitud erecta casi hasta llegar a su base, él estaba muy excitado y aunque ya en muchas ocasiones le había dado sexo oral, nunca lo había sentido tan grande en su boca o quizás ella no había estado tan hambrienta y deseosa de tenerlo por completo.
—Paula —susurró él mientras abría los ojos y posaba su mirada sobre la figura de ella.
La imagen eran tan erótica, verla allí apoyada en sus rodillas de manera que podía ver su espalda envuelta por el corsé y las preciosas nalgas que la tanga apenas cubría balancearse cuando hacía más rápido el movimiento de su boca, ella era maravillosa. Sentía como sus testículos se tensaban y su miembro palpitaba contra la lengua de Paula, dejando escapar un poco más de humedad, gimiendo junto a ella cada vez que su lengua llegaba a ese sensible espacio debajo de su glande o cuando sus labios lo succionaban con fuerza.
—Creo que está creciendo señor Alfonso—esbozó ella después de un jadeo cuando lo llevó hasta el fondo, sintió que poco faltó para tenerlo en su garganta—. Apenas puedo tomarlo entero.
Él sonrió ante las palabras de Paula y le acarició el cabello mientras se movía quedando al borde del sillón para que tuviera mayor libertad.
Sintió la mano de ella cerrarse entorno a su glande presionado al tiempo que sus labios y su lengua dibujaban un camino a lo largo de su erección, se estremeció cuando ella dejó caer un par de besos lentos y húmedos en cada uno de sus testículos.
—¡Maldición! —exclamó curvando los dedos de sus pies.
—¿Estoy haciendo algo mal? —preguntó ella fingiendo inocencia, pues por las reacciones de Pedro, sabía que era todo lo contrario.
—Aparte de estar matándome… no, estás haciendo todo de maravilla tanto que si continuas así voy a terminar derramándome como un mocoso precoz —respondió arrastrando las palabras.
—Bueno… me detengo entonces —mencionó levantándose.
—¡Paula no hagas eso! Me encanta lo que estás haciendo preciosa… —su tono de voz era suplicante y vergonzoso como si fuera precisamente un chico al que le dan sexo oral por primera vez.
—Te va a encantar aún más lo que pienso hacerte ahora —dijo sintiéndose completamente segura y osada, llevó las manos a la panty que llevaba con la intención de quitársela.
—No, no lo hagas —la detuvo y ella lo miró sorprendida, él le entregó una sonrisa y continuó—. Déjatela puesta Paula… ven aquí y no te quites nada. Sabes, he descubierto cierto fetiche por tu ropa interior, me gusta mucho verte desnuda pero tengo cierta fascinación también por observarte llevando esas coquetas prendas que usas —esbozó mostrando su sonrisa de medio lado y le ofreció sus manos para atraerla de nuevo hacia él.
—¿Te gustan mis conjuntos de ropa interior? —preguntó ella
sorprendida ante la declaración de Pedro.
—Sí, cada una y sin excepción, incluso las más sencillas me calientan de un modo que apenas puedo controlarme cuando te veo, tienes un cuerpo hermoso y tan provocativo… es perfecto.
Acarició con sus manos el torso de Paula y las llevó hasta la cintura cerrándolas allí para levantarla en vilo y trasladarla hasta sus piernas de nuevo. La sintió temblar y él la acompañó cuando su erección rozó la seda húmeda de la panty; se sintió satisfecho y muy feliz al saber que ella se había mojado de esa manera mientras le daba sexo oral, ser consciente que disfrutaba mientras le daba placer era extraordinario y quiso recompensarla por ello.
Deslizó lentamente la tela que la cubría hacia un lado y movió sus caderas para buscarla y entrar antes que la simple visión de Paula lo hiciera correrse. Sintió la mano de ella envolverlo y guiarlo justo al lugar que deseaba, gimió cuando se hundió entre los pliegues voluptuosos y resbaladizos que lo cubrieron por completo.
Lo que vino después de eso fue el baile más sensual y maravilloso que podía brindarle Paula. Los movimientos enérgicos que le imprimía a sus caderas lo llevaban dentro de ella arrancándole temblores, jadeos y gemidos en cada ir y venir, haciéndolo subir de manera vertiginosa hacia la cima del placer. Hundió su rostro en los senos de Paula cuando ella comenzó a ser recorrida por los primeros espasmos de su orgasmo y su interior lo presionaba exigiéndole desbordarse, gemía luchando por no dejarse ir aún, por durar más para ella, porque deseaba entregarle más que un solo orgasmo, pues aunque tuvieran toda la noche él siempre había procurado darle al menos un par antes de liberarse.
Paula seguía estremeciéndose a causa de la ola de placer que la recorrió, sus caderas habían cobrado vida propia lanzándose sin cohibición alguna en obtener su propio clímax mientras buscaba darle uno igual a Pedro, pero no pudo contenerse y esperar por él. Movió sus dedos entumecidos que se aferraron a la nuca de su novio y con suavidad la acarició sintiendo temor de haberlo lastimado pues prácticamente estuvo a punto de desnucarlo.
Antes que pudiera ser consciente de su realidad sintió como Pedro la movía como si fuera una muñeca de trapo, la hizo ponerse de rodillas sobre el mueble y la instó a bajar la espalda. Ella apoyó los codos sobre el espaldar del asiento y lo miró por encima del hombro justo antes que Pedro la penetrara de nuevo con una estocada directa y potente que la hizo jadear, lanzó la cabeza hacia abajo y su cabello cayó como una cortina a ambos lados, mientras todo su cuerpo era barrido por placenteros estremecimientos.
—Si… si pudieras verte Paula… —esbozó él mientras empujaba en su interior siendo constante y certero, bajó para darle un beso en la espalda y el movimiento lo hizo llegar muy profundo, ella jadeo y él gimió contra la piel sonrojada y bañada en sudor—. Eres tan hermosa, tan sensual… perfecta para mí —susurró besándola.
Ella no podía hablar pues de sus labios solo lograban salir gemidos y jadeos, mientras que sentía como todo su cuerpo se iba convirtiendo en un inmenso supernova que amenazaba con estallar en cualquier instante y hacerla pedazos.
Pedro se irguió una vez más y comenzó a empujar con mayor fuerza dentro de Paula mientras sus dedos se hundían en la delicada piel de esas nalgas por las cuales deliraba, manteniéndola firme ante el choque de sus cuerpos, con la visión de la prenda íntima aún en ella que se estiraba tanto como podía para permitir que él gozara de la libertad de penetrarla, todo eso más la visión de sus cuerpos uniéndose lo llevó a desahogarse con esa intensidad que sólo Paula podía brindarle, algo completamente fuera de ese mundo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario