lunes, 3 de agosto de 2015

CAPITULO 79




Una semana después Paula apenas podía contener los nervios que hacían estragos en ella, a medida que se acercaban los días para conocer a la familia de Pedro se esmeraba en conocer un poco más de cada uno de ellos, de sus preferencias, sus temas de conversación, cualquiera detalle por mínimo que él pudiera aportarle lo sentía significativo. Fue así como aprendió a realizar varios de los postres favoritos de doña Amelia Alfonso, los cantantes preferidos de Alicia, el vino que más le gustaba al señor Fernando y que Lisandro era tan fanático del fútbol que parecía tener más información sobre ese deporte que la misma biblioteca de la Federación Italiana.


Cuando despertó el día de la llegada de los padres de Pedro se sentía tranquila y su cuerpo tan laxo que le parecía haber dormido unas doce horas, a su lado Pedro aún estaba sumido en un profundo sueño y lucía tan hermoso y relajado que ella no quiso despertarlo, buscó el reloj en la mesa de noche que marcaba las siete y treinta de la mañana, suspiró y posó la mirada en las aspas del ventilador un minuto para ordenar sus pensamientos, después de eso se volvió a mirar a Pedro una vez más, se acercó y le dio un suave beso en el hombro, sonrió contra la piel cálida y con cuidado se dispuso a salir de la cama.


Los padres y los hermanos de Pedro llegarían cerca del mediodía por lo que le daría tiempo de tener todo presentable, aunque ya Cristina la había ayudado la tarde anterior a organizar la casa de Pedro y preparar las otras tres habitaciones donde se hospedarían, ella deseaba asegurarse que todo estuviera en perfecto orden. A veces se reprochaba diciéndose que se estaba tomando muy en serio el papel de novia de Pedro, era cierto que deseaba darle una buena impresión a su familia, pero su sentido de inclinación por el orden comenzaba a parecerle obsesivo.


Tomó una ducha con rapidez, se cepilló los dientes y se vistió con un sencillo camisón de algodón rosado, ya se pondría algo más apropiado después, antes debía bajar a prepararle un desayuno especial a Pedro.


Salió de la habitación tratando de hacer el menor ruido posible, bajó las escaleras y cuando llegó al salón paseó su mirada por éste para comprobar que todo se encontraba en su lugar, después caminó a la cocina encendió el iPod colocándolo a un volumen moderado y se puso manos a la obra.


Tiempo después se encontraba tan absorta en lo que hacía, mientras cantaba y bailaba la contagiosa melodía de The Game of love de Carlos Santana y Michelle Brach, no sintió llegar a Pedro y se sobresaltó cuando él le envolvió la cintura con sus fuertes brazos para pegarla a su cuerpo y darle un suave beso en el cuello que la hizo temblar, se apoyó contra el firme y cálido pecho de él mientras sonreía y continuó dedicándole la canción.



I'm telling you my babe
It's all in the game of love
It's all in the game of love
It's all in this game of love
Let's play the game of love
Roll me
Console me
Please hold me
I'm out here on my own
On my own.


Pedro sonreía sintiendo esa felicidad que le recorría todo el cuerpo, comenzó a bailar al ritmo que le proponía Paula disfrutando del suave y sensual balanceo de sus caderas, del roce de las turgentes y paradas nalgas que podía sentir perfectamente bajo el algodón del camisón y lo estaba despertando, deleitándose también con la melodiosa voz de ella, pero sobre todo con la letra de la canción que no era la primera vez que escuchaba pero nunca le había prestado mucha atención hasta ese momento.


Paula se volvió entre sus brazos entregándole una radiante sonrisa y le pasó los brazos por el cuello al tiempo que se ponía de puntillas para dejar caer sobre los labios de Pedro una lluvia de besos, suaves y dulces toques que mantuvo aunque él intentó darle mayor intensidad al intercambio, pero ella rehuía alejándose y sonriendo de manera traviesa para buscarlo una vez más.


—Feliz… —se detuvo y lo besó—. Cumpleaños —un nuevo beso esa vez rozando los labios con su lengua—. Pedro.


Finalizó con una hermosa sonrisa antes de atrapar la boca de él en un beso de esos que la hacía temblar, disfrutando de la tibieza y humedad que le entregó el poderoso músculo de él cuando rozó el suyo, le encantaba la manera en como Pedro deslizaba su lengua por encima de la suya, como parecía envolverla y desatar el torbellino que se apoderaba de su cabeza y su cuerpo cada vez que él la besaba justo como lo estaba haciendo en ese momento, despacio pero invasivo e intenso. Gimió cuando sintió como Pedro deslizaba la mano por su espalda y la apoyó justo al final, abriéndola sobre la curva de su derrier y la empujó pegándola a su cuerpo. De inmediato pudo sentir como el miembro de Pedro que comenzaba a tensarse se estrelló contra su vientre y un nuevo gemido escapó de sus labios, deslizó sus dedos por la suave piel de la nuca masculina para terminar enredándolos en los cabellos castaños que tanto le gustaban.


La caricia de Paula lo hizo estremecer y gemir, un simple roce y esa mujer lo aceleraba más que el motor de su Maserati cuando lo ponía en neutro y probaba todos sus caballos de fuerza. El pensamiento lo hizo sonreír y sin desear esperar más la tomó por la cintura y la elevó sentándola sobre la isla de granito en medio de la cocina y se ubicó entre de las piernas de Paula.


Pedro… —ella aprovechó que él comenzó a besarle el cuello para hablar, sentía que se derretía pero debía mantener la cabeza en su lugar—. Pedro… no, espera… —intentó una vez más y cerró los párpados pesadamente cuando él le acarició uno de los senos y después deslizó su otra mano por su cadera para subirle el camisón, eso la hizo reaccionar—. No… ¡Pedro Alfonso deja las manos quietas! —le exigió tomando el rostro de él entre las suyas para verlo a los ojos.


—¿Por qué si estoy disfrutando mucho lo que están haciendo? — preguntó con media sonrisa y las movió de nuevo, ella se estremeció y eso intensificó el brillo en su mirada.


—Porque he preparado un desayuno especial para ti y esperaba llevártelo a la habitación, ya arruinaste la mitad de la sorpresa —contestó haciendo un mohín con los labios—. No tenías que haber despertado aún —agregó y apoyó las manos en el pecho de él para intentar bajar, pero Pedro se lo impidió.


—Lo siento preciosa, es tu culpa… si me hubieras desvelado anoche aún estaría durmiendo, pero desperté no te encontré a mi lado y vine a ver qué tramabas —explicó mirándola a los ojos y mantuvo sus manos en las caderas de Paula, vio como intentaba ocultar la sonrisa por su comentario y acercó sus labios para besarla—. Y no estés triste que no se ha arruinado nada por el contrario me has dado una maravillosa sorpresa al encontrarte aquí bailando y cantando, me gusta cómo te queda este camisón… te hace ver sexy —mencionó con picardía posando su mirada en las piernas apenas cubiertas de Paula, la tela rosa se había subido casi hasta sus caderas.


Pedro mírame a la cara que estoy adivinando tus intenciones y desde ya te digo ¡Olvídalo! Tus padres deben estar por llegar y no me voy a exponer a que nos encuentren en una situación inapropiada cuando ni siquiera me conocen —le hizo saber moviéndose encima de la pieza de granito para bajar.


—Mis padres no llegaran aún Paula tenemos tiempo para uno rápido, hoy estoy de cumpleaños así que deberías complacer todos mis deseos —señaló deslizando su mirada por el escote y la visión de los pezones erguidos de Paula le hizo la boca agua.


Pedro… no y es mi última palabra, no intentes chantajearme que te conozco y sé lo que deseas cuando me miras así. ¿Te imaginas lo vergonzoso que sería que tu familia nos encontrara teniendo sexo en la cocina? Te juro que no tendría cara para verlos nunca —dijo con una mueca de horror en el rostro.


—Ok, está bien… vamos a desayunar entonces, pero prométeme que esta noche me complacerás en todo lo que te pida —indicó mirándola a los ojos y la tomó por la cintura para bajarla.


—¿En todo? —preguntó Paula y le mantuvo la mirada sintiéndose nerviosa y excitada al mismo tiempo.


—En todo —confirmó y llevó su pulgar al labio inferior de Paula que tembló, lo acarició con suavidad mirándola a los ojos siguiendo las pupilas de ella que se movían con nerviosismo—. Te prometo que hagamos lo que hagamos ambos disfrutaremos mucho Paula —susurró para llenarla de confianza.


—Lo sé —esbozó y asintió en silencio, le dedicó una sonrisa para demostrarle que de verdad confiaba en él.


Pedro respondió con el mismo gesto y se dejó guiar hasta la mesa,Paula se puso manos a la obra y le presentó como toda una experta en la cocina un suculento desayuno americano: tostadas, huevos revueltos con tocino, mermelada, mantequilla, café negro y zumo de naranja. 


Todo estuvo tan delicioso que el italiano se sintió satisfecho no solo en su paladar sino también en su estado de ánimo pues sabía que ella se había esmerado para complacerlo.


Paula se despidió de Pedro pues debía ir a su casa a prepararse, se había llevado todas las cosas que tenía en la de él para evitar comentarios entre su familia, aunque él le aseguró que ellos jamás invadían su privacidad, ella era prefería hacerlo de ese modo. Además que, de dormir juntos lo harían en la de ella y no en ésta ya que se sentiría cohibida teniendo a los padres del chico cerca.


Cuando regresó a la casa de nuevo Pedro bajaba las escaleras y la visión que tuvo de él la hizo suspirar, se había afeitado y lucía mucho más joven de esa manera, su cabello cada vez estaba más largo pero no le restaba atractivo por el contrario lo hacía ver interesante y salvaje. Una sonrisa afloró en sus labios ante ese pensamiento, debía dejar de ver a Pedro como a los personajes de sus libros o iba a terminar en un manicomio, caminó para encontrarse con él en medio del salón.


—Que apuesto luce señor Alfonso —esbozó deslizando sus manos por el suave lino de la camisa celeste que él llevaba puesta.


—Gracias, pero creo que hoy usted se robará todas las miradas señorita Chaves—dijo él apoyando sus manos en la cintura de Paula, mientras sonreía sintiéndose en verdad feliz—. Te ves realmente hermosa, me gusta ver cuando llevas vestido… en realidad me gusta verte de muchas formas sobre todo desnuda —acotó con picardía—. Pero obviamente no puedo presentarte a mi familia así, me daría un ataque antes de hacerlo… —decía y ella lo detuvo.


—¡Me alegra que tengas algo de cordura! —exclamó riendo.


—¡Ey! Soy un hombre bastante cuerdo —se defendió y la acercó a su cuerpo—. La mayoría del tiempo al menos, y si pierdo la cabeza es solo por tu culpa… tú haces que sea un ser irracional que solo piense en tener todo de ti, en respirarte, besarte, sentirte… apenas puedo mantener mis manos lejos de tu cuerpo cuando te tengo cerca —esbozó tan cerca de los labios de Paula que podía sentir como sus alientos tibios se mezclaban aumentando sus deseos de besarla.


Ella sentía que estaba flotando en una nube de felicidad, no podía explicar lo que Pedro le hacía sentir, era demasiado hermoso e intenso para ponerlo en palabras, ni siquiera ella como escritora tenía ese poder. Acortó la distancia entre sus labios y los entregó para que él la besara como ambos estaban deseando, consciente que se arriesgaba a dejarse llevar por la pasión que él despertaba en su cuerpo, no podía refrenar lo que sentía y a cada segundo que pasaba se hacía más grande.


Pedro acunó el rostro de Paula entre sus manos y la besó con pausa, deleitándose en cada roce lento que sus lenguas y sus labios se entregaban, en esa humedad tibia que era como miel y embriagaba sus sentidos, que ponía a su corazón a latir desbocado. El beso carecía de arrebato pero se desbordaba en ternura y eso también tenía el poder para despertar a sus cuerpos, ambos podían sentir la llama de la pasión destellando de manera intermitente en cada toque húmedo de sus bocas, en cada caricia por leve que fuera.


El sonido del teléfono de la casa irrumpió en el lugar sacándolos de golpe de la burbuja que los envolvía, pero tuvo que sonar un par de veces para que alguno de los dos comprendiera que debían atenderlo. Paula suspiró manteniendo sus ojos cerrados cuando Pedro apoyó la frente contra la de ella, y se bebió el aire que él exhaló cuando el teléfono sonó una tercera vez exigiendo se atendido.


—Deben ser ellos que están por llegar… —esbozó él que parecía estar menos afectado que Paula por el beso.


Ella asintió en silencio y le dedicó una sonrisa al ver su cara de niño cuando le quitan un caramelo, pensó que ella debía lucir igual y eso la hizo reír, se vio tentada a besarlo una vez más, pero allí estaba el teléfono de nuevo repicando como poseído y eso la hizo desistir.


Pedro rodó los ojos al tiempo que el aparato se ganaba todo su rencor, pero éste se esfumó cuando recordó a la mujer que debía estar al otro lado de la línea insistiendo tanto y su felicidad regresó triplicada.


Caminó hasta el aparato, antes de tomarlo le guiñó un ojo a Paula y una sonrisa cómplice y maliciosa afloró en sus labios.


—Buongiorno, funerale Sacro Monte —atendió modulando su voz, al tiempo que asumía su papel con seriedad.


Paula entrecerró sus ojos reprochándole que atendiera la llamada de su madre de esa manera, pero no pudo evitar sonreír ante la picardía que brillaba en la mirada de Pedro, lo siguió cuando él tomó asiento en el sofá del salón y le pidió con una señal que lo acompañara, al tiempo que se ponía cómodo.


—¡Pedro! No tiene gracia ese juego de niños…


Lo reprendió su madre de inmediato al otro lado de la línea.


—Lo siento… es que tengo una madre que no ha dejado de tratarme como uno —mencionó con una sonrisa y estiró su mano libre para entrelazar sus dedos con los de Paula— ¿Por dónde vienen? Por la insistencia supongo que ya deben estar en Florencia —puntualizó en tono casual, pero su corazón latía emocionado.


—¡Aún estamos en Roma!


Escuchó exclamar a su madre y después sollozar con tanta fuerza que pudo incluso saber que Paula logró escucharla, aunque no tuviera la llamada en altavoz. Se tensó de inmediato presintiendo que algo muy grave había ocurrido.


—¿Qué sucedió? —preguntó Pedro.


El tono de su voz había cambiado por completo, ya no había rastros de la diversión de segundos atrás, su semblante adquirió la rigidez de una piedra, al tiempo que se erguía adoptando una postura de alerta.


—¡Los infelices paparazzi están apostados fuera de la casa desde esta madrugada! —contestó con tono mezcla de congoja y rabia, la escuchó sollozar de nuevo y tomar aire para continuar—. No sé cómo demonios descubrieron nuestros planes de ir a verte hoy… pero llegaron desde muy temprano y están allí como unos malditos buitres.


—Madre… intente calmarse por favor, ellos no descubrieron nada, saben que es una tradición que pasemos mi cumpleaños juntos, ustedes siempre invadían los set de grabación éste día —pidió Pedro sintiéndola en verdad alterada, intentando calmarla con esa explicación que a todas luces era la más lógica.


Suspiró pesadamente cerrando los ojos y la imagen de lo que debía ser la fachada de la casa de sus padres llegó hasta él enfureciéndolo. Inhaló de nuevo muy despacio para evitar que la rabia lo dominara, pero eso no lo ayudó tanto como sentir el suave apretón que le dio Paula a su mano al verlo así, abrió sus ojos y posó su mirada en ella mientras escuchaba a su madre sollozar al otro lado de la línea y eso hizo que una mezcla de sentimientos lo embargaran.


—Esto es tan injusto Pedro… ¿Por qué demonios no te dejan en paz al menos una vez? Desde que te fuiste no nos han dejado descansar, hasta comenzaron a seguir a Alicia a todos lados como si haciéndolo ella fuera a llevarlos a donde estás, y hasta muchos de mis pacientes me han preguntado por ti señalando que entre nosotros existe la confianza suficiente para que yo les cuente toda la verdad… ¡Me siento desesperada!


Se desahogó en medio de un llanto lastimero que hizo que Pedro se sintiera como un miserable pues había arruinado la vida de su familia, y aunque nadie lo culpara de ello sabía que el único responsable era él.


Apretó el auricular con fuerza manteniendo los ojos cerrados y tensó la mandíbula odiándose al escuchar a su madre de esa manera, no tenía ni siquiera palabras que la pudieran consolar, pero un segundo después llegó hasta él lo que debía hacer.


—No vengan madre… quédense en Roma, no le sirvan de
entretenimiento a ese montón de imbéciles de mierda —dijo con determinación, abrió los ojos y su mirada debió mostrar su rabia pues vio como Paula se tensaba.


—No, no me puedes pedir que haga algo como eso… te aseguro que encontraré la manera de salir de aquí aunque tenga que disfrazarme para hacerlo.


Esbozó con la misma decisión que él mostrará antes, la escuchó cuando respiró profundamente buscando retomar la compostura que había perdido, siempre haciéndose la fuerte ante las pruebas que le ponía la vida. Por actitudes así era que amaba y admiraba tanto a su madre, y sobre todo que no podía dejar que hicieran de ella un objeto de burlas, ni de ella ni de ninguno de los miembros de su familia.


—Usted no hará nada de eso, se va a quedar en la casa junto a los demás y haremos como si este día fue otro igual que cualquier otro… —decía cuando la voz al otro lado lo detuvo.


—Pero no es un día igual, es tu cumpleaños y deseamos estar contigo, Pedro tenemos más de dos meses que no nos vemos en persona, ya la estúpida computadora me cansa… quiero abrazarte y besarte ¡Eres mi hijo y no me puedes pedir que no te extrañe!


—Yo también los extraño… —esbozó y liberó un suspiro pesado, sintió como las lágrimas le subieron todas de golpe y se quedaron atrapadas en su garganta, tragó para pasarlas—. Los hecho mucho de menos madre y le mentiría si le digo que todo esto no me afecta, lo hace y mucho… pero por favor entiéndame no quiero que ustedes se vean expuestos a una situación desagradable por mi culpa —pronunció intentando ser determinante.


—Nada de esto es tu responsabilidad Pepe…


—¡Sí, lo es! —puntualizó sin permitirle que ella continuara.


La rabia al ver que intentaba justificarlo lo colmó de nuevo, soltó su mano del agarre que tenía con Paula procurando no ser brusco y se puso de pie dándole la espalda, necesitaba hacerlo antes de explotar y terminar arruinando también la relación de ambos.


Paula se mantuvo en silencio y dejó que se alejara para que pudiera drenar la molestia que lo embargaba, podía ver como la tensión prácticamente amenazaba con quebrarlo de un momento a otro, la rabia ahora era mucho mayor y remplazaba esa alegría que desbordó desde que recibiera la noticia de la llegada de su familia.


—Todo esto es mi responsabilidad y ya deje de estar intentando justificarme o poniéndome en el papel de la víctima madre, si desea que empiece a comportarme como un hombre adulto entonces tráteme como a uno y deje que asuma las consecuencias de mis actos —indicó y su voz no
vaciló un instante, se detuvo mirando por el ventanal el camino de entrada a la villa y la imagen del auto de sus padres se presentó como un espejismo ante sus ojos.


Pedro… mi vida tu sabes que yo solo quiero ayudarte y no puedo evitar preocuparme por ti al igual que lo hago con todos… olvida lo que mencioné por favor, ya sabes que a veces exagero.


Él descubrió de inmediato por el tono de su voz que intentaba conciliar la situación, era imposible no distinguir cuando hablaba la psicóloga en lugar de la madre. Suspiró y cerró los ojos para reforzar su postura mientras la imagen en su cabeza de desvanecía.


—Perfecto, igual debe prometerme que no intentaran venir…


—¡No! No te voy a prometer nada y ninguno lo haremos, vamos a ir a verte como habíamos acordado, ni un ejército de periodistas impedirá eso… tú no tienes que sacrificarte.


—¿Yo no pero ustedes sí? —inquirió asombrado y se pasó la mano por el cabello con exasperación al tiempo que suspiraba liberando la molestia —. Madre páseme a Lisandro por favor —pidió.


—No lo tengo cerca ¿para qué deseas hablar con él?


Preguntó y la preocupación fue evidente en el tono de su voz, así como la mentira al decir que el mayor de sus hijos no estaba allí. Pedro había escuchado la voz del mismo instante atrás en el fondo y también la de su padre.


—Necesito hacerlo, por favor comuníqueme con él —solicitó una vez más siendo paciente.


—Está bien… pero ni creas que alguno de ellos logrará convencerme de quedarme aquí y dejar que pases el día de tu cumpleaños sólo.


Le aseguró antes de llamar a su hermano y entregarle el auricular.


Pedro pudo imaginar perfectamente el cuadro, su madre molesta como una niña malcriada y todos los demás sonriendo ante sus gestos tan expresivos; eso lo hizo llenarse de nostalgia pero no permitió que el sentimiento avanzara mucho, debía mantenerse firme.


—¡Hola cabezotas! Feliz cumpleaños ¿Cómo estás?


Lo saludó su hermano al otro lado de la línea mostrando esa actitud tan infantil de siempre, si no fuera porque el acta de nacimiento de Lisandro decía que tenía treinta años aseguraría que no pasaba de los quince.


—¿Ya eres virgen de nuevo?


Agregó en un tono más bajo y la carcajada que soltó después casi le rompe el tímpano. Se armó de paciencia para lidiar con Lisandro, respiró profundamente y habló.


—Estoy bien y no, para tu información no te daré el gusto de enviarme con Los Franciscanos. Quiero pedirte un favor… —decía pero el otro le impidió continuar.


—Si se trata de condones otra vez la respuesta es ¡No! te jodiste, lo malditos paparazzi me fotografiaron comprándolos y publicaron la foto, Vittoria casi me patea el culo por eso, nosotros hace tiempo que los dejamos de usar y pensó que andaba con otra. Tuve que pasar una semana explicándole que eran para enviártelos hasta que logré que me creyera…
así que pídele el favor a otro o dile a tu amiga que lleve una docena ¡Mierda!


Lo escuchó exclamar y después ahogarse con las palabras hasta que al fin logró entender que se dirigía a alguien a su lado.


—Madre estoy hablando con Pedro cosas de hombre podría alejarse un poco por favor.


—Termina de hablar con él y me lo pasas de inmediato.


De nuevo la voz de su madre llegó hasta sus oídos, rodó los ojos ante la actitud de ambos, pero el pecho se le llenó de calidez al visualizar el cuadro y deseó como nada estar allí junto a ellos.


—Sí, sí claro, no se ponga así que no somos unos niños… a ver Pedro Franco ¿Qué quieres?


—Primero no vuelvas a llamarme así y segundo… —liberó un suspiro y cerró los ojos antes de proseguir—. Tienes que convencer a mi madre para que no venga a verme…no quiero que tengan un encuentro desagradable con nadie por mi culpa, ya bastante con lo que han tenido que lidiar hasta
ahora como para agregarles más…


—No haré ni siquiera el intento Pedro, sabes perfectamente que es perder el tiempo porque sea como sea mi madre va a salir de aquí para pasar este día contigo


—Tienes que convencerla —exigió.


—¿Sí? ¿Y dime más o menos cómo haría algo así? Sabes bien que es imposible Pedro, que no le hará caso a nadie ni siquiera a nuestro padre y te digo algo más, contamos con suerte que la colección de armas del abuelo no esté en esta casa, de lo contrario ya la hubiera descargado toda en la mitad del gremio de presa de espectáculo romana.


—Pues tienen que buscar la manera de hacerlo, pásame a mi padre por favor —pidió, la negativa de su hermano lo hizo sentir molesto y frustrado, se volvió en ese momento y vio que Paula lo miraba con atención, se esforzó y le dedicó una sonrisa.


Ella nunca había tenido por costumbre comerse la uñas pero estaba segura que de un momento a otro empezaría a hacerlo, la tensión que envolvía su cuerpo solo empeoraba a cada minuto y la ansiedad le estaba haciendo un hueco en el estómago. Veía a Pedro intentando lidiar con la situación y deseaba ayudarlo pero no sabía cómo hacerlo; pensó en ofrecerse para ir a buscar a su familia o caso contrario llevarlo hasta su casa en Roma.


Sin embargo, después de analizarlo llegó a la conclusión que ninguna de las dos opciones eran viables y que podía terminar empeorándolo todo si la prensa llegaba a descubrirlos y además la involucraba con él. La noticia llegaría en un par de días cuando mucho a América y aunque a esas alturas no le importaría mucho que descubrieran que andaban juntos pues después de todo eran novios, no sabría cómo lidiar con el interrogatorio que le haría su familia.


Pedro vio en el semblante de Paula que esa situación también la tenía tensa a ella, así que buscó la manera de hacerla sentir bien, se encaminó hasta el sillón de nuevo y tomó asiento junto a ella.


—Feliz cumpleaños Pedro, Dios te bendiga hijo… ¿Cómo estás? ¿Cómo van las cosas por la villa?


La voz serena de su padre lo regresó a la llamada en curso, sintió de inmediato la alegre sensación que le brindaba hablar con su progenitor y eso se reflejó en su rostro cuando mostró una sonrisa.


—Estoy bien padre muchas gracias, me alegra mucho escucharlo.


—Pensábamos que hoy tendríamos contigo mucho más que una llamada, lamento mucho toda esta situación, llamé a algunos amigos a ver qué posibilidad teníamos de mantener a la prensa lejos de nosotros… pero nada es posible, igual ellos se la arreglarían para seguirnos ya sabes como son.


Aunque el tono de su padre era calmado podía sentir la tensión en sus palabras. Tomó aire para contener los deseos que tenía de maldecir a quienes los atosigaban y un poco más calmado habló.


—No los dejarán salir de la casa, si se han apostado a los alrededores no tienen ningún tipo de escapatoria, ellos van a seguir a cualquier auto que abandone la casa… padre usted tiene que convencer a mi madre para que se queden en Roma —pidió en tono calmado, intentó mostrarle que pasar ése día lejos de ello no lo afectaba tanto como para exponerlos.


—Me estás pidiendo que desvié el curso del río Arno, incluso creo que hacer eso me resultaría más fácil.


—Padre no puedo creer que usted también sea tan pesimista, yo sé que si se lo propone puede convencer a mi madre… además todo esto lo hago por el bien de ustedes —empezaba a desesperarse de nuevo, cerró los ojos y suspiró pesadamente.


—Comprendo tu preocupación pero entiende la nuestra Pedro, hace más de dos meses que no te vemos y jamás hemos estado separados por tanto tiempo, no me puedes pedir que le diga a tu madre que renuncie a la visita que tenía planeada para hoy.


—¡Perfecto! Entonces iré yo a Roma, si igual todo el mundo se va a enterar de donde me encuentro para qué dar más vueltas al asunto, en éste preciso momento subo a mi auto y salgo para allá —esbozó con determinación y estuvo a punto de colocarse de pie.


—¡Pedro Alfonso no seas un inconsciente y un impulsivo! Esa no es la solución a este problema.


Lo regañó su padre y fue tan autoritario su tono de voz que por la reacción de Paula supo que ella también pudo escucharlo. La chica se tensó y le dedicó una mirada expectante, él se sintió como un imbécil por exponerla a ella a un espectáculo tan vergonzoso.


—¿Qué quiere que haga padre? ¿Qué me quede de brazos cruzados mientras los dejo a ustedes enfrentarse a esa cuerda de desgraciados? — inquirió sin poder controlar su molestia.


—No exageres que unos cuantos periodistas no son el fin del mundo,n podemos manejarlos perfectamente.


—¿Sí? A ver dígame ¿Cómo harían algo así? Están absolutamente fuera de foco y ahora quienes intentan actuar como unos inconscientes son ustedes… —decía sintiéndose furioso.


—Pedro… por favor —le pidió Paula en un susurro mientras le acariciaba el brazo para intentar calmarlo.


No soportaba tanta tensión y mucho menos ver como lo que se suponía sería un día perfecto iba rumbo a terminar en un desastre, tomó la mano de Pedro y entrelazó sus dedos a los de él para después llevársela a los labios y darle un suave beso en el dorso.


—Lo siento preciosa… de verdad… — colocó su mano en la bocina para evitar que su padre lo escuchara e intentó disculparse pero ella no lo dejó continuar.


—No te preocupes, te entiendo pero por favor intenta calmarte… ellos no tienen la culpa de lo que sucede, solo desean verte y es lógico que se sientan molestos y frustrados por toda esta situación —expresó en un susurro y le dio otro beso para después entregarle una de sus mejores sonrisas.


Él respiró profundamente e intentó retomar la conversación sintiéndose un poco más relajado, posó su mirada en Paula dándole las gracias a través de ésta y cuando estaba por hablar ella lo hizo primero deteniéndolo.


—Yo te puedo llevar —lanzó sin pensarlo más.


Pedro la miró sorprendido y abrió la boca para negarse de
inmediato pero ella lo detuvo antes que pudiera hacerlo.







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