lunes, 17 de agosto de 2015

CAPITULO 125




Al día siguiente, cuando Paula arribó a la mansión de Guillermo Reynolds en compañía de su hermana Diana y su amiga Jaqueline, los nervios recorrían todo su cuerpo como el caudal de un río a punto de desbordarse. Kevin Moore había pasado por ellas cerca de las siete de la noche, pero tuvo que esperar unos veinte minutos en el salón de su suite, pues Paula después de verse en el espejo casi se echa a correr para quitarse el vestido. Por supuesto Diana y Jaqueline se lo impidieron y así era como ahora se encontraba en ese lugar, luciendo espléndida pero igual de tensa que las cuerdas de un violín.


Los recuerdos de aquel momento llegaron hasta su mente mientras esperaban a que la fila de autos que se había congregado a las afueras de la mansión avanzaran.


Sus compañeras se habían apostado frente a las puertas del guardarropa para evitar que ella buscara algo más que ponerse, estaban empeñadas en que luciera el vestido que llevaba y que prácticamente la habían obligado a comprar el día anterior.


—Di, por favor ve a entretener al señor Moore, mientras yo busco algo para drogar a tu hermana —mencionó Jaqueline con los dientes apretados, mientras bloqueaba el armario.


—Ok, si necesitas algo me avisas, creo que tengo algunas pastillas por allí que podrían servirte —respondió la morena en tono de broma y después de eso salió de la habitación.


—Por favor Jackie, todo esto es ridículo… —decía Paula cuando la otra no la dejo continuar.


—¡Sí, es ridículo! Paula Chaves te estás comportando como una chica de quince años… no, qué digo de quince, ni siquiera Tiffany actúa de esta manera, ¿acaso no eres una mujer adulta? Porque no lo parece, te ves preciosa, sensual y sofisticada, pero para nada segura y si quieres demostrarle a Pedro Alfonso que él no tiene ningún poder sobre ti en estos momentos, pues no lo estás haciendo, es más déjame decirte que si continúas así le darás la imagen equivocada —le recriminó mirándola a los ojos.


—Y si voy vestida así entonces dirá que lo hice para él —se defendió intentando no levantar la voz.


—¿Y qué si lo hace? Déjalo que piense lo que quiera, igual terminará dándose cuenta que no es así. Tú te sentiste mal por lo que hizo él con la Dawson, pues haz que sienta lo mismo hoy, no será el único hombre en esa fiesta, y te puedo asegurar que más de uno se acercará a ti esta noche, luces como una reina, pero tienes que comportarte como una, deja de lado ya los nervios, olvídate de todo y concéntrate en disfrutar de este logro que es solo tuyo, no dejes que Pedro Alfonso arruine tu momento —le pidió tomándole las manos.


Ella asintió en silencio al tiempo que dejaba escapar una lágrima, Jaqueline se acercó y la abrazó con fuerza para llenarla de confianza, después de cinco minutos Paula salía de la habitación luciendo sencillamente espectacular, se había retocado el maquillaje, sus ojos marrones resaltaban
en el ahumado de las sombras oscuras y lo tupidas que estaban sus pestañas, que ahora parecían el doble de largas gracias al rímel, había acentuado el rosa natural de sus labios con un poco de brillo que los hacía lucir sumamente voluptuosos y el cabello se lo había recogido en lo alto de su cabeza, un peinado natural pero sofisticado y que le permitirá dejar a la vista el delgado y largo cuello que tenía, el toque final lo daban sus pequeños pendientes de diamantes, el anillo de la misma piedra que llevaba en su dedo medio para evitar confusiones con un posible anillo de compromiso, sabía que la prensa estaría allí esta noche y no dejaría de tomarle fotografías, solo lo hacía por eso no por lo que pudiese pensar Pedro Alfonso, al menos eso se decía, pero en el fondo de su corazón no quería lastimar al italiano y sabía que algo así podía hacerlo, quizás.


El vestido de Paula era blanco, de líneas rectas que caían de manera natural resaltando las curvas de su cuerpo, con dos cortes a la altura de sus caderas que la acentuaban y al mismo tiempo mostraban la estrechez de su cintura, sin escote en la parte frontal del mismo y las mangas le llegaban
hasta las muñecas, dando la impresión de ser un vestido elegante y muy conservador.


Pero al volverse el escote en su espalda dejaba a más de uno con la boca abierta, éste llegaba justo hasta el final de la misma mostrando la tersa y blanca piel salpicada por sutiles pecas que la hacían lucir muy tentadora. Su trasero por otro lado, lucía realmente despampanante gracias a la caída del vestido, y por supuesto que seguía siendo una de las cualidades de su cuerpo que más atraía las miradas de los hombres.


Kevin Moore fue el primero en halagarla esa noche, el hombre quedó pasmado en cuanto la vio y más aún cuando descubrió el escote en la espalda de la chica, generalmente Paula vestía de manera conservadora, conjuntos de sastres, vestidos hasta las rodillas, colores neutros; siempre siguiendo un estilo muy profesional, no podía ser tratada como una escritora de verdad si no vestía como tal.


Regresó de sus recuerdos cuando un caballero vestido con traje oscuro y que daba la impresión de ser alguien de seguridad llegó hasta el auto y abrió la puerta para ayudar a bajar a Jaqueline que se encontraba a su lado. Ella respiró profundo, se armó de valor y fue la última en bajar del coche sintiendo de inmediato que las miradas de muchas de las personas que la rodeaban se habían enfocado en ella.


—Buenas noches, bienvenidas señoritas Chaves, señora Hudson, por favor tengan la amabilidad de acompañarme, el señor Reynolds hará acto de presencia en un momento —les pidió una dama que las recibió en el vestíbulo de la mansión.


Las tres asintieron y saludaron a la mujer con sonrisas amables, después de eso la acompañaron.


La casa del señor Reynolds era todo eso que habían visto en revistas y mucho más, era sencillamente espléndida, derrochaba buen gusto y glamour por doquier, aunque ellas ya estaban acostumbradas a ese tipo de lugares por el medio en el cual se movían, sobre todo Diana que había cubierto varios eventos de ese tipo. Igual todas tuvieron que admitir que el hombre no había escatimado en gastos para preparar la celebración, la misma estaba a la altura de las grandes fiestas de Hollywood.


Todo se desarrollaba en un salón en forma de cúpula que estaba rodeado por varias terrazas, las que daban al jardín se encontraban iluminadas por luces indirectas que le daban un aspecto mucho más íntimo y tenue, mientras las otras que se abrían hacia el océano tenían mayor luminosidad y al
parecer la fiesta se había extendido también hasta allí.


Paula podía sentir cómo las personas se volvían a su paso, podía parecer exagerada pero era como si todas las miradas se fuesen clavando en ella a medida que avanzaba por el salón, las sonrisas de los caballeros la hicieron sentir un poco cohibida, se tensó pero logró mantener su postura erguida. Además de responderles con cortesía y conservar su andar decidido y natural, aunque por dentro temblaba.


—Buenas noches Paula, Jaqueline, Diana... —las saludó Patricia quien se encontraba junto a Martha y Marcus— ¡Qué felicidad verlas!, lucen magníficas —agregó la mujer dándoles abrazos.


—Buenas noches, gracias Patricia, tú también luces muy hermosa, igual tú Martha y usted señor Stevenson se encuentra muy elegante esta noche —mencionó Paula con una sonrisa.


—Gracias señorita Chaves, pero es evidente que todas las miradas se las está llevando usted, creo que incluso ha causado más revuelo que la misma Kimberly Dawson, que por cierto llegó hace unos minutos y ya se anda pavoneando por todo el lugar, aunque el señor Reynolds aún no ha hecho su anuncio oficial como la protagonista de Rendición  comentó el hombre con su habitual seriedad, para después beber de su copa.


—¿Esperaban a Paula para hacerlo? ¿O Thomas no ha llegado aún? —preguntó Jaqueline intentando ocultar su dicha por las palabras del hombre relacionas con la actriz.


—Thomas está reunido con el señor Reynolds en su despacho en este momento, ninguno de los dos se ha presentado en la fiesta, seguramente para que los periodistas no los acosen a preguntas y porque aún no pueden hacer el anuncio, les hace falta una firma —respondió Martha y su tono mostró algo parecido a la preocupación.


—¿Les falta una firma? No entiendo… ¿Qué quieres decir con ello? —la interrogó Paula sintiendo una extraña presión en el pecho.


—El italiano aún no se ha dignado a firmar, al parecer al señor le gusta mucho eso de darse importancia —respondió Marcus dejando ver su molestia por la actitud del extranjero.


—Él fue ayer hasta mi oficina, hablamos del contrato en general, de lo importante que era mantener un estricto silencio sobre todo esto, el tiempo de filmación y por supuesto el pago que recibiría y cómo estaría distribuido, ni él ni su agente mostraron ninguna objeción, aun así yo les dije como es habitual que podía tomarse un tiempo para analizarlo, pero dejando claro que debían darme una respuesta lo antes posible pues Guillermo deseaba anunciar hoy los nombres de los protagonistas y debíamos saber si contábamos con él… —explicaba la mujer a Paula cuando Patricia la detuvo.


—Pero hasta ahora el señor Alfonso no ha dado una respuesta y eso nos tiene un poco estresados a todos como podrás imaginar —acotó mirando a Paula a los ojos.


Ella sentía su corazón latir tan rápido que no se sorprendería si los demás lo escuchaban, se preguntaba, ¿qué significaba todo eso, por qué Pedro estaba actuando de ésta manera? Había llegado hasta allí por el papel de Franco, lo había obtenido y a pesar de ello se negaba a firmar.


¿Acaso estaba colocándole una prueba o quería demostrarle algo a ella? ¿Se atrevería a rechazar el papel? Los nervios comenzaron a ser desplazados por un sentimiento de rabia, ella no dejaría que él viniese a arruinar su proyecto.


—¿Dónde está? ¿Ya llegó o aún no lo ha hecho? —preguntó y el tono apacible y mesurado que siempre usaba había desaparecido.


—¿Quién? —contestó Martha con otra pregunta, se encontraba un poco aturdida por todo, pero más por el cambio de la escritora.


Pedro Alfonso, ¿dónde está? —inquirió de nuevo.


—Ya está en la fiesta, llegó hace unos minutos pero como es un completo desconocido no me sorprende que esté parado en un rincón, asombrado ante todo el derroche de lujo, seguramente es la primera vez en su vida que ve algo así —respondió Marcus con burla.


A Paula no le gustó nada el comentario del productor, había sido tan peyorativo que la hizo sentirse ofendida aunque no estuviese dirigido a ella, pero estaba demasiado furiosa con la actitud que mostraba Pedro para defenderlo en ese momento, si lo que estaba buscando con todo eso era llamar su atención, pues lo había conseguido y no de buena manera, quería un encuentro, bien ahora lo tendría y que se atuviese a las consecuencias.










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