lunes, 17 de agosto de 2015

CAPITULO 126




Desde el mismo momento en el cual se percató de la presencia de la escritora en ese lugar y más aún de lo hermosa que lucía esa noche, sus ojos no habían logrado apartarse un solo instante de su figura, la siguió mientras caminaba en compañía de su hermana y su agente por entre los invitados, mientras las personas a su alrededor seguían una conversación en la cual él solo participaba escuetamente. Por fin tuvo la oportunidad para excusarse con ellos, se liberó de ese círculo y caminó muy despacio pero sin perderla de vista, la verdad era que aunque quisiese no podía hacerlo.


Paula Chaves tenía la espalda más atractiva que hubiese visto en años y vaya que había visto muchas, pero esa tenía algo que lo hechizaba, que hacía que desease tocarla, se sentía tentado sobre todo por la manera en la cual se la mostraba, esplendorosa, con una desnudez sutil y sumamente sensual, caminaba hacia ella deleitándose con cada una de las curvas que adornaban el magnífico cuerpo de la afamada autora de su próximo proyecto.


Las personas en torno a Paula se encontraban perplejas por el cambio que había dado, y era que apenas sí podía ocultar la rabia que se había apoderado de ella. Jaqueline intentó causar una distracción pero fue poco lo que eso hizo en su estado de ánimo, lo único que deseaba en ese instante era encontrar a Pedro y decirle unas cuantas cosas, veía a su alrededor buscándolo.


—Quizás nos estamos preocupando de más, es probable que el señor Alfonso ya haya decidido aceptar el papel. Sin embargo, no es fácil asumir el modo en que cambiará su vida, este protagónico ha sido uno de los más cotizados en los últimos tiempos y supongo que él no debe estar acostumbrado a una avalancha así, pero es ante todo un profesional y no creo que se intimide, estoy segura de ello —mencionó Jaqueline dirigiéndose a todos, pero en especial a su amiga que parecía haber sido poseída.


—Yo pienso igual, la verdad se le notaba bastante calmado ayer cuando hablamos, lo que me hace imaginar que no nos dejará colgados con el papel, pero hay que reconocer que es un paso muy grande para alguien como él… de verdad se le notaba comprometido en las audiciones, no creo que ahora que ha conseguido lo que deseaba cambie de parecer, además, parecía tan interesado en tu opinión Paula que dudo que se esté tomando todo esto a manera de juego... —mencionaba Martha de manera casual cuando la escritora la detuvo mirándola con recelo.


—¿Qué quieres decir?¿Qué quería saber? —preguntó nerviosa.


—Pues su única preocupación parecía ser si tú te sentías satisfecha con su desempeño, cuando le mencioné que todo el equipo se encontraba contento por la selección que habíamos hecho, él solo me pregunto si tú también lo estabas —contestó un poco desconcertada por la actitud de ambos pues el señor Alfonso incluso le dio más valor a la opinión de Paula que a la del mismo Guillermo Reynolds, se obligó a centrarse en el momento y prosiguió—. Por supuesto, le hice saber que tú también te encontrabas muy contenta al igual que todos y después de eso se despidió mencionando que hoy tendríamos su respuesta, pero como ves, hasta el momento no se ha comunicado conmigo —
terminó su explicación.


Paula sentía que el fuego que hacía minutos colmaba su interior comenzaba a apagarse, pero no acababa por extinguirse, seguía allí latente, como un volcán que dormía pero que de un momento a otro podía entrar en erupción; la mezcla de sentimientos la hacía sentirse extraviada y a cada minuto que pasaba sentía que se desesperaba un poco más, quería acabar con eso de una vez por todas, encontrarse con Pedro, que ocurriese lo que tenía que pasar y terminar con esa tortura.


—Necesito algo de tomar —esbozó y se disponía a dar media vuelta, cuando alguien se detuvo tras ella y le ofreció una copa de champagne.


—Qué suerte ser tan oportuno —pronunció el hombre muy cerca del oído de la castaña.


Paula se volvió a mirarlo sin atreverse a recibir la copa, pero al ver que él esperaba, lo hizo por cortesía, su mirada se encontró con una aguamarina que le sonreía, ella bajó la suya para reconocerlo y los labios del hombre mostraban el mismo gesto. Era rubio, de facciones suaves y masculinas a la vez, nariz recta y labios finos pero que encajaban a la perfección con el rostro de él, llevaba una barba perfectamente recortada y aun estando ella con unos tacones de casi quince centímetros, él debía superarla por unos diez.


—Es un placer conocerla en persona finalmente señorita Chaves, permítame presentarme, soy Guillermo Reynolds —mencionó extendiéndole la mano.


—Encantada señor Reynolds, Paula Chaves —fue lo único que logró esbozar, aquel hombre la había desconcertado por completo, quizás por la manera en que la abordó. Le estrechó la mano y el toque era cálido y firme.


—Acabo de llegar de Italia y quería mencionarle que logramos alquilar la propiedad que mencionó para las grabaciones, debo confesar que es un lugar de una belleza increíble, imposible no sentirse hechizado por la misma, la verdad no se me hace difícil imaginar lo sencillo que debió resultar para usted inspirarse en un sitio como ese para escribir una historia como Rendición, por cierto déjeme felicitarla por la misma, es una gran novela —indicó con una sonrisa encantadora que mostraba su pulcra dentadura.


—Me hace muy feliz escuchar esa noticia, le agradezco que haya tomado en cuenta mi sugerencia señor Reynolds…—decía cuando él la interrumpió.


—Por favor llámeme Guillermo y no tiene nada que agradecer, para mí fue un placer hacerlo —esbozó mirándola con intensidad, pero sin dejar de sonreírle y después de eso le dio un sorbo a su copa.


Paula hizo lo mismo pero no para quedar en bien con él, sino porque de pronto sintió que los nervios regresaron hasta ella y su garganta en verdad se había secado, además se sentía atrapada.








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