domingo, 2 de agosto de 2015
CAPITULO 76
Una ligera brisa fría que recorría el lugar, envolvió a Pedro y
Paula en cuanto se encontraron fuera de la casa de los conserjes. Ella llevó las manos a su cuerpo para controlar el escalofrío que la invadió y brindarse algo de calor, se sentía embriagada del vino y una agradable sensación de felicidad. Pedro notó que ella tenía frío y con gesto protector le envolvió los hombros con un brazo, atrayéndola a su cuerpo para darle calor, Paula lo miró agradecida y él le dedicó una tierna sonrisa, después elevó la mirada y el cielo colmado de estrellas le entregó un verdadero espectáculo.
—Pedro… gracias por no aclararle a Jacopo y a Cristina la verdadera naturaleza de nuestra relación, ellos en realidad piensan que tenemos un compromiso formal —mencionó ella para romper el silencio que los envolvía a los dos, no supo a ciencia cierta por qué lo hizo, pero lo sintió necesario.
—¿Y cuál es la verdadera naturaleza de nuestra relación Paula? — preguntó, sintió como la tensión de horas atrás se apoderaba de él de nuevo, así como la molestia al recordar el término usado por ella.
—¿Cómo cuál? —inquirió desconcertada y lo miró parpadeando. Él se mantuvo en silencio y ella pensó que quizás esperaba que fuera quien lo determinara, le resultó absurdo tomando en cuenta que los dos estaban claros en ello—. Pues, nosotros somos… somos un par de amigos que comparte la intimidad —indicó con algunas dudas.
—¿Amantes quieres decir? —preguntó sin sutilezas y ella asintió, aunque se mostró un poco incómoda por el término, Pedro tensó la mandíbula y pensó en callarse, pero la resolución no le duró un minuto, así que habló de nuevo— ¿Sabes algo? Eso no fue lo que me pareció esta tarde… pensé que las cosas habían cambiado —dijo y se detuvo ante la puerta de la casa de Paula.
Ella lo miró sorprendida por el comentario y por verlo detenerse allí.
¿Acaso no pensaba entrar? Se preguntó en pensamientos e intentó hablar, pero no dio con las palabras adecuadas, abrió la puerta y la dejó así tras ella, dejándole a él la libertad de irse o quedarse.
Pedro posó la mirada un segundo en la casa que él ocupaba y le pareció tan solitaria y fría que despertó de inmediato su rechazo, dejó libre un suspiro sintiéndose derrotado por Paula y sus propias necesidades, cerró los ojos y no analizó sus acciones, sólo entró tras ella y cerró la puerta después.
—Estoy cansada… voy a subir ya —mencionó al ver que él se dirigía a la cocina y abría la nevera para tomar algo.
—Bien —esbozó con parquedad.
Bebió el agua que se había servido de un solo trago, mientras su mirada estaba fija en la figura de Paula que subía las escaleras. Pensó en quedarse allí hasta que esa sensación de molestia lo abandonara, pero una vez más fallaba en su objetivo. Verla tan tranquila, como si todo estuviera normal y no hubiera hecho nada horas atrás lo enfurecía, no podía entender como Paula podía ser tan fría con respecto a su relación, no era que pidiese que se desviviera en cumplidos y atenciones para con él, pero por
primera vez en su vida se sentía en el papel de aquel que sólo se buscaba para calmar las ganas y nada más.
—Voy contigo —mencionó y se encaminó hacia la escalera.
Ella se volvió a mirarlo pero continuó con su camino, no lo esperó y tampoco le respondió con palabras, su actitud distante la molestaba; la frustraba, ya estaba harta de tener que estar lidiando con sus cambios de humor todo el tiempo, odiaba cuando se mantenía callado, como esperando que ella adivinase lo que le pasaba, mientras su mirada le enviaba mensajes que la confundían, que la exasperaban; lidiar con Pedro cuando se ponía así era agotador, y era lo último que ella deseaba hacer aquella noche. Entró a la habitación encendiendo las luces, después caminó hasta el tocador, se recogió el cabello en un moño de bailarina, se quitó las sandalias dejándolas en su lugar en el armario y estaba por quitarse el vestido cuando lo vio entrar. El gesto de molestia en el rostro de Pedro casi hizo que deseara no verlo allí.
—Me voy a dar un baño, me siento agotada —le informó de manera fría, sin mirarlo siquiera.
—Yo también me siento cansado, voy a dormir —esbozó deshojando los botones de su camisa, mientras con sus talones se quitaba los zapatos y tampoco la miraba.
¿Dormir? Ellos se encontraban supuestamente de “aniversario” y él le decía que se iba a dormir. Ahora sí que estaba pasando algo y muy grave.
Paula sencillamente no podía creer lo que había escuchado,
Pedro nunca había mostrado intensiones de dormir, al menos no antes de tener sexo con ella hasta entrada la madrugada, y ahora sin más terminaba la velada de esa manera, diciéndole que estaba cansado ¿cansado de qué? ¿De ella, de lo que tenían? Estaba por entrar al baño cuando la ira se apoderó de su cuerpo y terminó por estallar saliendo al exterior con fuerza.
—¿Se puede saber qué demonios te ocurre? —preguntó volviéndose para mirarlo con furia.
Él se encontraba sentando en la cama, con la espalda apoyada en la cabecera y las piernas estiradas, aún llevaba puesto el pantalón de vestir azul marino, cuando siempre se desnudaba por completo antes de irse a la cama, estaba revisando el móvil. ¿Para qué carajos lo hacía si nadie le escribía, su familia siempre lo llamaba al teléfono de la casa? ¿O las cosas habían cambiado y ella no lo sabía?
—¿Tiene que ocurrirme algo? —inquirió, elevó una ceja sin dejar de mirar el calendario en su celular y mover su pulgar sobre las fechas.
—¡No! Al menos no debería, pero tu actitud no dice lo mismo ¡Y mírame a la cara que te estoy hablando! —exclamó llena de rabia.
—No tienes que gritar, no me encuentro en otra habitación sino en ésta —arrastró las palabras y posó su mirada en ella.
Paula hubiera preferido que no lo hiciera, era fría y oscura, carente de la emoción que siempre le dedicaba a ella, las ganas de llorar le llegaron de golpe, pero luchó contra esa emoción y se irguió para hacerle ver que no se acobardaría ante su gesto.
—Si te vas a mostrar de esa manera… entonces es mejor que te vayas y me dejes sola —esbozó y sintió que algo dentro de su pecho se quebraba, sobre todo al ver que Pedro mantuvo su semblante impasible, como si no la hubiera escuchado o peor como si no le importara lo que había dicho.
—¿Eso es lo que quieres? —preguntó ocultando su dolor con una máscara de frialdad y se puso de pie.
—¡No, eso es lo que tú quieres! Lo haces demasiado evidente Pedro y te sientes cansado, pues déjame decirte que yo también lo estoy… —se detuvo para tragar y pasar el nudo de lágrimas—. Si no quieres decirme lo que te pasa estás en todo tu derecho, pero no vengas a tratarme con esa frialdad y esa distancia porque no lo merezco — puntualizó derramando al fin las lágrimas, las limpió con un movimiento rápido y brusco.
—¿Y yo sí Paula? ¿Yo merezco que me mantengas siempre lejos de ti? ¿O cómo crees que me sentí hoy cuando prácticamente me lanzaste fuera del estudio porque estabas hablando con tu hermano? ¿Acaso no fuiste fría y distante? —echó afuera todos los reproches que se había guardado hasta el momento.
—¿De qué hablas? —preguntó ella desconcertada.
—¿De qué habló? ¡Por Dios, Paula! Esta tarde fue tan evidente tu incomodidad cuando entré al estudio, y como si eso no hubiera sido suficiente le dijiste a tu hermano que yo era solamente “tu vecino” ¿Cómo crees que me hizo sentir eso? —inquirió mirándolo con resentimiento.
—¿Qué querías que le dijera? ¡Es mi hermano! No le podía decir que como si fuera lo más natural del mundo “Nico, te presento a mi amante, llevamos apenas dos meses conociéndonos, pero he tenido más sexo con él de lo que he tenido en toda mi vida con otros” —esbozó con sorna, sintiéndose sorprendida por sus reproches.
—No era necesario entrar en detalles, yo jamás te expondría de esa manera delante de tu familia Paula, sé muy bien que existen límites, pero podías haberme pedido que me acercara y haberme presentado como un amigo, no veo que eso tenga algo de malo o vergonzoso para ti ¡Que al menos supieran de mi existencia! —le recriminó furioso.
—¿Acaso tu familia sabe de la mía? —preguntó ella con el mismo sentimiento que a él lo poseía.
—¡Por supuesto! —indicó de inmediato.
—¡Claro! Ellos lo saben… saben que soy tu vecina, nada más, así que si te molestó que no te presentara a Nico, créeme a mí no es que me agrade mucho que aún a estas alturas, tú tampoco le hayas mencionado a tu familia al menos que somos amigos —mencionó dejando salir también aquello que se había callado por más tiempo.
Él se quedó en silencio sintiéndose en jaque, no podía hacer nada en su favor, Paula tenía toda la razón y ahora que era él quien había sido obligado a ponerse en su lugar se daba cuenta, ella se había mantenido conforme con su papel en ese juego, no había hecho ningún tipo de reclamos, así que ¿con qué derecho venía a hacerlos él?
—Creo que estamos a mano Pedro —esbozó con desgano.
Le dio la espalda y se metió al baño cerrando la puerta tras ella, dejándolo fuera de ese lugar, colocando un límite más que evidente. Se esforzó por mantener las lágrimas a raya, aunque su corazón pujase por dejarlas en libertad sabía que no ganaba nada con ello, no tenía sentido ponerse a llorar como una idiota simplemente porque él creyese que a ella no le importaba si su familia la conocía o no. Se desvistió con rapidez para entrar a la ducha y dejar que el agua se llevara el cansancio y esa tristeza que la envolvía, o poder llorar con libertad pues de esa manera ocultaría su llanto.
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