sábado, 1 de agosto de 2015
CAPITULO 75
Pedro salió de la casa de Paula hecho uno furia, y mientras
caminaba hacia la casa de los conserjes intentó descargar en cada paso la ira que se apoderaba de él, mientras recordaba todo lo ocurrido. Llegó hasta la casa de Paula como acostumbraba, entusiasmado y deseoso de verla, aunque lo hubiera hecho algunas horas atrás, siempre parecía estar extrañándola. Sin embargo, se propuso darle un poco de espacio en vista que ella sentía deseos de volver a escribir, y estando todo el día junto a él no lo haría. Estaba por entrar al estudio cuando escuchó una carcajada que provenía del mismo, se llenó de curiosidad ante lo que Paula pudiera estar haciendo, quizá su inspiración había regresado y por eso se mostraba tan contenta, giró la perilla y apenas había movido la puerta cuando escuchó la voz de un hombre en el lugar.
La sonrisa en su rostro se volvió una mueca de desagrado, su pecho se llenó de un intenso calor que enrojeció la piel de su cuello y rostro, mientras que la mano que apretaba la manija de la puerta estaba a punto de romperse por la presión que ejercía sobre ésta. La confianza con la cual le habló y la frase que utilizó lo hicieron tensarse aún más.
¿Qué demonios era todo eso? Preguntó mientras se mantenía oculto tras la puerta. Se sentía como un estúpido por estar allí espiándola, ella tenía una vida lejos de ahí y él no tenía ningún derecho sobre la misma, ni siquiera sobre ella, eso se lo decía su parte racional, pero la animal estaba arañándole dentro del pecho y clamaba por hacerle ver a esa mujer que era suya, a ella y al imbécil que se creía con derecho de hacerla reír, los celos lo tenían furioso y ciego, pero no sordo.
Y llegaron las palabras que liberaron al animal dentro de él, empujó la puerta con la mano abierta, casi estrellándola contra la pared, clavó su mirada en Paula exigiéndole una explicación. Ella no hizo nada, sólo se quedó mirándolo como si él fuera un completo extraño que irrumpía en su idílica reunión, se dijo que con gusto arruinaría lo que fuera que estuviera haciendo con ese idiota a quien le hizo saber que ella no se encontraba sola. La respuesta de Paula no fue mucho peor, se puso nerviosa así que él contraataco y habló de nuevo, no cedería espacio a nadie. El otro una vez más exigía saber quién era y esa vez no fue nada sutil, la pregunta fue directa y resonó en el lugar haciéndose sentir. Al fin ella le respondió y el término que utilizó fue como una patada a las pelotas de Pedro: Su “vecino”.
Él se tragó la maldición que subió hasta su garganta, no la dejó salir, y lo hizo porque ella llamó al otro Nico, ése era el nombre de su hermano menor. Su rabia disminuyó pero no desapareció, mucho menos cuando ella prácticamente lo echó del lugar, le dejó ver su inconformidad, pero aun así salió. No supo que más hablaron, ni la explicación que seguramente ella tuvo que darle a su hermano, y le importaba una mierda saberlo, en ese momento sólo sabía que estaba furioso con Paula por su manera de tratarlo como un extraño delante de su familia y sobre todo con él por dejar que algo así lo afectara tanto.
Llegó hasta la casa de Cristina y Jacopo que lo recibieron sonrientes, pero algo debieron notar en su rostro o su actitud, pues de inmediato sus miradas curiosas hurgaron en él, fue la mujer quien lanzó la pregunta más lógica.
—¿Todo bien? —inquirió mirándolo.
—Sí, claro Cristina… gracias por la invitación —contestó y mostró una sonrisa actuada.
—De nada, sabes que me encanta compartir con ustedes… por cierto ¿dónde está Paula? —preguntó de nuevo y esa vez fue más directa, mientras su mirada no dejaba de buscar.
—Está ocupada hablando con su hermano, pero me dijo que en cinco minutos estaba con nosotros —respondió acercándose a la mesa y tomó la botella de vino para escapar de la mirada de la mujer.
—No hay problema, aún estamos bien de tiempo, acabo de colocar los canelones en el horno para gratinarlos… aún nos quedan unos diez minutos hasta que estén listos —mencionó en tono casual y acomodó las impecables servilletas de lino en cada lugar.
—¿Quieres probar el vino mientras esperamos Pedro? —sugirió Jacopo, mostró una sonrisa amable y le extendió el sacacorchos al joven, que parecía muy concentrado en la botella.
—Por supuesto, otra cosecha de la casa ¿no? —preguntó con media sonrisa, le dio vuelta en sus manos detallándolo.
Una elegante etiqueta dorada resaltaba en la estilizada botella negra, en la misma pudo leer que era un Chianti clásico, más específicamente una Reserva Ducal, de la limitada edición oro que había lanzado al mercado el viñedo Ruffino. Pedro como buen conocedor de vinos, supo de inmediato que tenía entre sus manos una obra de arte, y que Jacopo no dispondría de un elixir de dioses como ése si no se trataba de una ocasión especial.
—Buenas noches, Cristina, Jacopo… gracias por la invitación —mencionó Paula entrando al lugar.
Pedro se giró para verla en cuanto escuchó su voz y no pudo evitar que su corazón se sobresaltara ante la imagen que le mostró, lucía verdaderamente hermosa, y no llevaba nada que la hiciera ver diferente a ocasiones anteriores, pero pocas veces la había visto usando un vestido y debía reconocer que cada vez que lo hacía lo dejaba completamente rendido ante su belleza.
—Buenas noches Paula, bienvenida hija, pasa por favor —la invitó la mujer haciendo un ademán con la mano—. Nos dijo Pedro que estabas conversando con tu hermano. ¿Cómo van las cosas por Chicago? — preguntó con amabilidad.
—La verdad no lo sé, pero supongo que no hay ninguna novedad. No pudimos hablar mucho —respondió acercándose a la mesa y se detuvo junto a la mujer, sentía cierta tensión entre Pedro y ella.
Él se tensó aún más al saber que a lo mejor fue su culpa que ellos no pudieran hablar como debían, había actuado como un estúpido impulsivo, jamás lograría dominar ese maldito defecto que tenía, no se atrevió a levantar la mirada para verla, contrario a ello se abocó a la tarea de abrir la botella de vino.
—Es una verdadera lástima —esbozó Cristina mirándola.
—Así es, éste es su primer año en la academia militar y le estaba resultado un poco difícil, fue una sorpresa que pudiera conectarse hoy y charlar conmigo, así que nos enfocamos en nosotros —acotó en tono casual, ella tampoco se atrevía a mirar a Pedro.
—Decidido a seguir los pasos de tu padre imagino, los hijos siempre buscan hacer eso Paula —señaló Jacopo—. Ya verás que pronto se acostumbra y cuando menos te lo imagines lo tendrás dando órdenes a todos —agregó extendiéndole una copa.
—En realidad ya lo hace Jacopo, es mi hermano menor, pero se la pasaba actuando como si la pequeña fuera yo —indicó con una sonrisa, recibió la copa y la mantuvo en sus manos, no se animó a acercarla a Pedro quien ya había destapado la botella.
—Paula… —la llamó él y le hizo un gesto pidiendo la copa.
Ella la extendió y su estúpida mano le dio por temblar en ese momento, el más inoportuno de todos, respiró profundamente para calmarse y mantuvo la copa mientras Pedro depositaba una pequeña cantidad para que lo degustara. Se la llevó a los labios sin mirarlo, aunque sabía que su vista estaba sobre ella, podía sentirla, se concentró en catar el vino, su aroma la cautivó apenas lo apreció, era fuerte y rico en aromas exquisitos; antes que su boca se hiciera agua, tomó un sorbo y lo mantuvo dejando que se paseara por su paladar, para finalmente dejarlo fluir muy despacio hacia su garganta.
—Es exquisito… ¿Es un Chianti verdad? —preguntó entusiasmada, mirando primero a Pedro y después a Jacopo.
—Sí, lo es… pero no uno cualquiera —esbozó el hombre mayor con orgullo y bebió la pequeña muestra que Pedro le dio.
—Es una reserva ducal Paula, más propiamente la edición oro que lanzó hace cinco años este viñedo —contestó Pedro siendo más específico y probó la que había servido para él.
—Es delicioso… tiene un sabor intenso, al principio… pero después sus notas se van suavizando —esbozó Paula entusiasmada, queriendo descubrir más tomó otro sorbo, uno pequeño pues el primero la había mareado, lo hizo y buscó para descubrir los ingredientes—. Tiene un toque
ácido y afrutado… ¿Fresas? —le preguntó a Pedro mirándolo a los ojos.
— Sí —dijo él con una sonrisa y compartiendo una mirada cómplice con Paula—. Y también tiene el dulce amargo característico del chocolate, incluso se pueden apreciar en su aroma… pero me faltan elementos — mencionó él y bebió de nuevo.
—Humo, las barricas fueron ahumadas chicos, se colocaron brasas debajo de ellas y se dejaron así durante toda una noche —comentó, no sólo el sabor le decía eso, él también había participado del proceso de elaboración de ese vino.
—Todos parecen unos expertos, pero les hace falta algo —mencionó Cristina que se acercaba con la bandeja de canelones y una sonrisa como si guardara un secreto.
Ellos se volvieron a mirarla enfocando toda su atención en lo que la mujer podía develar, su esposo incluso tomó un trago más del vino y por supuesto lo descubrió de inmediato, pero lo mantuvo en silencio, mientras que Pedro y Paula, curiosos por naturaleza se disponían a servirse un poco más y descubrir lo que les faltaba.
—Alto ahí, si siguen tomando de esa manera no disfrutarán de la receta que he preparado para ustedes, y eso sería un sacrilegio, porque muchos sabrán preparar canelones, pero como los míos nadie —le dedicó una sonrisa a ambos jóvenes que se le mostraron como un par de niños regañados, recibió la copa que le extendió su marido y bebió con deleite el vino en ésta—. Sí, justo allí está… cuando el señor Codazzi mencionó lo del ahumado de las barricas, seleccionó los elementos que deseaba para darle ese sabor característico que ustedes sienten, yo le sugerí que usara una flor, podía colocarla sobre las brasas para que no se consumieran tan rápido, a él le agradó la idea y fue así como las violetas formaron parte de uno de los mejores Chianti del país —dijo con una sonrisa orgullosa.
Pedro y Paula la miraron maravillados, entre todos los
elementos lo último que se les pasó por la cabeza es que ése secreto que se ocultaba entre las notas fuera una flor. Él hizo caso omiso de la advertencia de Cristina y se sirvió una pequeña porción para comprobar que allí estaba la violeta, vio el interés en Paula y también le sirvió un poco, ambos lo bebieron con dedicación.
—Me hubiera roto la cabeza y jamás lo hubiera encontrado Cristina — mencionó él con una sonrisa de sorpresa.
—Yo mucho menos, si apenas logro diferenciar las frutas que lo componen —dijo Paula con la misma reacción de él.
—La verdad es que lo haces muy bien Paula, hasta podría asegurar que has tomado clases para catar vinos, te escuchaba y me parecía oír a un experto —comentó Jacopo con una sonrisa, mirando a la muchacha que se sonrojó ante el cumplido.
—He tenido un excelente profesor —esbozó al tiempo que posaba su mirada en Pedro y le sonreía.
—En eso tienes toda la razón, este chico parece haber nacido en medio de un viñedo, a veces me he preguntado si Emelia no tuvo más antojos que uvas —acotó el conserje en tono divertido.
—Acabas de despertar mi curiosidad Jacopo, le preguntaré la próxima vez que hable con ella —indicó Pedro sonriendo.
Se acercó a Paula y le rodeó la cintura con el brazo, sintiendo que la tensión que los embargó minutos atrás había desaparecido. Ella se pegó a su cuerpo en un gesto espontáneo, colocó su mano también en la espalda de Pedro mientras sonreía, se sentía bien estar así con él.
—Y Paula tiene méritos propios, ha aprendido en dos meses lo que he intentado enseñarle a Lisandro por años —agregó mirando a la mujer a su lado con admiración.
—De eso no me queda la menor duda, tu hermano apenas si sabe diferenciar las uvas de un Chianti a las de un Chardonnay —dijo riendo a costas del romano y los demás lo acompañaron—Igual no es fácil de hallar lo de las violetas, ese es el secreto de la edición de oro del viejo Augusto Codazzi —indicó Jacopo por orgullo, se acercó a su mujer y le dio un beso en la mejilla.
—Bueno será mejor que cenemos o esto se enfriará —esbozó Cristina sonrojándose ante la muestra de afecto de su esposo.
Todos tomaron asiento, mientras la anfitriona se encargaba de servir el delicioso platillo, que despertó el apetito de los presentes en cuanto desprendió el exquisito aroma que invadió sus fosas nasales. La cena transcurrió en un ambiente libre de tensiones después de ese acercamiento entre Pedro y Paula, sobre todo contagiados por el amor y la felicidad de los esposos que se encontraban de aniversario y por eso la celebración especial, además que curiosamente según Cristina coincidía con el aniversario de un mes entre el actor y la escritora, la noticia como era de esperarse los tomó por sorpresa pues ninguno de los dos se había percatado que ya llevaban un mes juntos.
Llegó la hora de despedirse cuando vieron que pasaba de media noche, Pedro y Paula no podían dejar de sonreír ante la última imagen de Jacopo robándole un beso a Cristina, y ella rindiéndose a los mimos de su esposo mientras le cantaba y la invitaba a bailar pues la celebración para ellos apenas comenzaba.
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Ayyyyyy, me muero con estos caps Carme. Están re enamorados los 2, x qué no se lo dicen si no pueden estar uno sin el otro jajajaja???
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