sábado, 1 de agosto de 2015

CAPITULO 73






Un par de horas después, Pedro seguía dándole vueltas en su cabeza a lo ocurrido, se había expuesto delante de Paula como no lo había hecho nunca con nadie, ella tenía una facilidad asombrosa para hacer que le confesara sus miedos y sus anhelos, era tan sencillo mirarla a los ojos y confiar en ella. En el fondo de su corazón deseaba hacerlo, poder dejar
parte del peso que llevaba sobre los hombros, soltarlo sin temor a que las cosas se fueran a complicar aún más; nunca había tenido alguien a quien confiarle todo, ni siquiera a sus hermanos con quienes era tan unido o a sus padres.


La experiencia hacía que ni siquiera tuviera que ver lo que hacían sus manos mientras destapaban la botella de vino en éstas, pero casi la deja caer al suelo, cuando su mirada captó a Paula que entraba a la cocina llevando un diminuto short blanco de algodón y una sudadera del instituto donde él estudió la secundaria, la reconoció de inmediato y no sólo era la sorpresa de verla así, sino por la prenda en cuestión.


—¿Dónde…? ¿Dónde la encontraste Paula? La había dado por pérdida hace años —preguntó acercándose a ella.


Detallaba la prenda de un rojo intenso, donde resaltaba el escudo de la escuela bordado en un blanco que seguían manteniéndose impecable, a pesar de los años de haber estado tirada en algún rincón de esa casa, aunque nunca había sido un deportista nato como lo era Lisandro, le tenía mucho cariño a esa sudadera, pues fue su amuleto de la suerte para ganar el único campeonato de baloncesto donde participó, recordaba mientras la tocaba, sintiendo como si el tiempo hubiera retrocedido hasta ese momento. Después de eso su carrera en el mundo del espectáculo lo alejó por completo de los deportes y no pudo repetir la experiencia.


—Estaba en el armario donde guardan las sábanas, alguien debió colocarla allí por equivocación, tomaba alguna para cambiar la cama que dejamos completamente desordenada esta tarde y la vi… supuse que era tuya y tomé el atrevimiento de colocármela, quería darte la sorpresa, es obvio que lleva años olvidada en ese lugar —contestó con una sonrisa, emocionada por ver esa que Pedro le ofrecía, era evidente que él apenas podía creer lo que veía.


—Es mía, la última vez que la vi fue cuando estaba por culminar las grabaciones aquí en Varese, pensé que la había perdido en alguno de los set o alguien la había tomado por equivocación, pregunté pero nadie supo darme respuesta… tiene más un valor sentimental que monetario, es del instituto donde cursé la secundaria —explicó.


—Bueno, acabas de recuperarla… que bueno que no era de tu hermano o de tu padre —esbozó con una sonrisa y se disponía a quitársela para entregársela cuando él la detuvo.


—No, puedes llevarla hoy… me la das después, se te ve muy bien — mencionó con una sonrisa, mientras levantaba la capucha para cubrir la cabeza de Paula y la diversión bailaba en su mirada.


—Gracias, pero pensé que después de años de no tenerla desearías ponértela… —dijo mirándolo a los ojos, disfrutando de esa sonrisa que él le entregaba y lo hacía lucir mucho más joven.


—Tú siempre sufres de frío, quédatela esta noche y me la regresas mañana… tienes buen instinto Paula, con razón se te dan tan bien las tramas policiales —mencionó acariciándole los hombros.


Esa visión que ella le entregaba era tan hermosa, siempre quiso ver a su chica llevando esa sudadera, pero nunca se dio la oportunidad, las novias que tuvo en el instituto nunca le animaron a compartirle algo que consideraba tan suyo, y la primera mujer que lo animó a hacer una y mil cosas para deslumbrarla, jamás usaría la sudadera de una secundaria,


Martina era demasiado elegante para andar por allí llevando una prenda como esa, además que había dejado atrás esa etapa mucho antes que él.


Así que ver a Paula vestida con ella era algo que no deseaba perderse por nada, no sólo le quedaba bien, sino que había algo en ella que hacía que él se sintiera satisfecho por haberla entregado a una chica, en verdad lucía hermosa y sensual, era el sueño de todo deportista y aunque él no lo fuera del todo, bien podía asumir esa noche que sí lo era y que además ella era esa novia a quien siempre quiso vérsela.


El apetito despertó en Paula en cuanto vio la deliciosa ensalada Cesar presentada en una fuente de cristal, se encontraba en la isla de granito en medio de la cocina, se acercó con la boca hecha agua y no pudo evitar la tentación de robar un trozo de pollo, aprovechando que Pedro buscaba en los estantes los platos para servirla. 


Se giró con rapidez para no ser descubierta y caminó hasta el sencillo comedor de seis puestos ubicado en el lugar, mientras llevaba la ensalada y la botella de vino en sus manos.


Su curiosidad la llevó a observar la botella, un vino diferente con apariencia exquisita y elegante, un Chardonnay de la región del Piamonte, cosecha del dos mil siete. Una vez más Pedro le demostraba cuanto conocía sobre vinos, estaba segura que ese también debía ser excelente, sirvió un poco en una copa y lo movió para airearlo como él le había enseñado, luego se la llevó a la nariz para apreciar los aromas, una combinación de frutas suaves como la pera y la manzana verde, pero tenía al mismo tiempo un toque cítrico que era imposible de obviar.


Sonrió ante su descubrimiento, aprender a diferenciar los aromas la hacía sentir feliz, cada vez que aprendía algo nuevo sentía que se acercaba más a él, a las cosas que le gustaban y que ella deseaba compartir. Tomó un sorbo pequeño para degustarlo, cerró los ojos y se concentró en lo que su paladar apreciaba, sintiéndose aún más feliz al comprobar que su olfato no la había engañado, las notas de las frutas que intuyó lo componía se podían apreciar con facilidad, era un vino fresco y dulce, pero al mismo tiempo con cuerpo, una armonía perfecta que la deleitó.


—¿Qué tal? —preguntó Pedro mientras la observaba.


Ver el gesto de satisfacción en el rostro de Paula lo hizo felicitarse por su elección. Terre dei Santi , era uno de los mejores viñedos de la región, sus vinos eran sinónimo de excelencia y uno de sus favoritos, colocó los platos sobre la mesa y su mirada se encontró con la de Paula cuando ella abrió los ojos.


—Es delicioso, tiene toques suaves y frescos… —esbozó mirándolo a los ojos, estudiando la reacción de Pedro para comprobar que estaba en lo cierto, él sonrió y ella continuó—. Pero es fuerte… es decir, tiene cuerpo, las frutas son manzana verde… y puede ser limón o mandarina ese toque ácido que se aprecia en el fondo… a ver señor experto ¿acerté? — preguntó sonriente.


—Por completo, pero te faltó sólo un pequeño detalle… toma un trago más y mantenlo unos segundos en tu boca, después pásalo lentamente — señaló al tiempo que él se servía una copa, tomó un trago y buscó ese elemento que a Paula le había faltado, lo encontró en medio de todos los demás y esperó por ella.


Paula lo imitó esforzándose por apreciar algo más, era un toque dulce que no sintió en su primera prueba, varias nombres llegaron hasta su cabeza, pero los iba descartando, pasó el trago lentamente como él le dijo y al fin obtuvo lo que le había faltado, estaba segura que era ése y con una sonrisa triunfante lo anunció.


—¡Vainilla! —exclamó emocionada.


Pedro la aplaudió con entusiasmo ante el descubrimiento, se acercó y le dio un beso en los labios como recompensa, abriendo su boca para apreciar el dulce sabor del vino que se hacía mucho mejor degustado de los suaves y llenos labios de Paula. Saber que ella hacía todo eso para complacerlo lo emocionaba, y al mismo tiempo lo hacían recriminarse por querer alejarla de él, relegarla a ese mismo lugar que tantas otras habían ocupado en su vida, ella no lo merecía y él lo sabía, nadie lo había hecho sentir como Paula, ni se había entregado a él de esa manera. Sin embargo, el problema estaba en cuánto estaba dispuesto a darle a ella, cuánto pondría en sus manos, que tanto de él quería que Paula tuviera.


Esas interrogantes seguían torturándolo y estaba seguro que no dejarían de hacerlo mientras estuvieran juntos.


—Ya es toda una experta señorita Chaves —esbozó para llenar el vacío que se había instalado en el lugar y para acallar sus pensamientos, tomó la mano de ella y le dio un beso.


Después de degustar la deliciosa y ligera cena subieron hasta el salón del tercer piso, ese mismo donde la noche anterior habían tenido la mejor noche de sus vidas, eso era algo que no podían negar aunque quisieran, ambos eran conscientes de ello, pero también sabían que de declararlo quedarían muy expuestos frente al otro. Ahora se encontraban en silencio, tendidos en el sofá, ella apoyada sobre él, brindándose suaves caricias y viendo la leña consumirse en la chimenea. Compartir así nos les resultaba complicado, pero habían dejado un tema a medias y eso hacía que el silencio le resultase incómodo y pesado, distanciándolos.


Pedro… me gustaría que continuaras contándome lo que sucedió esa noche, sé que actué de manera irracional y que fue mi culpa que no continuaras, me extralimité… pero te prometo que no volveré a juzgarte por algo que no me concierne, tu pasado es algo que no puedes desligar de ti y yo no tengo el derecho a cuestionar nada de éste… —su discurso salió en un torrente de palabras, no se atrevía a mirarlo a los ojos, pero le era imposible controlar su curiosidad, desde que se encontraba en ese lugar y en silencio el tema no dejaba de darle vueltas en la cabeza.


—Paula… —mencionó y suspiró pesadamente—. Es una historia muy larga, y no creo que éste sea el mejor momento para enfrascarnos en ella… quizás podríamos dejarla para otro día —agregó con tono cansado, renuente a continuar.


—No tenemos mucho que hacer por el resto de la noche, yo no tengo sueño… y tú tampoco, ya dormimos suficiente esta mañana, por favor Pedro —se movió para mirarlo a los ojos—. Tengo decenas de teorías en mi cabeza y si no tengo una en concreto me volveré loca, mi curiosidad es un defecto, mi peor defecto y temo que contra ella no puedo luchar, lo he intentado por años y todo ha sido en vano, por favor apiádate de mí y continúa con lo que sucedió… ¿Cómo se enteró tu familia de lo que estaba ocurriendo? —lo interrogó de nuevo con su mirada anclada en la de él.


Pedro suspiró sintiéndose derrotado, cerró los párpados unos segundos y éstos temblaron cuando las imágenes llegaron hasta su cabeza con una nitidez asombrosa, como si todo estuviera ocurriendo en ese preciso momento, la angustia regresó colmando su pecho y la esperanza de liberar esa carga sólo podía dársela contarle todo a Paula. Hasta ese momento nadie había mostrado interés por conocer su punto de vista, no podía reprocharle a su familia, no podía pedirles la neutralidad que le brindaba Paula, lo sabía muy bien, no era lo mismo el daño que le causó a ellos, que relatarle a ella un hecho que a fin de cuentas no la afectaba en nada.


—Esa noche era como cualquier otra, bueno mucho más animada de que de costumbre por supuesto, yo me sentía el hombre más poderoso, talentoso y satisfecho de este mundo. Las primeras en animarse a tomar su dosis de heroína fueron las chicas que ya lo habían hecho antes… — Pedro evitaba llamarlas por sus nombres para no crear de nuevo un estado de tensión en Paula, se frotó los ojos sintiéndose cansado y continuó porque sabía que ella esperaba que lo hiciera—. Luego siguió Stefano, y a él Giovanna, ella se encontraba un poco decaída por una situación que atravesaba, y pensó que eso la ayudaría a alejarse de todo, al final ellos terminaron animándome. La primera sensación es espantosa, sientes como si te inyectaran ácido en las venas, pero después es como si te
lanzaran al espacio desde una plataforma de despegue… el efecto de la droga hizo que todo se calentara y cada uno tomó el rumbo que le apetecía —desvió su mirada al techo para escapar de la de Paula.


—No es necesario que entres en detalles… tuviste sexo con varias de ellas ya lo sé, eso es algo evidente ¿qué sucedió después? —inquirió Paula, intentó que su tono fuera lo más neutral posible.


—En realidad no tuve sexo con varias de ellas, sólo me fui con Giovanna hasta la habitación que ocupábamos siempre que estábamos allí… —decía cuando Paula lo detuvo.


—¿Ella era tu novia? —preguntó sin poder ocultar su curiosidad, buscó la mirada de Pedro para impedir que le mintiera.


—No, era una buena amiga compartíamos desde hacía mucho, Giovanna tenía una pareja, Alexia, una modelo sueca con la cual llevaba un par de años saliendo, justo habían tenido una pelea y ella se encontraba deprimida por eso… —se detuvo mostrando media sonrisa al ver el semblante de Paula.


—No entiendo… ¿Qué tipo de relación tenías tú con ella entonces? — inquirió parpadeando, completamente desconcertada.


—Digamos que era el único hombre con el cual Giovanna se sentía a gusto, y también Alexia, por lo general ella nos acompañaba cada vez que nos encontrábamos, hacíamos un buen equipo. Pero me pediste que no entrara en detalles así que es mejor que lo dejemos allí —explicó mirándola a los ojos.


—¡No! Ahora mi curiosidad ha cambiado, siempre me he preguntado lo que siente un hombre estando en esa situación y más a uno que le guste llevar el control como a ti —indicó levantándose un poco para mirarlo mejor.


Él dejó libre un suspiro y buscó la manera de responder a ello, en realidad no se había puesto a analizar mucho la situación, cada vez que sucedía sólo se dejaba llevar sin cuestionamientos. A decir verdad ningún hombre en su sano juicio desaprovecharía la oportunidad de tener sexo con dos mujeres así, era hacer realidad una fantasía, una rubia y una pelirroja, exuberantes, expertas en todos los sentidos, y lo mejor de todo sin compromisos que lo ataran más adelante.


—Era su juguete y la verdad no me arrepiento en lo absoluto, se esmeraban en complacerme más de lo que yo podía esmerarme con ellas.
Era un tipo de competencia secreta que tenían para ver cuál de las dos me daba más placer, ambas eran muy buenas en lo que hacían, así que no había motivo para sentirme incómodo con esa situación. Claro como dices me gusta controlar las cosas y de vez en cuando yo también me imponía a las dos, era un juego que todos disfrutábamos, algo en lo que los tres estábamos de acuerdo —mencionó en tono casual, no era un hombre de tabúes, ni de medias tintas.


—Pero… tú eres tan celoso y posesivo Pedro ¿en serio nunca te sentiste incómodo al tener que compartir a alguna de las dos? —los celos habían sido remplazados por la estupefacción de saberlo a él parte de algo como eso.


No era una mojigata, sabía perfectamente el papel que un hombre jugaba entre dos mujeres, a su edad el cine pornográfico no era un tema vedado, por el contrario muchas veces le había servido para desarrollar escenas, sobre todo para Ronda Mortal y su curiosidad la había llevado a ver escenas de todo tipo, así que no le resultaba difícil ubicar a esas chicas junto a Pedro en una de las tantas que vio.


—Ninguna de las dos me pertenecía, estaba claro en eso y ponerme celoso era algo estúpido, por supuesto, no dejé nunca que Stefano las tocara, ellas eran mías aunque dentro de una habitación las cosas adquirieran un sentido distinto… —se detuvo estudiando la reacción de Paula, un poco divertido al ver que ahora no se mostraba celosa como minutos atrás, sino curiosa, sabía que esa mente de escritora que tenía estaba trabajando a toda máquina, le acarició el cabello—. Es distinto a lo que siento contigo Paula, a ti jamás te compartiría con nadie, ni siquiera con otra mujer… —decía con voz tranquila mientras la miraba.


—¡Estás loco si crees que yo lo haría! —exclamó levantándose hasta quedar sentada en el mueble—. No me gustan las mujeres, ni siquiera me llaman la atención por curiosidad y no he tenido fantasías sobre compartir a un hombre con alguna —agregó con tono tajante y se cruzó de brazos mientras lo miraba con reproche.


—No digo que lo vayamos a hacer preciosa —dijo en medio de risas, intentó controlarse al ver que ella se había molestado, suspiró y continuó —. La relación que tenía con ellas era algo poco habitual, conozco a Giovanna desde hace años, fui su primer amante, duramos un tiempo juntos pero todo de manera muy discreta, no queríamos que se desatara un circo en torno a nuestra relación, después de dos años me confesó sus gustos y nos alejamos, me dolió como una patada en los cojones saber que prefería a una mujer que a mí, pero después de un tiempo lo acepté y volvimos a ser amigos, cuando me sugirió la idea de estar con ella y Alexia pensé que era mi oportunidad para demostrarle que podía ser mejor que su exuberante amiga, pero terminé cayendo rendido ante las dos y lo peor de todo es que me sentí condenadamente feliz —dijo sin el menor rastro de incomodidad pues no la sentía.


—Imagino —dijo entre dientes y empezaba a reprocharse por su idea de averiguar más sobre el tema, se aclaró la garganta ante la molestia que la invadía—. Supongo que lo que tú y yo hacemos te parecen los juegos de un jardín de niños ¿no es así? —inquirió sintiendo que ahora era ella la que había sido herida en su orgullo.


—Supones mal —respondió él incorporándose y jaló a Paula hasta hacerla tumbarse sobre su cuerpo de nuevo, le dio un beso en la coronilla —. Puede que lo que tú y yo hagamos no sea nada del otro mundo Paula, que incluso sea rutinario para muchos, pero yo no lo siento así, por el contrario creo que es extraordinario, tú eres hermosa, tu cuerpo es perfecto… tienes algo que no logro descubrir todavía lo que es, pero que me vuelve loco y me hace desearte a cada momento… incluso mientras duermes tienes el poder para seducirme y hacer que desee hacerte mía una y otra vez, hasta caer sin aliento —expresó mirándola a los ojos, acariciándole la mejilla, demostrándole que sus palabras solo decían la verdad.


—¿Lo dices en serio? —preguntó y elevó una ceja en señal de incredulidad, aunque en el fondo de su corazón deseaba creerle.


—¡Absolutamente! —mencionó con seguridad.


—Entonces no es algo extraño que yo sienta lo mismo… para mí también es especial todo lo que hacemos Pedro, a decir verdad, es la mejor experiencia que haya tenido hasta ahora, tú haces que todo sea intenso y maravilloso… eres perfecto y también me haces desearte incluso cuando duermes —confesó con una sonrisa mezcla de timidez y sensualidad, mientras rasgaba suavemente con sus uñas la piel expuesta del pecho de él.


La sonrisa de orgullo que mostró Pedro fue imposible de disimular, subió la cabeza para alcanzar los labios de Paula y darle un beso suave, lento y sensual al mismo tiempo, llevó sus manos por debajo de la sudadera y le acarició la suave piel de la espalda.


—Una vez más nos desviamos del tema —susurró ella sometida por ese dulce beso que llevaba las notas del vino que había bebido.


—Es tu culpa, siempre me interrumpes —dijo con una sonrisa y besó el ceño fruncido de Paula.


Retiró la mano de la cintura de la chica y la apoyó en su espalda, abrazándola, acercándola a él sintiendo temor de perderla, aunque a esas alturas y después de todo lo que había confesado, ya nada podía separarlos, la prueba había sido superada, al menos eso esperaba.


—Ok, prosigo… después de entrar a la habitación todo fue muy rápido, Giovanna tenía una urgente necesidad por tener sexo, quizá para no ser consciente de la ausencia de su novia y yo, pues la deseaba así que no la hice esperar mucho, sólo lo que me tomó colocarme un preservativo porque ya me encontraba excitado —esbozó con rapidez, era la primera vez que hablaba con una mujer de sus relaciones con otra.


Ella se encontraba tan metida en la historia que incluso le llegaba a parecer que la estuviera escuchando de alguien más y no de Pedro, o quizás eso lo hacía su orgullo de mujer para no verse tan golpeado. No resultaba sencillo escuchar a su actual amante hablar sobre sus relaciones pasadas, sin embargo, allí estaba ella, atrapada y a la espera de todo lo que él pudiera contarle.


Pedro pensaba que Paula en verdad era una mujer muy
particular, otras en su lugar lo hubieran dejado botado, pero antes de ello le hubieran lanzado una avalancha de reproches y llorado mares de llanto sintiéndose indignadas. 


Ella no, por el contrario se encontraba muy atenta a cada una de sus palabras. Tomó aire lentamente para continuar con la historia.


—El encuentro fue rápido y sin mucho preámbulo, comencé a sentirme mareado y pensé que era el efecto de las drogas más la reacción del orgasmo, ella había acabado antes que yo, cuando me alejé cerró los ojos y se quedó en silencio… —se interrumpió recordando la imagen con exactitud, se tensó ante el miedo que eso le provocó, pero decidió continuar—. Giovanna siempre mencionaba algo a la ligera después del sexo, esa vez no lo hizo y pensé que a lo mejor se estaba reprochando internamente por haber traicionado a Alexia, se suponía que ella también debía participar en nuestro juego o de lo contrario éste tomaba otro sentido —esbozó con la mirada en el techo, recordando aquel día.


Paula se obligaba a guardar silencio, sabía que cualquier cosa que dijera con respecto a ello desviaría su conversación una vez más, y no quería que eso sucediera ni mucho menos que él le diera detalles de la relación que llevaba con esa mujer. Aunque aquellos celos irracionales que sintió en un principio no la atacaban con tanta fuerza en ese momento, seguía resultándole desagradable escucharlo hablar de otras mujeres y mientras más rápido pasara todo eso mejor.


—¿Qué sucedió después? —la misma pregunta que había formulado salió de sus labios, al ver que Pedro se había quedado callado, no quería siquiera que pensara en la tal Giovanna.


—Me levanté para ir al baño, me sentía acalorado, la boca seca y una comezón en el pecho y los hombros. Decidí darme un baño, pero antes regresé a la habitación para invitarla a ella también, seguía con los ojos cerrados y pensé que se había quedado dormida, me acerqué viendo que su rostro se notaba muy pálido… su respiración apenas se sentía, la toqué y se encontraba helada, eso me llenó de pánico.


La voz de Pedro se quebró en ese instante y Paula se sentó a consecuencia de ello, sabía que algo muy malo había ocurrido y de repente se encontró sintiéndose angustiada por la suerte de aquella chica, buscó la mirada de Pedro pidiéndole que siguiera.


—No sabía qué hacer, comencé a dar gritos pidiendo ayuda, pero la música a todo volumen y el escándalo que tenía Stefano junto a las otras chicas impidieron que me escuchara, no quería dejarla sola, sentía que de hacerlo podía perderla… caminé hasta donde había dejado mi chaqueta y saqué el móvil, mi visión comenzaba a hacerse borrosa, y el calor cada vez era más intenso, me dirigí al baño mirándola a cada instante, como pude logré manejar las teclas y disqué el número de mi hermano… éste repicó
varias veces y no respondía, aún era temprano y sabía que no estaba durmiendo. Sólo un segundo enfoqué la mirada en el reflejo que me devolvía el espejo y sentí que mi corazón se paraba cuando vi que de mi nariz salía sangre, la retiré con el dorso de mi mano que temblaba, pero salió más… casi me orino encima del miedo, marqué de nuevo y al fin Lisandro contestó —se detuvo para ver a Paula, se había sumido en sus recuerdos y se olvidó de ella.


Su semblante estaba petrificado, pálido y con la respiración superficial, como si ella misma fuera parte de esa escena que vivió meses atrás y que aún seguía torturándolo. Se levantó despacio llevándola con él hasta quedar sentado, le acarició el rostro temiendo que todo eso la hubiera impresionado, apoyó sus manos temblorosas en las mejillas de ella y la obligó a mirarlo a los ojos.


Paula sabía que nada malo le había ocurrido a Pedro, que él
estaba aquí con ella y estaba bien, pero él sólo hecho de pensarlo en medio de una situación tan peligrosa como ésa, la hacía estremecer y tener unas inmensas ganas de llorar, pensar que él pudo haber muerto por una sobredosis y que ella nunca lo hubiera conocido era demasiado doloroso, llevó sus manos hasta las de él que le cubrían las mejillas y las apretó con fuerza, quería asegurarse que todo era parte del pasado, que eso no volvería a ocurrir nunca más.


—¡Dios mío! No sabes cuánto me alivia que estés bien, que no te haya pasado nada grave… Pedro no puedo ni imaginar algo tan espantoso como eso, la desesperación que debiste sentir, debías aprender la lección pero no de esa manera, yo no podría soportar verme en un episodio como ese… prométeme que jamás harás algo así, no volverás a tomar ninguna maldita droga en tu vida, prométemelo Pedro ¡promételo por favor! —expresó en medio de lágrimas tibias y pesadas que bajaban por sus mejillas.


—Estoy bien ahora Paula… no llores por favor, todo está bien preciosa, eso no volverá a ocurrir y no te haré pasar por algo parecido nunca, te lo prometo, te lo juro… no volveré a acercarme a esa mierda de nuevo, por eso estoy aquí… por eso luchó todos los días, lo que más deseo es que mi familia vuelva a confiar en mí y te aseguro que lo haré, conseguiré que ellos confíen en mí de nuevo y que tú también lo hagas — esbozó con la voz ronca por el nudo de lágrimas que lo estrangulaba lentamente.


Envolvió a Paula entre sus brazos con fuerza, sintiéndola temblar al tiempo que él también lo hacía, luchando por no dejar libre su propio llanto mientras sentía que el de ella le humedecía el cuello. La besaba y le acariciaba la espalda con ternura para consolarla, y esa sensación de calidez que lo embargó la primera vez que ella se mostró preocupada por él, ahora era una hoguera dentro de su pecho.


Después de varios minutos Paula logró calmarse y se excusó por haberse puesto de esa manera, en realidad sentía que había exagerado, pero su preocupación por lo que pudo haberle sucedido a Pedro la llevó a hacerlo, ni ella misma comprendía por qué ese temor, pero allí estaba latente y obviarlo era imposible. Igual le pidió que continuara con la historia y él aunque renuente terminó por hacerlo, sentados y manteniendo aun el abrazo.


—Logré decirle a mi hermano donde me encontraba y lo que había hecho antes de desmayarme… después de eso no supe nada, desperté dos días después en mi antigua habitación en la casa de mis padres, sentía que me había pasado una estampida de caballos por encima, la cabeza me iba a estallar y apenas podía mantener los ojos abiertos. Cuando lo hice pude ver a mis padres junto a Lisandro, todos se encontraban allí, Alicia había viajado por una actividad del colegio a las ruinas de Pompeya y afortunadamente no se dio cuenta de lo ocurrido —se detuvo para pasar el nudo en su garganta y después de un suspiro pesado siguió—. La cara de decepción y dolor de mis padres será algo que jamás podré olvidar... yo era su mayor orgullo Paula, mi madre me adoraba… y para nadie era secreto que yo era su preferido, igual mi padre también se sentía satisfecho del “gran” hombre que era su hijo.


La voz se le quebró de nuevo y las lágrimas anegaron sus ojos, sentía que la misma vergüenza y el dolor regresaban a él, la furia por haberles fallado a todos, de nuevo esas ganas de desaparecer y escapar de su realidad lo torturaban. Sintió que ella le acariciaba el rostro, se tensó primero pues no deseaba inspirar lástima pero después apoyó su mejilla y besó la palma de la mano de Paula, ella le daba ese toque que tanta falta le hizo en aquella ocasión, pero que no podía exigir a ninguno de los allí presentes, porque no merecía nada de ellos. Luchó contra un sollozo y siguió desahogándose.


—Sé que darse cuenta de que todo lo que les mostré no fue más que una maldita mentira, los destrozó… y fui tan miserable que en lugar de aceptar mi responsabilidad y que la situación se me había escapado de las manos, me hice el indignado cuando me reprocharon mi manera de proceder… les exigí que no se metieran en mi vida, incluso a mi hermano que me había salvado le dije que no se inmiscuyera —mencionó apenado esquivando la mirada de ella.


—¿Cómo reaccionaron ellos? —preguntó aun entumecida por el episodio anterior, pero el reclamo hacia él, estaba implícito en su voz.


—Como era de esperarse, los reproches me llovieron encima, mi madre intentaba entender lo que había sucedido, aun no podía creer que yo me hubiera convertido en eso que era, la decepción de mi padre era mucho mayor… y apenas me dirigía la palabra, él más espontáneo de todos fue Lisandro… él incluso me dio dos buenos y merecidos golpes para hacerme reaccionar. “Le importaba una mierda si me dañaba la cara” me dijo cuándo quedé tirado en el suelo, y me aseguró que nunca más volvería a pisar un maldito set de grabaciones… culpaba de todo a mi carrera.
Después me enteré que tenía motivos más que suficientes para hacerlo; yo fui un completo imbécil, mientras mi manager me llenaba de porquerías para mantenerme entretenido y haciendo dinero, él se llenaba los bolsillos a mi costa, llevaba unos tres años robándome —mencionaba y estaba por seguir pero ella lo interrumpió.


—¡Era un maldito bastardo! —exclamó furiosa—. Perdón… no suelo decir cosas así y menos de personas que no conozco, pero desde el mismo momento en el cual te alcahueteo para que iniciaras con los ansiolíticos comenzó a desagradarme… no entiendo cómo pudo traicionarte de esa manera, sé que el dinero no es amigo de nadie y que todo el mundo corre el riesgo de ser estafado, pero él era tu amigo, por lo que puedo ver de su relación lo trababas como a un hermano… en verdad es un miserable ¡ya lo detesto! —agregó sintiéndose furiosa.


—No te disculpes Paula, créeme yo siento cosas peores, el muy maldito intentó hasta chantajear a mi familia y amenazó con enviar a la cárcel a Lisandro por la golpiza que le propinó… una que con gusto le hubiera dado yo si el muy cobarde no se hubiera escapado antes. Un gran amigo de la familia, casi un padre para mí, fue él que se dio cuenta del desfalco, había empezado a investigar las cuentas por pedido de Lisandro, él también había formado parte del mundo del espectáculo, pero después de la muerte de su mujer se había alejado, igual seguía teniendo muchos
contactos y éstos lo llevaron a descubrirlo todo. Se encontraba precisamente reunido con Lisandro informándole lo que había descubierto cuando yo lo llamé, así que Stefano se había ganado esa golpiza con creces y no sólo por lo que ocurrió esa noche… —se detuvo, liberó un suspiro cargado de cansancio y cerró los ojos un instante.


—¿Qué sucedió con Giovanna? Ella se encontraba mucho peor que tú — preguntó Paula temerosa ante la respuesta que él pudiera darle, pero mantuvo su mirada en Pedro.


—Gracias a Dios nada grave… bueno si se vio muy mal, estuvo en coma una semana y su padre juraba que iba a matarnos a todos, cosa que no me hubiera extrañado, es uno de los empresarios y mafiosos más poderosos de toda Italia… adora a su hija y aunque a mí también me apreciaba lo que habíamos hecho era imperdonable. Fue casi un milagro mantener todo oculto de los medios, incluso ahora temo que alguien hablé y todo termine saliendo a la luz… mi carrera se acabaría en cuestión de horas —esbozó su mayor miedo.


—No creo que algo así suceda, además tú me has dicho que confías en las personas que estaban contigo esa noche… aunque está el desgraciado de tu ex manager —pronunció angustiada también.


—Él es quien menos me preocupa, mi familia llegó al acuerdo de no denunciarlo por el robo que me había hecho siempre que devolviera el dinero y firmara un contrato donde se comprometía a guardar silencio… el dinero no pudieron recuperarlo del todo, pero al menos el imbécil firmó y se largó pues sobre él también pesaban las amenazas del padre de Giovanna —contestó, su rostro reflejaba un gesto de cansancio, pero por dentro se sentía muy liviano—. Ella despertó y dos semanas después se encontraba recuperada… al menos lucía mejor que yo, terminó por convencerme que lo mejor era alejarme de todo y tomar algunas de las opciones que mis padres me presentaban o si no ella me patearía hasta convencerme… no dudo que lo hiciera así que acepté. Mientras ella se fue a Suecia con Alexia, yo me interné en ese asilo de ancianos que era la villa de los Codazzi —esbozó sin darse cuenta de lo peyorativo de sus palabras.


—Bueno, supongo que como castigo es algo que te tienes merecido, así que no me conmueve en lo más mínimo… yo te hubiera mandado a algún convento franciscano —señaló mirándolo con reproche y no se preocupó por disimularlo.


—En un principio era una tortura Paula no te voy a mentir, sentía que de verdad iba a volverme loco, que no cumpliría con lo que me había propuesto… la verdad es que debo confesar que sin tu ayuda, sin tu amistad y todo lo que hemos compartido para mí hubiera sido imposible continuar… te debo mucho Paula Chaves —dijo envolviéndola en sus brazos.


Ella intentó mostrarse imperturbable ante las palabras de él, pero no pudo hacerlo por mucho tiempo, no cuando Pedro pegó la frente a la suya y atrapó con esa mirada azul, brillante e intensa la de ella. Paula se sumergió en ese mar hermoso y profundo, ése que se le mostraba tan cálido que se encontró deseando quedarse allí de nuevo, por lo que le restaba de vida.









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