jueves, 24 de diciembre de 2015
CAPITULO ESPECIAL 6
Casi a las tres de la mañana sus cuerpos se encontraban completamente satisfechos y desmadejados sobre el colchón sin sábanas, las mismas habían ido a parar al suelo ante los movimientos de los esposos, quienes habían hecho el amor con una amplia variedad de posiciones. Paula sentía los párpados muy pesados, así como su cuerpo que le estaba pasando cuenta por el ejercicio realizado.
—Voy a buscar unas sábanas —murmuró rodando para quedar de costado e intentar levantarse.
—No hace falta… podemos dormir así —esbozó Pedro quien ya tenía los ojos cerrados y solo se acomodó una almohada bajo la cabeza.
Paula soltó una carcajada al verlo tan cómodo y completamente desnudo en medio de la cama, con el cabello revuelto y una sonrisa de satisfacción en los labios que la hizo sentir inmensamente feliz, se acercó para darle un suave beso sintiéndose tentada a hacer lo que él le pedía pero al ver el desorden de cobijas en el piso y que a lo mejor sus hijos llegaría temprano para despertarlos, se alejó de él.
—Solo me tomará unos minutos.
Pedro asintió moviendo la cabeza sin abrir los ojos y se acomodó dispuesto a conservar su postura, se sentía cansado incluso hasta para pensar en ponerse de pie.
Paula recogió las sábanas del suelo que estaban húmedas por el agua que escurrían sus cabellos cuando se acostaron y por el sudor que brotó de sus pieles durante el acto sexual.
Las dejó en el cesto de la ropa sucia y después regresó con limpias para hacer la cama, se encontró a su esposo profundamente dormido y emprendió la titánica labor de vestir la cama sin despertarlo.
—Pedro… necesito que te ruedes un poco por favor —pidió después de sus varios intentos de moverlo ella.
—¿Qué? —preguntó en medio del sueño.
—Amor… muévete al otro lado.
—Ok —dijo girando su cuerpo hacía ella y le rodeó la cintura con un brazo.
—Pedro, ¡así no! Es al otro —se quejó en medio de la risa que le provocó el par de besos que le dio en el vientre.
Él abrió los ojos mirándola desconcertado y al ver la hermosa sonrisa que Paula le entregaba respondió de igual
manera, paseó su mirada por la cama comprendiendo lo que intentaba hacer, así que se puso de pie para que le resultara más sencillo y se concentró en no perder el equilibrio y terminar dormido en la alfombra.
—Gracias.
Ella le dio un beso en los labios y con rapidez se dispuso a continuar con su tarea, no podía evitar sonreír al ver cómo su adorable esposo se tambaleaba intentando no dormirse de pie, en ese instante se veía como un niño pequeño que es levantado para ir a la escuela, claro concentrándose solo en su rostro, porque si se enfocaba en su cuerpo desnudo, éste lo mostraba como un hombre en todo el sentido de la palabra.
—Listo, ahora sí… ven a dormir —pidió tendiéndole la mano mientras le sonreía.
Pedro no tardó un segundo en recibirla y dejó caer su cuerpo pesadamente en el colchón, sintió a Paula cubrirlo con las sábanas para después acostarse de espaldas a él. Deslizó su brazo por la cintura de ella para pegarla a su cuerpo al tiempo que también enredaba sus piernas en las de ella y hundía su rostro en el espeso cabello castaño que seguía conservando ese dulce aroma a flores que era su favorito en el mundo.
A la mañana siguiente la primera en despertar fue Paula, una sonrisa afloró en sus labios antes que sus párpados se abrieran y sus ojos se deleitaran con la imagen de su esposo. Él seguía durmiendo y su semblante mostraba una felicidad que le hinchó el pecho de orgullo, sentía cómo la alegría revoloteaba en su interior y su corazón latía mucho más rápido.
Se movió despacio para no despertarlo y el roce de sus pieles desnudas la hizo suspirar, cerró los ojos de nuevo apoyando su mejilla en el pecho de Pedro, dejándose envolver por la calidez y el aroma que la piel de él le brindaba. Escuchó ruidos fuera de la habitación y abrió los ojos de nuevo para buscar el reloj colgado en la pared, marcaba las nueve y cuarenta de la mañana, le dio un par de besos a Pedro en el cuello para después intentar liberarse del enredo de piernas y brazos.
—¿A dónde vas?
La voz de su esposo la hizo sobresaltarse y al instante le entregó una sonrisa hermosa mientras le rozaba los labios con besos suaves que lo fueron sacando del sueño. Lo vio abrir los párpados y esos hermosos zafiros que escondían se fijaron en ella llenándola de felicidad.
—Los niños ya despertaron —contestó intentando incorporarse una vez más.
—¿Por qué despiertan tan temprano? Hoy es domingo —su voz mostraba la ronquera característica de las mañanas.
—No es temprano, van a ser las diez Pedro…
—A su edad yo me levantaba al mediodía, las diez de la mañana un domingo es como decir las cinco de la madrugada —indicó parpadeando para ajustar su mirada a la luz que entraba por las cortinas que habían quedado abiertas la noche antes.
—Seguro quieren desayunar… yo me encargaré de ello, tú puedes seguir descansando, seguro que estás agotado.
Paula sabía que atender a sus hijos era su responsabilidad los fines de semana, era un tiempo que le dedicaba a ellos por completo y casi siempre seguía su rutina; además, lo disfrutaba mucho pues entre la escuela y los cursos que hacían los niños y sus obligaciones como escritora, le quedaba muy poco tiempo para compartir con ellos en días de semana. Se incorporó mostrándole su cuerpo desnudo a Pedro y estaba por salir de la cama cuando él la detuvo.
No le dio tiempo a su esposa de protestar, la tomó por la cintura y la tumbó de nuevo en la cama para cubrirla con su cuerpo, había despertado con una leve erección que ganó mayor rigidez ante la imagen de su esposa y al escuchar ese gemido que ella le regaló a sus oídos supo que no la dejaría salir de esa cama ilesa, deseaba empezar el día haciéndole el amor.
—Pedro… —quiso protestar pero no podía resistirse a los encantos de su esposo, temblaba ante cada roce y beso que le brindaba, buscó la mirada azul para decir algo.
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