jueves, 24 de diciembre de 2015
CAPITULO ESPECIAL 4
Paula llevaba un par de semanas sintiéndose extraña, había dejado de cuidarse para poder salir embarazada y sabía que eso era cuestión de tiempo, el síntoma más distintivo era la falta de su período y ya lo estaba experimentando, llevaba solo cuatro días de demora, seguramente la ginecóloga le diría que no era nada pero ella era un reloj, nunca se atrasaba más de dos. No le había mencionado nada a Pedro para no crear falsas esperanzas en él, quería tener la certeza de que estaba embarazada o al menos algo más concreto para poder comunicárselo.
La cita con su nueva ginecóloga era dentro de una semana y aunque nunca había sido una mujer impaciente, comenzaba a sentir que no podía esperar más, o le hablaba a Pedro sobre sus sospechas o buscaba la manera de saber a ciencia cierta si estaba embarazada; de lo contrario, terminaría loca.
Se encontraba dentro de su auto, estacionado a pocos metros de donde quedaba una farmacia, sus dedos tamborileaban sobre el volante y sus dientes ejercían una constante tortura sobre su labio inferior mientras miraba el local. Sabía que se arriesgaba a desatar una ola de rumores si entraba allí para comprar una prueba de embarazo, que por ese mismo motivo no visitó ninguna clínica donde le hicieran uno de esos análisis exprés e insistió en esperar para ver a una doctora que le inspirara confianza.
—Paula decídete de una vez, ¿vas a entrar o no? —se cuestionó en voz alta y respiró profundamente para alejar los nervios. En ese instante el repique de su móvil la hizo sobresaltarse, era la melodía que identificaba a Pedro—. ¡Hola! —lo saludó luchando por parecer casual.
—¿Dónde estás preciosa?
—Eh… comprando unos dulces que me provocaron, en unos minutos estoy en la casa, ¿cómo te fue? —preguntó y tragó en seco para pasar el nudo en su garganta.
—Bien… lo mismo de siempre, todos me dicen que debo aprovechar el momento de fama que tengo por el papel de Franco y que estoy loco por querer tomarme un año sabático.
—¿Qué les respondiste? —le interesaba ese tema.
—Que nada me haría cambiar de parecer, es una decisión tomada, quiero darme este año para vivirlo plenamente contigo.
—Gracias —Paula dejó ver una sonrisa que iluminó su mirada y en un movimiento espontáneo se llevó una mano al vientre—. ¿Vas a preparar algo para comer o deseas que lleve?
—Haré risotto, puedes traer el postre… de preferencia algo húmedo o cremoso.
Paula sintió que la piel se le encendía al escuchar esas dos palabras en la voz de Pedro, él hacía que algo tan común como pedir un postre resultara erótico y sensual.
—¿Chocolate? —preguntó emulando el tono suave de él.
Su esposo liberó una carcajada que llenó de cosquillas su estómago, se mordió el labio inferior mientras sonreía y sentía cómo él desataba el deseo en su interior solo con hablarle o reír de esa manera que ella adoraba.
—La espero señora Alfonso.
—En breve estaré contigo y te envío muchos besos para que no me extrañes demasiado —dijo antes de lanzarle una lluvia a su esposo y al escucharlo reír de nuevo ella también lo hizo.
Colgó manteniendo en su semblante esa felicidad que Pedro le inspiraba, su mirada se topó de nuevo con el establecimiento y armándose de valor bajó del auto, caminó con rapidez para evitar que las personas se fijaran mucho en ella. Desde que se convirtió en la nueva señora Alfonso los periodistas de farándula la habían hecho su blanco allí en Roma, no podía salir de su casa y exponerse mucho porque a donde volteaba encontraba a varios que luchaban por tener alguna imagen suya y cuando salía con Pedro era mucho peor.
Entró y fue directo al último pasillo de la tienda, por fortuna solo habían cuatro clientes y dos vendedoras, buscó con la mirada los letreros que el indicaban dónde se encontraba lo que necesitaba, caminó de manera casual tomando al azar algunas cosas para disimular y cuando llegó hasta el estante donde estaban las pruebas de embarazo entró en pánico.
Había decenas de ellas en cajas rosadas, azules, blancas, rojas y ella no lograba distinguir ni siquiera el laboratorio que las producía para escoger uno confiable. Escuchó que alguien se acercaba y tomó una de las que tenía frente a ella, la cubrió con las demás cosas que llevaba y caminó de prisa hasta la caja.
—Salve, bonna será —saludó en italiano.
—Bonna será signora.
La mujer elevó la mirada después de que Paula dejó todo en el mostrador y le dedicó una sonrisa al notarla nerviosa, todas las chicas que escogían una prueba de embarazo lucían así
No tardó diez segundos en reconocerla y su rostro se iluminó, aunque su local quedaba en una zona de turistas, no esperó que la escritora fuera una de sus clientas, aprovechó de inmediato para hacer uso de su inglés estudiado en Londres.
—¿Desea algo más señora Alfonso? —preguntó sonriendo con amabilidad mientras empacaba todo.
—No… no, nada más, solo eso gracias —respondió Paula con rapidez, los nervios se habían triplicado en su interior al verse descubierta por la vendedora, dejó escapar un suspiro porque ya no tenía caso que siguiera tratando de mantenerse en el anonimato—. En realidad, sí necesitaría de su ayuda… vine por una prueba de embarazo y no sé si la que escogí sea efectiva, es que ha pasado poco tiempo… —explicaba de manera nerviosa.
—¿Tiene retraso? —hizo la pregunta de rutina, al verla asentir continuó—. ¿Cuánto?
—Cuatro días… pero yo soy muy puntual —enfatizó sus palabras moviendo la cabeza de manera afirmativa.
—En ese caso necesita una prueba de mayor precisión, espere un momento, yo iré por ella —dijo condoliéndose al verla tan tensa, en ese instante no se parecía en nada a la escritora súper ventas casada con el actor más famoso de Italia, sino a una chica como cualquier otra—. Esta es la mejor, es digital y le dirá incluso cuántas semanas de gestación tiene.
—Muchas gracias —pronunció Paula, la sonrisa en sus labios mostraba el alivio y la felicidad que la recorría, le echó un vistazo a la caja celeste y blanca donde resaltaba en azul la palabra Clearblue.
—De nada —contestó la mujer facturando la prueba, puso todo dentro de una bolsa y le hizo entrega de ésta—. Espero que el resultado sea positivo —comentó sonriendo, la ansiedad en la americana le indicaba que ese era su deseo.
—Yo también lo espero. Gracias de nuevo, que tenga feliz noche —dijo y se dio media vuelta para salir del local.
Se sentía tan feliz que no le hizo caso a las miradas curiosas que la siguieron hasta que subió a su auto, dejó con cuidado la bolsa en el asiento del copiloto y se puso en camino a su pastelería favorita allí en Roma.
Antes de entrar a su casa guardó la prueba en su bolso, pues se había propuesto mantener todo en secreto, intentó actuar de manera normal durante la cena e incluso hizo el amor esa noche con Pedro, asegurándose antes que eso no interfiriera en el resultado claro está. Concilió el sueño ya entrada la madrugada, pues no dejaba de pensar en lo que le saldría en la prueba y cuando despertó en medio de besos y caricias de su esposo casi lo obligó a dejar la habitación diciéndole que se moría de hambre, necesitaba que él la dejara sola al menos diez minutos.
Paula lo sintió entrar al baño y prepararse para empezar el día mientras ella fingía que seguía durmiendo y aguantaba las ganas de orinar, al sentir que abandonaba la habitación se levantó con rapidez y buscó la prueba dentro de su bolso, releyó unas cinco veces las instrucciones y comenzó el proceso que a simple vista era muy sencillo.
—Ok… aquí vamos —esbozó dejando con cuidado la prueba sobre el lavamanos como indicaba el folleto.
La ansiedad estaba haciendo estragos en ella, el tiempo parecía no avanzar, así que decidió lavarse los dientes y la cara mientras esperaba. Le extrañó escuchar el timbre así que buscó el reloj, marcaba cinco para las diez de la mañana, se sorprendió al ver cuánto habían dormido.
Tomó la prueba y frunció los labios pues aún no mostraba resultado pero eso cambió al segundo siguiente, una sola palabra y su mundo se tambaleó por completo, se sentó con cuidado en el bidé mientras su mano trémula sostenía el dispositivo y sus ojos estaban a punto de salirse de sus órbitas.
—Paula.
Escuchó la voz de Pedro que la llamaba desde el piso inferior y eso la sacó del trance donde se encontraba, se puso de pie con rapidez y sin siquiera preocuparse por vestirse bajó con la bata de felpa rosada que se había puesto.
—¡Pedro! ¡Pedro! —gritaba emocionada bajando las escaleras llevando la prueba en su mano.
—¿Qué ocurre amor? —preguntó preocupado y caminó de prisa para saber lo que sucedía.
Paula se quedó sin voz en ese instante, solo conseguía mirarlo a los ojos y separar sus labios pero ningún sonido salía de su boca, estaba temblando entera e incluso podía sentir la cabeza algo turbada.
Los padres de Pedro habían llegado para pasar esa mañana con ellos, pues partirían en la tarde a un crucero por el mediterráneo, la primera en percatarse de lo que ocurría fue Amelia al ver la prueba de embarazo en la mano de Paula, dejó escapar una exclamación de felicidad y se llevó las manos a la boca al tiempo que sus hermosos ojos grises se llenaban de lágrimas, caminó despacio hacia su nuera.
Paula comprendió que Amelia ya había descubierto lo que ocurría y asintió con la cabeza respondiendo a la pregunta en la mirada de su suegra, quien de inmediato corrió hasta ella y la abrazó con fuerza para después darle un beso en la mejilla.
—¿Alguien puede explicarnos qué sucede? —preguntó Fernando observando la escena con desconcierto.
—Vamos a ser abuelos —respondió Amelia mostrando una amplia sonrisa y las lágrimas bajaban con sus mejillas.
—¡¿Qué?!
Preguntaron los dos hombres Alfonso al mismo tiempo, Pedro buscó la mirada de Paula de inmediato y vio en ese par de ojos miel y brillantes la certeza, fue su turno para sentirse mareado así que lo primero que hizo fue acunar en sus manos el rostro de Paula para verla a los ojos.
—Me acabo de hacer una prueba… y dice que estoy embarazada —mencionó ella recuperando su voz, su mirada bajó para ver el dispositivo que ahora marcaba unos números junto a la palabra—. Y tengo de dos a tres semanas —expresó con una mezcla de timidez, emoción, miedo y otros muchos sentimientos revoloteando dentro de ella.
Pedro cerró los ojos pegando su frente a la de Paula, pues sentía que el mundo había comenzado a girar más rápido, sus rodillas temblaban, en realidad todo él temblaba. Dejó escapar el aire que estaba conteniendo y abrió los ojos de nuevo, con ellos colmados de lágrimas atrapó los labios de Paula en un beso cargado de amor, devoción y ternura, olvidándose de sus padres, del mundo entero, para él no existía nadie más en ese lugar que Paula… y su hijo.
El pensamiento hizo que su pecho estallara de felicidad, deslizó sus manos por la espalda de Paula y la amarró a él
con fuerza, quería agradecerle con gestos eso que le estaba dando, pues dudaba que existieran las palabras para hacerlo. La falta de aire los hizo separar sus labios pero no sus cuerpos, seguían abrazados como si desearan fundirse.
—Te amo —consiguió decir Pedro cuando recuperó la voz y una vez más la besaba.
Paula sentía las lágrimas bajar cálidas por sus mejillas al tiempo que ese beso que Pedro le brindaba la hacía sentir en las nubes, se sujetaba a él con fuerza para calmar el temblor que la recorría de pies a cabeza y después de un minuto, el beso fue menguando, quedando solo en toques de labios.
—Yo también te amo… te amo tanto Pedro —expresó ahogándose en los hermosos ojos azules de su esposo, los que se desbordaban en llanto.
Él se separó un poco de ella y tomó la prueba de embarazo para verla, le daba más valor a las palabras de Paula pero también necesitaba comprobar que no estaba soñando. Tal como ella le dijo el dispositivo le anunciaba que sería padre y que ya su hijo tenía algunas semanas de vida, la sonrisa en sus labios se hizo más amplia y le envolvió los hombros a Paula para pegarla a su cuerpo mientras le daba besos en la mejilla.
Ella hundió su rostro en el cuello cálido de su esposo para ahogar allí los sollozos que de un momento a otro salieron de sus labios, no podía controlarlos así como tampoco los estremecimientos que embargaban su cuerpo, se aferró con los brazos a la cintura de Pedro.
—¡Hey, preciosa! ¿Por qué lloras Paula? —se movió para buscar los ojos marrones y descubrir la razón de ese llanto.
—No lo sé… no sé…Pedro voy a ser mamá y no tengo ni idea de cómo actuar, no sé si seré buena o muy estricta, si sabré cómo alimentarlo, qué decirle cuando necesite respuestas… no sé nada —esbozó todas esas dudas que la asaltaron de repente, llenándola de pánico.
—Paula… yo tampoco sé nada de eso, lo único que sé es que voy a adorar a nuestro hijo y que lucharé cada día por ser mejor persona por él… mi vida, mírame —pidió sosteniéndole el rostro entre las manos—. Vas a ser una madre extraordinaria Paula, él o ella te va a amar profundamente… estoy seguro de ello preciosa —pronunció mientras le secaba las lágrimas.
—Prométeme que me ayudarás a darle todo lo que necesite, a que tenga una vida maravillosa —dijo intentando controlar sus sollozos y lo miraba fijamente a los ojos.
—Estaré para ustedes siempre y tú debes prometerme lo mismo Paula, debes ayudarme a ser el padre que nuestro hijo necesite… —su voz se quebró y su sonrisa se hizo más efusiva cuando la vio a ella sonreír también mientras asentía—. Entonces lo haremos bien, puedes jurar que lo haremos bien preciosa —sentenció tomándola en brazos y caminó con ella hasta el sofá para tomar asiento poniéndola en sus piernas.
Paula se acurrucó contra él sintiendo que su cuerpo era demasiado pequeño para la felicidad que la embargaba, entrelazó sus dedos a los de Pedro cuando él posó la mano sobre su vientre que no mostraba señas del embarazo aún.
Se quedaron mirándose a los ojos sin necesidad de decir nada más, sus gestos y sus miradas hablaban por ellos; después de varios minutos fueron conscientes de la presencia de Amelia y Fernando, quienes los observaban con lágrimas en los ojos, Pedro una vez más comenzó a llorar cuando ellos se acercaron para felicitarlo y terminaron formando un abrazo de cinco pues desde ese instante Franco fue parte de la familia.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario