martes, 15 de septiembre de 2015

CAPITULO 220




Regresaron a la villa cuando la noche ya caía, el cielo pintado de hermosos tonos dorados, rojos y violetas, donde diminutos puntos brillantes comenzaban a destellar cubriéndolos, mientras la suave y fría brisa de esa noche de principio de otoño rozaba sus pieles. La felicidad era algo que no podían ni querían disimular y el final que Paula escribiera para su libro, había terminado palideciendo ante ese que ellos habían creado ese día, ese que más que un final era el inicio de una vida juntos.


Las casas parecían solitarias sin la presencia del equipo de producción, pero ellos sabían que no lo estaban, los autos de la familia de Pedro se mantenían, también estaba el jeep de Marcello, incluso había otro auto que no reconocieron y eso despertó la curiosidad en ambos.


—¡Hasta que por fin llegan! —mencionó Lisandro en cuanto los vio entrar por la puerta, mientras intentaba no sonreír, pero era muy mal actor—. Paula tienes una visita —agregó mirando a su cuñada con diversión al verla sonrojarse.


—¿Quién? —preguntó desconcertada y se tensó, la última vez que le dijeron eso su mundo se puso de cabeza.


—¡Yo! —esbozó Nicolas saliendo de la cocina.


Apenas llevaba dos horas en el lugar y Diana no lo había dejado bajar muy bien del auto cuando empezó a contarle todo lo que había sucedido, por supuesto se sintió feliz de inmediato por Paula, pero los celos de hermano se hicieron presentes cuando veía que pasaban las horas y no regresaban. Pero su novia consiguió la manera de relajarlo escapándose con él hasta la cocina, al menos contaba con la ventaja que no sería el único en hacer un anuncio, pues hasta el momento Jaqueline no les había contado a nadie de su relación, querían hablarlo primero y ver en qué términos quedaban para hacerlo, su mujer siempre tan práctica.


—¿Nico? —preguntó desconcertada y como si hubiera sido golpeada por la realidad habló de nuevo—¡Nico! —exclamó corriendo hacia él.


Su hermano le dio uno de esos abrazos que le hacían doler el cuerpo, pero que ella adoraba.


Mientras él la elevaba del suelo, ella le daba besos en las mejillas sosteniéndose con sus brazos del poderoso cuello, sabía que con tanto músculo tendría el peso de una pluma para Nicolas.


—Me has tenido horas aquí esperándote Paula Chaves… a ver ¿con qué derecho ese hombre te monta sobre su caballo y te lleva a quién sabe dónde, a hacer quién…? Bueno eso no tienes que responderlo… pero ¿no y que era solo tu vecino? —la interrogó fingiéndose serio, pero su mirada tenía ese brillo especial que iluminaba sus ojos verdes.


Paula lo miró perpleja, pues aunque ya sospechaba que Pedro era el famoso vecino que tuvo hacía cuatro años en ese lugar, no pensó que fuese a hablar de ello con tanta certeza. Se quedó muda solo parpadeando mientras buscaba su voz para responderle, pero antes de que pudiera decir nada, Pedro habló por ella.


—¿Puedo responder yo? —preguntó él tratando de mostrarse serio, pero la actitud de su novia le causaba mucha gracia, en verdad parecía que Nicolas fuera el hermano mayor.


—Hazlo, pero piensa bien lo que vas a decir en tu defensa, porque de ello depende que salves el pellejo —contestó mirándolo fijamente.


—Siempre fui más que su vecino, fui su amigo, su cómplice… su amante y a partir de esta tarde, su futuro esposo —respondió mirándola a ella mientras le entregaba una hermosa sonrisa.


Todas las mujeres presentes gritaron de felicidad y se dividieron en grupos para felicitarlos, Alicia, Amelia y Vittoria que había llegado esa tarde corrieron hasta Pedro. Mientras que Diana, Kimberly y Jaqueline se acercaron a Paula para envolverla en un abrazo de cuatro, mientras reían y lloraban emocionadas. Los caballeros esperaron su turno para brindarle sus mejores deseos también, Nicolas no pudo seguir fingiéndose serio y ante la sorpresa de muchos le dio un fuerte abrazo a Pedro, pero no lo dejó sentir completamente confiado.


—Tienes que prometer que la harás feliz, que no llorará de nuevo ni sufrirá por tu culpa, o de lo contrario, no habrá un lugar donde te escondas que yo no te encuentre y te reviente el alma a patadas ¿entendido? —preguntó mirándolo a los ojos.


—Voy a amarla como ella se merece Nicolas, te lo prometo —respondió manteniéndole la mirada para que viera que hablaba en serio.


—Te tomo la palabra, bienvenido a la familia —expresó dándole otro abrazo. Su instinto le decía que podía confiar en Pedro Alfonso.


Todas las mujeres se encontraban reunidas en torno a Paula, deseaban conocer en detalle cómo le había propuesto matrimonio Pedro; una exclamación generalizada atrajo la atención de los hombres, que de inmediato se volvieron a mirarlas.


—¡Pedro Alfonso! ¡No le diste un anillo! —le reprochó Jaqueline sin poder creerlo, mientras lo miraba de forma acusadora.


Él se sintió apenado de inmediato al ver el mismo gesto en Diana, Vittoria e incluso en su hermana Alicia, estaba por decir algo cuando Paula salió a su rescate, tal como hiciera él minutos atrás.— Me dio algo mucho mejor que un anillo… me regaló mi paraíso —expresó con una hermosa sonrisa, al ver la mirada de desconcierto se apresuró a aclarar sus palabras—. Pedro compró la villa para que fuera nuestro hogar, no me dio un anillo pero me entregó las escrituras —agregó y su sonrisa se hizo más amplia al ver la sorpresa en la mayoría.


El silencio se apoderó del lugar por varios segundos, mientras cada uno procesaba la magnitud de ese regalo que él le había hecho.


—Igual pienso darte un anillo de compromiso —dijo acercándose y le rodeó la cintura con los brazos al tiempo que la miraba a los ojos—. Cuando regresemos a Roma lo tendrás, pues también deseo que mi departamento allí sea tuyo… en realidad quiero que todo lo mío sea tuyo Paula —
expresó olvidándose de los demás allí presentes.


Se besaron creando su propia burbuja, que los alejaba del exterior, brindándose suaves roces de labios y tiernas caricias, pero su idilio no duró mucho, fue roto por la voz de Nicolas.


—Ya has tenido mucho de ella hoy, así que lo siento mucho cuñado pero te la quito —mencionó cuando se separaron y la jaló hacia él.


Todos comenzaron a reír ante la cara de Pedro, que se mostró como a ese niño que le quitan un dulce y la de Paula que tenía la misma expresión. Había otro anuncio que hacer pero ni Jaqueline ni Nicolas querían robarles el momento, así que decidieron esperar un poco más y se enfrascaron en otras cosas, por ejemplo, la fecha en que se llevaría a cabo la boda y el lugar.


Vittoria deseaba una boda fastuosa y había acordado esperar seis meses para organizarla, pero Paula y Pedro preferían algo más sencillo, además que no soportarían estar más tiempo separados nuevamente. Así que después de compartir una mirada y algunas palabras en susurros les anunciaron a todos su decisión.


—Nos casaremos dentro de dos meses en este lugar —mencionó Paula con emoción.


—Viajaremos la próxima semana hasta Chicago, iré a pedirle la mano de Paula a sus padres y después de eso nos concentraremos en los detalles del matrimonio —mencionó mirándolos.


Ella se tensó un poco al escuchar lo de la petición de su mano, pero la seguridad que vio en la mirada de Pedro la hizo sentir confiada, entrelazó sus dedos a los de él y asintió con la cabeza, con la certeza de que sin importar lo que pasara de allí en adelante, todo saldría bien, porque ellos estarían juntos y eso los hacía invencibles.








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