martes, 15 de septiembre de 2015
EPILOGO 4
Roma, Italia – agosto 2020.
Pedro se encontraba en ese estado en medio del sueño y la realidad, tendido boca abajo en la amplia cama que compartía junto a Paula, sintiendo los suaves y cálidos besos que su mujer le daba en la espalda para despertarlo, una sonrisa afloró en sus labios cuando la sintió subir hasta su hombro y después a su mejilla.
—Feliz cumpleaños —susurró acariciándole la espalda.
Pedro subió el rostro ofreciendo sus labios, para que lo besara, ella no se pudo resistir y terminó haciéndolo, aunque ya tenía otros planes, pero había aprendido junto a él que a veces es bueno romper los patrones. Sin embargo, esa mañana no podía hacerlo.
—Tienes que levantarte y ponerte un pijama… yo iré por los niños —susurró Paula cuando acabó el beso.
—Quédate un rato más y hagamos el amor —pidió él mientras acariciaba la perfecta pierna de Paula, que estaba apoyada sobre su trasero, siempre dormían enredados así.
—¡Pedro! —se quejó parpadeando asombrada—. Anoche apenas me dejaste dormir, ahora mismo tengo que ir a beber una jarra de café para mantenerme en pie —decía cuando él la detuvo.
—Siempre te quejas… pero cada vez que te propongo hacerlo de nuevo, nunca me dices que no —dijo con sorna y abrió los ojos para verla, lucía hermosa como siempre.
—Pues en este instante lo haré… sabes que los niños siempre esperan este día con emoción, así que ponte algo mientras yo los busco —mencionó saliendo de la cama y para hacer que él reaccionara le jaló la sábana, dejando al descubierto ese increíble cuerpo desnudo, que cada día parecía desear más.
Pedro se estiró cuan largo era en la cama, disfrutando de la sonrisa que mostró su esposa cuando lo vio hacerlo, pero igual se le escapó corriendo hasta el baño para no caer en la tentación.
Él se puso de pie y tomó del armario un pantalón de seda azul marino, que era del último pijama que su madre le regaló, había empezado a usarla desde la primera vez que Franco llegó a la habitación llorando porque había tenido una pesadilla y les pidió que lo dejaran dormir allí.
Ser padre había sido una de las experiencias más abrumadoras, agotadoras y maravillosas que había vivido junto a Paula, no dejaba de asombrarse ante el nuevo sentido que había adquirido su mundo desde la llegada de su primer hijo, pensó que con Daphne ya estaría acostumbrado y las sorpresas no serían muchas, pero se equivocó, su hija le demostró que con ella todo sería distinto, era un terremoto en comparación con su hermano mayor.
—¿Listo? —Le preguntó Paula volviéndolo a la realidad.
Lucía hermosa con ese sencillo vestido verde agua y su cabello castaño, que caía suelto sobre los hombros. Su perfecto cuerpo no había cambiado con los embarazos, solo sus caderas que se habían hecho más anchas y sus senos más voluptuosos, pero eso la hacía mucho más atractiva.
—Sí —respondió dándole un beso en los labios.
—Perfecto, ahora denos su mejor actuación señor Alfonso, vaya y hágase el dormido — expresó con una sonrisa.
Él sonrió y se metió a la cama de nuevo. Paula había adoptado por tradición, llegar la mañana de su cumpleaños junto a Franco y Daphne para despertarlo con un pastel, los niños disfrutaban mucho ese momento y ellos como padres también. Cerró los ojos y esperó pacientemente por su familia.
Minutos después los sintió abrir la puerta y hablar en susurros, mientras él tenía que hacer como le dijera Paula, su mejor actuación para fingirse dormido y no sonreír de felicidad.
—Feliz cumpleaños papi, feliz cumpleaños a ti —cantaban los tres acercándose y Paula llevaba el pastel con las treinta y siete velas que lo adornaban.
Habían transcurrido once años desde que ella vivió al lado de su esposo su primer cumpleaños, uno que se había quedado grabado en su memoria, caminó despacio y esbozó una sonrisa al ver que él se removía entre las sábanas, pero no despertaba.
—¡Papi no seas perezoso! ¡Levántate! —exclamó Daphne subiéndose a la cama y comenzó a pegarle con sus manitas en la espalda, buscado atraer la atención de su padre.
—¡Daphne no era así! —le reclamó Franco que era idéntico a Pedro físicamente, pero había heredado el carácter serio de Paula, se acercó para separar a su hermana.
—¡Vengan acá los dos! —los atrapó Pedro girándose para tumbarlos sobre la cama y hacerles cosquillas.
—¡Papi no! ¡Papá! —exclamaban los niños riendo.
—¡Hey, ustedes tres! El pastel se va incendiar si no apagamos rápido las velas —indicó Paula atrayendo la atención de todos.
Pedro se puso de rodillas sobre la cama, esperó a que su esposa y sus hijos le cantaran el cumpleaños de nuevo.
Ellos le recordaron sus deseos, pero viéndolos allí y sintiéndose tan feliz como en ese instante lo era, sentía que ya no tenía nada más que desear, pero pidió lo que se repetían año tras año, tenerlos a ellos siempre.
Paula dejó el pastel con cuidado sobre la cama, la bandeja donde lo llevaba impedía que manchara las sábanas. Se sentó al borde de la cama, sacó un sobre que estaba en la gaveta de su mesa de noche y se apoyó contra el espaldar.
—Tu regalo de cumpleaños —esbozó Paula entregándoselo mientras sonreía—. ¡Ábrelo! — exclamó sintiéndose feliz.
—¡Sí papi! ¡Ábrelo! ¡Ábrelo! —pidieron sus hijos.
Pedro lo hizo lleno de curiosidad, extendió la hoja de papel ante sus ojos y una sola palabra escrita en éste, hizo que su corazón triplicara los latidos, Paula le confirmó lo que allí estaba escrito mientras sonreía asintiendo en silencio, él se acercó a ella para besarla con ternura y amor, agradeciéndole por hacerlo tan inmensamente feliz, los regalos de cumpleaños que le entregaba siempre eran los mejores, no cabía en sí de la felicidad.
—¿Qué es? —preguntó Daphne mirando la hoja, ella aún no sabía leer bien, acababa de cumplir cuatro años.
—Tu mami está esperando un bebé… vas a tener un hermanito —contestó Pedro sentándosela en las piernas.
—¿Otro? —inquirió Franco frunciendo el ceño como hacía su padre cuando algo no le gustaba.
Los esposos rieron y Paula lo tomó por la cintura para cargarlo, aunque estaba próximo a cumplir seis años, para ella seguía siendo su bebe; le cubrió el rostro de besos y le susurró cuánto lo amaba, haciéndolo así para que Daphne que había heredado la personalidad competitiva de ella, no fuera a armar un berrinche.
En la fiesta que se ofreció esa tarde en la casa de los padres de Pedro, todos se mostraron felices ante la llegada de un nuevo miembro a la familia, los nietos a Amelia y Fernando les habían llovido.
Primero fue Tony, el hijo de Lisandro con Vittoria, después llegó Franco llenándolos de felicidad, dos años después cuando llegó Daphne, su hermosa niña que era idéntica a Paula, pero había heredado la desenvoltura de su padre, muchos les hacían broma por ello, sus dos hijos era una combinación de los dos.
Alicia les anunciaba que estaba esperando un bebé junto a Piero, aquel reencuentro en el matrimonio de Pedro y Paula los llevó a retomar su amistad, eso dio paso a una relación de año y medio la cual terminó en casamiento, la pequeña Isabella llegó para llenar ese vacío que le causó tanto daño a su madre.
Pero no solo ellos habían sido bendecidos con nietos, los Chaves también. Lidia y Walter tuvieron su segunda niña a la que bautizaron como Valeria, igual de hermosa que la dulce Emilia quien se sintió feliz de inmediato ante la llegada de su hermana.
Nicolas y Jaqueline también habían sorprendido a todos cuando anunciaron que esperaban un bebé, pero que después de unos meses resultaron ser dos. Aunque ambos habían decidido esperar para casarse, esa noticia y el chantaje por parte de la mamá de ella, los llevó a darse el sí frente a un altar cuando ella tenía ya siete meses de embarazo.
Por su parte Diana, también les había entregado ya una nieta a sus padres y Marcello que apenas podía con la emoción al saber que sería padre, pensó que moriría sin saber lo que sentía vivir una experiencia como esa. Después que se enteró se replanteó muchas otras y el matrimonio fue una de éstas.
Pasó tres meses rogándole a su mujer para que se casaran, pero la naturaleza libre de Diana no era fácil de domar, al final terminó convenciéndola, pero lo hicieron después de que nació la niña, a la que llamó Esmeralda, como él siempre llamaba a Diana.
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