viernes, 11 de septiembre de 2015

CAPITULO 208





Juliana se miraba una vez más en el espejo que cubría toda una pared de su vestidor, mientras sus manos se deslizaban por la suave tela del vestido negro de seda que llevaba puesto esa noche, sin poder evitarlo viajaron a su abdomen acariciándolo mientras sonreía y se puso de lado imaginando
cómo luciría cuando su vientre estuviera de nueve meses.


—Voy a hacer que seas el hombre más feliz del mundo Ignacio… después de esta noche ya no volveremos a separarnos —esbozó con la mirada brillando de emoción, perdiéndose en su imagen y los recuerdos de esa mañana cuando el médico le confirmó que sería madre.


La verdad era algo que no se esperaba, sabía que ellos no habían tomado precauciones esa noche en la oficina y que estuvieron juntos en tres ocasiones más esa misma noche solo se confió en el método anticonceptivo que había estado usando semanas atrás suponiendo que aún no se había vencido. No era una mujer que tuviera una vida sexual muy activa y sus amantes siempre usaban protección, por lo que nunca había tenido problemas, más usaba el parche para prevenir, pero con Ignacio no funcionó y en ese momento se encontraba con ocho semanas de embarazo.


Caminó para entrar al baño donde había dejado la prueba casera, lo primero que indicó su estado, sabía que tal vez Ignacio necesitaba de todo eso para creer que al fin sería padre, lo había deseado por tanto tiempo que estaba segura se pondría pletórico en cuanto lo supiera. Lo guardó en un sobre para entregárselo y también buscó el resultado del análisis de sangre, después se retocó el labial deseando lucir realmente hermosa esa noche, demostrarle a él que podía ser la mujer de sus sueños.


—Señora todo está listo… ¿En verdad desea que me vaya? Puedo quedarme para ayudarla a servir —dijo Nancy en cuando la vio salir.


Ella era la mano derecha de Julianne, una mujer robusta y de color que había estado a su lado desde que su madre muriese hacía mucho tiempo, la misma que había visto el amor desmedido que sentía por Ignacio y que se encontraba feliz por verla al fin junto a él.


—No es necesario en verdad mami, además debes ir a visitar a tus nietos, recuerda que se lo prometiste a Silvya —mencionó sonriendo.


—Pero… ¿Quién te ayudará con todo esto? —inquirió refiriéndose a la cena que había preparado y esperaba para ser servida.


—Ya me las arreglaré, no te preocupes por ello… tómate todo el fin de semana y disfruta de tu familia —indicó acompañándola.


Su hija y quien era una de las pocas amigas que Juliana tenía ya la esperaba en el salón, se abrazaron sonriendo y la rubia estuvo tentada a darle la noticia, pero quería que Ignacio fuera el primero en saberlo, además podía dar por sentado que Nancy no abandonaría la casa si se enteraba, la haría meterse en la cama y pasar los nueve meses allí.


—Disfruta la velada con tu amor —pronunció Silvya sonriendo.


—Ten por seguro que lo haré —indicó despidiéndose de ella mientras la abrazaba, la morena había sido testigo también del amor que sentía por el padre de su hijo y también del sufrimiento al verse desplazada tantas veces, pero eso no sucedería nunca más.


Le dio un beso en la frente a su nana, las abrazó y después las vio alejarse por el elegante pasillo del edificio donde vivía, cerró la puerta tras ella para luego caminar revisando que todo estuviera en orden, puso música para llenar el silencio, odiaba que la casa se sintiera tan silenciosa y vacía, se acercó al inmenso arreglo de rosas blancas, aspiró dejando que su dulce aroma la embriagara mientras esperaba a Ignacio.


Minutos después escuchó el timbre y por instinto buscó el reloj colgado en la pared, dejó ver una sonrisa al comprobar que como siempre él llegaba puntual. Se acomodó el vestido una vez más antes de abrir la puerta, preparando la mejor de sus sonrisas y cuando abrió la puerta se sintió cautivada de inmediato por la imagen de Ignacio, lucía muy guapo esa noche y la sonrisa en sus labios hizo que sus latidos se aceleraran.


—Hola Juli… luces hermosa —dijo entrando y le acarició la cintura mientras buscaba sus labios para darle un beso.


—Hola, pues no soy la única… te ves realmente apuesto —indicó después de un par de toques de labios mientras le acariciaba el pecho.


Cerró la puerta cuando se separaron y caminó junto a él hasta el salón, esperando que el reloj del horno anunciara que ya la ternera estaba lista, lo invitó a sentarse sintiéndose nerviosa de pronto, no sabía si esperar a la cena o decirle todo en ese momento.


—¿Quieres algo de tomar? Tengo vino, whisky, vodka… —dijo alejándose de él para ir hasta el elegante y minimalista bar ubicado en un rincón del salón, necesitaba calmarse o arruinaría la sorpresa.


—Tranquila, no hace falta que te molestes… puedo esperar hasta la cena, mejor ven tengo algo que contarte —le pidió con una sonrisa.


Ignacio tenía muchos días dándole vueltas a una idea en su cabeza, se sentía muy bien junto a Juliana pero sentía que aún necesitaba cerrar algunos asuntos pendientes en su vida. El principal de ellos su relación con Paula, no había terminado con ella como debía.


Esa discusión no significaba que pudiera dar por finalizada su relación, pues aunque no quisiera admitirlo, cuando ella se marchó él mantuvo la esperanza de recuperarla a su regreso. A esas alturas sabía que eso era imposible, ella había hecho pública a través de terceros su separación y a él no le había quedado de otra que admitirlo, además los rumores de su relación con Pedro Alfonso habían aumentado en los últimos meses.


Sin embargo, los posteriores acontecimientos lo obligaban a tomar decisiones, deseaba entablar una relación formal con Juliana, eso era lo primordial en ese momento, pero necesita ser sincero con ella y consigo, le urgía ver a Paula de nuevo para comprobar que ya no seguía estando enamorado de su ex pareja, y que sus deseos de estar con Juliana no eran por simple despecho, si quería brindarle a su amiga y amante la estabilidad que merecía debía hacerlo.


Ella caminó hasta él mostrando una sonrisa de alivio, podía distraerse con esa conversación casual que deseaba Ignacio, seguramente sobre algunos de los proyectos que tenían para el último trimestre al año, o quizás algo relacionado con ese viaje que descubrió había estado organizando, aunque todavía no sabía a dónde la llevaría y tampoco quería enterarse por nadie más que él cuando le diese la sorpresa.


—Me estoy muriendo de la curiosidad, a ver dime… ¿Qué es eso que tienes que contarme? — preguntó con una sonrisa, mientras se sentaba a su lado, mirándolo a los ojos y le acariciaba el brazo.


—Bueno, lo primero que deseo pedirte es que… —se detuvo tomándole las manos, necesitaba saber que no la perdería, tomó aire para llenarse de valor y habló fijando su mirada en los ojos azules—. Juli quiero que sepas que voy a hacer esto por los dos, porque siento que es necesario para que podamos continuar sin fantasmas ni dudas —indicó.


—Bien, te escucho Ignacio —acotó instándolo a continuar, aunque sentía que un peso se había alojado en su estómago.


—He estado pensando en nosotros… y en lo que quiero hacer de ahora en adelante, organizarme. Ya sabes el caos que ha sido mi vida los últimos meses… —decía cuando ella lo detuvo.


—¿El caos? —le cuestionó sorprendida—. Pensaba que te sentías, no sé… bien con nuestra relación, nunca imaginé que vieras esto como un caos —señaló manteniéndole la mirada.


—No hablo de nuestra relación Juliana… sino de todo en general, los últimos meses junto a ti han sido maravillosos.


—¿Pero? Tiene que existir un pero para que hayas decidido hablar de esto ahora… ¿Qué sucede Ignacio? —inquirió sintiendo cómo la molestia que le provocaba su actitud comenzaba a recorrer su cuerpo.


Él la miró un instante sintiendo que los latidos de su corazón aumentaban y la ansiedad estaba haciendo girones su interior, respiró profundamente consciente que no podía seguir dilatando esa situación.


—Voy a viajar dentro de unos días a Italia —soltó sin más rodeos.


Juliana se quedó mirándolo en silencio, sin poder entender o negándose a comprender lo que él le decía, sus pupilas se movían de un lado a otro intentando descubrir en la mirada de Ignacio que eso no era real, que no estaba sucediendo otra vez, sintió sus ojos inundarse en lágrimas y el corazón
presionado en un puño.


—¿Vas a buscar a Paula Chaves? —preguntó lo que era evidente, pero necesitaba que él se lo confirmarse.


—Sí… necesito verla y hablar con ella para… —se detuvo al ver que Juliana se ponía de pie y caminaba dándole la espalda, se levantó también para evitar que se alejara de él—. Juli por favor, necesito que me comprendas y me apoyes en esto.


—¿Apoyarte? ¿Tú quieres que yo te apoye en tus malditos planes de viajar a Italia para recuperarla? —inquirió completamente asombrada, acortó la distancia entre el salón y la puerta, la abrió de un jalón—Ignacio lárgate de mi casa, no quiero volver a verte en mi vida… eres un miserable ¿qué carajos crees que soy? ¡Lárgate! —le gritó mirándolo y la furia cabalgaba dentro de ella.


—Por favor Juliana no te pongas así… déjame explicarte, yo no voy a Italia con la intención de recuperar a Paula, solo necesito verla para comprobar… —una vez más ella lo detenía.


—¿Qué no estás enamorado de ella? ¿Eso es lo que necesitas Ignacio? —preguntó sintiendo más dolor que rabia—. ¿Acaso no es suficiente con saber lo que sientes por mí? ¿O no lo sabes todavía? —ella lanzaba sus preguntas mientras luchaba con el dolor que sentía en el pecho y las lágrimas que pujaban queriendo ser liberadas.


—Yo sé lo que siento por ti… —mencionaba pero no pudo continuar, porque la verdad era que lo que sentía por ella aún lo confundía, no podía asegurar que fuera amor porque eso significaría que no estuvo enamorado de Paula y sabía que eso no era cierto.


No sabía cómo demonios salir de ese estancamiento donde se encontraba, no sabía lo que deseaba y eso era lo que lo torturaba, lo que no lo dejaba en paz, pero no sabía cómo expresarlo sin lastimar a la mujer frente a sus ojos, la misma que lo veía con tanto resentimiento.


—Juliana… estoy confundido, y no quiero mentirte alegando que todo está perfecto porque no es verdad, lo que siento por ti ha existido siempre… lo sabes, pero esta vez quiero hacer las cosas bien, no puedo ni deseo fallar una vez más, no lo soportaría y para eso necesito estar seguro, por favor trata de ponerte en mi lugar un instante e intenta comprenderme —le pidió mirándola a los ojos.


—¿Por qué no lo haces tú conmigo Ignacio? —preguntó dejando libre su llanto mientras sentía que todo el cuerpo le temblaba—. Tú no tienes ni idea de todas las veces que yo me he puesto en tu lugar, no tienes ni una maldita idea de cuánto he sufrido al verte mal porque todas tus relaciones acababan mal… ¿Sabes algo? Me cansé, no pienso seguir haciéndolo, aquí las del problema no son las mujeres que tú buscas, el problema eres tú, tú que no sabes lo que quieres en la vida… que no sabes una mierda —le lanzó a la cara todos sus reproches.


Él sintió cómo cada una de sus palabras lo herían profundamente, pero no podía alegar nada contra las palabras de Juliana, quizás ella tenía razón y él era el del problema, después de todo siempre repetía el mismo patrón, ya no podía soportar un fracaso más. Caminó para acercarse a ella y pedirle perdón por haberla lastimado de nuevo.


—No me toques —gruñó alejándose de la mano de Ignacio que quedó extendida en el aire y lo miró con desprecio, no soportaría su lástima.


—Nunca quise lastimarte —dijo mirándola a los ojos.


—Para no querer lo hiciste muchas veces… vete —indicó sin titubear y mantuvo la puerta abierta, lo quería lejos de su vida.


—Haré esto por los dos Juliana… y solo espero que cuando regrese aún tenga posibilidades de obtener tu perdón —mencionó con tristeza.


—Cuando vuelvas no encontrarás nada —sentenció esquivándole la mirada y tembló controlando los sollozos que le hacían girones la garganta, obligándose a no rogarle nunca más.


—Igual volveré y te buscaré —confirmó él bajo el umbral.


—¡Maldita sea ya lárgate! No te quiero ver más, no te quiero en mi vida… ¡Vete Ignacio! — exclamó empujándolo y después de que lo sacó lanzó la puerta con todas sus fuerzas.


El golpe retumbó en todo el lugar acompañando el torrente de sollozos y lágrimas que liberó, se dejó caer deslizándose por la puerta sintiendo que no podía respirar, él pecho le dolía demasiado y el nudo en su garganta no la dejaba respirar, esa sensación era tan espantosa que pensó moriría allí sola, que el peor de sus miedos se haría realidad.


Pero no estaba sola, ella tenía a su bebé y de inmediato se aferró a él, intentó llenar sus pulmones de aire porque no quería lastimarlo, no quería que él sintiera cuánto estaba sufriendo, se limpió las lágrimas e intentó ponerse de pie y sus piernas temblaban demasiado.


Después de unos minutos consiguió levantarse lentamente y aunque no había logrado dejar de llorar, por lo menos la presión en su pecho había disminuido, caminó hasta el horno que había activado unas tres veces la alarma, se acercó y lo apagó sin detenerse siquiera en sacar la ternera, le daba igual si se calcinaba.


La voz de Taylor Dayne llenaba todo el espacio, mientras cantaba Love will lead you back y de pronto eso la hizo llenarse de rabia de nuevo, pues tantas veces ella había soportado una y otra vez que Ignacio la hiciera a un lado, manteniendo siempre la esperanza que llegaría el día en que descubriera cuánto lo amaba.


—¡Nunca más Ignacio Howard! Nunca más me sentaré a esperarte, ya no existe este amor que te traiga a mí… ya no existe —dijo arrancando el iPod de la consola y lo estrelló contra la pared.


También tomó el florero de cristal con las rosas y lo lanzó estrellándolo contra el piso, necesitaba descargar la ira que la quemaba por dentro, así que tomó cuanto tuvo cerca y comenzó a tirarlo, luchando por olvidar los besos y las caricias que había compartido con él en los últimos meses, queriendo arrancárselos de la piel, de la memoria. Se dejó caer de rodillas una vez más sintiéndose derrotada y solo en ese instante fue consciente del dolor en su vientre que se hacía cada vez más intenso, entró en pánico.


Como pudo buscó el teléfono y con dedos temblorosos marcó para llamar a emergencias, intentando mantenerse calmada como le dijo la operadora, pero era consciente que su bebé corría peligro.








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