domingo, 6 de septiembre de 2015
CAPITULO 193
Se encontraba caminando por una de las tantas zonas del Magnificent Mile cargada de bolsas, se había dedicado toda la mañana a hacer las compras para su viaje a Italia dentro de un mes, aún faltaba mucho pero nunca dejaba nada para última hora, le gustaba tener todo organizado. Su teléfono móvil comenzó a sonar y de inmediato empezó a maniobrar para tratar de sacarlo de su bolso, se detuvo un minuto pasando varias bolsas hasta una de sus manos y en el tercer intento fueron a parar en la acera, miró el caos con frustración doblándose para tomarlas.
—Siempre intentando hacer todo a la vez.
Escuchó la voz de un hombre que reconoció enseguida, sonrió y elevó la mirada manteniendo el gesto, lo vio ponerse de cuclillas junto a ella para recoger las prendas que se había comprado y acertó a tomar el sexy traje de baño blanco con detalles dorados que había adquirido.
—Gracias Nico —esbozó ampliando su sonrisa mientras recibía las bolsas de vuelta ya organizadas.
—Muy bonito —comentó él con esa sonrisa pícara que usaba para sus conquistas, aunque ya sabía que ella no sería una.
—Es para ir a Capri, planeo visitar a tus hermanas dentro de poco en Italia y prometieron llevarme a las hermosas playas del mediterráneo —contestó sin poder contener su emoción.
—Tienes suerte, yo no podré verlas hasta que acaben las grabaciones, mis permisos no durarán tanto como para hacer un viaje a Europa —decía cuando el teléfono de ella comenzó a sonar nuevamente.
—Allí está de nuevo, seguro es mi madre que recogería hoy a Estefania en su clase de danza — mencionó y comenzó a buscarlo maniobrando ante la mirada divertida del hermano de Paula—. ¿Puedes sostenerme las bolsas por favor? —le pidió entregándoselas sin esperar una respuesta.
—Seguro —dijo recibiéndolas y también la ayudó con su bolso.
—Eres un amor —susurró antes de contestar—. Hola mamá, perdona estoy de compras y voy cargada por eso no te atendí antes —habló para la persona al otro lado de la línea, se volvió dándole la espalda a Nico.
Nicolas aprovechó para deleitarse con la hermosa figura de Jaqueline, esa mujer le gustó desde la primera vez que la vio, pero claro ella jamás se fijó en el hermano pequeño de Paula, incluso podía jurar que después de tantos años y que él fuera ya todo un hombre, ella nunca dejaría de verlo como lo había hecho durante toda su vida.
Aunque claro, eso por parte de ella porque lo que era él sí que había visto evolucionar a la bella Jaqueline, la maternidad acentuó las curvas que ya tenía en la juventud, dándole ese cuerpo que toda la vida había soñado poseer.
Su mirada se paseó por la hermosa espalda salpicada de pecas y fue bajando por la delgada cintura hasta llegar a ese pequeño pero hermoso culo que tenía y que él moría por acariciar
Vaya que le quedaba bien el vestido color mostaza que llevaba, la hacía lucir elegante y sensual al mismo tiempo, como la veía desde que la conoció. Todavía no lograba comprender cómo el imbécil del marido la dejó por aquella niña tonta que nunca se podría comparar con una mujer como Jaqueline, si hubiera sido suya no la habría soltado nunca.
—Se quedará con Estefania el fin de semana… desde que papá murió siempre está deseando compañía y mi hija se vuelve loca por los perros y el lago —mencionó volviéndose para mirarlo mientras le sonreía.
—Qué bien, necesita distraerse —respondió Nicolas siendo sacado de golpe de sus pensamientos y le entregó el mismo gesto.
—Perdón que te haya puesto a cargar todo esto, iba hasta mi auto para dejar las bolsas allí y regresar a almorzar algo, muero de hambre —indicó extendiéndole las manos para pedirle las bolsas.
—No te preocupes yo te ayudo —mencionó sonriéndole.
—En serio no quiero molestarte, seguro tienes cosas que hacer —comentó ella insistiendo con sus manos.
—No tengo nada en absoluto, así que camina iremos hasta tu auto. La verdad es que salí a caminar un rato, estoy de permiso y me aburría solo en casa… sin Di y Pau no me queda nadie a quién molestar, Walter está de guardia en el hospital y con el embarazo de Lidia ya no le queda tiempo para nada más —comentó mientras caminaban.
—Bueno, estoy yo… no es tan divertido ir de compras sola —dijo ella sonriendo y lo miró—. Acompáñame a almorzar y después podemos ver algunas tiendas, ya he comprado muchas cosas para mí así que puedo dedicarme solamente a asesorarte —indicó con entusiasmo.
—¿Crees que necesito asesoramiento? ¿Tan mal me visto? —inquirió riendo divertido por la acotación de Jaqueline.
—¡No! Lo haces muy bien… aunque bueno, siendo militar no es que haya mucha variedad en tu guardarropa, imagino que todo el tiempo andas con tus prendas del uniforme —mencionó observándolo mejor.
En ese instante no llevaba nada militar aparte de la cadena con las dos placas, traía un jeans azul marino, una camiseta blanca de algodón con cuello redondo y una chaqueta del mismo material de su pantalón.
Él deseaba en verdad pasar la tarde con ella, pocas veces había tenido ocasión de compartir con Jaqueline y aunque sabía que eso no era una cita en sí y tampoco los llevaría a lo que él deseaba, no estaba de más soñar; después de todo, un hombre tiene derecho a hacerlo.
—Está bien, te dejo asesorarme. Siempre y cuando me dejes a mí pagar el almuerzo, te llevaré a un lugar muy bueno que queda aquí mismo —indicó mirando directamente a los hermosos ojos verdes de ella.
—Trato hecho, acabas de despertar mi curiosidad. ¿Qué lugar es? —preguntó, cuando estaba por llegar a su auto.
—Ya lo veras, pero antes dime ¿te gusta la comida latina? —inquirió.
—Sí, me encanta… creo que ya sé de qué sitio hablas y ahora con mayor gusto me ofrezco a dedicarte toda mi tarde —expresó con entusiasmo mientras abría la puerta trasera del coche y acomodaba todo.
Caminaron muy cerca uno del otro pero sin llegar a tocarse en ningún momento, aunque él lo deseaba, pero era mejor ir despacio, eso lo había aprendido en el mundo militar, a construir estrategias para conseguir sus objetivos. Minutos después llegaban hasta Carnivale, uno de los mejores restaurantes de comida latina en todo Chicago, el clima estaba muy agradable para desperdiciarlo entrando al local, por lo que decidieron ocupar una de las mesas de la terraza.
—He venido solo un par de veces a este lugar pero me encanta, coincidimos en gustos Nico — señaló Jaqueline con una sonrisa.
—Así parece, yo lo frecuento cada vez que puedo, su comida es excelente —acotó mirando el menú que ya sabía de memoria, mientras deseaba que en verdad sus gustos fueran los mismos.
—Yo quiero la ensalada Yucatán con salmón… —decía cuando él la interrumpió con una carcajada.
—¡Vamos Jaqueline! Tienes una variedad enorme para elegir y pides solo verduras y pescado… come algo más sustancio —indicó mirando la carta para sugerirle otro plato.
—¡Oye! Pero me gusta esa ensalada y además te recuerdo que debo mantener mi peso si quiero lucir bien en ese traje de baño que acabo de comprar para llevar a Italia —le recordó su próximo viaje.
—Eres una mujer muy hermosa y no necesitas parecer una tabla para lucir bien… ya quisiera yo que una mujer como tú aceptara tener algo conmigo más que una invitación a almorzar —comentó de manera casual, pero comenzaba a lanzarle anzuelos.
—Sí, se nota que desearías tener algo con una mujer como yo… sobre todo por el tipo de chicas con las cuales sales. Muchas gracias por el cumplido Nico, pero no te creo —indicó mientras reía.
Él negó con la cabeza y sonreía al comprender que había fallado el disparo, su reputación con otras mujeres lo perjudicaba era cierto, pero no por ello desistiría así que se la quedó mirando fijamente.
—Ya deja de hacer eso —advirtió Jaqueline sin mirarlo.
—¿Hacer qué? —preguntó intentando estar serio.
—Intentar intimidarme mirándome de esa manera, con las mujeres de mi edad ya no funciona, mejor decide qué vas a comer porque me muero por ordenar —acotó aunque en realidad él la había hecho sentir nerviosa.
—El pescador, es uno de mis platos favoritos y tú también lo probarás, así que olvídate de la ensalada. En cuanto lo tengas frente a ti me lo vas agradecer —indicó levantando la mano para llamar al mesero.
Ella vio la determinación en la mirada de Nicolas y supo que no ganaría nada negándose, conocía lo obstinados que eran los Chaves.
Minutos después cuando apenas podía con un bocado más tuvo que darle la razón, su sugerencia estuvo exquisita, era una especie de cazuela de mariscos que la dejó alucinada no solo con la presentación sino también con el sabor, además que los productos de mar eran bajos en grasas y le quedaba un mes para ponerse en forma en el gimnasio.
Estaba pasando una tarde realmente agradable, todo iba de maravilla hasta que escuchó la voz de la última persona a la que deseaba ver ese día.
—Hola Jaqueline, te noto muy feliz… —mencionó mirándola.
Jaime pasaba por el lugar después de haber tenido un almuerzo de negocios y apenas pudo creer lo que sus ojos veían, pero lo que desató su ira fue que uno de los hombres que lo acompañaba, era un amigo de toda la vida y cuando vio a su ex mujer riéndole a aquel hombre que claramente era menor que ella, le mostró una sonrisa burlona. No podía soportar esa ofensa ni el descaro de Jaqueline, así que disculpándose con sus clientes se despidió de ellos y fue directamente hasta la mesa que ella y ese idiota ocupaban.
Jaqueline se volvió levantando la cabeza para encontrarse con los ojos grises de su marido que la miraban de manera acusadora, la misma mirada que le dedicaba cada vez que se enteraba que ella tenía una relación con alguien más, ya estaba realmente cansada de todo eso.
—¿No me presentarás a tu amante de turno? —inquirió dándole apenas un vistazo al rubio sentando frente a ella.
—Ya lo conoces… es Nicolas Chaves, el hermano de Paula y no es… —decía cuando su ex marido la interrumpió.
—El hermano menor de tu cliente… por Dios Jaqueline, qué descaro el tuyo ¿hasta dónde has llegado? —preguntó mirándola con desprecio.
—Ese no es tu problema y te sugiero que te marches ahora mismo —mencionó Nicolas viéndolo de manera amenazadora.
—Pues sí es mi asunto porque ella es mi mujer —espetó con rabia.
—Ex mujer, soy tu ex mujer Jaime y es hora de que lo asumas y dejes que haga mi vida como me dé la gana. Después de todo fuiste tú quien lo decidió así —indicó mirándolo a los ojos.
—Eres consciente que por este comportamiento puedes perder la custodia de Estefania ¿no es así? —cuestionó con seriedad.
—¿Y eres consciente tú que ya no dejaré que me sigas chantajeando con lo mismo? Tú hiciste tu vida y yo tengo derecho a hacer la mía. Además, si te parezco descarada por salir con Nico porque es cinco años menor que yo ¡Jódete! tu mujer tiene trece años menos que tú y nadie te critica por eso —mencionó mirándolo a los ojos de manera retadora.
—En nosotros los hombres no se ve mal, pero en ustedes las mujeres es ridículo, la verdad es que me das pena Jaqueline… ¿Crees que puedes encontrar en un niño como él lo que un hombre de verdad puede darte o que tú lo complaces como podría hacerlo una chica de su edad? —preguntó con sorna mostrando media sonrisa.
—¿Un hombre… como tú? —inquirió ella con burla— ¡Por favor Jaime! Ahora eres tú quien da pena, Nico me coge diez veces mejor que tú —aseveró con altivez, sin desviarle la mirada un segundo.
—Y ella a mí me tiene fascinado… porque una chica de mi edad no tendría jamás la experiencia de Jaqueline y te puedo asegurar que la pasamos muy bien —confirmó Nicolas con una gran sonrisa.
—Allí están tus respuestas, así que te pido que por favor te marches ahora mismo y dejes de hacer el ridículo allí parado —mencionó notando que algunas parejas los miraban con interés.
—Me voy, pero tú vendrás conmigo —mencionó tomándola del brazo con fuerza para levantarla.
—Suéltala antes de que te rompa el maldito brazo —lo amenazó Nicolas levantándose con agilidad de la silla.
—Cállate niño, esto no es tu problema y guárdate tus amenazas si no quieres que te demande — dijo sin soltar a Jaqueline.
—¿Quieres ser mi abogada? —le preguntó a la rubia.
Ella lo miró desconcertada y asintió sin predecir lo que Nicolas haría, con un moviendo tan rápido como certero le propinó un fuerte golpe en el estómago a Jaime que lo hizo doblarse del dolor y la soltó de inmediato para llevarse la mano a la parte lesionada, ella gritó ante lo sucedido y se llevó la mano a la boca para cubrirla, enseguida buscó con la mirada al rubio que lucía impresionantemente calmado.
—Esto no se quedará así maldito infeliz —esbozó Jaime cuando tuvo oxígeno para hacerlo mientras lo señalaba—. Te voy a dejar en la calle.
—Intenta hacerlo y me daré el gusto de patearte el trasero una vez más en un tribunal, tengo varios testigos que pueden decir quién empezó esta discusión —lo amenazó Jaqueline mirándolo con rabia.
—¡Ya lárgate! Y ni se te ocurra acercarte a ella de nuevo porque te daré una paliza que jamás olvidarás —le advirtió Nicolas.
Jaime se marchó tan rápido como pudo para escapar de las miradas asombradas y burlonas de las demás personas en ese lugar, maldiciendo a esos desgraciados, sintiendo que el dolor en su estómago no disminuía.
—¿Todo bien Nico? —preguntó el encargado del local que era muy amigo del marine, cuando se acercó hasta la mesa.
—Sí, todo bien Pablo… solo un maldito imbécil que no termina de entender cuándo una mujer ya no le pertenece —contestó sentándose.
—Un puto cabrón, pero no le prestes atención, que eso no arruine su tarde… les invitaré un par de tragos cortesía de la casa —dijo sonriendo.
—¡Oh, no! No hace falta… por el contrario disculpe lo sucedido.
—Lo hago con gusto belleza —dijo para luego buscar a un mesero—. Felipe, trae una cerveza para mi amigo y el Martini de la casa para su mujer —indicó al empleado—. Disfrútenlos y relájense que el ambiente en este lugar es de fiesta —mencionó antes de irse.
—El Martini te gustará Jaqueline —dijo él acariciándole la mano.
—Sí, además creo que me vendría muy bien… gracias Nico —esbozó mirándolo con agradecimiento y rozó los nudillos con su pulgar al tiempo que le entregaba una hermosa sonrisa.
—No tienes nada que agradecer —decía cuando ella lo detuvo.
—Sí tengo, además mucho y también debo pedirte disculpas por haberte involucrado en esto, debí parar sus insinuaciones diciéndole la verdad —mencionó apenada y le soltó la mano esquivándole la mirada.
—¡Oye! Y quitarme la diversión de ver su cara cuando le afirmaste lo mal amante que era ¡Ni en sueños! Sabes que siempre me cayó como una patada en las pelotas, además mi ego salió ganando ¡Diez veces mejor! ¿No está nada mal verdad? —preguntó con una sonrisa.
Jaqueline comenzó a reír mientras negaba con la cabeza y terminó cubriéndose el rostro con las manos, sentía que estaba sonrojada hasta el cabello. Los tragos llegaron y aprovechó esa distracción para cambiar de tema, brindaron por la lección que le habían dado a Jaime y se enfrascaron de nuevo en una conversación casual.
Dos horas después estaban frente a la puerta de su departamento, Nico había insistido en llevarla ya que el delicioso sabor de los martinis la hizo beber cuatro, no se encontraba borracha pero si llegaba a pararla algún fiscal de tránsito podía hasta terminar en una comisaría, sin su auto y con una multa por una cantidad exorbitante. Él no había llevado su auto así que no tuvo mayor problema, la dejaría sana y salva en su casa para después tomar un taxi e ir hasta la suya, al menos ese era el plan.
—Muchas gracias por traerme —mencionó invitándolo a pasar—. Por favor deja las bolsas allí, después acomodo todo… —indicó con una sonrisa y su voz mostraba los estragos del alcohol.
Las cervezas también habían causado efecto en Nicolas, pero no al grado de estar mareado o tener la lengua enredada como ella, la vio tambalearse un poco y se acercó tomándole el rostro entre las manos para mirarla a los ojos, se sintió atrapado de inmediato por esa mirada esmeralda, pero los delgados y hermosos labios de Jaqueline tuvieron un mayor magnetismo al cual no pudo resistirse, antes de coordinar lo que hacía se encontró besándola, primero con suaves roces pero al escucharla gemir dejó que el deseo dentro de él se desbordara.
Jaqueline sintió el leve roce cálido de los labios de Nicolas y de pronto se encontró separando los suyos para que él pudiera deslizar la lengua dentro de su boca, se sujetó a la cintura masculina al sentir que sus rodillas temblaban y entró a ese juego que Nicolas llevaba en su boca, sentía descargas de energía que viajaban a través de su cuerpo, era una sensación parecida a la estática que la hacía erizarse.
—Espera, espera… Nico —intentó reaccionar y recuperar su cordura pero él apenas sí le daba respiro, seguía besándola de esa manera tan posesiva y profunda que la estaba haciendo delirar. Lo sintió bajar las manos de su espalda hasta sus nalgas y comenzar a acariciarlas con determinación, incluso siendo algo rudo, pero eso la excitó aún más.
Jaqueline para ¡Ahora! Es el hermano de Paula, es menor que tú.
Pensaba mientras deslizaba su lengua junto a la de él en ese beso que era espectacular y la estaba calentando por dentro con una rapidez asombrosa o quizás era el alcohol, no lo sabía pero debía detenerse. Se alejó reuniendo toda su fuerza de voluntad y posó un par de dedos sobre los labios de Nicolas para evitar que la besara de nuevo.
—Detente, la cabeza me da vueltas —decía rehuyéndole la mirada.
—¿Por el beso? —preguntó él arrogante.
—No tonto, por las margaritas —contestó sintiéndose turbada.
—No fueron margaritas sino martinis —indicó riendo al tiempo que le acariciaba las caderas y la sintió temblar.
—Lo que sea, ambos son letales… y no intentes aprovecharte de mí creyendo que estoy borracha —le advirtió señalándolo con un dedo.
—No me estoy aprovechando, tú también me besaste… vamos te llevaré para que te sientes y te daré un poco de agua, eso te ayudará —mencionó llevándola casi en vilo y la sentó con cuidado en el largo sillón de cuero negro que dominaba el salón.
Jaqueline se dejó guiar y cerró los ojos para evitar que su cabeza se sintiera tan pesada, mientras inhalaba y exhalaba lentamente, lo sintió regresar unos minutos después, abrió los ojos recibiendo el vaso con agua helada que le extendía, se lo llevó a la frente antes de darse un sorbo.
—¿Te sientes mejor? —preguntó ocupando el espacio a su lado.
—Sí, muchas gracias —se volvió para verlo y él la miraba fijamente, justo como hiciera en el restaurante, eso aceleró sus latidos—. Nico, en serio ya deja de jugar al conquistador conmigo… sabes perfectamente que esto no tiene sentido —decía cuando él la detuvo.
—Jaqueline quiero tener sexo contigo —lanzó sin más rodeos.
—¡Nicolas Chaves! ¿Y me lo dices así? —inquirió mirándolo a los ojos, sorprendida por la declaración y lo directo de la misma.
—¿Cómo deseas que te lo diga? —contestó con una interrogante y se acercó a ella para hablarle al oído—. Quieres que te diga… Jaqueline quiero coger contigo —susurró dejando que su aliento se estrellara contra la sensible piel, ella jadeó e intentó alejarse, pero él no la dejó—. O quizás quieres que te diga, Jaqueline deseo que hagamos el amor —sonrió al ver que ella también lo hacía animándolo a seguir, le giró el rostro para verla directamente a los ojos—. O lo que en realidad siento; Jaqueline me estoy muriendo por tocar todo tu cuerpo, por besarte, por escucharte gritar y gemir temblando debajo de mí, mientras te penetro una y otra vez hasta que nos corramos juntos — finalizó susurrando.
Su voz se había esfumado, solo pudo sentir su cuerpo ser barrido por una ráfaga de fuego que incendió cada una de sus fibras y estalló con fuerza en medio de sus piernas, dejando que la humedad bajara lenta y tibia como lava de un volcán que acababa de hacer erupción.
—No estás hablando en serio —murmuró apelando al último vestigio de cordura que le quedaba, suplicándole con la mirada que parara.
—¿Crees que no estoy hablando en serio? ¿Qué no te deseo Jaqueline? —preguntó mirándola a los ojos, ella no le respondió y él se dijo que debía ser más gráfico—. Ven, dame tu mano —le dijo tomándola y se la llevó hasta la tensa erección, haciendo que la rozara para que comprobara por ella misma el grado de deseo en él.
—Nico… tú eres el hermano de Paula —indicó con voz trémula.
—Sí —contestó él acariciándole las piernas por encima de la tela del vestido y llevó sus labios hasta el cuello de Jaqueline.
—Y eres menor que yo por cinco años —señaló cerrando los ojos.
—Sí… y nada de eso me importa —mencionó dejando que sus dedos se deslizaran por la sensible piel de los muslos—. Míralo de esta manera Jaqueline, la próxima vez que veas a Jaime tendrás la absoluta certeza de que yo puedo cogerte diez veces mejor que él —agregó al tiempo que hundía su
dedo en el centro húmedo y cálido de la rubia.
Ella se arqueó jadeando ante la exquisita invasión y cerró los ojos, al tiempo que sentía su cuerpo ser recorrido por el maravilloso placer de ser tocada por un hombre, se perdió de tal manera en las sensaciones que se sorprendió cuando vio a Nicolas de rodillas ante ella y llevó sus manos hasta el
panty, como si su cuerpo fuera movido por alguien más, elevó sus caderas para que él pudiera sacarla con libertad; no opuso resistencia cuando separó sus piernas para hundir su rostro entre ellas y apoderarse de su intimidad con una serie de lametazos que la pusieron a temblar.
Nicolas se deleitó en el néctar que brotaba del cálido centro de Jaqueline, sus labios sonrojados y voluptuosos eran un espectáculo que lo estaban enloqueciendo, animado por el movimiento que hacía ella con sus caderas cada vez iba más profundo, le tomó las piernas y se las pasó por encima
de los hombros para tenerla con mayor libertad, mientras la sentía temblar delatándole lo cerca que se encontraba del orgasmo.
—Me encantas… —susurró contra el brote rosado.
Después le dio una serie de succiones que la hicieron gritar, mientras él sentía que el pecho se le llenaba de una emoción que no había sentido nunca antes. La dejó recuperarse del orgasmo bebiendo con suavidad todo lo que ella le regaló y cuando vio la satisfacción dibujada en ese hermoso rostro, se puso de pie despojándose de la camiseta y abrió el broche de su correa mientras la miraba a los ojos.— Tu turno Jackie, demuéstrame lo que tienes —la retó con media sonrisa mientras la miraba con intensidad.
¿Acaso no la creía capaz de darle un sexo oral que lo hiciera alucinar? Bueno, le tocaría demostrárselo. Pondré a temblar tus rodillas Nicolas Chaves.
Se incorporó en el sillón acercándose a él y lentamente le bajó la cremallera, usó sus manos para hacer que el apretado jean descendiera y pudo notar perfectamente la potente erección tras el bóxer blanco que llevaba puesto.
Mostró una seductora sonrisa acariciándola por encima de la tela, luego se apoderó del tibio y duro músculo que tan cerca de sus ojos le pareció inmenso además de muy duro, lo que provocó que su boca se humedeciera tanto como su intimidad, que una vez más estaba ansiosa por recibir atención y le dio inicio a una de las actividades que más había perfeccionado en los últimos años.
Minutos después Nicolas se encontraba sudando y con la respiración agitada, mientras veía cómo Jaqueline metía su miembro casi por completo dentro de su boca y liberaba suaves gemidos que parecían recorrerlo por completo, haciendo que doblara los dedos de los pies sobre la mullida alfombra tomándola por los hombros para tenerla de apoyo, pues sentía que las piernas de un momento a otro le fallarían.
—Jaqueline —esbozó como pudo entre gemidos roncos, para anunciarle que estaba a punto de correrse en su boca.
—Aún no —mencionó ella con la respiración agitada y le apretó los testículos sonriendo de manera traviesa.
—¡Mierda! Jackie… ¿Qué haces? —preguntó desconcertado.
—No te has ganado todavía el derecho de hacerlo en mi boca y este vestido es un diseño exclusivo —contestó levantándose, le dio un suave toque de labios mientras lo miraba a los ojos—. Llévame a la habitación y allí podremos hacer lo que desees —esbozó acariciándole el pecho.
No tuvo que mencionarlo dos veces para que Nicolas la tomara en brazos y se encaminara hasta el pasillo que suponía llevaba a las recamaras. Llegó a la de Jaqueline y no tardó ni un minuto en despojarla del vestido y los zapatos, la tumbó en la cama para terminar de desvestirse, luego buscó en su billetera los tres condones que siempre llevaba consigo y se puso uno bajo la mirada atenta de Jaqueline.
—No te voy a dejar salir de esta cama por lo que resta de la noche —le hizo saber cubriéndola con su cuerpo.
—Qué pena, yo esperaba que lo hicieras por todo el fin de semana —indicó ella con una sonrisa radiante al ver la sorpresa en él.
Nicolas le hizo pagar su provocación entrando en ella con un solo empuje profundo y certero, disfrutó de ese grito de placer que le entregó y de las uñas clavándose en su espalda, la miró a los ojos antes de dar comienzo al vaivén de sus caderas para comprobar que estaba lista.
Jaqueline asintió en silencio envolviéndolo con sus piernas; se preparó para lo que presentía sería una noche de sexo excitante, rudo y salvaje que la llevaría a la locura, en brazos de ese hombre que parecía estar todo hecho de piedra, duro por donde quiera que se le tocara y la presión que ejercieron sus dedos sobre las perfectas nalgas se lo confirmaron mientras sonreía sintiéndose libre, hermosa y feliz.
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ES PEC TA CU LA RES los 3 caps!!! Pasó de todo jaja. Me encantaron
ResponderEliminarMuy buenos capítulos! Un especial de reencuentro con los ex!!! que lindo lo de Jaqueline y Nico!
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