domingo, 6 de septiembre de 2015
CAPITULO 191
Alicia miraba con fastidio cómo su madre daba órdenes a las empleadas, procurando que todo estuviera perfecto para recibir a su hermano, parecía que en lugar de su hijo estuviera a punto de llegar el presidente, suspiró y posó de nuevo la mirada en la revista de arquitectura que leía, donde había encontrado ideas muy interesantes.
—Hija ya tu hermano está por llegar, sube a cambiarte —le pidió Amelia con una sonrisa amable.
—Madre… así como estoy me siento cómoda, además se trata de Pedro —dijo sin despegar la mirada de la revista.
—Pero no viene solo, por favor Alicia hace un mes que no lo ves… ¿Podrías al menos mostrar un poco de entusiasmo? —inquirió mirándola con ternura, lo último que deseaba era tener una discusión con ella.
—¡Impresionante! ¿Ya le encontró reemplazo a la tonta de Romina? —preguntó un tanto asombrada posando la mirada en su madre.
—No es un remplazo Alicia… Se trata de Paula Chaves, ella es amiga de tu hermano desde hace mucho, solo que desean mantener el secreto por el momento para evitar que la prensa haga un circo de esto.
—Pues creo que es poco tarde para eso, ya están hablando… en fin, es asunto suyo. Pero igual me quedaré así yo no tengo que rendirle pleitesías a nadie —comentó volteando la página.
—Dios mío, cada día tengo que tener más paciencia contigo… Te has vuelto tan amargada — comentó sin poder contenerse, su hija en verdad la exasperaba y la llenaba de tristeza.
—Pues si lo deseas puedo irme, tampoco es que me sienta muy entusiasmada con este almuerzo “familiar” —indicó levantándose.
—Si vas a estar con esa actitud, tal vez sea lo mejor —esbozó Fernando que había presenciado toda la conversación.
Adoraba a su hija pero no la reconocía, cuando todo comenzó lo adjudicó a la edad, estaba en la adolescencia, era una etapa difícil, así que esperó a que las cosas mejoraran con los años, pero no fue así.
—Perfecto —pronunció caminando con paso firme para salir del salón y subió las escaleras con rapidez.
—Fernando… —intentó decir Amelia para intervenir por su hija.
—No mujer, si no detenemos esto ahora y le hacemos entender a Alicia que ya es adulta y que estos desaires de niña malcriada no le quedan, jamás aprenderá —se acercó hasta su esposa y le acarició los hombros para reconfortarla buscando su mirada—. Entiendo tu tristeza y tu preocupación, pero nada ganamos aguantando pacientemente a que ella decida crecer —decía cuando ella intervino.
—Es que mi niña no era así, sé que algo debió marcar ese cambio tan radical en ella, pero le he preguntado decenas de veces y no me dice nada… no confía en mí —esbozó con un nudo en la garganta.
—No intentes ser su psicóloga, no le hables como a tus pacientes. Tienes que hacerlo como su madre Amelia y mostrarle carácter, ser amable no te ha servido de mucho, así que es momento de cambiar de táctica… Eres una mujer maravillosa e inteligente, estoy seguro que encontrarás la manera y todo mejorará —pronunció mirándola a los ojos y después la abrazó para reconfortarla, pues odiaba verla triste.
Pedro llegó hasta la casa de sus padres quince minutos después de la hora pautada, y ya el auto de Lisandro se encontraba en el garaje, por lo que supo que solo faltaban ellos, bajó y caminó con rapidez hasta la puerta de Paula para abrirle mientras le dedicaba una sonrisa para hacerla sentir confiada, sabía que se encontraba nerviosa.
Caminaron tomados de la mano hacia la entrada, él
estaba por tocar el timbre cuando vio que Alicia abría y solo les dedicaba una mirada antes de salir.
—¿No te quedas? —alcanzó a preguntar cuando la vio caminar hacia el estacionamiento, sin siquiera saludarlos.
—Tengo cosas que hacer y contigo es más que suficiente, nadie notará mi ausencia —contestó encendiendo la moto que Pedro le había regalado por su cumpleaños.
—Paula espera —mencionó para detenerla.
Soltó a Paula para ir a hablar con su hermana, la sorpresa no hizo que pasara por alto el desplante que le había hecho también a Paula, así que no lo dejaría así, ella podía tratarlo como se le diera la gana a él pero no a su mujer, antes que pudiera llegar para reclamarle, ya Alicia se ponía en marcha ignorándolo completamente, suspiró sintiéndose frustrado una vez más ante su comportamiento.
—Lo siento —mencionó acercándose a Paula.
—Tranquilo no hay problema… ¿Qué le ocurre contigo? —preguntó buscando sus ojos y dándole un suave apretón.
—Es una larga historia y ni siquiera sé bien de qué va.
Cambió por completo después que me fui a la villa, cuando regresé ya no era más la hermana que yo dejé… pero no hablemos de eso ahora, prometo contártelo después. Mejor vamos que nuestros padres esperan.
Entraron y fueron recibidos por Amelia y Fernando, ellos se disculparon por el retraso pero los esposos le restaron importancia, ya estaban al tanto que habían decidido vivir juntos durante los recesos, gracias a Lisandro que no pudo controlar su lengua. Pasaron al salón evitando hacer referencia del desagradable encuentro con Alicia para no incomodar a sus padres, y el tema principal lo propuso Vittoria al preguntar por el rodaje de la película.
Después de dos horas las mujeres se encontraban en el jardín recorriendo el rosal que era una de las principales pasiones de su madre, mientras Lisandro y su padre lo habían invitado al estudio para una charla de hombres, que en realidad se limitaba a los juegos de la liga de futbol. Él observaba a Paula a través del ventanal y su corazón latía emocionado al ver juntas a las dos mujeres que más amaba en la tierra; sintió nostalgia ante la ausencia de Alicia, también deseaba verla allí y una vez más se propuso recuperar también a su hermana como había hecho con Paula, solo así su vida sería perfecta.
—Padre… necesito que me ayude en algo —mencionó volviéndose para mirar a su progenitor cuando recordó lo que deseaba hacer.
—¿Qué será? —preguntó interesado pues Pedro solo le hablaba así cuando necesitaba al abogado y no al padre.
—Deseo casarme con Paula y… —decía pero su hermano lo interrumpió riéndose una vez más de él.
—¿Piensas pedirle a nuestro padre que te escriba el discurso para pedírselo? —inquirió con sorna pues aún no se hacía a la idea.
—Lisandro esto es un tema serio, deja a tu hermano hablar —lo reprendió Fernando con tono calmado pero autoritario.
—No idiota… puedo hacerlo solo, no soy él que le tiene fobia al compromiso —espetó Pedro digiriéndose a su hermano.
—Bueno, ya chicos que no tienen doce y quince años… A ver Pedro, este es un paso muy importante, ¿estás seguro de lo que deseas hacer? —lanzó la pregunta de rutina y la más vital.
—Por supuesto padre, lo he pensado mucho y no tengo dudas, estoy enamorado de Paula y deseo compartir mi vida con ella… pero antes necesito que me asesore en algo —indicó mirándolo.
—Los niños no los trae la cigüeña —esbozó Lisandro riendo, pero dejó de hacerlo ante la mirada que su padre le dedicó.
—Habla Pedro, soy todo oídos y tu hermano no interrumpirá de nuevo —aseguró mirando al menor con atención, no lo hizo con Lisandro porque la advertencia en sus palabras bastaba.
Pedro tomó asiento mientras sentía que los nervios lo embargaban, quizás se estaba apresurando demasiado, pero él era así. Las caras de sorpresa de sus familiares era algo que se esperaba, pero cuando le fue dando mayor fundamento a su idea y explicando sus motivos, ellos comenzaron a comprender, al final su padre le prometió que lo ayudaría en todo y eso lo hizo sentir feliz, pues su sueño sería una realidad.
Pedro y Paula se despidieron cerca de las cuatro de la tarde, ya los demás lo habían hecho y ellos deseaban tomar el resto del día para pasear por la ciudad, aprovechar sus últimas horas en Roma antes de volver a la villa, debían hacerlo al día siguiente en horas del mediodía.
—Tus padres son maravillosos Pedro, muchas gracias por traerme a verlos de nuevo — comentó Paula con una sonrisa.
—Me alegra mucho que te agraden, debes saber que el sentimiento es mutuo, nunca había visto a mi madre invitando a su rosal a otra chica que no fuese Vittoria —indicó sonriendo y tomó la mano de ella para darle un beso lento, sintiéndose en verdad emocionado.
—Es tan maravillosa como la imaginaba, me divertí mucho con sus reacciones cuando leía las dedicatorias y con tu padre cuando le demostré lo mucho que había aprendido de catar vinos a tu lado… He perdido un poco de práctica, pero aún puedo hacerlo —dijo sonriendo y de pronto liberó un suspiro que más dio la impresión de un lamento.
—¿Qué sucede? —preguntó él al notar el cambio en ella.
—Es que son tan distintos de mis padres Pedro… El coronel apenas sí te prestó atención cuando fuiste a la casa y mi madre te trató por puro protocolo, en realidad creo que no te hizo un desaire para no levantar sospechas en Ignacio —respondió sintiéndose apenada.
—Son situaciones diferentes Paula, mis padres saben quién eres y lo que siento por ti, no llegaste aquí siendo invitada como una completa extraña —señaló para intentar justificar la actitud de los padres de ella.
—Lo sé… Sin embargo, me hubiera gustado que las cosas fueran distintas, pero ni siquiera puedo prometerte que la próxima vez lo será, porque mis padres no son para nada como los tuyos —acotó un poco triste, ni siquiera sabía si su madre algún día aceptaría a Pedro.
—No te preocupes por ello Paula, tus padres son tal cual me los imaginé, además no me fue del todo mal… Nico me cayó muy bien y Walter… éste último para ser médico es más intimidante que el marine —dijo mostrando media sonrisa.
—Te entiendo, me sucede lo mismo con Walter, es como si tuviera un poder para leer la mente — señaló sonriendo de nuevo.
—En relación a los hermanos estamos en desventaja, porque Diana me adora —indicó orgulloso y después se quedó en silencio.
—Y a mí Alicia me detesta —terminó ella la frase que él no tuvo el valor de hacer, lo vio fruncir el ceño
—No te detesta Paula, no tiene motivos… ella simplemente ha cambiado mucho con todos, incluso con mis padres se muestra de esa manera, es como si odiara a todo el mundo —mencionó sintiéndose frustrado y molesto por no saber a ciencia cierta lo que le ocurría—. Todos hemos intentado conversar con ella, mi madre ha hecho cuanto esfuerzo por acercarse y hablarle, pero Alicia sencillamente está cerrada a todo, siempre que busco un acercamiento me trata de la peor manera y la verdad a veces sintiendo que ya no tiene caso hacer nada —confesó.
—Quizás tenga problemas con su novio —comentó ella buscando una explicación lógica, las chicas a esa edad se complicaban por cosas así.
—No tiene… en realidad nunca le hemos conocido uno.
—Pedro y si ella es… —decía cuando él la detuvo.
—No, tampoco es lesbiana. Eso también se lo hemos preguntado Paula, sabe que nuestra familia es muy comprensiva y si ese fuera el problema ya estaría resuelto —dijo sintiendo la misma desesperación que le provocaba hablar de lo que le ocurría a Alicia.
—Tal vez tenga miedo y no desee compartirlo con ustedes… pero debe tener amigas, quizás deberían hablar con alguna de ellas —señaló en un tono de voz que no fuera a exasperarlo, ya lo notaba tenso.
—Todas sus amigas tienen novios y ya mi madre habló con ellas. Incluso aquel primo gay que tenemos lo hizo y nos aseguró que Alicia no era homosexual, que no existía nada en su comportamiento que lo indicara... Aunque su rechazo hacia los hombres sí era muy evidente.
—Es extraño… —esbozó y se quedó en silencio analizando los pocos datos que había conseguido en ese momento y todo lo que Pedro le contó de su hermana durante su estadía en la villa.
Alicia era una chica hermosa, porque la idea de haber recibido algún tipo de rechazo por parte de los muchachos durante su adolescencia no parecía encajar mucho, si descartaba la teoría de su homosexualidad, no le quedaba mucho. Sin embargo, ella había heredado de sus padres dones para descubrir los secretos de las personas y haría lo que fuera posible por averiguar lo que le había sucedido a Alicia para que cambiara de esa manera, lo haría para darle paz a Pedro.
Estaban cerca del departamento cuando a él se le ocurrió una idea, no quería que la tarde terminara cargada de tensión por el tema de su hermana, vio como Paula se sumía en un largo silencio el resto del camino y supo que la molestia que él reflejaba había sido la razón, así que pensó en hacer algo más que encerrarse en su casa por el resto del día.
—¿Te gustaría salir a pasear Paula? —preguntó mirándola con una sonrisa amable y le tomó la mano.
—Claro me encantaría, pero… ¿A dónde iríamos? —contestó con otra interrogante mientras lo veía a los ojos.
—Aquí mismo dentro de la ciudad, dejaremos el auto en el edificio y caminaremos, te llevaré a cenar a un lugar excelente, lo visito cada vez que puedo porque siempre está libre de paparazis — respondió doblando en una esquina para entrar al estacionamiento.
—Perfecto, solo subiré cinco minutos para colocarme algo que me ayude a pasar desapercibida —dijo cuando él detuvo el auto.
—Espera Paula —dijo antes de que bajara—. ¿Qué te parece si dejamos que nos vean juntos de nuevo? —preguntó mirándola a los ojos.
Él era consciente que había acordado esperar, pero se moría porque todos se enteraran que tenían una relación y no tener que fingir, además si iban a casarse era lo mejor.
—Me parece bien —respondió ella después de meditarlo casi un minuto, consciente de que era mejor ir abonando el terreno en caso que alguien los descubriera, o a Romina se le ocurriese cumplir con su amenaza—. Está bien Pedro, hagámoslo —confirmó sonriendo.
—¿Aquí dentro del auto? —preguntó fingiéndose alarmado y dándole una doble intención al comentario de Paula.
Ella le pegó en el hombro pero no pudo resistirse a lo hermoso que lucía cuando jugaba de esa manera y terminó besándolo, se separaron en cuanto sintieron que otro auto entraba al lugar, él bajó primero y después abrió la puerta para ella.
Paula bajó del auto llevando su bolso, se había retocado el labial antes para no dar la impresión de que acababa de besarse con él, no sabía con quiénes se podían encontrar al salir a la calle. Sintió que Pedro posaba la mano sobre su espalda para guiarla, un gesto que no debía suscitar muchos comentarios, pero después de unos minutos cuando ya se habían olvidado de los paparazis y de los curiosos que se volvían a mirarlos de vez en cuando, comenzaron a caminar tomados de la mano.
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