martes, 1 de septiembre de 2015
CAPITULO 176
Pedro la llevó hasta la cama y la tumbó de espalda, en medio de todos esos pétalos de flores Paula parecía una especie de ninfa, desnuda, hermosa y perfecta, la vio moverse sobre la cama sonriendo quizás ante la sensación que le provocaban los pétalos, después lo miró y le extendió la mano invitándolo a subir mientras separaba sus piernas para hacerle espacio. Esa imagen puso a su corazón a latir desbocado mientras su mirada recorría la figura de su escritora, reconociendo cada curva que adornaba ese cuerpo que lo enloquecía.
Se arrodilló en medio de las largas piernas de Paula y acarició con sus manos los senos, bajando por la suave piel donde se podían apreciar las costillas cada vez que ella inspiraba para llenar sus pulmones de oxígeno, y después se apoderó de la cintura cerrándola, sintiéndola suya.
—Bésame —susurró irguiéndose para atrapar sus labios y ayudarlo con el pantalón de chándal que llevaba puesto.
Los labios de Pedro le brindaban suaves roces, mientras sentía los dedos deslizarse por su espalda y la sensación que le recorría el cuerpo era tan maravillosa como placentera. No quería hacer comparaciones, pero era casi imposible no notar lo distinto que era entregarse a un hombre solo por cubrir una necesidad, por mero deseo primitivo o por cumplir con un deber que hacerlo con el hombre que verdaderamente despertaba todos sus sentidos, ese que movía hasta la fibra más pequeña de su ser y la ponía a volar, el hombre que amaba.
Pedro al igual que Paula, tampoco quería traer a su mente el recuerdo de otras mujeres, porque estando junto a ella las demás sencillamente no existían, jamás pensó que una mujer pudiera llenarlo de esa manera, que pueda abarcarlo todo y convertirse en la única que en verdad deseaba, por lo menos con esa intensidad. Sintiéndose sumamente feliz comprobó que aquello que descubrió la última noche que pasó con ella seguía siendo una realidad, Paula era mucho más que otras porque le había enseñado a hacer el amor, porque era la mujer que amaba.
—Te extrañé tanto preciosa —susurró contra los labios de ella.
—Y yo a ti Pepe, parecieron siglos en lugar de años…—esbozó besándolo—. Quiero verte desnudo, quítate esto —esbozó y no pudo evitar sonrojarse cuando él sonrió mirándola con intensidad.
—Pensé que tenías problemas en verme desnudo —acotó elevando una ceja y despacio se paró encima de la cama.
Ella se mordió el labio mientras negaba con la cabeza y se puso de rodillas rápidamente, sosteniendo por las fuertes piernas a Pedro que se tambaleó un poco, comenzó a besarle el abdomen disfrutando de ese leve temblor que lo recorrió, deslizó la punta de su lengua creando un camino húmedo hasta ese espacio donde se podía apreciar el fuerte hueso de la pelvis, le dio un leve mordisco y sonrió traviesa al escucharlo gemir.
—Usted es delicioso señor Alfonso—esbozó mirándolo a los ojos cuando empezó a bajar el pantalón para quitárselo.
Él dejó ver una hermosa sonrisa en respuesta al cumplido y le acarició la mejilla, la vio sobresaltarse cuando su erección saltó al ser liberada y eso provocó que riera con picardía, ella lo acompañó en el gesto mirándolo a los ojos mientras atrapaba con una mano el músculo tenso como hacía mucho no se mostraba, incluso sobre su cuerpo Paula tenía más poder, lo excitaba mucho más que cualquier otra.
Ella no pudo resistirse ante el deseo de probar a Pedro, así que cerró sus labios sobre el rosado y suave glande, recogiendo con su lengua el leve rastro de humedad que lo coronaba, cerró los ojos gimiendo al sentirlo palpitar y cuando los abrió, Pedro se le presentó como el hombre
más hermoso, vigoroso y sensual que hubiera visto nunca.
—Tómalo completo Paula —susurró suplicante mirándola a los ojos y le acarició el cuello con suavidad.
Lo complació llevándolo todo dentro de su boca para hacer una serie de succiones que lo hicieron temblar y cerrar los ojos, esa reacción la hizo sentirse poderosa como hacía mucho no le ocurría, o al menos no lo sentía porque solo a él deseaba poner de rodillas, solo con él deseaba ser esa mujer capaz de dejar de lado los prejuicios y entregarlo todo.
Pedro sentía que no tardaría mucho si ella continuaba así y aunque no quería salir de ese paraíso que era la boca de Paula, debía hacerlo para darle todo lo que deseaba esa noche, mirándola a los ojos la tomó por las mejillas para alejarla lentamente, pero los planes de Paula eran volverlo loco esa noche, porque en lugar de comprender lo que él deseaba abrió más la boca acariciándolo solo con su lengua, creando el espacio perfecto para que él pudiera.
¡Mierda! Ten piedad de mí… ten piedad Paula.
Pensó viendo el deseo reflejado en las pupilas dilatadas y dejándose llevar por la locura comenzó embestir esa exquisita boca, cuidando de no llegar muy profundo y manteniéndole la cabeza firme con sus manos para que ella no se moviera, se detuvo sudando y temblando como un condenado, reteniendo el orgasmo que bullían en su interior.
Paula se estremeció entera y su cuerpo casi se prendió en llamas cuando él comenzó a moverse dentro de su boca, ella se lo había pedido y le encantó, nunca había vivido algo tan excitante e intenso mientras tomaba a un hombre, y una vez más Pedro se llevaba el mérito de ser el primero, de hacerla rebasar sus propios límites y vivir placeres que la hacían sentir viva, todo había sido tan abrumador que se sentía extraña, pero muy bien y lo dejó salir de su boca dejando caer una lluvia de besos en su abdomen y muslos mientras le acariciaba los firmes glúteos.
—Paula… quieres ponerme de rodillas —confesó cerrando los ojos y deslizó su mano por la suave cabellera de ella.
—Lo que en realidad quiero… es tenerte encima de mí —esbozó tendiéndose mansamente en la cama.
Le mantuvo la mirada mientras llevaba sus manos hasta el panty que aún traía puesto, lo tomó entre sus dedos y elevó las caderas para lentamente irlo sacando de su cuerpo, lo vio ponerse de rodillas y una radiante sonrisa se adueñó de sus labios cuando la prenda llegó hasta las suyas, levantó las piernas y apoyó los pies en el pecho de Pedro.
—Quítamela —le ordenó mirándolo a los ojos.
Paula no sabía ni siquiera qué la estaba llevando a actuar así, quizás era ese deseo de borrarle de la mente a cualquier mujer que estuvo después de ella, o su instinto femenino que con Pedro despertada como con ningún otro o a lo mejor eran ambos. De lo único que estaba segura era de que deseaba a ese hombre con fuerza y quería que despertar en él la misma necesidad, el mismo anhelo, la misma pasión.
Después que la tuvo desnuda para él se decidió a no prolongar más la espera, no deseaba ni podía hacerlo, la vio separar las piernas ofreciéndole ese lugar que era su completa perdición y no pudo negarse el deseo de saciar su sed en ese manantial, se tendió en la cama sin darle a ella tiempo a reaccionar, la tomó por la caderas y hundió el rostro atrapando con su boca lo que era suyo.
Una ráfaga de placer y fuego se extendió por todo su cuerpo cuando Pedro cubrió con su boca ese lugar que clamaba por él, sus caderas lo buscaron justo como hiciera aquella tarde en su bañera hace apenas un par de semanas, y esta vez no encontró un espacio vacío sino a él, a él con su ágil lengua, con sus labios suaves y tibios, con sus ansias por abarcarlo todo en ella haciéndola delirar, se aferró a las sábanas y cerró los ojos mientras sentía que ese cielo que estuvo cerrado por tanto tiempo para ella, se abría una vez más mostrándose hermoso y perfecto.
Enredó sus dedos en las hebras castañas tirando de ellas con fuerza, emitiendo fuertes gemidos que salían de su alma y comenzó a temblar, siendo recorrida por los primeros espasmos que anunciaban el orgasmo y segundos después se tensaba casi hasta convertirse en una piedra, para terminar quebrándose con un grito agónico que intentó ahogar cubriéndose la boca con una almohada, consciente que esa situación no era igual a la que vivieron antes.
—No tienes que hacerlo —esbozó Pedro quitándole la almohada, deseaba verla y también escucharla.
—Pero… —intentó decir sintiéndose aún agitada y temblorosa.
—Ellos no pueden escucharnos, estamos lejos Paula —susurró besándole el vientre, elevó el rostro para mirarla a los ojos mientras su mano se apoderaba de uno de los senos—. Así que te prohíbo que te cohíbas, quiero tenerte como antes, quiero escucharte gemir, jadear, gritar… lo quiero todo —señaló mirándola a los ojos.
Paula asintió en silencio mordiéndose el labio y después sonrió confiando en él, además agradeciéndole porque ella también deseaba ser libre como antes, expresarse sin sentir temor a que pudieran descubrirlos. Le acarició el rostro y suspiró al sentir el suave roce de la áspera barba sobre su vientre, se estremeció riendo por las cosquillas que le provocaba y eran de cierta manera muy excitantes, se movió invitándolo a posarse encima de su cuerpo, quería sentir su peso y su calor cubriéndola.
—Tu turno Pedro… llena mi cuerpo de ti y desbócate como lo haces, quiero sentirte — susurró cuando lo tuvo como deseaba, mirándolo a los ojos y mordiéndole ese delicioso labio inferior.
Él se movió alejándose de ella para alcanzar el pantalón que había quedado en el suelo y sacó del bolsillo los preservativos, tomó uno colocando los demás sobre la mesa de noche, se sentó al borde de la cama listo para cubrirse cuando Paula lo detuvo.
—¿Dos cajetillas? —preguntó algo alarmada y lo buscó con la mirada.
—Tengo la firme intención de no dejarte dormir esta noche Paula, tenemos mucho tiempo que recuperar —contestó con una sonrisa mirándola por encima del hombro.
—Me encantan sus intenciones señor Alfonso, pero yo tengo un ligero cambio de planes — mencionó moviéndose para quedar de lado mientras le entregaba esa sonrisa detrás de la cual escondía algo, le extendió la mano—. Dámelo Pedro.
Él hizo lo que le pedía pensando que ella deseaba ser quien se lo colocara, pero grande fue su sorpresa cuando la vio llevárselo a los labios y soplar para llenarlo de aire haciéndolo un globo, incluso ante su perplejidad lo amarró para después lanzarlo, él solo conseguía verlo flotando, se volvió con la duda reflejada en sus ojos.
—Muy graciosa señorita Chaves —dijo al ver la picardía bailar en la mirada de Paula y extendió la mano para tomar otro.
—No pienso pasarme toda la noche intentando enviarte una sutil señal —acotó elevando una ceja ante las acciones de él y al ver que se quedaba como tonto mirándola soltó una carcajada—. Ven, no los vamos a usar —indicó jalándolo del brazo.
—¿Quién es usted y dónde dejó a mi hermosa escritora? —preguntó subiendo a la cama con rapidez y se montó sobre ella atrapándole los brazos, actuando como si de verdad fuera una extraña.
—Soy la misma… o mejor dicho, soy la que tú despertaste hace casi cuatro años —respondió sonriendo al ver la emoción reflejada en él—. Y además, yo confío en ti Pedro —expresó mirándolo a los ojos.
—Te adoro Paula… eres mi mujer perfecta, gracias preciosa por confiar en mí, te aseguro que estoy bien… ya sabes que yo también me cuido y… —decía cuando ella lo calló poniendo un par de dedos en su boca mientras lo miraba conteniendo la risa.
—Adoro verte en este plan de adolescente primerizo —dijo dándole un par de toques de labios y le acarició la espalda moviéndose bajo él—. Pero justo ahora me muero por ver al hombre experimentado que es capaz de volverme loca —susurró bajando con sus manos para acariciarle el redondo y firme trasero que se contrajo ante su toque.
—Estoy tomando nota de esto, así que no te quiero quejándote —mencionó ubicándose justo en la entrada de Paula, rozando con su miembro los húmedos y voluptuosos labios de ella.
—¡Oh, cielo! —expresó envolviéndole las caderas con sus piernas para imitar el mismo roce de él—. Yo no me quejo… —decía cuando él la hizo detenerse arqueando una ceja, ella sonrió y subió sus labios ofreciéndoselos—. Bien prometo no hacerlo, ahora bésame Pedro.
A él le encantaba que ella se lo pidiera y no dudó en complacerla, cubrió con sus labios los de Paula, abriendo la boca para jugar a su antojo con su lengua, estremeciéndose y sintiéndola hacerlo también cuando comenzó a entrar, conquistando una vez más el cuerpo de la mujer que amaba, de la dueña de sus más intensos y profundos deseos.
Paula sentía que se quemaba mientras movía sus caderas metiendo a Pedro dentro de ella, sintiendo lo maravilloso que era tenerlo en su interior, esa sensación tan intensa el roce de piel con piel. Se sujetó con fuerza a la poderosa y sudada espalda de él, mientras sentía que la hundía en el colchón con cada estocada que llegaba a lo más profundo de su ser y la hacía jadear entre besos.
Sus bocas se separaron y él se apoyó en sus antebrazos al tiempo que aumentaba el ritmo y la miraba a los ojos, sentía que una hoguera ardía con intensidad dentro de su pecho ante esa imagen de Paula, soñó tantas veces con tenerla así que aún no podía creer que todo fuera real. Se alejó un poco más extendiendo sus brazos hasta dejarlos rectos mientras entraba en ella con penetraciones constantes y certeras, sintiendo el sudor bajar en hilos por su piel, dos pesadas gotas se estrellaron en los senos de Paula y ella jadeó al sentirlas.
Ella sentía que no podía más, pero le había dicho que no se quejaría y debía cumplir con su palabra, se aferró a sus brazos mordiéndose el labio para contener los gritos y también el orgasmo que amenazaba con arrasarla en cualquier momento. Pedro bajó el ritmo, la giró y la tomó de
los brazos para levantarla, sin permitir que sus intimidades se separasen se puso de rodillas en la cama y le pidió que se sujetara con las piernas, ella solo quería complacerlo así que lo hizo. Él la aferró por los hombros para mantener el equilibrio y cuando se clavó en ella llegando tan profundo,
todo su cuerpo tembló.
—Pedro… por favor… ¡Oh, cielo santo! —exclamó cerrando los ojos y estremeciéndose con fuerza cuando él se movió con rapidez.
Paula sentía que toda su cordura pendía de un hilo y éste se debilitaba cada vez que Pedro entraba en ella, todo era tan intenso que incluso llegaba a resultar doloroso, pero no era
ese tipo de dolor que causaba molestia, era otro que la excitaba y la hacía desear más y más, mientras las sensaciones se iban acumulando dentro de su cuerpo elevándola, comenzó a temblar consciente que su orgasmo estallaría de un momento a otro. Bajó sus manos apoyándolas en la cama para tomar impulso y ejerciendo todo su auto control trataba de ahogar el grito que amenazaba con desgarrarle el pecho.
—Voy a morir… Pedro voy a morir —logró esbozar antes de salir disparada al espacio, gravitando y quedando suspendida allí.
Pedro gimió contra la temblorosa piel del cuello de Paula mientras soportaba las contracciones que ella ejercía en torno a él, apretando los dientes con fuerza para retener su propio desahogo, quería darle más pero apenas podía soportar y sin darle tiempo para recuperarse, la puso de frente y la llevó consigo cuando se tumbó de espaldas en la cama.
—Vamos preciosa… llévame Paula, muévete como sabes —susurró contra los labios que se movían buscando aire.
—Pedro no puedo… no puedo… estoy a punto de desmayarme —confesó con la voz ronca y los ojos brillantes por las lágrimas.
—Me dijo que no se quejaría escritora —le recordó sonriendo, sintiendo el pecho a punto de explotarle de tanta felicidad por verla así.
—Mentí… mi amor ten piedad de mí —suplicó sintiendo que tanto placer podía matarla y tembló cuando él deslizó su mano a lo largo de su columna para posarla al final, manteniéndola allí mientras se movía de manera acompasada en su interior.
—Solo uno más para mí… ayúdame a liberarme Paula —le pidió. No porque no pudiera hacerlo él solo, sino porque la quería activa.
—Pedro Alfonso… haz lo que quieras conmigo, soy tuya —esbozó mirándolo a los ojos y jadeó al sentir que él empujaba con fuerza una vez más dentro de ella.
Paula clavó sus dedos en los brazos firme de él y arriesgándose a quedar desmayada sobre Pedro, se lanzó a conquistar un orgasmo más, moviendo sus caderas con rapidez para seguirle el ritmo, comenzó a jadear y gemir con fuerza mientras le besaba el cuello, el rostro, los hombros, mordiéndolo cuando sentía que estaba a punto de dejarse ir y las sensaciones dentro de ella la azotaban como un huracán.
Él llevó sus manos al rostro de Paula para acunarlo y mirándola a los ojos se liberó dejando que su esencia se derramara muy profundo, los gemidos eran casi gruñidos que parecían romperle el pecho al salir de él, mientras temblores lo recorrían de arriba abajo y ese cielo que le había sido negado por casi cuatro años una vez más era suyo, al igual que lo era Paula y lo supo cuando gritó su nombre en la cima del éxtasis.
La explosión de sus cuerpos los envolvió a los dos al mismo tiempo, elevándolos a una nube que los mantuvo flotando, siendo conscientes nada más el uno del otro por varios segundos y cuando volvieron a tierra, se sentían completamente exhaustos. Paula fue la primera en tener una reacción, comenzó a reír en el cuello de él, sintiendo que las emociones la desbordaban.
—Se le nota muy feliz para haber estado a punto de morir señorita Chaves —esbozó él riendo al igual que ella, mientras le acariciaba la espalda y le daba suaves besos en el cabello.
—Eres un tonto —dijo moviéndose para mirarlo a los ojos y suspiró cautivada por la imagen de Pedro—. Te amo, te amo —esbozó dándole ligeros besos en el rostro hasta llegar a su boca.
Él enredó sus dedos en el cabello de Paula, abriendo su mano para abarcar cuanto podía y mantenerla allí, besándola con pasión hasta que sintió que se quedaba sin aire, rodó poniéndola bajo su cuerpo sin abandonar sus labios ni tampoco su cuerpo, quería quedarse así con ella para siempre, sintiéndose parte de Paula.
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Al fin llegó el tan esperado momento en que puedan amarse como sólo ellos saben. Divinos los 3 caps.
ResponderEliminarQue capítulos tan indos y esperados!!!! Me encanta que ya no se oculten lo que sienten entre ellos! Ahora el desafío de que se enteren los demás!
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