jueves, 27 de agosto de 2015
CAPITULO 161
Después de estar un par de días fuera de la ciudad y otros dos más sin ver a Paula, sentía que estaba más calmado y listo para afrontar la situación que atravesaba con su novia.
Ella a veces era muy esquiva, sobre todo cuando se trataba de compromisos, pero él no le estaba exigiendo uno,
simplemente deseaba estar lo más cerca posible y por supuesto tener una familia, pero si aún Paula no se sentía preparada la comprendería, después de todo eran jóvenes y tenían tiempo de sobra para tener uno o dos hijos llegado el momento.
—Buenas noches Inés —saludó a la mujer con una sonrisa.
—Buenas noches señor Howard, pase adelante por favor —lo invitó haciendo un ademán y después lo guió al salón.
Él ya había renunciado a pedirle a la mujer que lo llamara por su nombre, en dos años no lo había conseguido y era consciente que no lo haría nunca, porque mantener las distancias era algo que Inés jamás olvidaba. Vio a Paula parada junto al ventanal mirando el paisaje y su mundo que había carecido de colores y calidez se llenó de todo eso en un instante, caminó hasta ella haciendo su sonrisa más amplia.
—Hola —dijo acercándose para darle un beso.
—Hola —Paula actuó con mayor rapidez y lo besó en la mejilla.
Él la miró extrañado, obviamente no esperaba un recibimiento como ese después de casi una semana sin verse, pero intentó no hacer tan evidente su decepción y la tomó de la mano para ir hasta el comedor.
—¿Cómo te fue? —preguntó Paula con una sonrisa.
Tenía que iniciar un tema de conversación, algo que aligerara la tensión que sentía, además estaba demasiado nerviosa, pero no podía echarse para atrás, había decidido hablar con él esa misma noche.
—Bien, todas las partes se sintieron complacidas y el negocio se cerró —contestó sin mucho énfasis y rodó la silla para que ella se sentara— ¿Y a ti, cómo te fue? ¿Qué hiciste en mi ausencia? —inquirió ocupando su lugar mientras la miraba.
—Estuve ocupada… Organizando algunas cosas —respondió y se detuvo al ver que Rosa se acercaba con la bandeja de ensalada para servirles. Esperó hasta que se fuera para continuar—. Fui a casa de mi madre y hablé con ella… —decía cuando Ignacio la detuvo.
—¿Qué era eso tan importante que quería hablar contigo? —inquirió mientras tomaba parte de los vegetales.
Paula tomó la copa con agua a su lado para darle un sorbo y pasar el nudo que se le había formado en la garganta y estaba a punto de asfixiarla, le esquivó la mirada a Ignacio.
—Lo mismo de siempre —mintió porque no quería llegar a ese tema aún, necesitaba estar más calmada y además sentía que él estaba alerta.
—¿Y la película? ¿Cómo van los planes? —una molesta sensación se apoderaba de su pecho al ver que Paula lo esquivaba.
Ella sentía que estaba en medio de un interrogatorio y eso no mejoraba en lo absoluto sus nervios, apenas había probado la ensalada y una vez más recurrió a la copa con agua, en momentos como esos se odiaba por ser tan cobarde.
—La gente de la productora tiene previsto viajar a Italia el próximo lunes, desean comenzar las grabaciones cuanto antes. El señor Reynolds planea que la película esté lista este mismo año y compita en los premios de la academia del próximo —contestó de manera casual.
Rosa llegó con el plato principal y Paula la vio como su salvadora, pensó que disfrutar de la cena sería la excusa perfecta para posponer la conversación, aunque fueran unos minutos.
—Bueno, espero que les vaya bien y que el señor Reynolds consiga su objetivo, por supuesto que sea un éxito también por ti princesa. Pero lo que realmente me hará feliz es que dentro de una semana te tendré de nuevo solo para mí —comentó esperanzado mientras le tomaba la mano y le daba un suave apretón mirándola a los ojos.
—Ignacio… yo necesitaba decirte algo con respecto a eso.
Ese era el momento, debía aprovecharlo, decirle que se iría a Italia al menos para empezar con eso y después hablar de su separación, tenía la excusa perfecta para hacerle las cosas más fáciles a Ignacio, ni siquiera tenía que mencionar a Pedro o su pasado con él; simplemente le diría que no tenía caso seguir con una relación a distancia.
—Claro, dime Paula —la instó a continuar al ver su repentino silencio y fijó su mirada en ella. —Yo… he decidido irme a Italia con el personal de producción, sabes que esa fue una de las principales condiciones que se colocó en el contrato cuando cedí los derechos de la obra y creo que es algo que ellos esperan que haga también —Paula sentía que ni ella misma lograba entender lo que decía, estaba demasiado nerviosa.
—¿Has decidido irte a Italia? —preguntó sin querer comprender lo que eso significaba para su relación.
—Sí, estuve pensando y… —decía pero él no la dejó continuar.
—¿Por cuánto tiempo Paula? —inquirió sintiendo una presión desagradable en el pecho.
—Si todo marcha bien… el rodaje podría estar listo en unos cuatro o cinco meses, intentaremos grabar la mayoría durante el verano —comentó queriendo mostrarse calmada.
—¿Cinco meses? Si tú estarás cinco meses en Italia… ¿Qué se supone que haré yo Paula? — preguntó y esa vez no pudo disimular su rabia.
Lanzó la servilleta sobre la mesa poniéndose de pie y se alejó de allí caminando hacia el salón, sintiendo que el pecho le ardía ante la furia y el dolor que lo invadían, incluso estaba a punto de llorar.
Paula se sorprendió al ver la actitud de Ignacio, él jamás había actuado así, en realidad era la primera vez que lo veía salirse de sus cabales, siempre había sido un hombre muy mesurado pero suponía que algo como esto no podía ser tratado con la misma calma de siempre, así que lo comprendía y se armó de valor para buscarlo.
—Cuando todo esto comenzó asumí que estarías en el proyecto y que incluso deberías viajar algunas veces a Italia para verificar que estuvieran haciendo todo bien… hasta pensé que podíamos aprovechar alguno de esos viajes para nosotros —pronunció con la voz ronca al sentir la presencia
de Paula en el salón a su espalda—. Pero ahora me dices que te irás por cinco meses y seguramente esperas que yo me quede aquí aguardando a que todo termine para que estemos juntos de nuevo… —decía dejando que el rencor se desbordara en sus palabras.
—No, no deseo eso Ignacio… yo sé que no tengo derecho a pedirte algo así —ella no pudo continuar.
—¿Qué demonios crees que soy Paula? —cuestionó volviéndose en ese momento y su mirada estaba llena de dolor, amor y odio, todo junto haciéndole girones dentro de él—. Dime qué esperas que haga, porque ya no comprendo nada y juro que vas a volverme loco.
—Ignacio por favor —pidió ella con voz estrangulada.
—¡Mírame! ¡Yo soy un hombre Paula! —le gritó dejando su llanto en libertad, se acercó a ella —. Soy un hombre maldita sea, no soy una máquina o una estatua que no puede sentir ¿Tienes idea de lo que me estás haciendo? —le preguntó tomándola por los brazos.
—Yo no quiero lastimarte... por favor, intenta calmarte y hablemos como dos personas civilizadas —mencionó viendo que estaba fuera de control, de pronto sintió miedo, jamás pensó que él llegaría a tratarla así.
—Siento que te me escapas de las manos y me pides que me quede sin hacer nada —susurró apoyando la frente contra la de ella.
Su respiración agitada se estrellaba en el rostro de Paula, subió sus manos en una caricia lenta y posesiva hasta apoyarlas en el delicado cuello, dejó libre un suspiro trémulo.
Paula podía sentir el dolor en Ignacio, pero eso no aliviaba el sentimiento de miedo que la embargaba, apoyó sus manos en el pecho de él para intentar tranquilizarlo de esa manera, pero al sentir que sollozaba dejó que sus propias lágrimas bajaran por sus mejillas.
—Ignacio… yo… —intentó hablar aprovechando el silencio.
—Sabes que yo te amo verdad Paula, ¿lo sabes? —preguntó abriendo los ojos y clavó su mirada atormentada en ella.
Paula asintió mientras lloraba y sentía que algo en su pecho se encogía con fuerza, el nudo en su garganta no la dejaba hablar.
—Dímelo —rogó acariciándole las mejillas con los pulgares.
—Sé que me amas Ignacio —esbozó como pudo mientras lo miraba.
—¿Entonces por qué me haces esto? —le preguntó con más dolor que rabia, sintiendo que el corazón se le quebraba.
Paula se quedó en silencio percibiendo de nuevo esa espantosa sensación de estar atrapada, siendo aplastada por las paredes a su alrededor, por el peso de saber que no tenía escapatoria. La angustia se apoderó de su cuerpo al no saber cómo responder a esa pregunta de Ignacio, no podía hacer nada más que llorar y mirarlo.
—Dime lo que deseas y yo te lo daré… te lo daré todo —susurró y se negó a dejarla ir, no podía perderla, no podía vivir sin ella.
Atrapó los labios de Paula en un beso que no tuvo preámbulos, tampoco se mostró mesurado o sutil, quería sumergirla en la pasión para demostrarle cuánto la amaba y la deseaba, que ella era todo lo que anhelaba para ser feliz.
La abrazó con fuerza pegándola a su cuerpo, envolviéndola de tal manera que no pudiera escaparse de sus brazos, quería sentirla suya como nunca había sentido a ninguna otra mujer.
Paula se tensó e intentó forcejear con Ignacio al principio, no estaba acostumbrada a que la tratara de esa manera y además le había hecho una promesa a Pedro, pero no quería lastimarlo aún más, así que no lo rechazó, solo se mantuvo inmóvil para que él mismo notara que no deseaba eso, hasta que sintió que las manos de él se dirigían hasta su escote y buscó la manera de detenerlo.
—No… no Ignacio… por favor —pedía liberándose del beso, pero él comenzó a besarle el cuello y a intentar subirle el vestido— ¡Ignacio basta! —le gritó empujándolo para que la liberara.
—Tú eres mía Paula —pronunció tomándola de la cintura.
—¡No! No soy tuya… —mencionó mirándolo a los ojos y le dolió profundamente ver el gesto en su rostro, como si lo hubiera golpeado—. Por favor Ignacio no tenemos que llegar a esto, yo no quiero lastimarte… Pero entiende que no vamos a ningún lado, yo no puedo darte lo que me pides porque… —se detuvo sin saber si decirle la verdad, podía ser duro pero quizás era la única salida que tenía.
—No puedes hacerme esto… por favor Paula… no nos hagas esto, yo puedo hacerte feliz, déjame demostrarte que puedo darte todo lo que desees… si quieres irte a Italia puedes hacerlo y yo te esperaré… o me iré contigo si lo deseas, haré todo lo que tenga que hacer para estar a tu lado — decía cuando vio que ella negaba.
—Yo no quiero que hagas algo así, tú debes seguir con tu vida… Ignacio yo no merezco que dejes todo de lado solo para estar junto a mí, eso no sería justo —intentó hacerle entender.
—Lo que no sería justo es que dejemos que nuestro amor termine de esta manera, ya me pasó una vez Paula y no dejaré que vuelva a suceder… amor podemos afrontar esta situación, podemos hacerlo y salir victoriosos de esta prueba, mírame —le pidió colocándole un dedo debajo de la barbilla— Solo tienes que decirme “Ignacio te quiero a mi lado para siempre” y te juro que nada en este mundo podrá separarme de ti —expresó dejando expuestas sus emociones cuando las lágrimas salieron de sus ojos y bajaron pesadas por sus mejillas.
Paula no soportó el peso de esas palabras y se dejó caer en el mueble llorando, pensando que la vida era tan malditamente injusta, que ella no podía hacer esto, no podía romperle el corazón a Ignacio, se llevó las manos al rostro ocultando su dolor al saber que si no lo dañaba a él entonces lo haría con Pedro y eso la hería aún más.
Ignacio se arrodilló delante de ella tomándole las manos para verla a la cara, no quería que Paula ocultara sus sentimientos de él, le acarició el rostro con suavidad mientras sus manos temblaban. Cuando al fin ella le descubrió su mirada vio tanto dolor y tanta culpa en esas bellas gemas miel que sintió su corazón quebrarse en dos.
—Llegué tarde… ¿No es así? —inquirió.
No hizo falta que Paula le respondiera, dejó ver una sonrisa cargada de tristeza y hundió su rostro en la tela de la falda de ella para dejar correr su llanto con libertad, estremeciéndose ante los sollozos. Sintió que Paula le acariciaba la espalda para consolarlo y dejó caer varios besos en su cabello, incluso podía sentir cómo temblaba mientras lloraba, y quizás se sentía al igual que él la otra noche, consciente que no podía hacer nada.
—No hagas esto… —se alejó de ella con rabia poniéndose de pie y se limpió la cara con brusquedad—. Mi única arma contra este gran amor que siento por ti es la rabia… necesito odiarte para poder sacarte de mi corazón Paula, déjame hacerlo.
—Yo no quiero que me odies… —dijo con dolor.
—¡Pero tampoco puedo amarte Paula! —gritó el furioso, la vio sobresaltarse e intentó calmarse un poco.
—Por favor Ignacio, solo intenta comprenderme, no puedo seguir con esto porque sería injusto, yo no deseo herirte y si me quedo a tu lado voy a terminar haciéndolo… te juro que si pudiera amarte lo haría y lucharía para hacerte el hombre más feliz del mundo, porque lo mereces pero… no puedo…
no puedo porque amo a otro hombre —confesó al fin sintiendo que se liberaba, pero al mismo tiempo sabía le había dado un golpe demasiado fuerte.
Él no dijo nada porque el dolor no le permitió hacerlo, pero la rabia lo llevó a actuar, caminó con rapidez hacia el pasillo que llevaba a las habitaciones, con largas zancadas llegó hasta la de Paula, se digirió al armario y tomó la maleta que había llevado hacía mucho tiempo cuando comenzó a quedarse a dormir junto a la mujer que creyó suya.
—Ignacio —lo llamó Paula que corrió tras él sin comprender su actitud cuando abandonó el salón.
—No es necesario que digas nada más —espetó mientras lanzaba sus prendas en la maleta luchando por no seguir llorando.
—No quiero que esto termine así —pidió ella.
—¿Qué esperas Paula? ¿Acaso que nos reunamos los tres para tomar el té? —preguntó con sarcasmo—. Lo siento pero no puedo ser tan estúpido o según tú, civilizado… yo también tengo orgullo y no dejaré que ese maldito infeliz lo pisotee —agregó cerrando la maleta.
Ella se quedó callada porque había hecho algo peor que eso, los había sentado a ambos en una mesa y además junto a su familia, incluso fue Ignacio quien lo llevó en su auto, se sintió verdaderamente miserable.
—Solo me llevaré esto, echa a la basura todo lo demás —mencionó tomando el equipaje.
Un último vistazo a la cama que había sido testigo de todas las veces que le hizo el amor a Paula creyéndola suya, hizo que su dolor y su rabia crecieran con fuerza dentro de él, y las lágrimas inundaron de nuevo sus ojos al darse cuenta que todo no había sido más que una mentira.
—No te vayas de esta manera Ignacio —esbozó Paula pues le dolía mucho verlo marcharse sabiendo que la odiaba.
—¿Para qué deseas que me quede Paula? ¿Para seguir rompiéndome el corazón? —inquirió desde la puerta sin mirarla.
—No, sabes que no quiero hacerte daño —expresó caminando hasta él.
—Ya es muy tarde para eso, adiós Paula —mencionó y salió.
Pudo escuchar que ella sollozaba y le dolió mucho dejarla así, solo la había visto llorando de ese modo la otra noche, y era tan estúpido que estuvo a punto de regresar para consolarla, porque aunque quería odiarla sabía que no lograría hacerlo jamás, no se detuvo a mirar ningún rincón de la casa para que los recuerdos no lo hicieran desistir.
Sin embargo, cuando se encontró caminando completamente solo por el pasillo que llevaba al ascensor, no pudo evitar que su memoria fuera invadida por el recuerdo de ese maravilloso día cuando conoció a Paula y su mundo se iluminó gracias a ella.
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Al fin lo dejó a Ignacio. Y qué tierno Pedro cómo la cuidó. Me encantaron los 3 caps.
ResponderEliminarQue capítulos!!! Me dio pena por Ignacio, pero era lo que debía hacer, pero se notaba que él la amaba en serio también! Como amo esta novela!
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