miércoles, 19 de agosto de 2015
CAPITULO 133
Todo el público de pie aplaudía la actuación de la banda que se despedía en ese momento, Paula y Pedro también se unieron a los demás, agradeciendo de esa manera la
distracción, para ganar un poco de tiempo antes de tener que enfrentarse a la ola de especulaciones que seguramente se generó en su mesa, aunque al parecer no había sido solamente en esa, a medida que avanzaba entre los demás invitados, todos les sonreían y les dedicaban miradas cargadas de curiosidad.
—Una gran presentación de Bon Jovi, lástima que tuvieran que terminar tan pronto y que yo no haya tenido la oportunidad para bailar contigo Paula… Debo reconocer que me ganó la mano señor Alfonso —dijo Guillermo viéndolos llegar a la mesa.
De inmediato ofreciéndole una silla a Paula para que ocupara de nuevo su lugar junto a él y evitar que el italiano le robara su atención, no sabía por qué, pero sentía como si él se encontrase empeñado en atraer la atención de ella y no estaba dispuesto a cedérsela, no ahora que tenía una oportunidad de verdad con ella.
—No sabía que estuviésemos compitiendo por algo señor Reynolds, simplemente me nació compartir una pieza con la señorita Chaves y tuve la suerte que ella aceptara, además de un gran placer ya que es una bailarina excelente, muchas gracias nuevamente —esbozó mirando primero al hombre con seriedad y después a ella, a quien le dedicó una sonrisa de esas que deslumbraban.
—No tiene nada que agradecer, para mí también ha sido un placer, pero no deberían ignorar de esa manera a las demás damas presentes, ellas seguramente también estarán gustosas de compartir alguna pieza con ustedes o cualquier otro de los caballeros en la mesa —indicó Paula en tono
serio, de pronto se sintió como una pelota de tenis en medio de esos dos y no le gustó para nada.
—Mi amiga tiene razón caballeros, recuerden que nosotras también estamos aquí —les reprochó Jaqueline mirando a ambos—. Por lo pronto Thomas levántate de esa silla y ven a bailar conmigo… —indicó al tiempo que le extendía la mano al hombre con una gran sonrisa—. Aquello de esperar a que un hombre te invite a bailar se quedó en el siglo XVIII y como yo me considero una mujer de este tiempo, no tengo ningún problema en invitarte, así que vamos —finalizó colocándose de pie y el director la siguió con una sonrisa.
—Bueno señores, en vista que esto es una fiesta y hemos venido a aquí a disfrutar yo me sumo a la petición de la señora Hudson… señorita… — el mayor de los Alfonso se detuvo.
Lisandro habló sorprendiendo un poco a los presentes en la mesa, aunque se había mostrado amable y buen conversador nadie se imaginó que sería uno de los que sacaría a bailar a las damas.
—Señorita Diana ¿Puedo llamarla así? —inquirió primero ante la mirada sorprendida de la chica, ella asintió en silencio— ¿Le gustaría bailar conmigo? —preguntó colocándose de pie.
—Sí, claro… ¿No tiene problema en que lo llame Lisandro? —inquirió con una sonrisa recibiendo la mano que él le ofrecía.
—En lo absoluto, es más estoy en contra de todo trato de señor a un hombre menor de cincuenta años, cuando nos encontramos entre amigos —contestó sonriendo de manera coqueta.
—Me parece genial, entonces usted ahórrese el “señorita” y llámeme solo Diana por favor, ahora vamos antes que nos dejen sin espacio en la pista —dijo ella mucho más animada.
Así uno a uno fue saliendo en compañía de su pareja y aunque a Guillermo no le resultó agradable tener que dejar a Paula a solas con el actor, no le quedó más remedio que hacerlo, pero rogaba en pensamientos que su padre, Kim o Thomas regresaran a la mesa lo antes posible y evitar que el
italiano le ganase de nuevo la partida.
Pedro sentía que al fin el momento de hablar con Paula había llegado, la mezcla de sentimientos que lo había invadido minutos atrás regreso hasta él, respiró profundamente para calmar los latidos de su corazón y enfocarse, sabía que el tiempo una vez más corría en su contra pues de un momento a otro los demás regresarían.
Paula también sentía que todos los nervios que minutos atrás la embargaron regresaban multiplicados, intentaba no fijar la mirada en Pedro, simulando que toda su atención se
encontraba en las personas que danzaban, sin querer ser consciente que justo en ese momento se hallaba sola en la mesa con el actor. Empezó a sentir como que el aire se hacía más denso y el peso de la mirada de él sobre ella le estaba exigiendo que se volviese a verlo, podía sentirlo aunque no lo mirara y su corazón volvió a latir con una fuerza arrolladora cuando al fin sus ojos se toparon con los
azules.
Él le regaló una sonrisa, una de esas que solo le entregaba a pocas personas a las que realmente apreciaba, amplias, verdaderas, de las que iluminaban su mirada. Quería hacerla sentir confiada, alejar de ella toda esa tensión que parecía estar a punto de quebrarla, se disponía a extender su mano
por encima de la mesa para tomar la que Paula tenía apoyada sobre ésta, simulando que alisaba un poco el mantel, era evidente que se encontraba tan nerviosa como él.
—Esta fiesta es grandiosa, ¿no les parece? —escucharon que preguntaba Kimberly acercándose a la mesa.
Ambos se sobresaltaron como si hubiesen sido sorprendidos en alguna travesura, se volvieron a mirar a la mujer que les sonreía y con todo el desenfado que la caracteriza se sentaba de nuevo junto al castaño, para después hacerle seña a un mesero que pasaba junto a ellos con una bandeja repleta de copas de champagne.
Pedro al ser el único hombre en la mesa fue quien recibió las bebidas, le dio una a la actriz, le ofreció otra a Paula y tomó una para él, bebiendo un gran trago para pasar la molestia que le había causado esa nueva interrupción, se había prometido ser paciente, pero no era una de sus principales cualidad, quería levantarse y llevarse a Paula con él a un lugar donde nadie pudiera molestarlos.
—Sí, es una fiesta maravillosa señorita Dawson —contestó Paula que sentía haber sido salvada una vez más.
—Por favor Paula, no me llames de esa manera, es algo anticuado y muy aburrido, además ambas sabemos que no lo somos, dejemos de lado el protocolo y los conceptos que nos impone la sociedad, después de todo tú serás mi mentora para hacer de Priscila Hamilton mi mejor interpretación… estoy segura que seremos grandes amigas —esbozó con una gran sonrisa.
—No lo hago por ninguno de esos motivos, sino porque me parece lo correcto, es el trato que deben darse dos personas que apenas se conocen… —decía cuando la actriz la detuvo.
—Pero… Guillermo y tú apenas se conocen y él ya te llama por tu nombre de pila. Pedirnos a nosotros que te tratemos con tanta distancia cuando él no lo hace es un poco hipócrita, bueno es mi forma de ver las cosas, si vamos a ser un equipo, todos debemos recibir el mismo trato ¿no te parece Pedro? —preguntó volviéndose hacia él con una ceja perfectamente arqueada.
—Me parece que es justo que todos tengamos el mismo trato, eso hará que el equipo funcione como tal. Sin embargo, si no es del gusto de la señorita Chaves que la llamemos por su nombre de pila y que otras personas sí, creo que está en todo su derecho —comentó de manera casual, aunque se notaba que se había tensado.
—No tengo problema en que me llame por mi nombre, solo consideraba adecuado hacerlo de esa manera en tanto nos conocíamos mejor, pero si lo desea puede llamarme solo Paula, igual usted Kimberly, no tengo ningún tipo de preferencia por alguien del equipo en particular —señaló mirando primero a Pedro a los ojos y después a esa mujer que tan mal le caía.
—Perfecto, ahora que ya estamos en confianza ¿Pedro me invita a bailar? Lo hizo con Paula, pero siendo nosotros los protagonistas de Rendición debimos ser los primeros en hacerlo —puntualizó extendiéndole la mano al chico.
—No sabía que ese fuese un requisito estipulado en el contrato, es decir, que debía bailar primero con usted, no soy del tipo de hombres a los que le gustan las imposiciones Kimberly, siempre me he regido por mis propias reglas, sin quitarles el derecho a los demás a establecer las suyas propias y de llegar a un acuerdo que nos deje conforme a todos, me gustaría que lo tuviese claro —expuso serio.
—¡Wow! Te escucho hablar y es como si estuviese en medio de una discusión con Franco Donatti, inquebrantable e imponente como él… ¿Acaso todos los italianos son como el que mostró Paula en su libro? —preguntó intrigada mirándolos a ambos.
—No, solo el que ella conoció… —esbozó el actor sin poder evitarlo y aunque intentó retener sus palabras ya se habían liberado, vio cómo Paula se tensaba y una vez más quiso golpearse, no debía exponerla de esa manera, buscó la manera de arreglar lo que podía terminar en un desastre.
Kimberly no apartaba su mirada del hombre, en verdad era muy apuesto y tenía una especie de magnetismo que la atraía hacia él con fuerza, sabía que la química entre una pareja protagoniza era primordial y aunque una de sus reglas de oro era no involucrarse con sus parejas de trabajo, estaba considerando romperla por él.
Paula sintió su corazón lanzarse en latidos desbocados de nuevo, apenas había logrado sosegarlos un poco y esa declaración de Pedro la puso a temblar una vez más, luchó por no dejar ver que sus palabras la habían afectado y casi se convirtió en una piedra.
—Supongo que debió conocer a alguien que le inspirase para hacer a un personaje tan parecido a la realidad de los hombres italianos, no todos somos idénticos a Franco, pero en su mayoría el hombre italiano tiene ese carácter del demonio que muestra el personaje —explicó sin mucho énfasis, después se colocó de pie y le ofreció su mano a la actriz—. Ya te irás dando cuenta cuando viajemos a Italia y tengas la oportunidad de conocernos a todos mejor, estoy seguro que después de seis meses tendrás tus propias conclusiones —finalizó mirándola.
—Créeme estoy ansiosa por hacerlo, ver qué tanto hay de cierto en todas esas cosas que se supone han hecho del personaje de Franco, el hombre más deseado del momento y tú serás el encargado de enseñármelo —comentó con total desfachatez.
—O bien puedes preguntárselo a Paula, después de todo fue ella quien creó al personaje no yo, pienso que ambos tenemos perspectivas muy distintas del mismo, no es mi trabajo cuestionar la visión de la escritora o la guionista, sino buscar la manera de darle vida al personaje desde mi apreciación del mismo, e intentar que esta sea del agrado del equipo y del público, solo eso — comentó como si no le importase mucho, debía desligarse de Franco tanto como pudiese o volvería a cometer el error de hacía un momento.
—Me gusta y me parece muy interesante su planteamiento, creo que han tomado la decisión acertada al darnos a ambos este protagónico, nos llevaremos muy bien Pedro, bueno pero no hagamos esperar más a nuestro público, que seguro está desesperado por vernos juntos —dijo colocándose de pie.
—Volvemos en un momento Paula, con su permiso —mencionó él viéndola directamente a los ojos.
— No hay problema, vayan a deleitar a su público, después podemos seguir con esta conversación —esbozó de manera despreocupada desviándole la mirada.
Él asintió en silencio intuyendo que quizás había lastimado de algún modo a Paula. No supo cómo manejar la situación, no debía mostrar mucho interés por el personaje de Rendición o podía despertar sospechas, hasta ese instante todo había marchado bien. Pero no sabía por cuánto más
podría resistirse a los deseos que tenía de acercarse a ella para tener mucho más que un baile, cuánto podía aguantar cuando se encontrasen de nuevo en la Toscana.
Paula sentía que poco a poco se adentraba a un mundo para el cual no estaba preparada, o peor aún sería parte de una situación que tal vez no pudiese controlar, cada vez que Kimberly Dawson se mostraba descaradamente interesada en Pedro a ella le hervía la sangre, sentía que una sensación nada agradable se instalaba en su pecho y se creaba un peso en su estómago, algo la presionaba haciéndole difícil respirar, jamás había experimentado algo así y eso también debía agradecérselo, ahora sabía cómo se sentían los celos.
Minutos después cuando Jaqueline regresaba a la mesa después de haber bailado al menos unas cuatro piezas con Thomas Whitman.
—Jackie acompáñame al baño por favor —le pidió después que la viera beberse una copa de champagne de un trago.
—Por supuesto, necesito ir —contestó colocándose de pie.
—Jackie necesito que me ayudes… tengo que hablar con Pedro y no puedo hacerlo delante de todos, tenemos que vernos en un lugar que sea seguro…—decía cuando ésta la interrumpió.
—Por supuesto que no puedes hacerlo delante de todos, eso es obvio. ¿Dónde quieres que sea? ¿Te parece bien una de las habitaciones de invitados? —preguntó con malicia.
—¡Jaqueline no estoy para bromas! —se quejó mirándola.
—Está bien… está bien, era solo una sugerencia, es decir, por la forma en cómo se muestran… — no pudo continuar.
—¿La forma en cómo nos mostramos? ¿Qué quieres decir? —inquirió desconcertada y nerviosa.
—Paula ese hombre prácticamente te come con la mirada y tú... pues, tú estás que apenas puedes resistirte. Claro yo no te culpo, en otras circunstancias y siendo yo, la verdad me hubiera escapado con él, pero como no soy yo sino que eres tú, sé que jamás harías algo así y que toda esta situación te trae con los nervios de punta, entiendo que te sientas intimidada ante la actitud de Alfonso —expuso mientras se retocaba el maquillaje.
—Él no me intimida… —decía y la mirada de Jaqueline la hizo detenerse, dejó libre un suspiro y continuó—. Bueno está bien lo admito, sí lo hace, pero no puedo dejar que me descontrole, tú sabes perfectamente el tipo de desastre que ocurría si nos dejamos llevar, si mostramos más de lo que
debemos…—su tono de voz mostraba su urgencia por tenerlo todo bajo control.
—¿Tienes miedo de no poder resistirte y terminar dejándote llevar? Eso es natural Paula, aún deseas a ese hombre y él te desea a ti de igual manera… creo que todo esto es cuestión de tiempo.
—Jackie no hablo solo de eso, ya sé que el traidor de mi cuerpo se muere por tenerlo cerca, pero créeme lograré resistirme. El problema aquí es otro mucho más grave. Hace un momento la odiosa de Kim Dawson le dijo que era idéntico a Franco, que podía jurar que era con él con quien hablaba, sé que Pedro intentó darle la vuelta al asunto, pero igual terminó diciéndole que seguramente yo había conocido a un hombre en Italia y que me inspiró, si seguimos así vamos a terminar delatándonos —dijo a punto de entrar en pánico.
—Es lo más probable. Estoy contigo nadie debe enterarse de lo de ustedes, al menos no hasta que podamos prepararnos para manejar una situación así, hasta que ambos lleguen a un acuerdo y elaboren una versión que no vaya a perjudicarlos… tienes razón deben hablar ahora mismo —se mostró de acuerdo con su amiga.
—Bien ¿Qué propones? —preguntó sintiéndose aliviada.
—Tiene que ser un lugar donde puedan tener privacidad, pero no tanta para que no vayan a suscitar rumores si alguien llega a verlos, puede ser una de las terrazas, las que tienen vista al jardín parecen ser las mejores, tienen poca luz y no he visto a nadie dirigirse hacia ellas, la fiesta está
concentrada en el lado opuesto —dijo mirándola.
—Sí, lo noté desde que llegamos, bueno ya tenemos el lugar, solo falta hacer que Pedro se entere y llegue hasta éste… claro si logra librarse de Kimberly —esbozó sin ocultar su molestia.
—Yo me encargo de ello y de vigilar por si alguien decide tener también una reunión privada en el mismo lugar —comentó con media sonrisa ante la cara de reproche de Paula.
—¿Qué harás? —la interrogó al ver que sacaba su móvil.
—Voy a enviarle un correo, vi que su agente tenía dos teléfonos y uno de ellos debe ser el de Pedro —contestó al tiempo que posaba sus dedos en la pantalla táctil.
—Jackie espera… ¿Crees que sea seguro? Es decir, si el señor Puccini lee el mensaje podría darse cuenta de todo…—pronunció.
—Ya lo ha hecho y no creo que vaya a exponer a su pupilo de alguna manera, pude notarlo en su expresión cuando el italiano te invitó a bailar y debo decir que él también descubrió que yo estoy al tanto, te juro que intenté disimular mi emoción al verlos juntos, pero no pude… hacen linda pareja — acotó un poco apenada.
—¡Dios! Bueno seguro es un hombre prudente, pero intenta no ser tan explícita en el mensaje, no quiero que se preste para malos entendidos… solo dile que necesito hablar con él urgentemente — señaló rogando para que eso no fuese un error.
—Tranquila, lo enviaré al correo personal de Alfonso para que sea solamente él quien lo vea, intenta calmarte Paula, parece que estuvieras a punto de un colapso —la reprendió con suavidad.
Ella asintió en silencio y respiró profundamente mientras colocaba sus manos bajó el grifo del agua y las dejaba empaparse por completo, miró su reflejo en el espejo y ciertamente lucía trastornada, si quería evitar que alguien se diera cuenta de todo, debía empezar por controlarse, respiró profundamente y contó con los ojos cerrados.
—Listo, ya está… en unos minutos podrán reunirse finalmente, y hablarás con él sin nadie de por medio, ahora vamos antes que te arrepientas —dijo la rubia viendo el terror en la mirada de su amiga.
Salieron del baño saludando a las damas que entraban y se encontraban como la mayoría, algo tomadas, eso podía beneficiar los planes de Paula. Llegaron hasta la terraza y estaban por entrar al lugar pero Jaqueline la detuvo y Paula se tensó de inmediato.
—Espera… —esbozó la rubia mientras detenía a un mesero—. Me da una por favor —le pidió al hombre con una sonrisa, él le entregó una copa de champagne de inmediato con el mismo gesto y le ofreció una a Paula también, la castaña negó con la cabeza—. Ésta es para ti y esa para mí,
muchas gracias señor es muy amable —dijo despidiéndolo mientras sostenía las dos copas.
—No quiero tomar Jackie, me pondrá los nervios peor —señaló.
—Por el contrario, te ayuda a relajarte, vamos tómala —indicó entregándosela, y al ver que Paula le daba apenas un sorbo habló de nuevo—. Bébela toda Paula Chaves y deja de comportarte como una adolescente por favor. ¿Es ésta la imagen que le quieres mostrar a tu ex amante? —preguntó mirándola a los ojos.
Paula negó con la cabeza y terminó la copa de un trago, dejó libre un suspiro y cerró los párpados un momento para concentrarse, obligándose a actuar como la mujer adulta que era.
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