miércoles, 19 de agosto de 2015

CAPITULO 132




Ella se quedó mirándolo sintiéndose completamente perdida en esos maravillosos ojos azules, tan liviana y libre que podía asegurar que flotaba, sentía como poco a poco Pedro la envolvía en esa magia que desbordaba, la misma que la había cautivado años atrás, quiso recapacitar y aferrarse a algo seguro, pero lo único que podían tocar sus manos era a él, lo único que podían ver sus ojos era a él.


Sentía todo su cuerpo vibrar ligeramente ante las emociones que iba despertando, quería responderle, pero no encontraba su voz, no podía hacer nada más que mirarlo y sentir que el tiempo se detenía creando un instante perfecto, uno que deseaba fuera eterno.


Él recorría con su mirada el hermoso rostro de Paula, aferrándose a la poca cordura que le quedaba para no amarrarla en un abrazo y saciar sus deseos desesperados de besarla.


La música cesó y ellos se quedaron allí como detenidos en el tiempo, en medio de las parejas que aplaudían el desempeño de la agrupación. Paula sabía que debía alejarse, que debía hacerlo en ese momento antes que fuera demasiado tarde o terminaría haciendo algo que lamentaría más adelante, luchó contra su cuerpo que le pedía a gritos permanecer entre los brazos de Pedro, se obligó a dejar de mirarlo y despacio deslizó la mano que tenían en la espalda de él, se disponía a liberarse de la otra cuando se lo impidió, ella le suplicó con la mirada que la dejara ir Pedro se sintió como un estúpido por presionarla de esa manera, pero no quería separarse de ella, no después de tantos años lejos, de lágrimas, dolores y ausencia, ya no quería seguir esperando, la necesitaba y debía tenerla, deseaba recuperarla. El miedo en la mirada de Paula se hizo casi palpable y cedió aun contra su voluntad.


—Necesito que hablemos a solas —lo hizo en italiano para que nadie más pudiera entenderlos.


—Lo sé… pero no podemos ahora…—decía cuando él la detuvo.


—Tiene que ser esta noche, no voy a esperar más… por favor, Paula —le pidió con la voz ronca por el cúmulo de emociones que lo embargaban.


—Buscaré el momento… te lo prometo —contestó mirándolo a los ojos y esta vez no podía ocultar que temblaba.


Él asintió en silencio y antes de soltar la mano de la escritora de entre la suya, se la llevó a los labios y le dio un suave y prologado beso en ésta mientras la miraba directamente a los ojos, para confirmarle que confiaba en su palabra y también para aliviar un poco la frustración de no poder besarla en los labios como tanto deseaba. Ella asintió en silencio liberando un suspiro ante el gesto de él y reafirmándole una vez más que cumpliría con su promesa.





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