domingo, 12 de julio de 2015

CAPITULO 7




Toscana, Italia. Junio de 2009.



El sol brillaba con fuerza en el cielo de un azul celeste tan intenso y espléndido que parecía sacado de una postal. Su mirada ámbar observaba a través de la ventanilla del vehículo el espectáculo ante sus ojos, mientras se desplazaba por la larga carretera rural bordeada de setas, pero el verdadero sueño estaba a ambos lados. Una llanura que descendía entre colinas, todo era verde esmeralda, parecía un manto que hubiera sido tendido con tal perfección que adoptaba cada relieve y pendiente que caracterizaban el paisaje.


Se podía decir que Toscana se había vestido de gala para recibirla, se encontraba en su máximo esplendor. Paula sentía su corazón latir emocionado, pues desde que tenía consciencia siempre había soñado con visitar ese lugar, entre más se internaba más hermoso le parecía todo el
campo era un espectáculo de colores y aromas, cada árbol era una prueba fehaciente de vida. El auto se detuvo y de inmediato pudo sentir en su piel el roce de la brisa que también traía hasta ella el aroma de las setas, de los olivos, del viñedo que vio apenas entró a la propiedad y de todas las flores que la rodeaban, muchas que ni siquiera conocía. 


Su mirada se perdían ante tanta belleza, seguía pensando que nada de eso podía ser real, pero lo era y sería suyo, completamente suyo. Ese era el lugar perfecto, el que
necesitaba para que las ideas fluyeran nuevamente, y en cuanto se vio allí pudo sentirlo, su vida cambiaría en ese lugar.


Se hospedaría en un conjunto de hermosas y pintorescas casas, que mostraban en todo su esplendor el estilo toscano, edificaciones de piedra con acabado rústico, techos de tejas rojas, rodeadas por setas. Fue recibida por una amable mujer que no debía tener más de sesenta años, cabellos
rubio oscuro, ojos topacios y una sonrisa franca que mostró una perfecta dentadura, le dio la bienvenida, dejando ver esa personalidad chispeante y llena de calidez que poseían los italianos, se decía que eran las personas más alegres de toda Europa, que todos eran una gran familia.


Un chico que aparentaba tener quince años, de ojos azules como los de la mujer y cabellos castaños se hizo cargo de su equipaje, mientras Cristina, como se presentó su anfitriona la guió hasta la casa que ocuparía; durante el trayecto le explicó a quién pertenecía la propiedad. Ésta había sido desde hacía muchos años uno de los viñedos más famosos de la región, y seguía funcionando aunque a medias, pues sólo se mantenían los cultivos, en temporada llegaban un grupo de trabajadores y hacían la recolección, después se marchaban con las uvas, y regresaban con el vino ya en barricas que ubicaban en las bodegas, allí permanecían hasta que su patrón decidía que era el momento para llevar el producto final al mercado.


Paula contó cinco casas, cuatro de ellas seguían un estilo parecido, sólo una resaltaba entre las demás y la mujer le informó que era la conserjería. A un extremo de la propiedad pudo divisar una capilla hecha en piedra sólida, con un campanario antiguo.


—En ocasiones es usada para festejar alguna boda —mencionó la mujer al ver donde se encontraba la atención de Paula, después le dedicó una sonrisa para continuar—. Si lo desea podemos ver las bodegas ahora o esperamos a que descanse —señaló sonriendo.


—Me encantaría hacerlo, pero la verdad el viaje resultó un poco agotador, el tren tuvo un retraso de un par de horas y mientras me desplazaba en el taxi el tráfico fue pesado —respondió con el mismo gesto de la dama, mientras caminaban hacia las áreas comunes.


La piscina fue la que más atrapó su atención, seguramente debido al calor que estaba haciendo, sentía que necesitaba una ducha con urgencia para liberarse de todo el cansancio. 


Cuando se encontró en el interior de la casa que le había sido asignada se quedó sin palabras. Era espaciosa, con
paredes blancas e impecables, iluminada por las grandes ventanas que se dispersaban por todo el lugar.


Los pisos y los techos le daban un toque de calidez que le encantó, caminó hasta la cocina que contaba con todo lo necesario, pero que probablemente ella no utilizaría mucho, pues era pésima para las labores culinarias. En realidad era un desastre para cualquier tarea del hogar, ese había sido el resultado de ser criada rodeada de personas que hicieran todo por ella. Su mano se deslizó por la madera pulida de la mesa del comedor, imaginó que quizás podía animarse a preparar algunas recetas, después de todo, ella sería su única juez.


Cuando entró a la biblioteca se sintió completamente maravillada, era perfecta, tenía vitrinas de madera llenas de libros que iban desde el techo hasta el piso, el olor a roble y nogal se mezclaba con el de la naturaleza que rodeaba la casa, las ventanas estaban abiertas dejando que el sol y los
aromas entraran a raudales en la estancia. Las paredes estaban adornadas por mapas de toda la región enmarcados, al fondo del lugar y justo al lado del ventanal más amplio se hallaba un escritorio y un sillón que seguían el mismo estilo de los muebles de la sala, todo en madera pulida y tallada. La chimenea era preciosa, hecha de piedra maciza, se mostraba imponente, en realidad era intimidante; pues de nuevo se lamentaba por no saber mucho de su manejo, igual era probable que no hiciera uso de ella, aunque el solo imaginarse allí con una copa de vino en la mano y su mirada perdida en las llamas danzantes, la hizo sentirse sumamente emocionada.


Su habitación era encantadora, todos los muebles eran de madera de nogal oscuro y resaltaban en el blanco impecable que lucían las paredes. A un lado dos ventanales que más daban la impresión de ser puertas de lo amplio que eran; Paula se acercó y quedó muda ante la maravillosa vista del valle que el lugar le ofrecía, acarició con sus dedos el sofá de terciopelo rojo burdeos junto a ella, se sentó hechizada por la belleza del paisaje.


—¿Le gusta? —preguntó la mujer con una sonrisa.


Ella se volvió para mirarla, asintió y emuló el mismo gesto, con mayor entusiasmo pues a cada minuto que pasaba en ese lugar sentía que era perfecto y que en él encontraría lo que estaba buscando. Se puso de pie y continuó con el recorrido, entraron al baño que era todo un sueño, sus ojos
captaron una bañera que era una obra de arte, blanca con patas cubiertas de piezas doradas en formas de vid. 


También tenía una ducha que era mucho más práctica, pero con el mismo diseño que la hacía lucir como de siglos
pasados.


El recorrido se llevó varios minutos más, y a cada uno que pasaba Paula sentía que la emoción dentro de su pecho crecía, nunca se había sentido tan compenetrada con un lugar como lo estaba con ése, era como estar en casa aun a miles de kilómetros. Había algo en el aire, en el paisaje, en la calidez con que el sol bañaba su piel, que hacía que su corazón palpitara emocionado, una expectativa que corría por sus venas, una sensación que colmaba su pecho y le hacía desear querer abarcarlo todo.


Regresó a su habitación y se quedó parada frente al ventanal, observando el lugar hasta que la tarde cayó bañándolo todo de naranja y dorado, para después mostrarle el cielo más hermoso que hubiera visto en su vida.


Los dos días transcurridos desde su llegada habían sido maravillosos, se levantaba temprano y salía a correr, tenía mucha extensión de tierra para hacerlo, disfrutando de una absoluta soledad, de la fresca brisa de la mañana y los cálidos rayos del sol que nacían a medida que ella se
adentraba en el paisaje, podía decir que ese paraíso era completamente suyo, pues las demás casas se encontraban desocupadas, la familia que habitaba en la conserjería apenas si se notaban y desde su llegada no había vuelto a ver un vehículo. Podía pasar el resto del día en la biblioteca
revisando los libros, nadando en la piscina, caminando por el valle o simplemente sentada en el sofá de su habitación observando el paisaje y como este se iba trasformando a medida que el tiempo pasaba.



******


Pedro conocía de memoria el panorama que lo rodeaba, conducía por un largo camino de tierra, en medio de setas que lo bordeaban, a ambos lados las colinas y las pendientes suaves se mostraban con inigualable belleza, ese era el típico paisaje que caracterizaba a la región de Toscana.


El lugar de nacimiento de su madre, quien no dejaba de añorarlo día tras día, a pesar de tener años viviendo en Roma.


Acostumbrado a conducir a alta velocidad y más cuando se desplazaba por esos caminos rurales que se lo permitían, Pedro pisó a fondo el acelerador y le dio absoluta libertad al motor de su Maserati, Gran Cabrío para que atravesara la extensa llanura. El auto dejaba tras de sí una nube de polvo que iba convirtiendo el paisaje a su paso y en el interior la voz de Nek y la suya cantaban a coro, Per non moriré mai.


Se había propuesto retomar su camino, organizar todo y regresar para deslumbrar a su público y también a sus detractores, sería como el Ave Fénix, cuándo menos se lo esperasen regresaría a Roma y una vez más la tendría a sus pies, completamente renovado sería imparable, no tomaría su carrera donde la dejó. No, haría su entrada con mayor fuerza, sabía que todo el mundo estaría como loco intentando descubrir dónde se encontraba, especulando, investigando. Eso podía resultar hasta divertido y beneficioso, crear una gran expectativa que pusiera a todo el país a la espera de cualquier noticia relacionada con su paradero.


Saberlo hizo que una sonrisa se dibujara en sus labios, le gustaría ver la cara de todos esos periodistas sensacionalistas o de sus “compañeros” que no perdían ocasión para apuñalarlo por la espalda, seguramente estarían felices pensando que al fin se habían librado de él… 


¡Tontos! Pensó riendo y llenándose de orgullo al saber el poder que tenía sobre todos ellos.


Sólo esperaba que nadie fuera a arruinar su estadía en ese lugar, que no pudieran dar con él, su madre le aseguró que no lo harían, que ahí nadie lo perturbaría. No era la primera vez que venía, antes le gustaba mucho, pero, hacía casi cinco años que no lo visitaba y en ese tiempo él había cambiado, ahora sus gustos eran otros, muy diferentes a los del adolescente que fue, por lo menos ahí tendría todo a su favor para relajarse, eso era lo que deseaba justo ahora, paz, soledad y tranquilidad, ya después tendría tiempo para lo demás.


Había cometido muchos errores, había actuado como un estúpido, se había dejado envolver y engañar por el miserable de su manager y daba gracias a que fue Lisandro quien le dio la paliza que recibió, pues de haber sido él, hubiera matado a ese cabrón. Después de todo lo que le brindó que se atreviera a pagarle como lo hizo, robándole durante cinco años, involucrándolo con gente peligrosa y deshonesta, de no haber sido por Lucca habría terminado en una cárcel, recluido en un hospital o en el peor de los casos muerto.


Era consciente de ello, pero no creía que estaba tan mal, no al grado de ser enviado a ese lugar como si fuera un delincuente o un drogadicto que recluyen en un centro de rehabilitación, sin poder comunicarse con nadie, sin enviar un mensaje a la prensa, quedaría delante de todos como un
irresponsable. Tanto que había luchado por el jodido papel de Antonio Scalzi en la nueva película de Jean Franco Baptista, ese que quizás lo llevaría a ser reconocido en el mundo entero, también a eso tuvo que renunciar, todo por no poder controlarse en aquella maldita fiesta. Pero bueno ya las cosas estaban hechas y debía asumir las consecuencias, y aunque seguía pensado que en ese aspecto su familia había exagerado, ya no podía hacer nada y mucho menos luchar contra su madre, por evitar que siguiera sufriendo era capaz hasta de internarse en el mismo infierno.


Desde ese momento su familia se convirtió en su prioridad, debía cuidar de ésta a como diera lugar, aunque ellos no lo comprendieran del todo, debía demostrarles que aún tenía las riendas de su vida en sus manos, que no se encontraba completamente perdido como pensaban, haría que su
hermano se arrepintiera de todo lo que le dijo, haría que sus padres se sintieran orgullosos de él nuevamente y volvería a ser el ejemplo que siempre fue para su pequeña y hermosa Alicia; todo eso lo tendría, solo debía ser paciente, sólo eso.






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