lunes, 24 de agosto de 2015
CAPITULO 149
Pedro acababa de salir de la ducha y se estaba vistiendo cuando escuchó que llamaban a la puerta, eso lo extrañó mucho pues no había pedido ningún servicio de habitación, se puso con rapidez un jean gris plomo y sin preocuparse por cubrir su torso salió para atender a quien llamaba a su puerta. Había perdido todas las esperanzas de que fuera la mujer que esperaba, sabía que Paula no cedería tan rápido y menos si seguía manteniendo la estúpida idea de que él deseaba seducir a Diana.
Pero al abrir la puerta y verla parada delante de él, su corazón se olvidó de toda la molestia que había sentido contra ella, casi vio su mundo iluminarse y una sonrisa afloró en sus labios.
—Necesito que hablemos —comentó ella, y una vez más temblaba ante el espectáculo que era el cuerpo de Pedro.
—Se te está haciendo una manía esto —dijo intentando no sonreír.
—Y a ti abrir la puerta medio vestido —esbozó y se arrepintió de inmediato al ver esa sonrisa hermosa y arrogante de él.
—Bueno sabes bien que no tengo problema con la desnudez —dijo y disfrutó al ver que ella se sonrojaba— ¿Quieres que hablemos dentro o salgo medio vestido al pasillo? —inquirió
provocándola.
—Lo haremos dentro —contestó ella sin poder evitar caer ante el reto en las palabras de Pedro.
—Me parece perfecto, no queremos provocar un escándalo haciéndolo afuera, además que no traes un vestido, eso sería sin duda mucho más apropiado —pronunció en el mismo tono seductor y la invitó a pasar con un ademan mientras la miraba descaradamente.
—Deja de lado los juegos Pedro que no estoy para ello, lo que he venido a decirte es serio —indicó volviéndose a mirarlo después de echar un vistazo al salón de la suite y se cruzó de brazos.
—Bien, habla —dijo cerrando la puerta, se apoyó de espaldas a ésta adoptando una postura relajada.
—He venido a exigirte que te alejes de Diana —mencionó mirándolo.
—Has venido a exigirme... ¿Y desde cuándo yo hago lo que me exiges? O mejor dicho ¿Desde cuándo yo cumplo con tus exigencias si no son teniéndote desnuda para mí? —inquirió elevando una ceja.
—¡Maldita sea Pedro deja ya eso! Esto es serio… Diana es apenas una chica, puede parecer que ha recorrido mundo y que tiene mucha experiencia, pero en el fondo es solo una niña jugando a ser grande… es apenas tres años mayor que Alicia —mencionó desesperada.
Las palabras de él la perturbaban hasta el punto de sentir todo su cuerpo tenso y a la espera de que la tocara, además que le hicieron recordar lo que vivió minutos atrás en su bañera porque las palabras “desnuda y Pedro” eran un golpe para su estabilidad.
—Lo sé —contestó él tornándose serio.
—¿Y entonces por qué haces todo esto? ¿Por qué alimentas sus ilusiones? —preguntó sintiéndose realmente molesta.
—¿En serio crees que yo estoy intentando seducir a Diana? —preguntó mientras la miraba y comenzaba a sentirse furioso. Ella se quedó en silencio dándole mayores motivos para estar molesto —. Te dejaré claro esto solo una vez Paula. Cuando yo deseo a una mujer y veo que ella también me desea la tengo sin importarme quién se oponga, el caso aquí es que yo no deseo a Diana porque para mí es como ver a mi hermana Alicia, porque así la concebí hace más de tres años cuando tú me hablaste de ella. No planeo seducirla ni nada por el estilo, ella sencillamente se ofreció a acompañarme para conocer la ciudad y me pareció de mal gusto rechazarla —mencionó mirándola a los ojos.
—¡Por favor Pedro! No me trates como una estúpida porque no lo soy, tú no estás aquí en plan de turista, tú viniste hasta Chicago con la única misión de atormentarme —le reprochó
sosteniéndole la mirada.
—O quizás sí tenga trazado un plan para seducir a una Chaves —esbozó acercándose a ella y su sonrisa ladeada se hizo presente cuando la vio retroceder dos pasos—. Pero no es la que tú crees, pues no es esa la que me interesa sino la que está justo frente a mí, la que vino a buscarme a una habitación de hotel donde estaríamos los dos solos sabiendo el riesgo que corre, consciente de la atracción que existe entre los dos y de las inmensas ganas que tenemos de recordar —susurró acercándose a ella hasta quedar tan cerca que podía sentir la respiración cálida y agitada.
—Pedro Alfonso… deberías saber que este juego ya no te resulta conmigo —mencionó haciéndose hacia atrás, no podía empujarlo porque eso sería apoyar sus manos en ese pecho que la seguía tentando demasiado, respiró profundamente irguiéndose para parecer más segura.
—¿En serio? ¿Será que estaré perdiendo mis habilidades? —inquirió elevando una ceja, llevó su mano hasta el nacimiento del trasero de Paula y la atrajo pegándola a él— ¿O será que tú estás haciendo hasta lo imposible para no ceder, para no dejarte llevar? —preguntó mirándole los labios mientras sentía el suave roce que le daban los senos de Paula en su pecho por el ritmo de su respiración.
—Te sientes tan seguro de ti mismo, eres tan arrogante que piensas que ninguna mujer se puede resistir a ti, la verdad me da pena lo equivocado que estás Pedro —dijo sacando fuerzas de su interior.
—No, no estoy errado, quizás no pueda hacer que todas las mujeres caigan a mis pies, pero sé de una a la que puedo enloquecer y hacerla rendirse a mí —contestó llevando su otra mano a la nuca de Paula.
—No tan rápido señor Alfonso—le advirtió ella apoyando sus manos en los hombros de él para intentar alejarse.
—Me encantaba cuando me llamabas así —mencionó y antes que Paula pudiera protestar de nuevo, la calló con un beso.
Tal y como esperaba, ella se resistió negándose a entregarle eso que los dos deseaban, nunca había forzado a una mujer y no empezaría con la que amaba, así que fue suavizando el beso persuadiéndola de dejarse ir, acariciándole la cintura y dejando que su lengua rozara la de Paula hasta hacerla gemir y temblar, ella relajó la presión que ejercían sus dedos y parecían querer clavársele en los brazos, él se confió deslizando la mano de la suave nuca hasta el cabello corto de Paula, enredando sus dedos para atraerla, profundizando más ese beso que le despertaba el cuerpo y le calentaba la piel.
Paula comenzaba a perderse en medio del placer que Pedro le daba, pero al sentir que la mano de él abandonaba su cintura y subía buscando sus senos, supo que tenía que detenerlo en ese instante.
—¡Eres un bruto! —le gritó liberándose y le pegó en el hombro, pero al ver esa sonrisa cargada de prepotencia enfureció aún más, lo golpeó de nuevo alegrándose del gesto de dolor que transformó la arrogante sonrisa—. No vuelvas a tratarme así, ya van tres veces, ni siquiera antes cuando te creía un patán engreído te atreviste a robarme un beso y ahora… —decía cuando él la detuvo.
—Ahora lo hago porque tú eres demasiado orgullosa para admitir que lo deseas, ¿no quieres que te robe más besos? ¡Pues bien! Entonces ofrécemelos Paula, recuerda todas esas veces en las que me pedias que no dejara de besarte, las veces en las que tú me tomabas cuando te provocaba, me besabas hasta dejarnos sin aire y nos olvidábamos de todo —expresó mirándola a los ojos con intensidad sintiendo su corazón latir tan rápido como una locomotora.
Paula sentía que no podía soportar el poder que tenía esa mirada azul, sabía que estaría completamente perdida si seguía mirándolo, así que cerró los ojos intentando escapar del deseo que corría por sus venas, lo sintió acariciarle la mejilla y el gesto la hizo estremecer.
—Estoy poniendo todo de mi parte… estoy dispuesto a dártelo todo, solo tienes que decir que sí —pidió apoyando su frente a la de ella.
—Las cosas no son así de sencillas —esbozó con un nudo en la garganta y sus labios temblaron al luchar por contener las lágrimas.
—Sí lo son, somos nosotros quienes las complicamos —la contradijo.
—Nosotros tuvimos nuestra oportunidad Pedro y no la supimos aprovechar… ahora es muy tarde —susurró llena de dolor.
—No lo es, déjame demostrarte que no lo es —mencionó y la amarró en sus brazos con fuerza para hacerla sentir segura.
Buscó los labios de Paula para rozarlos, no intentó obtener un beso robado, quería que ella también participara por voluntad propia, gimió de satisfacción cuando ella abrió su boca y con suavidad acarició con la punta de la lengua sus labios haciéndolo estremecerse y desatando el deseo que colmaba todo su cuerpo.
Le quitó el bolso que mantenía todavía colgando de su codo y lo dejó caer en la alfombra, después le rodeó la delgada cintura con un brazo para levantarla en vilo, la sintió tensarse y supo que estaba yendo muy rápido, necesitaba que Paula se sintiera confiada para que pudiera entregarse a él por completo, no quería seducirla, deseaba amarla y que ella pudiera sentir que eso no era tan solo un arrebato, que no era una manera de satisfacer una necesidad, sino un acto tan vital como lo era para ambos respirar.
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