martes, 18 de agosto de 2015

CAPITULO 128




Se encaminó con ella dejando detrás a Pedro y Martha, para ser él quien los guiara al despacho de su padre. Cuando el italiano pudo apreciar el escote del vestido de Paula en todo su esplendor, la rabia que sentía por las libertades que se estaba tomando el americano fueron remplazadas de inmediato por un deseo contundente, dejó ver una sonrisa ladeada y curvó una ceja.


Pensó que después de todo no le había ido tan mal al quedar tras ellos, tenía la mejor vista de la que podía disfrutar esa noche y ni siquiera se esforzó por disimular, clavó su mirada en la espalda de Paula y más allá, deleitándose con el andar suave y sensual de ella, ese que era tan natural como hermoso y que él había visto infinidad de veces, incluso mejor que ese, pues él la había visto caminar así pero completamente desnuda y solo para su placer.


La reunión dentro del despacho de Guillermo Reynolds padre, se podría resumir como amena y enfocada al éxito que todos le deparaban a Rendición, el hombre se mostró complacido con el italiano y le hizo saber que había apreciado su trabajo en general, no solo las cintas de las audiciones, por lo tanto confiaba en su talento para darle vida al hombre que tenía a la mitad de las mujeres en el mundo rendidas a sus pies.


Pedro agradeció la confianza y la oportunidad, se sentía satisfecho con lo que había logrado en el plano profesional, debía reconocerlo. Pero su principal objetivo se encontraba también en ese salón y al parecer la magia de minutos atrás se había desvanecido de nuevo, Paula se mostraba cortés pero distante, lo que lo confundía y lo llenaba de frustración, se esforzó por mantener su actitud de hombre feliz, mientras a momentos la buscaba con la mirada para hacerle entender que debían hablar, que ya no podía seguir dándole largas a ese asunto.


Me estoy muriendo por besarte, por tocarte, tengo que hacerlo, tiene que ser hoy… ¡Por un demonio Paula mírame!


Así pasaron varios minutos hasta que el dueño de la casa envió por la actriz que compartiría el principal con él, deseaba tenerlos a los dos allí y darles un discurso antes de hacer su presentación oficial.


—Bueno señorita Chaves, aquí los tiene —mencionó el hombre colocándose de pie y avanzando hacia ellos cuando vio que Kimberly Dawson hacía entrada al lugar—. Su Priscila Hamilton y su Franco Donatti en persona —agregó con una gran sonrisa.


La de la actriz y la de todos los demás emularon la del hombre, a excepción de Paula y Pedro que apenas esbozaron una por cortesía, pues ambos eran conscientes que la realidad era otra y que esa mujer solo era una intrusa, lamentablemente era una que había entrado con permiso de todos y nada se podía hacer a esas alturas.


—¡Oh, Guillermo! Tú tan genial como siempre, será un placer trabajar de nuevo junto a ti y por supuesto con todo este maravilloso equipo que has creado, no podía ser de otra manera, siempre ofreces lo mejor —expuso mientras se acercaba a él para abrazarlo.


—Por supuesto hermosa, sabes que yo me caracterizo por la calidad, solo ésta da buenos resultados, muestra de ello es la cantidad de premios que hemos conseguido, los otros apuestan al azar, yo juego seguro y por eso he decidido llevar a Rendición a la gran pantalla. Estoy seguro que rebasará todo éxito conseguido hasta ahora, no le sorprenda Paula que el próximo año estemos siendo nominados para los premios de la academia —esbozó sonriente.


Era tal la seguridad que mostraba que tanto a Pedro como a Paula les pareció demasiado presuntuoso. Sin embargo, no pudieron evitar emocionarse ante esas palabras y hacerse ilusiones, él porque ella obtuviese el reconocimiento que merecía y ella porque la entrada de Pedro a ese mundo fuese por la puerta grande.






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