martes, 18 de agosto de 2015
CAPITULO 129
Después de unos minutos todos se habían trasladado hasta la tarima en el centro del salón, la orquesta se había retirado para descansar y brindarle el espacio que Guillermo Reynolds necesitaba para pronunciar su discurso. Mientras Kimberly Dawson y todos los demás se mostraban felices y
haciendo gala de sus dotes de estrellas de Hollywood, Paula y Pedro sentían que los nervios hacían estragos en ambos.
Ella por la cercanía de él y por todo eso que solo ahora empezaba a comprender que era real, era como si estuviera despertando de un sueño y descubriese que el sueño seguía allí, la mezcla de sentimientos era tan grande que apenas podía definir unos cuantos, su corazón latía de prisa, sus manos estaban frías y sudaban, sus piernas temblaban y le estaba costando respirar, pero aun así mantenía su sonrisa, algo le decía que Pedro estaba igual, se encontraba junto a ella y la tensión que lo cubría era palpable.
Paula estaba en lo cierto, la situación no era muy distinta para Pedro, había pensado que estaba preparado para todo eso, pero la verdad era que no, solo se había lanzado confiando en el amor que Paula le tenía, sin analizar que su vida cambiaría por completo después que diese ese paso, sin ser consciente de hasta qué punto volvería a entrar a las fauces del lobo y esta vez un lobo mucho más voraz y peligroso que aquel que tuvo que enfrentar años atrás, cerró sus párpados un instante y pensó en su familia y todas las promesas que les había hecho.
—Pedro —esbozó ella muy bajo solo para que él escuchara, comprendió que había sido así cuando lo vio abrir los párpados—. Todo estará bien… va a salir bien —susurró mirándolo.
—Lo sé… —dijo él en el mismo tono viéndola a los ojos.
Aprovechando que todos se hallaban concentrados en el discurso de Reynolds, tomó la mano de Paula y entrelazó sus dedos con los de ella, sintiendo de inmediato que el miedo se esfumaba, la seguridad que su preciosa escritora le brindaba lo lanzó lejos de él.
—Tú estarás a mi lado y solo eso me basta para saber que todo estará bien… Tú me trajiste aquí Paula —confesó con la voz ronca y la mirada cargada de un brillo especial.
Una vez más todo desaparecía y solo quedaban ellos, ellos y ese amor que era imposible de ocultar, sus miradas lo gritaban, el toque de sus manos también y sus labios estuvieron a punto de esbozarlo, pero una vez más la burbuja había sido reventada y el momento había pasado dejándolos a la deriva.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario