lunes, 27 de julio de 2015
CAPITULO 56
Una duda sólo puede ser aclarada enfrentándose, así que Pedro despejaría la que le rondaba en la cabeza y lo haría en ese preciso instante.
Preparó a Misterio lo más rápido que pudo para evitar que Paula se le escapara, el animal estaba ansioso por dejar la cuadra y no le facilitaba mucho el trabajo, se movía de un lugar a otro pero cinco minutos después había conseguido su objetivo y salió llevándolo de las riendas, no lo montó porque esperaba hacerlo junto a ella.
Él debía estar pensando una y mil cosas se decía Paula mientras caminaba, la creería una cobarde o quizás que no le gustaba los caballos, o que no quería compartir un paseo con él, hasta podía estar creyendo que lo único que ella deseaba era tenerlo en su cama y nada más.
Ese pensamiento la hizo sentirse mucho peor de lo que ya se encontraba, y ahora para colmo de males, se le había ocurrido la brillante idea de salir dejándolo detrás, se detuvo pensando en regresar y se dio media vuelta para hacerlo, pero ya era muy tarde Pedro se aproximaba a ella llevando de las riendas a su caballo.
—La tarde está hermosa ¿no te parece? No hace tanto calor como en los últimos días —comentó ella de manera casual, esforzándose por sonreír, pero sin mirarlo directamente a los ojos.
—Sí, lo es, ideal para un paseo a caballo ¿no te parece? —inquirió elevando una ceja y mirándola fijamente.
Ella no respondió su pregunta, sólo dejó ver una sonrisa forzada y se dio media vuelta para continuar, dedicándose a observar el paisaje que los rodeaba y esperando que eso le ayudara a calmar sus nervios.
—¿No quieres montar junto a mí? —preguntó él una vez más dejándose de rodeos.
—Me gustaría caminar, si no tienes problema con ello —contestó sin mirarlo, adelantándolo por un par de pasos.
—¿Algún motivo en especial? Paula… hasta hace apenas unas horas quedamos que hablaríamos con sinceridad, y en este preciso momento algo me dice que no estás siendo clara conmigo —indicó, la tomó del brazo para detenerla y buscó sus ojos.
Ella se sintió entre la espada y la pared, la tensión que la cubría se multiplicó, y el nudo de lágrimas que le obstruía la garganta apenas la dejaba respirar sin que al hacerlo pareciera que sollozara. Cerró los ojos un instante esforzándose por despejar su mente del pánico que la invadía y poder explicarle a Pedro de manera sencilla su temor.
—Paula, mírame —le pidió en un susurro al tiempo que tomaba el rostro de ella entre sus manos. Los párpados se abrieron mostrando unos hermosos ojos cafés cargados de angustia—. Si no deseas hablar de ello en este momento no tienes por qué hacerlo, yo respeto tu decisión de mantener silencio al respecto, sólo deseo que sepas que cuando necesites hablar yo estaré aquí para escucharte —las palabras salieron de la boca de Pedro con una sinceridad y una ternura que incluso a él le sorprendió.
—Gracias —esbozó ella y le entregó una sonrisa de agradecimiento, después le ofreció sus labios para que los besara.
Él le respondió con el mismo gesto y gustoso aceptó la invitación de ella, con suavidad comenzó a rozar sus labios hasta convertir el beso en uno profundo y cargado de deseo, al tiempo que la pegaba a su cuerpo con una mano, pues la otra sostenía la rienda de Misterio.
De pronto el animal protestó sacándolos de la burbuja donde se encontraban de manera brusca. Paula se tensó de inmediato, él intentó relajarla terminando el beso con suaves toques de labios, mientras la mano en su espalda se deslizaba en una caricia cálida.
—Caminaremos —mencionó él y le agarró la mano.
—Pero… tú has sacado a tu caballo para montarlo —dijo Paula sintiéndose confundida.
—Deseaba hacerlo contigo, y deseaba que tú también quisieras hacerlo jamás he obligado o coaccionado a una mujer a nada Paula, te lo he dije antes soy un caballero y puedo ver que necesitas tiempo, tengo mucho para darte, lo haremos luego —comentó de manera casual mientras comenzaba a caminar llevándola a su lado y al caballo del otro.
—Eso no es justo para ti… ni para… Misterio ¿así se llama él? — preguntó Paula animándose a mirarlo.
—Sí, ese es el nombre de este chico, aquí donde lo vez apenas tiene tres años, pero ya cuenta con una gran experiencia y una reconocida trayectoria en el mundo del espectáculo —comentó con una sonrisa mientras le acariciaba la espesa crin.
—¿Es un caballo actor? —inquirió sorprendida.
Él asintió con una gran sonrisa sintiendo que el pecho le estallaba de orgullo, pero Misterio no se quedó atrás, también movió su cabeza como si afirmara y relinchó para captar la atención de ella.
Paula dejó ver una sonrisa tensa pero sincera y miró con más atención al animal. En verdad era hermoso, su tono de pelaje era un negro intenso y brillaba bañado por los rayos del sol, era elegante y muy alto, casi con un porte aristocrático, pensó en ese momento que Misterio debía ser para las yeguas lo que Pedro era para las mujeres, un espécimen único entre su especie.
—Bueno, ustedes dos se parecen —esbozó divertida.
—Eso dice todo el mundo, pero es evidente que yo soy más guapo que él —señaló con media sonrisa.
La respuesta de Misterio no se hizo esperar, un nuevo relincho y una serie de movimientos enérgicos de cabeza contradecían a su dueño. Eso provocó la risa de ambos jóvenes que lo miraron divertidos, mientras la suave brisa que recorrió el campo en ese momento movió con ligereza la espesa y rizada crin del animal, así como los cabellos castaños de sus acompañantes.
Paula empezó a sentir que no era tan malo después de todo estar cerca del animal, claro está, eso no quería decir que estuviera lista para montar sobre él o al menos hablarle a Pedro sobre sus miedos, mucho menos de éste, siempre había sido el mayor de todos y al que consideraba el más tonto también.
El paseo se hizo ameno y muy corto, cuando quisieron darse cuenta ya los tres se encontraban en una hermosa planicie, algo poco habitual entre los pronunciados relieves que caracterizaban a la Toscana. Pedro invitó a Paula a tomar asiento junto a él, mientras dejaba que Misterio paseara por los alrededores, permitiéndole disfrutar de la libertad a la cual estaba acostumbrado.
—Es hermoso en verdad —esbozó Paula pérdida en la imagen del animal, casi sin darse cuenta de ello.
—No se lo digas, que después no habrá nadie que logre bajarle el ego — acotó el castaño divertido.
—No me extraña, de tal palo tal astilla —indicó ella mostrándole una hermosa sonrisa, al ver que él fruncía el ceño.
La sonrisa de Paula se convirtió en una risa esa que a él le encantaba y que acentuaba las pecas que cubrían su nariz cuando la fruncía, que iluminaba su mirada. Él alzó la barbilla con altivez fingiéndose ofendido, posó su mirada en Misterio que mantenía un trote ágil pero no se alejaba mucho de ellos.
Ella notó su actitud cuando al fin logró dejar de reír, era evidente que Pedro estaba fingiendo, pero aun así quiso ofrecerle una disculpa, y no pensó en nada mejor que hacerlo de una manera que ambos disfrutaran.
Se movió para sentarse sobre las piernas de él que se hallaban extendidas, dejándolo entre las suyas, le llevó las manos al pecho y dejó caer un par de besos en el cuello de Pedro, ese espacio que tanto le gustaba, suave y cálido, respirando su perfume que era tan masculino, delicioso.
Mientras él se mantenía impasible, sólo alcanzó a ver como elevaba una de sus hermosas y gruesas cejas.
—No me convencerás de olvidar tus burlas tan fácilmente Paula Chaves —sentenció sin volverse a mirarla.
—No me estaba burlando de ti —se defendió intentando mostrarse seria, pero apenas lograba disimular la sonrisa en sus labios—.Vamos Pedro… no seas así, además no he dicho nada que no sea cierto, tú mismo me lo has demostrado un montón de veces, eres un ególatra que le encanta que le digan lo guapo, inteligente y talentoso que es, estoy segura que si Misterio pudiera hablar también lo diría —mencionó mirándolo a los ojos.
—Todos los seres humanos somos vanidosos en cierto modo Paula, pero… —él se detuvo sin saber cómo continuar.
—¿Pero? —inquirió ella intrigada, al ver el cambio en él.
—En ocasiones llegas a fastidiarte cuando todo el mundo sólo es capaz de decirte lo guapo que eres… y más cuando algunos usan eso como un arma contra ti, del medio donde yo vengo esto puede llegar a limitarte de una y mil formas, y odio que me limiten… jamás he realizado un rol de villano ¿sabes por qué no? —preguntó con una seriedad poco habitual en él.
Paula negó con la cabeza mientras esperaba ansiosa por una respuesta, aunque ya intuía cual podía ser, lo que jamás hubiera imaginado era que a Pedro le molestara que lo consideraran un hombre apuesto.
O quizás le sucedía como le ocurrió a ella tiempo atrás, cuando los hombre sólo se interesaban en tenerla a su lado para lucirla como un trofeo, sin esmerarse siquiera en conocerla un poco, antes de proponerle que se fueran juntos a la cama.
—Porque el infeliz de mi ex manager y la directiva del canal para el cual hice mis principales trabajos, consideraban que algo así podía ser contraproducente para mi imagen, decían que debíamos aprovechar la empatía que el público me tenía para sacar el mayor de los provechos.
Ninguno parecía confiar en mi talento, sólo en mi “cara bonita” eso era yo para ellos. Sin embargo, muchos directores y amigos me animaron a probar algo diferente, así fue como me vi haciendo del padre Giuseppe, un reto muy complicado, no lo voy a negar, pero me llenó de mucha satisfacción llevar a cabo ese rol —explicó mostrando sinceridad en cada una de sus palabras.
—Sé de lo que hablas, algo parecido me sucedió a mí, claro no relacionado con mi trabajo, no directamente… cuando mis primeros libros fueron un éxito y comencé a ser reconocida muchos hombres se acercaron a mí con la intención de captar mi atención, en ese entonces era una tonta que se dejaba deslumbrar por la fama y acepté gustosa toda la adulación, pero cuando comencé a sentir que eso no me llevaba a nada y por el contrario me hace sentir como el premio que todos querían pero que ninguno se esforzaba realmente por ganarse… —ella se interrumpió, sintiendo la emoción misma amarga que a él lo invadió minutos atrás.
—Continua Paula por favor —la animó a seguir Pedro, deseaba escucharla, eran muy pocas las veces en las cuales ella se abría de esa manera para hablar de su vida, siempre lo hacía de su familia, sus amigos y su trabajo, pero muy poco de ella.
—Comencé a sentirme estúpida, vacía… hasta llegué a sentir los halagos como ofensas, odiaba que me dijeran “Eres una mujer hermosa o eres bellísima” y yo les preguntaba que opinaban de mis libros, la mayoría de las veces me respondían con evasivas, los más descarados ignoraban completamente mi preguntas y seguían diciéndome lo atractiva que les parecía —acotó sintiéndose molesta.
—Parece que ambos hemos tenido una vida más semejante de lo que pensábamos, dos artistas incomprendidos —esbozó mostrando media sonrisa, para alejar la molestia que vio en ella, después le apretó la punta de la nariz y le dio un suave beso en los labios—. Entonces yo puedo seguir diciéndote preciosa y también lo mucho que me gustan tus libros, que no sólo eres una mujer hermosa y agradable, también eres muy inteligente y talentosa —agregó mirándola a los ojos, disfrutando del brillo que los cubrió hasta pintarlos de un hermoso tono caramelo.
Ella sentía que el corazón le latía como nunca antes, esa sensación de orgullo y satisfacción que la recorría, era tan poderosa que la sonrisa que afloró en sus labios era sólo una pequeña muestra de la felicidad que sentía, le dio un beso en la mejilla para agradecerle.
—Bueno, entonces yo debo pedirte encarecidamente que hagas alguna vez de villano, me encantaría verte en ese rol, por experiencia sé que puedes ser despiadado… te gusta que te supliquen… —decía con una sonrisa y sus mejillas sonrojadas al recordar la manera en como la había llevado la noche anterior más allá de sus límites.
—Haré todo lo posible por complacerte, unas de las cosas que me ha traído a este lugar es precisamente eso Paula, organizar mi vida, poner prioridades y volver a tomar en mis manos mi carrera, hacer sólo aquello con lo cual me sienta bien, y pienso hacerlo… ahora en cuanto a lo de ser despiadado, no estoy muy de acuerdo, si mal no recuerdo anoche fui muy generoso contigo, pero tú ganas, confieso que me encantó que me suplicaras y no veo la hora de hacerlo de nuevo —mencionó acercándola a él para finalizar besándola.
Paula se dejó llevar por ese beso, entregó tanto como recibió de Pedro, le encantaba como rozaba su lengua, como sus dientes mordía con suavidad sus labios y después los succionaban aliviando la pequeña y dulce tortura a la cual la sometían. El deseo empezaba a hacer estragos en ella sobre todo al ser consciente de la prueba de la excitación de Pedro, no podía creer que apenas lograra controlar sus ganas, él le había dicho que no podía saciarse de ella, ahora ella debía admitir que tampoco podía saciarse de él.
La burbuja donde se encontraban fue reventada abruptamente por el estruendoso relincho que liberó Misterio, el caballo había regresado extrañando la presencia de su dueño, y al ver lo entretenido que se encontraba no dudo recordarle que estaba allí presente.
—¿Qué sucede chico? —preguntó Pedro cuando se separó de Paula, pero sin moverse de la posición donde se encontraba.
En respuesta el equino comenzó a correr de un lado para el otro, mostrando lo que a todas luces podía interpretarse como un berrinche, relinchaba y pateaba la grama con fuerza, mientras mecía su cabeza en un movimiento negativo haciendo bailar su crin.
Paula que se encontraba completamente relajada por el beso compartido, comenzó a tensarse por la reacción del animal, viejos recuerdos llegaron hasta ella envolviéndola en un estado de pánico que le hacía difícil respirar, cerró los ojos y se aferró a los brazos de Pedro, sin pronunciar una sola palabra.
Él castaño vio el cambio en el semblante de ella y como su rostro palidecía, llevó una de sus manos hasta la mejilla de Paula para tranquilizarla y su piel estaba helada, la acercó a su cuerpo y habló.
—Tranquila, no te hará nada, sólo está mostrando el carácter Alfonso, en eso él y yo también nos parecemos —esbozó dándole un ligero beso en los labios y después se volvió para mirar al animal—. Misterio compórtate… pareces un chiquillo, estás dando un espectáculo vergonzoso y has asustado a nuestra amiga, por favor deja de portarte de esa manera —le ordenó con autoridad sin moverse de allí, sólo mirándolo con el ceño fruncido.
—Yo estoy bien —susurró Paula con voz trémula.
—Espérame un momento, ya voy a darle un poco de atención, es evidente que está celoso de ti. —mencionó tomándole el rostro entre las manos e intentando animarla con una sonrisa.
Ella asintió en silencio y le permitió ponerse de pie, haciéndolo ella también y no pudo evitar tomar de la mano a Pedro, temiendo por él más que por ella, aunque el caballo ya se había tranquilizado y tenía la cabeza gacha, ella sabía que su comportamiento jamás era algo que pudiera preverse, los animales no razonaban, ellos actuaban por instinto y podían hacerle daño incluso a sus dueños.
—Veamos… ¿Qué te sucede? —preguntó Pedro y palmeo un par de veces el fuerte cuello del caballo.
—Si te responde saldré corriendo con tanta prisa, que impondré un nuevo record —mencionó Paula intentando sonar divertida y relajada, pero sus dedos estaban crispados en el antebrazo del castaño.
El miedo la recorría de pies a cabeza, y su instinto la hacía estar preparada para salir huyendo ante el más pequeño cambio en el animal, y por supuesto sacar a Pedro de allí junto a ella. La sonrisa en sus labios era tensa y sus ojos seguían cada movimiento por parte de los dos, la tensión estaba a punto de quebrarla.
—No me hablará lógicamente, pero tiene su manera de comunicarse conmigo Paula —respondió volviéndose a mirarla para llenarla de seguridad, vio que ella apenas le prestaba atención, tenía la mirada clavada en Misterio— ¿Por qué le tienes tanto miedo? —inquirió a quemarropa, buscando con su mirada la marrón de ella.
—Yo… no tiene caso… es algo estúpido —contestó y esquivó la mirada alejándose un par de pasos.
—¿Algo estúpido? ¿Y por eso estás a punto de salir corriendo como si el Diablo te estuviera persiguiendo? —le cuestionó de nuevo.
—¡Por favor Pedro! Tampoco seas tan exagerado, simplemente estoy tomando una distancia prudente… no sé qué reacción pueda tener Misterio… acabas de ver como actuó hace unos minutos, es evidente que es un poco violento —se excusó mostrándose seria e intentó parecer relajada.
Él dejó libre una carcajada y acarició la crin del animal que le respondió moviendo su cabeza con entusiasmo. Después buscó a Paula con la mirada y la acercó hacia él jalándola por el brazo, le dio un beso en los labios al sentir que se tensaba de nuevo y deslizó una mano por su espalda para acercarla un poco más, dejándola a pocos centímetros de su mejor amigo.
—Misterio es uno de los caballos más dóciles que puedan existir en el mundo, esa actitud de bravucón es solo actuación y malcriadez, no tienes que temerle preciosa, ya te dije es actor y ha sido entrenado para portarse bien… ven, tócalo no te hará nada —le pidió.
—No, gracias… quizás en otro momento —respondió alejándose pero el brazo fuerte de Pedro se lo impidió.
—No seas cobarde Paula, tócalo… es un buen chico —indicó de nuevo, sujetando al animal por las riendas.
Ella no pudo negarse, lo odiaba por retarla, pero sobre todo se odiaba a ella misma por caer en su juego, Pedro sabía que no podía resistirse ante un reto, y como si fuera una tonta adolescente siempre cedía ante sus provocaciones. Su mano temblorosa se acercó hasta la frente del animal y con la velocidad de un rayo la rozó.
—¡Listo! —exclamó y de inmediato intentó escapar.
—Eso me recordó a cierto beso que recibí hace algunas semanas atrás — mencionó él con burla, mirándola de reojo y después posó la mirada en Misterio dirigiéndose a éste hablo de nuevo—No te preocupes amigo, conmigo también fue así al principio y ahora apenas me deja respirar — agregó con toda la intención de provocarla.
Paula abrió los ojos con asombro y después le sacó la lengua en un gesto muy infantil, era cierto, pero no supo que más hacer para reprocharle por la manera en la cual se burlaba de ella. Frunció el ceño ante la sonora carcajada que el castaño liberó y aún más cuando vio que su caballo lo secundaba en actitud, no precisamente carcajeándose, pero sí moviendo su cabeza de lado a lado.
—¿Pueden parar ya los dos? —preguntó y los observó molesta.
—Nos portaremos bien si vienes a dar un paseo con nosotros —le exigió él con una gran sonrisa.
—Pedro… no, de verdad no puedo, ve tú y da una vuelta con él, yo los observaré desde aquí y los esperaré para regresar a la villa, te lo prometo —dejó que la mirada de miedo en sus ojos le trasmitieran lo que sentía al tiempo que negaba con la cabeza.
—Está bien Paula… sin presiones, lo haremos cuando estés lista preciosa —le hizo saber al ver lo asustada que se encontraba.
Se acercó y le dio un dulce beso en los labios, lento y suave para conseguir que se relajara, se bebió el suspiro que Paula le entregó y le acarició con una mano la cintura, para después subir y posarla en la mejilla de la chica, allí dibujó un pequeño círculo con el pulgar.
—Gracias —susurró ella sin saber qué más decirle, le dedicó una sonrisa y se alejó un par de pasos para darle espacio.
Con la destreza que le daban los años de prácticas Pedro subió en el lomo de Misterio, una vez sobre éste tanto dueño como animal se irguieron orgullosos ante la mujer frente a ellos. Él se enderezó en la montura y le guiñó un ojo a Paula, sintiendo que la sonrisa que ella le dedicó le colmó el pecho de una sensación de orgullo y alegría que apenas podía contener, fue como aquella primera vez que logró llevar de las riendas a un caballo, consiguiendo la admiración de sus padres.
Paula confiaba en él y su agilidad para manejar a Misterio, era evidente que lo conocía muy bien. Sin embargo, no pudo evitar que su corazón comenzara a latir lenta y dolorosamente al tener ante ella a un animal de semejantes proporciones, le parecía gigante y cada músculo revelaba la poderosa fuerza que debía tener. Igual luchó por mantenerse de pie donde se encontraba y no salir huyendo.
—Regresamos en un momento señorita Chaves —esbozó él.
Levantó al caballo en dos patas y lo hizo girar para después salir al galope, dejando que la brisa y la velocidad jugaran con su cabello y la suave tela de la camisa a su antojo.
Sintiendo la maravillosa sensación de libertad que sólo conseguía lanzándose contra el viento de esa manera y…
en las últimas noches cuando se encontraba dentro de Paula, cabalgando tras el extraordinario orgasmo que ella siempre le entregaba y que en ocasiones habían compartido.
Ese pensamiento hizo que su corazón que ya tenía un ritmo acelerado se desbocara, no se había detenido a pensar en todo lo que estaba experimentando al lado de la americana.
Y no era de extrañarle que justo en ese momento se diera unos minutos para hacerlo, cabalgar siempre le aclaraba los pensamientos y le sosegaba las emociones logrando que se
enfocara en lo que estaba viviendo.
Con Paula las cosas habían sido completamente distintas que con las demás, eso era cierto, pero no podía decir que ella haya sido ese rayo, reconocía que la atracción estuvo desde el primer momento, el deseo y los retos también, todo fluyó en un caudal vertiginoso, en uno que lo había arrastrado hasta llevarlo justo a donde se encontraba ahora. Quizás no debería cuestionarse tanto sobre lo que estaba sucediendo entre ellos, y sólo debía dedicarse a vivir el momento, después de todo sólo estarían juntos por una temporada.
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