domingo, 26 de julio de 2015
CAPITULO 53
Pedro sentía que el pecho le iba a reventar de la emoción, había algo especial en esa rendición que Paula le ofrecía, algo que no lograba entender a cabalidad pero que lo hacía inmensamente feliz como hacía mucho no se sentía, eso que comenzaba entre los dos era importante, su corazón, su cuerpo, todo en él se lo decía.
Se alejó de ella tendiéndose de lado en la cama, sin apartar un minuto su mirada de la de Paula, poniéndose cómodo apoyando su cabeza en la mano izquierda y con la derecha comenzó a recorrerle el cuerpo. Primero el cuello blanco y suave, tomó su tiempo para acariciar el pequeño lunar que resaltaba en la piel blanca, después bajó hasta la clavícula y siguió la línea perfecta que terminaba en su hombro, la sintió suspirar cuando él se acercó imitando con sus labios el recorrido que habían hecho sus dedos, perdido en la suavidad y el perfume que le brindaba la piel de Paula, sentía que esa sería la exploración más maravillosa que le haría a una mujer.
Paula decidió concentrarse en disfrutar de Pedro, de sus besos y sus caricias, de todo lo que estaba dispuesto a entregarle, eso que era tan sutil y sensual. Su cuerpo estaba tan sensible que el más mínimo roce o toque de labios la hacía suspirar y ya ni siquiera eso se esforzaba en ocultar, los dejaba libres, entregándoselos a Pedro, así como estaba haciendo con su cuerpo.
La sensación de los labios de él recorriéndole los senos era maravillosa, como su mano tomó uno cubriéndolo completo, ejerciendo apenas presión, excitando su pezón con los dedos, masajeándolo con cuidado y haciéndola consciente al mismo tiempo de lo diferente que era la caricia que él podía
darle, a aquella que ella se daba estando en la intimidad de su habitación, esa que tantas veces se dio pensando en él, deseándolo allí. Ahora eso era su realidad y era una tan extraordinaria que no se atrevía a cerrar los ojos, deseaba verlo.
Pedro se humedeció los labios con la lengua justo antes de tomar uno de los pezones de Paula, gimiendo al mismo tiempo que ella, perdido en la deliciosa sensación que la piel tensa y corrugada le brindaba, lo succionó con decisión varias veces abriendo un poco más su boca para abarcar tanto como podía, aprovechó que ella arqueó la espalda y colocó un brazo debajo para atraerla hacia él.
—Me encanta… Pedro, me encanta —esbozó ella cerrando los ojos y hundiendo su cabeza entre las almohadas.
—A mí también me encanta preciosa… eres tan dulce Paula, tan sensible —susurró contra la humedad que había dejado su boca sobre la areola suspirando satisfecho al verla roja, brillante y erguida.
Se movió quedando encima de Paula embelesado con ese par de senos que eran perfectos, deseaba beber de ellos hasta saciarse. Se puso en medio de las piernas de ella, buscando mayor comodidad y libertad para continuar besándola, capturó el seno que había dejado de lado, ella se arqueó de nuevo y él metió bajo su cuerpo el otro brazo al tiempo que hundía las caderas de ella con su pelvis.
Ella jadeó al sentir la presión contra su pubis de la protuberancia que había creado la erección de Pedro, era una sensación tan exquisita y al mismo tiempo dolorosa, pues deseaba con locura que estuviera en su interior y no torturándola de esa manera, se movió bajó él intentando crear un poco de fricción en su clítoris.
Él sintió la necesidad de Paula y quiso darle un algo de alivio, pero no al grado de llevarla al orgasmo, no deseaba hacerlo aún. Intentó distraerla buscando sus labios y apoderándose de ellos con intensidad, movió sus caderas en un ritmo acompasado rozando su erección contra el suave y pequeño brote rosado, la sintió temblar y comenzó a ir más despacio hasta detenerse.
Paula estaba desesperada por más quería que él continuara, así que llevó sus manos a la espalda de Pedro y descendió en una caricia lenta hasta el fuerte y bien formado trasero de él, metió las manos debajo del jean y la ropa interior para tener bajo sus dedos la deliciosa sensación de la piel suave y tibia de sus glúteos, los apretó y retomó ella los movimientos que él había pausado mientras lo besaba con desesperación, pidiéndole en silencio que la tomara, que entrara en ella y aplacara el fuego que la recorría.
—Pedro… te necesito… te necesito —le pidió en medio de jadeos apretándole con fuerza las nalgas.
—Relájate Paula —le indicó acariciándole las caderas.
—No puedo… no es fácil… Pedro por favor —hizo audible el
ruego que se negaba a entregarle, estaba desesperada.
Nunca había deseado a un hombre tanto como a él, nunca había sentido esa necesidad, eso que estaba a punto de hacerla estallar, se volvería loca si él no la tomaba, no entendía ¿qué esperaba? ¿Por qué no buscaba un preservativo y entraba en ella de una buena vez?
—Lo sé, tampoco es fácil para mí preciosa… yo también te deseo Paula pero esta noche quiero que nos demos tiempo, que hagamos las cosas con calma… deseo besar todo tu cuerpo con dedicación porque he soñado con hacerlo desde hace mucho —mencionó mirándola a los ojos con la voz ronca por el deseo y el esfuerzo de mantenerse.
—Pero… yo… yo deseo tenerte en mí —dijo ella acariciándole la espalda con una mano y moviéndose despacio debajo de él.
—Y me tendrás… hoy me tendrás como no me has tenido hasta ahora — le aseguró y dejó ver su sonrisa ladeada, sensual, luego la besó con suavidad— ¿Te gustan mis besos Paula? ¿Te gusta la forma como mi lengua recorre tu boca, cómo acaricia tus labios? —le preguntó mirándola a los ojos.
Ella asintió en silencio moviendo varias veces su cabeza, sin poder escapar de los ojos de él, pérdida en su mirada y las caricias que le brindaba a sus caderas sintiendo un latido que se concentraba en varios lugares de su cuerpo y seguía el mismo que golpeteaba en su pecho.
—Imagina… lo que puedo hacer si te beso… —habló en susurros lentos y bajos dejando que su aliento se estrellara contra los labios entre abiertos de ella. Movió su mano despacio buscándole la entrepierna, suspiró—Aquí Paula —susurró acariciándola.
Ella liberó un jadeo y cerró los ojos con fuerza cuando sintió los dedos de Pedro rozarle el nudo de nervios entre sus piernas y supo que eso estaba más allá de lo que pudiera soportar, elevó las caderas y posó una de sus manos sobre la de él, pidiéndole que la tocara así ofreciéndose al tiempo que se estremecía. Pedro retiró su mano y en lugar de ésta, tomó la suya y la posó sobre el brote haciendo que fueran sus dedos los que presionaran el clítoris.
Él estaba a punto de perder la cabeza Paula haría que se desahogara en los pantalones, esa imagen que le entregada era tan jodidamente erótica que lo hizo contener el aire, la necesidad que veía en ella, el rubor en sus mejillas, su mirada oscura y brillante, el movimiento de sus senos y de sus caderas.
¡Pedro reacciona! Te estás comportando como un estúpido novato.
No es la primera vez que ves a una mujer tocándose de esa manera, maldición respira, tómala, hazla tuya, te lo está suplicando… es lo que deseabas.
El reproche en sus pensamientos lo hizo salir del estado en el cual se encontraba, de inmediato decidió acompañar a Paula en sus movimientos dejando que ella acariciara el botón rosa, mientras él deslizaba un par de dedos en su interior y la penetraba con invasiones lentas y poco profundas. El deseo en él aumentaba a cada instante y sabía que así como ella se encontraba a las puertas de un orgasmo, él también lo estaba y lo más vergonzoso y estúpido de todo era que si se descuidaba iba a terminar corriéndose en el slip.
—¿Quieres que te bese aquí Paula? —le preguntó rozándole los labios con los suyos al tiempo que presionaba los dedos de ella que se encontraban sobre el clítoris, humedeciéndolos con sus fluidos.
—Sí… bésame… bésame donde desees —respondió sintiéndose osada y desinhibida como nunca lo fue antes.
—Invítame Paula… déjame probarte… muéstrame que tan exquisito es tu sabor —le pidió mirándola a los ojos disfrutando de su reacción contrariada y del sonrojo que le cubrió el rostro al comprender lo que deseaba—. Vamos, preciosa, no seas tímida, déjame probarte y te prometo que te daré el mejor orgasmo que hayas tenido de esta manera —esa promesa quedó vibrando en el aire.
Paula sentía que su piel estaba a punto de prenderse en llamas, sentía la cara arder y sabía que debía estar muy roja, casi escarlata. Cerró los ojos llena de vergüenza sin saber cómo hacer lo que Pedro le pedía, o mejor dicho, sí lo sabía, lo complicado era hacerlo, ella jamás había llegado tan lejos, una cosa era que él mismo la probara, y otra muy distinta era que ella llevara hasta su boca los dedos impregnados de su humedad para ofrecerlos.
—Pedro… —intentó negarse apenada a más no poder.
—Yo deseo que lo hagas Paula… puedo hacerlo yo, me estoy esforzando como no imaginas por no ceder, porque deseo que seas tú… no me hagas esperar, no nos hagas esperar —mencionó con la voz grave mirándola a los ojos, hechizándola, seduciéndola.
Ella respiró profundamente y cerró los ojos buscando en su interior el valor, luchando contra el pudor que la hacía sonrojarse, despacio y temblando comenzó a mover su mano, subiéndola lentamente hasta la boca de Pedro.
Cuando supo que se encontraba cerca abrió los ojos,
primero porque sabía que él se lo pediría y segundo porque se moría de curiosidad por verlo.
Él no se movió sólo se quedó esperando pacientemente por ella, sin presionarla sintiendo su propio corazón golpeando lentamente dentro de su pecho y su respiración entre cortada que era la muestra más grande de lo excitado que se encontraba, la ansiedad estaba a punto de quebrarlo. Era la primera vez que le pedía a una mujer algo como eso, siempre había tomado la situación en sus manos y se apoderaba de su lugar más íntimo sin tanto preámbulo. Sin embargo, no se arrepentía de habérselo solicitado a Paula, ella le estaba ofreciendo una de las experiencias más eróticas que hubiera vivido hasta el momento.
Lentamente Paula apoyó dos de sus dedos en los labios de
Pedro deslizándolos para cubrirlos con su néctar, él tembló ante el roce y ella hizo lo mismo sintiendo que su corazón saldría disparado de su pecho de un momento a otro, las pupilas de Pedro lucían inmensas, oscuras y brillantes, dejando ver apenas las delgadas líneas de sus iris azules zafiro.
Ella contuvo el aliento cuando lo vio pasarse la lengua por el labio, lo escuchó gemir y degustar el sabor de su intimidad, hacerlo como fuera un sorbo de vino, parpadeó expectante y curiosa por conocer su reacción.
Dulce, suave, delicioso, embriagador. Así percibió Pedro el sabor de Paula, fue una pequeña muestra que lo dejó deseando más. Así que salió en busca de ello, llevó su mano hasta la de ella que la había alejado, sujetándola por la muñeca la acercó de nuevo a sus labios, abrió la boca y dejó que fuera su lengua la que probara esa vez directamente posándola en medio de los dedos de Paula la deslizó desde la unión hasta las puntas, mientras la miraba a los ojos y rozaba con su pulgar el centro de la palma.
Ella jadeó con fuerza y se estremeció contra él sintiendo que toda la sangre en sus venas se hacía espesa, ardiente y corrían como ríos en plena crecida desbocando directamente en su centro que se llenó de humedad y se prendió en llamas haciéndola contorsionarse debajo de Pedro, suplicándole en silencio que acabara con la tortura, su respiración se aceleró y los latidos de su corazón se lanzaron en una carrera frenética, así como el resto de sus emociones.
Pedro repitió el movimiento un par de veces tomando con su
lengua la humedad de los dedos de Paula, para después llevárselos a la boca y succionarlos con fuerza, cerrando los ojos al tiempo que retomaba los movimientos de los dedos de su otra mano en el interior de ella, acompañando a Paula en sus gemidos.
—Eres deliciosa y me muero por beberte toda… hasta saciarme de ti Paula, eres mejor que cualquier vino, tu sabor es mejor que cualquiera que haya probado en mi vida —le dijo mirándola a los ojos antes de atrapar su boca en un beso intenso.
El movimiento de su lengua fue lascivo, lujurioso, candente, pesado y la estaba volviendo loca. Ella se aferró con fuerza a los cabellos castaños y abrió su boca aún más para que Pedro hiciera fiesta en ella, sentía que él podía darle un orgasmo con sólo besarla, era tan intensa su manera de tratarla, de excitarla. Ahora sabía por qué debía temer, él le estaba dando lo que ningún otro hombre le había entregado nunca y que probablemente no le darían en un futuro.
Después de darle un par toques de labios terminó con el beso, se movió con rapidez sintiendo que debía darle ese orgasmo a Paula antes de terminar eyaculándose encima.
Se posó en medio de las piernas de ella acercando su rostro hasta dejar que su aliento cubriera la vulva hinchada, brillante, sonrojada y húmeda de Paula, mostrándola ante él lista y ansiosa por recibirlo provocando que su cordura pendiera de un hilo por el hermosamente erótico y sutil espectáculo que le ofrecía.
—Todo en ti es tan hermoso Paula —le hizo saber justo antes de darle el primer beso.
Ella se estremeció de pies a cabeza y se aferró a las sábanas bajo su cuerpo al tiempo que dejó caer la cabeza entre las almohadas, elevando las caderas para prologar esa deliciosa sensación que le brindaban los labios de Pedro. Su pecho comenzó a subir y bajar en un movimiento apresurado luchando por conseguir un poco de aire, abriendo los labios, liberando gemidos y jadeos.
Era evidente que él no tendría consideraciones con ella, deseaba enloquecerla y había tomado el camino correcto para hacerlo, sus besos cada vez más intensos y profundos hicieron que sus piernas se volvieran sólo dos extremidades temblorosas, que nada más acataban las órdenes de los estímulos que Pedro le provocaba, todo su cuerpo le obedecía a él, había dejado de ser de ella.
Lo sentía deslizar la lengua por sus labios arriba y abajo, una y otra y otra vez como si deseara desgastarlos, marcarlos para siempre, hacerlos suyos. Y todo se hacía mucho más poderoso cuando le dedicaba toda su atención al pequeño brote donde se concentraban aún más sus sensaciones, justo cuando llegaba allí y lo acariciaba con la punta de la lengua para después atraparlo entre sus labios y jalar de él con fuerza.
Esa era la experiencia más abrumadora que Paula hubiera sentido hasta entonces, ya no podía pensar, sólo sentía.
Había pedido eso, sentir, y Pedro se lo estaba dando a manos llenas, cada roce, cada beso y cada caricia iban acumulando sensaciones que jamás había vivido, que amenazaban con lanzarla al cielo y dejarla allí por un largo rato.
Pedro sentía que entre más tenía de Paula más deseaba, elevó las piernas de ella y las colocó por encima de sus hombros para tener mayor libertad, hundiéndose tanto como le era posible en ese lugar tan íntimo, ese que lo volvía loco, que era especial.
Movía su lengua recorriendo cada rincón con la destreza, con la seguridad y el toque que había perfeccionado después de años de realizar esa práctica. Para él dar sexo oral era una de las cosas que más disfrutaba, le encantaba sentir como ellas temblaban, como se aferraban a cualquier cosa que encontraran a su alcance o a él y escuchar esos sonidos tan excitantes que liberaban, todo eso se lo estaba dando Paula.
La piel sonrojada, la ligera capa de sudor que la cubría, su olor que a cada minuto se hacía más intenso y el sabor de su sexo, le estaban dando una de las mejores experiencias que hubiera tenido hasta ese instante, había algo especial en ella, algo único. Quizás el haber esperado tanto por tenerla así o la manera en como ella se entregaba a él, en una rendición absoluta, hermosa y generosa.
—Pe… Pedro… —lo llamó con la voz entrecortada a causa de la respiración agitada y los temblores que la recorrían.
Ya no podía soportarlo un minuto más tenía que liberarse, su orgasmo pendía de un hilo, soltó las sábanas que había mantenido aferradas y llevó las manos al cabello de Pedro, las deslizó con suavidad por las hebras castañas sintiendo las raíces húmedas por el sudor, apoyó sus dedos en la
nuca y elevó las caderas para hacer la unión más íntima, moviéndolas de manera acompasada.
—Sí, es lo que quiero, así te deseo Paula… sigue preciosa… así lento, regálame ese movimiento tuyo que me vuelve loco, invítame a beberte… ofréceme todo —le pidió en medio de besos y succiones.
Ella sintió como las palabras de Pedro la encendían por dentro y despertaban su cuerpo con fuerza, alimentando su deseo, desbordando su pasión y sus ansias por darle más.
Le imprimió mayor fuerza al ritmo de sus caderas saliendo en busca del orgasmo, cerró los ojos con fuerza y tembló cuando sintió la primera ola de espasmos recorrerla, para después liberar en un grito el nombre de él, al tiempo que su vientre se convulsionaba y sus manos se aferraban a los cabellos de Pedro, lanzó su cabeza hacia atrás hundiéndola entre las almohadas sin poder controlar la manera en que sus caderas se contorsionaban y su centro se fundía contra los labios y la lengua de él.
Pedro la bebió con avidez, paseando su lengua por los labios hinchados y húmedos que a cada segundo dejaban escapar el suave y embriagador néctar que brotaba del interior de Paula, intentando hacerlo en medio de los estremecimientos que la recorrían a causa del orgasmo, la escuchó gritar su nombre y sintió que el pecho le iba a estallar de emoción, nunca le había resultado tan extraordinario escuchar a una mujer llamarlo en la cumbre del placer como le resultó con Paula, ella hacía que todo fuera más intenso.
—Éste… ha sido el orgasmo más exquisito… que me he bebido preciosa, Paula Chaves eres maravillosa —susurró dándole suaves besos en el vientre una vez que la vio recuperada.
—Ha sido… —ella suspiró mostrando una gran sonrisa y sintiéndose aún volar, le acarició el cabello y lo miró a los ojos—. Ha sido el orgasmo más intenso y fantástico que haya tenido nunca, aún me siento… me siento volando Pedro —mencionó con la mirada brillante y el cuerpo satisfecho.
—Me alegra escuchar eso… espero lo recuerdes cada vez que te pida que te pongas en mis manos —pronunció dándole besos en medio de los senos y rozó ese espacio con su lengua.
—Lo haré… te prometo que lo haré —contestó gimiendo, le acarició la espalda y se movió bajo él sintiendo la tensa erección, le dio un beso en el cabello para captar su atención y habló de nuevo—. Pedro… me has dado un orgasmo maravilloso y yo quiero complacerte, no sigas esperando… busca un preservativo y entra en mí, toma mi cuerpo como desees, hazlo... hazlo ahora —le pidió mirándolo a los ojos.
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