viernes, 24 de julio de 2015

CAPITULO 49




Pedro había llegado hasta la casa de Paula cerca de las seis de la tarde, el sol aún se encontraba brillando en el horizonte, como era propio en los días de verano, pintaba de hermosos tonos naranja y dorado el extenso paisaje toscano, mientras una cálida brisa le rozaba la piel, el ambiente de lluvia había pasado y de nuevo la humedad hacía de las suyas, anunciando que esta noche sería bastante calurosa.


—Hola —lo saludó Paula con una gran sonrisa y la mirada brillante, en cuanto abrió la puerta y lo vio en el umbral, casi había corrido hasta ésta apenas escuchó los golpes.


—Hola —respondió él devolviéndole la sonrisa, se acercó a ella deseando besarla.


—Pasa —le pidió Paula haciéndole un ademán, deteniendo su acción para evitar que alguien pudiera verlos.


Pedro no comprendió ese cambio y pensó que algo había sucedido durante el tiempo separados, temiendo que quizás ella se hubiera llenado de dudas y ahora quisiera terminar con lo que habían empezado, no estaba dispuesto a dejar que se alejara.


—¿Sucede algo? —preguntó sin rodeos, mirándola con el ceño fruncido, sintió como su rostro se tensaba, dejó el bolso de mano donde llevaba ropa y algunos objetos personales junto a la puerta.


—Nada… es sólo que no quiero que los demás se den cuenta de lo que hicimos… al menos no por ahora. —mencionó sonrojándose al recordar que le había dicho, muchas veces, a Cristina que Pedro no era para nada su tipo, ahora quedaría como una mentirosa.


—¿Crees que no lo saben ya? —inquirió de nuevo con esa sonrisa ladeada y sensual que creaba un atractivo especial en él.


—Bueno… supongo que sospechan algo. —le contestó mordiéndose el labio y esquivándole la mirada.


La sonrisa de Pedro se hizo perversa y su mirada se llenó de
intensidad, tomó la barbilla de Paula entre sus dedos y le elevó el rostro para que lo mirara a los ojos.


—Anoche las luces de tu casa estuvieron todo el tiempo apagadas y siendo tan ordenada y rutinaria como eres, algo así jamás se te pasaría por alto, a menos claro está, que no hayas dormido en tu casa… créeme Paula ellos saben perfectamente donde pasaste la noche y no son tan tontos como para no concluir haciendo qué. —mencionó con suavidad, apretó la barbilla y ella abrió ligeramente los labios, él pasó el pulgar por el inferior.


Ella se estremeció ante el roce, fue simple pero tuvo la contundencia de una ola cuando se estrella contra los riscos, el deseo le recorrió todo el cuerpo y se concentró en su vientre, dejó libre un suspiro incapaz de poder contenerlo.


—Le dije a Cristina que no eras mi tipo… siempre que ella me insinuaba algo… yo le decía que nunca tendría algo contigo. —confesó mirándolo a los ojos, sintiendo su corazón latir muy rápido.


Él dejó libre una carcajada arrogante que retumbó por todo el salón, sintiendo como el pecho se le llenaba de esa nueva emoción que Paula le provocaba, tomó el rostro de ella entre sus manos y clavó su mirada en el par de ojos marrones que lo veían con una mezcla de desconcierto y molestia.


—Estamos a mano, yo le decía que apenas podía soportarte y que prefería hablar con Misterio así terminara loco, que hacerlo contigo porque eras exasperante… —expresó sonriente, divertido ante el cambio que habían dado las cosas, liberó un suspiro controlándose para no besarla, no antes de aclararle a Paula como lo había afectado ahora, pues pudo ver como su semblante se había tensado.


Paula se sintió contrariada por la reacción de él, algo dentro de su pecho se encogió pensando que quizás para él todo esto no había sido más que un juego, un reto que se dio el gusto de alcanzar y que ella como la más grande de las estúpidas se lo había puesto en bandeja de plata, quiso
esquivarle la mirada, pero le resultó imposible.


—Le dije todo eso… y sé que debe estar burlándose en grande de mí, pero no me importa Paula, he aprendido que uno no debe darle mucho peso a lo que los demás opinen, deberías hacer lo mismo de vez en cuando, después de todo es tu vida y nadie debe decirte como llevarla o como no, sé que Cristina no nos reprochará lo que hicimos o por haber lanzado a un barranco nuestras palabras, no es de ese tipo de personas y aún si lo hace… ¿Qué importancia tiene?—le cuestionó mirándola a los ojos, acorralándola.


—No es tan sencillo, no puedes hacer sólo como si no te importaran lo que los demás dijeran o pensaran de ti, la sociedad no se maneja de esa manera Pedro, debes rendir cuentas de nuestros actos… a nuestras familias, nuestros amigos, a las personas con las cuales convivimos a diario —respondió intentando que la comprendiera y no la juzgara por querer hacer las cosas bien.


—No estoy de acuerdo, Paula tú no puedes regirte siempre por lo que los demás esperan de ti, nadie te conoce mejor que tú, y nadie sabrá con certeza que es lo que verdaderamente deseas o necesitas porque no tienen la capacidad de ponerse en tu piel, por lo tanto sólo tú tienes derecho a vivir tu vida como mejor te plazca, sin darle el poder a los demás para que decidan por ti, puedes aceptar consejos, incluso pedirlos cuando los necesites, pero al final la única que tendrá el poder de elegir serás tú… eso es ser responsable Paula, asumir con entereza las consecuencias que tendrán tus decisiones, aprender de tus errores para evitar cometerlos de nuevo sin echarle la culpa a los demás —Pedro se había dejado llevar y sin darse cuenta estaba hablando de por sus propias experiencias.


Ella no sabía cómo responder a sus palabras, sólo se quedó
observándolo, él se veía tan convencido de cada una de ellas, su tono no dejaba lugar a dudas, y de pronto se descubrió deseando tener la misma fortaleza de Pedro para asumir las riendas de su vida, para tomar decisiones sin consultar, sólo hacerlo y ya, las pocas veces que lo había hecho sintió una gran satisfacción, pero siempre acompañada de un sabor amargo, porque debía enfrentarse a su madre, quien la mayoría de veces era la que se oponía.


Lo hizo antes que ella publicara su primer libro, alegando que era perder el tiempo, lo hizo cuando decidió estudiar Literatura en lugar de Leyes, como ella esperaba que hiciera, imponiéndole una carrera que no le gustaba y a la cual ella se negó; también cuando terminó su relación con Francis, pues esperaba verla casada con él y que formara una familia pidiéndole que dejara de lado sus metas, y lo último fue cuando les informó de sus deseos de emprender este viaje por Europa, cada una de las decisiones importantes que Paula había tomado en su vida fueron cuestionadas por su madre.


Pedro… yo… me gustaría tanto hacer las cosas de esa manera, actuar sin pensar en lo que los demás opinen de mí, pero a veces siento que me falta el valor, no lo sé, quizás me siento mejor complaciéndolos, creando un ambiente libre de tensiones… ¿Te imaginas lo desagradable que sería estar todo el tiempo en enemistad con las personas que te rodean? Mis padres por ejemplo y no es algo que desee para mi vida. —comentó intentando zafarse de la charla.


—Creo que valdría la pena si con ello consigues que te acepten tal y como eres, después que lo hayas conseguido te aseguro que no será para nada desagradable convivir con los demás, por el contrario te sentirás mucho mejor, liberada de prejuicios y más dueña de tus actos, no digo que sea sencillo Paula… pero no pierdes nada con intentarlo y por el contrario ganarías muchísimo si consigues hacerlo —indicó mirándola a los ojos, podía ver los miedos en ella, la mirada atormentada por encontrarse en una encrucijada, pero también sus deseos de actuar como él le indicaba—. Podemos empezar por restarle importancia a lo que pueda decir Cristina o los demás de nuestra relación, esto nos concierne sólo a nosotros, y por mi parte no me importa confesar que me hiciste tragar cada una de mis palabras y que ahora apenas puedo estar lejos de ti, sin tocarte o
escuchar tu voz —agregó con una sonrisa para aligerar el momento.


Ella le dedicó una gran sonrisa y le rodeó el cuello con los brazos para apoyarse en él y subir los labios pidiéndole un beso, disfrutando de ese primer roce que Pedro le brindó y la animó a abrir la boca y rozar su lengua con la de él, sintiendo como temblaba y gemía de placer al tenerla de nuevo haciendo fiesta en su interior.


—Ya te confesé que me encanta besarte y que me beses, que me sentí de maravilla con todo lo que me brindaste anoche, me gusta mucho estar contigo Pedro, me gustaba desde antes… al menos le había dicho que ahora que empezaba a conocerte me parecías un chico agradable, igual puedo alegar que me sedujiste, que me envolviste de tal modo que me fue imposible escapar de ti, puedo echarle toda la culpa a tu fama de casanova —esbozó cuando el beso terminó, mientras le acariciaba el cuello con la punta de los dedos.


—Bien, era será tu excusa ¿cuál será la mía?— preguntó con una hermosa sonrisa, emulando las caricias de Paula pero en la cintura, moldeándola con lentitud.


—No lo sé… puedes decir que descubriste que era una mujer excepcional, inteligente, sensible… además muy comprensiva y tierna — contestó conteniendo la risa, pues era algo que ni ella misma se creía, sobre todo las últimas cualidades.


—No estaría usando excusas falsas, estaría diciendo la verdad — mencionó mirándola a los ojos, disfrutando del gesto de sorpresa que vio reflejado en las gemas oscuras.


—¿Y acaso yo he usado excusas falsas? —le preguntó ella con actitud provocativa, rechazando la emoción que le provocó escuchar a Pedro resaltar cualidades que sabía no poseía.


Nunca había sido tierna, puede que comprensiva, pero tierna nunca, su familia era casi como un témpano de hielo, los abrazos y las muestras de afecto era muy escasos, casi nulo a no ser por fechas especiales, como cumpleaños o la época de navidad y año nuevo. Ella había sido criada de esa manera y sabía que carecía del sentimentalismo de las demás personas, amaba a su familia, pero le costaba mucho demostrar esos sentimientos la mayoría de las veces, así que ser tierna no era algo que encajara en su manera de ver la vida.


—Yo no te seduje, en todo caso lo hicimos ambos, asumo que fui quien te insinuó siempre mis deseos de llegar a este punto, que te lleve a mi casa y fui yo quien te insinuó que tuviéramos relaciones… —se interrumpió al ver que ella arqueó una ceja, él suspiró—. Está bien, prácticamente te rogué para que tuviéramos sexo, pero si hablamos de seducción ¿dónde dejas la manera como respondiste a mis besos y mis caricias? Tú también tomaste partido en esto Paula, tú me volviste loco de deseo, tu cuerpo, tus miradas, tus sonrisas… tu boca —esbozaba de manera seductora mientras le tomaba el rostro entre las manos y le rozaba los labios, sintiendo como cada roce era una descarga que recibía su entrepierna.


—¿Me estás confesando que te traigo loco? —inquirió con picardía y la mirada brillante, aprovechando tener el juego a su favor para acariciarle el pecho y acercarle los labios de la misma manera, quería provocarlo.


—¿Por qué no hacerlo? Ya tú me confesaste anoche que también te traía loca. —le dijo con una sonrisa perversa y arrogante.


—¿Yo? ¡Claro que no! ¿En qué momento hice algo así? No recuerdo haberlo hecho Pedro —le cuestionó asombrada.


—Me aseguraste que tenías muy buena memoria, no te preocupes, me encantará recordártelo… —le hizo saber haciendo su sonrisa más amplia, le acarició los costados, sintiendo el temblor que le entregó—. Anoche me lo dijiste al menos unas tres veces… “Pedro me vuelves loca” eso me decías cuando te besaba los senos y acariciaba ese precioso…—no pudo continuar, Paula había llevado una mano para posarla en su boca y evitar que esbozara clítoris.


—Ya… recordé —susurró con el rostro encendido por el sonrojo que lo había cubierto, respiró con dificultad al recordar como los dedos de Pedro, le habían dado uno de los tantos orgasmos que tuvo la noche anterior, luchó por retomar la compostura, inhalando profundamente—. Pues eso no cuenta mucho, era un momento de debilidad —se defendió, algo que era absurdo, aun así lo hizo.


—¡Por favor Paula! Es más que evidente que ambos estamos locos el uno por el otro ¿dime qué ganas con hacerte la valiente, con negar que me deseas tanto como yo te deseo a ti? —le preguntó negándose a dejarla escapar.


Pedro… para mí no es fácil… nunca le he dicho algo así a nadie, bueno no antes de anoche, contigo no puedo controlarme… no sé qué es lo que tienes, parece que me hechizaras, que todo lo que me das es tan intenso que apenas puedo pensar las cosas que digo, y arriesgándome a que tu ego rebase la estratosfera… ¡Demonios! —Paula explotó de una manera que muy pocas veces hacía.


Sintiéndose desnuda y vencida ante él, cerró los ojos y contuvo el aliento unos segundos, para después liberarlo con pesadez, ya no le quedaba más que continuar, después de todo era su culpa ella había propuesto este juego y ahora él le había mostrado una mejor jugada.


Pedro sentía el corazón martillarle contra el pecho, estaba seguro que el sonido retumbaba en todo el lugar como el tambor de una banda marcial, había dejado sus manos quietas en la cintura de Paula y la miraba fijamente, la emoción que sentía apenas lo dejaba respirar, mientras la expectativa crecía a cada segundo.


—Me tienes como quieres Pedro, me tienes… loca por ti, es cierto, es la verdad, pero debes tener claro algo y es que esto no te asegura nada, igual puedo cambiar de opinión mañana y no querer ni verte como te vuelvas a portar tan arrogante como antes, me gusta este Pedro que veo ahora, no él que me encontré la primera vez, aquel idiota y soberbio o él que intentó seducirme cuando apenas me conocía en el río, déjalo fuera de juego o perderás todo lo que has conseguido… ¿entendido? —expuso sus reglas con claridad, temblando ante lo que él pudiera responderle, y al mismo tiempo luchando por mostrarse segura y tajante.


—Perfectamente y te prometo que intentaré no ser como aquel Pedro, por la sencilla razón que no soy realmente así y porque no quiero perder esto que tenemos, ni tampoco tu amistad Paula, me encanta tener sexo contigo, pero también me gusta la complicidad quetenemos, eres la primera amiga mujer que tengo en años y quiero conservarte. —mencionó con su mirada clavada en la de ella.


Las palabras de Paula habían tocado punto claves dentro de su ser, era la primera mujer que se atrevía a hablarle de esa manera, siendo tan honesta con él, cada vez le gustaba más y cada vez deseaba más tenerla a su lado, ganársela a pulso, estaba empezando a desear más, ella lo hacía aspirar a más que una simple aventura.


—Hablando de ello… ¿en qué términos quedaremos Pedro? —se animó a preguntarle eso que la atormentó muchas veces durante el día y la noche de ayer mientras cenaban, y después cuando conversaban frente a la chimenea. Él se quedó en silencio y ella se aventuró a continuar—. Ya sé que quizás es demasiado evidente y que yo esté haciendo el papel de tonta preguntándolo, pero quiero que dejemos las cosas en claro. —le exigió.


La confesión de minutos atrás la había molestado y necesitaba empezar a construir una muralla que la protegiera de él, y todo lo que empezaba a sentir.


—Ok, Paula… esta mañana cuando te dije que tú tenías la última palabra hablaba en serio, entonces ¿dime tú cómo quedamos? —preguntó él que había notado la tensión y la incomodidad en ella.


Le había confesado que lo deseaba, pero casi a regañadientes. Sabía que la había presionado, sin embargo, no pensó que al grado de recibir una respuesta así de ella, intentaba ser amable y ella se alejaba… ¿Qué demonios le pasaba? Cuestionaba en pensamientos.


—¿Yo? Pero… no puedes dejarme toda la responsabilidad de esto a mí, lo acabas de decir, esto es una cosa de dos, creo que ambos estamos en la misma situación… —decía alarmada cuando él la detuvo, apoyándole una mano en el hombro.


—Yo te acabo de decir lo que deseo, no quiero perderte, ni como amante ni como amiga, para mí eso es lo más importante, debemos tomar esto como dos adultos, siendo conscientes que nuestro tiempo aquí es limitado… yo… propongo que lo disfrutemos al máximo, que intentemos pasarla bien, complementarnos como lo veníamos haciendo hasta ahora y trasladar eso a la cama, anoche la pasamos de maravilla, estuvimos tan compenetrados Paula… como una pieza que encaja perfectamente en otra ¿deberíamos tener motivos para negarnos a vivir esto que el destino pone ante nosotros?—preguntó en un tono tan casual e impersonal que él mismo se sorprendió.


—No, en lo absoluto, somos un hombre y una mujer sin compromisos, adultos y responsables, podemos manejar esta situación sin ningún problema… y si sentimos que algo comienza a cambiar debemos hablarlo, creo que lo más importante es que seamos sinceros, y así no tendremos motivos para arrepentimientos más adelante. —pronunció ella con un tono igual de frío.


Pedro asintió en silencio, de pronto las ganas por tener a Paula entre sus brazos se habían enfriado, ella había conseguido que eso sucediera con su actitud, pensó que después de lo ocurrido anoche las cosas entre los dos serían distintas, más cálidas y agradables, no sólo como amigos, sino en un aspecto más íntimo, había perdido la cuenta de las veces que le había hecho el amor hasta ahora, unas cinco o seis, seguía deseándola con locura, pero justo ahora la sentía como un iceberg entre sus brazos.


Sin embargo, no le daría la satisfacción de demostrarle cuanto lo había afectado su actitud, si pensaba que irguiendo ese muro de frialdad entre los dos él se alejaría estaba muy equivocada, se había propuesto conquistarla en todos los aspectos que le fueran posible y no descansaría hasta hacerlo, aunque se le fuera la cordura en ello.


Paula había sentido como si el corazón se le hiciera un puño cuando escuchó la manera tan descarada, en la cual él le proponía una aventura de verano, estaba consciente que esto no sería nada más, pero oírlo con tanta ligereza le causó un extraño malestar en el pecho. Se impidió pensar un
sólo instante en que ella podía cambiar lo que Pedro le proponía por lo que ella deseaba, pues ni siquiera sabía lo que quería en realidad, igual ¿Qué ganaba con apostar por algo que sólo duraría un par de meses cuando mucho? 


Seguiría su ejemplo, lo disfrutaría mientras lo tuviera y nada más.


—¿Cenamos? —preguntó fingiendo una sonrisa.


—Por supuesto. —contestó él mostrándose de la misma manera.


Caminaron hasta la cocina y Paula sacó del horno los dos
submarinos que había colocado en éste para mantenerlos calientes, igual que la vez anterior se había esmerado en hacer algo del gusto de él, pero ahora no le importaba si lo complacía o no, sentía que una parte de esa pieza, que según él era los dos y que encajaba a la perfección, se había quebrado, apenas lo miraba a los ojos mientras cenaban y las palabras se limitaron a monosílabos.


—Otro gran acierto, estuvieron muy ricos los emparedados Paula —dijo él colocándose de pie para ayudarla con los platos, como ya tenía por costumbre.


—Gracias. —esbozó fingiendo una vez más su sonrisa.


Le entregó un plato para que él lo secara, evitando mirarlo pues sentía que si lo hacía no podría seguir callando eso que la estaba ahogando, ni las lágrimas que intentaban doblegarla, respiró profundamente para armarse de valor y hablar.


—Creo que deberíamos dejar el final de la serie para otro día… —decía pero él no la dejo continuar.


¿Quieres que subamos ya a la habitación? —preguntó sintiéndose esperanzado, imaginando que quizás ella planeaba dejar atrás el incómodo momento que habían tenido.


—No… yo… —dejó libre un suspiro tembloroso.


—Bien, entiendo —esbozó Pedro, colocó el plato en su lugar, sintiendo como el corazón se le encogía y su cuerpo se tensaba por completo, algo se había dañado entre los dos.


Se obligó a mantener ese suspiro de derrota que lo estaba ahogando dentro del pecho, no era de los hombres que se dejara vencer con facilidad, pero mucho menos era de aquellos que se pasara rogando por un poco de atención, sobre todo porque jamás lo había necesitado, Paula le gustaba ¡Bien! Pero no por ello iba a permitirle que le pusiera el pie encima cada vez que quisiera.


No se molestó en mirarla una vez más, se dio media vuelta y comenzó a caminar para salir de ese lugar. Mujeres era lo que le sobraban, sólo le bastaba con hacer un par de llamadas para tener a una docena en su casa, todas dispuestas a darle lo que deseara y más.


Paula lo vio alejarse y la presión en su pecho se hizo más intensa, tragó en seco para pasar el nudo que se había formado en su garganta, parpadeó con rapidez para alejar las lágrimas, sabía que si lloraba en ese momento quedaría como una idiota delante de él, tomó aire y se quitó los guantes de hule con fuerza demás.


—No entiendes y no lo harás tampoco —esas palabras escaparon de sus labios, cerró los ojos reprochándose por ello.


—¿Sabes qué? ¡No! No lo entiendo… y como es evidente que tú no te dignarás a explicarme nada es mejor que me vaya, no voy a quedarme aquí a la espera que decidas ser sincera conmigo —mencionó sin volverse a mirarla, dio un par de pasos hacia delante, pero en un impulso giró y regresó hasta ella, la miraba con rabia, con resentimiento, sentía que ella lo había lastimado y no se iría de aquí hasta hacerle sentir lo mismo, se paró frente a ella y espetó— ¿Qué es lo que quieres Paula? ¿Qué es lo que te molesta? ¡Háblame!


—¿Qué quieres que te diga? —inquirió ofuscada, mirándolo a los ojos, sintiendo que las piernas le temblaban.


—Quiero que me digas lo que sientes, que me digas por qué estás así y por qué cambiaste de un momento a otro, cuando llegué estabas feliz de verme y ahora me insinúas que deseas estar sola, me rechazas sin hacerme saber ni siquiera el motivo y me dices que no entiendo nada… ¡Por supuesto que no entiendo nada! Qué carajos voy a entender si tú no me ayudas a hacerlo —le reprochó con dureza.


—¡Pues no quiero nada! Y a ti tampoco debe importante lo que desee o lo que no, después de todo esto no será más que la aventura de un verano ¿no? Siéntete satisfecho con eso Pedro y no me exijas nada más —le contestó llena de rabia y dolor a ver lo ciego que él estaba, como si fuera tan difícil concluir qué la había herido.


—¡Perfecto! —exclamó él sintiéndose más furioso todavía.


Era la primera vez que una mujer lo hacía enojar de esa manera, que lo sacaba de sus cabales, respiraba con dificultad y su mandíbula estaba tan tensa que dolía, tenía la mirada clavada en ella, como buscando respuestas, pero no halló nada.


Le dio la espalda a Paula y se alejó con andar impetuoso, no dijo nada más, ni siquiera se despidió de ella, sólo abrió la puerta de un jalón, salió de la casa y lanzó la hoja de madera haciendo que se estrellara contra el marco, con un fuerte estruendo que retumbo en todo el lugar e hizo temblar los cristales de las ventanas.


Ella se quedó clavada justo en el lugar donde se encontraba, no se atrevió a moverse, no tenía la voluntad para hacerlo, sólo percibió como su cuerpo tembló a causa del golpe que pareció estremecer toda la casa, sus ojos se llenaron de lágrimas, el nudo en su garganta se apretó con tanta fuerza que sentía estaba a punto de asfixiarla, se mordió el labio trémulo para retener el llanto.


—Ni se te ocurra llorar Paula Chaves… —se dijo con decisión, al tiempo que cruzaba los brazos en su pecho, inhaló profundamente para pasar la presión en su pecho, y eso fue el detonante para sus emociones— ¡No! Te dije que no lloraras… no llores Paula ¡Por Dios ni que fuera para tanto! —se reprochó sintiendo como las lágrimas le llegaban en oleadas luchando por desbordarla, intentó tomar aire de nuevo—. Te prohíbo que llores… tú no eres así, no lloras por los hombres, ninguno te ha hecho llorar y él no será el primero… no seas tonta… no llores por favor — había pasado de exigir a rogarse a sí misma guardar la compostura.


No pudo hacer nada, las lágrimas ya bajaban tibias y pesadas por sus mejillas, se sintió fatal por mostrarse tan débil, por permitir que Pedro la afectara de ese modo, negaba con la cabeza luchando por parar de una vez, pero todo parecía inútil, entre más intentaba dejar de llorar, más lágrimas salían de sus ojos, se llevó las manos al rostro para ahogar los sollozos que empezaron a llegar acompañando su llanto, se dejó caer en el sillón y hundió el rostro en medio de sus piernas, llena de vergüenza y rabia.








2 comentarios:

  1. No te la puedo creer, que después del maravilloso día que pasaron ayer hoy estén así. Quiero ya que llegue mañana para leer los caps.

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  2. Ay! no!!! que conversación tan fallida! si se hubieran dicho las cosas de otra manera! Si se mueren el uno por el otro! Espero los de mañana ansiosa!

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