jueves, 23 de julio de 2015
CAPITULO 46
Lentamente el sueño fue liberándola de aquel estado de inconsciencia que había sido placentero y renovador, lo primero que percibió aún sin abrir los ojos fue la calidez que brotaba del cuerpo de Pedro, la intensidad de su presencia y lo fuerte de su figura acoplada a la suya le resultó algo imposible de ignorar. Una sonrisa adornó sus labios en cuestión de segundos, las emociones y sensaciones que horas antes la embargaban regresaron a ella intactas como si el tiempo no hubiera transcurrido mientras dormía.
Paula no se atrevía a abrir los ojos, ni a volverse, ni siquiera a mover su cuerpo, quería prologar ese momento tanto como pudiera, seguir disfrutando del calor de Pedro, de su respiración acompasada y el peso de su brazo que colgaba de su cintura; no comprendía aun porque actuaba así o sentía todo eso, por el momento no deseaba analizar ni cuestionar nada, solo quería sentir y vivir plenamente de esa experiencia que era nueva para ella y la hacía sentir… feliz.
Después de un minuto abrió sus ojos despacio, parpadeando para ajustar sus pupilas a la oscuridad que reinaba en la habitación, se sorprendió al ver que la noche había caído pero no le dio importancia, solo se dedicó a disfrutar del hermoso contraste que mostraban las gotas de lluvia que aún corrían cuesta abajo en el cristal de la ventana, y como la luz de la luna se reflejaba en ellas haciéndolas lucir como cristales preciosos. Dejó libre un suspiro lírico sin percatarse de ello y sus dedos viajaron a los de Pedro que descansaban en su vientre, le gustaba estar así, envuelta por ese sentido de protección y posesión que él le mostraba aún en sueños, sonrió ante la ola de recuerdos.
Pedro se encontraba en medio de ese estado donde la inconsciencia y la realidad se mezcla, donde se puede creer que se está dormido, pero se puede sentir lo que ocurre fuera de ese manto frágil que es el sueño.
Escuchó el suspiro de Paula como si ella lo hubiera liberado muy lejos de allí, aunque no lo suficiente para que él no disfrutara del mismo, después la sintió moverse un poco y al final como rozaba con los dedos de su mano los suyos que descansaban en su vientre y un nuevo suspiro que esta vez escuchó con mayor nitidez.
—Pedro… ¿estás despierto? —preguntó en un susurro.
Sintió que él se movía a su espalda y la mano en su cintura la acercaba más a su cuerpo, pegándola para hacerla consciente de sus pieles desnudas y el exquisito roce de las mismas.
Él no respondió, sólo gimió hundiendo su rostro en el cabello de Paula y después bajó hasta la nuca de la chica para darle un suave beso justo allí, sintiéndola estremecerse, haciéndolo feliz, le encantaba que fuera tan sensible a sus caricias, deslizó la mano que se apoyaba en su vientre por la cintura y la cadera de la chica.
—No… aún estoy dormido, justo ahora tengo un hermoso y placentero sueño, no vayas a despertarme —expresó con voz ronca por haber dormido tanto, sin abrir los ojos.
Paula sintió que se derretía contra su cuerpo, envuelta en el
delicioso calor que de él brotaba, en la fuerza de su presencia, en su voz suave y con ese toque sensual que tanto le gustaba, una sonrisa se apoderó de sus labios y los latidos de su corazón iban galopando con fuerza cargados de una emoción nueva.
—¿Qué hora es? —preguntó él un minuto después, aspirando el dulce aroma que brotaba del cabello de Paula.
—Ya es de noche… no lo sé con exactitud, pueden ser las ocho o medianoche, y me estoy muriendo de hambre —respondió.
—Yo también… estoy famélico Paula —susurró junto a la oreja de ella, al tiempo que la pegaba a su cuerpo, disfrutando de la suavidad, la calidez y de su aroma.
—Pedro hablo de comida —indicó intentado no mostrar lo
complacida que se sentía por tenerlo tan cerca, envuelta en su calor.
—Yo también —se defendió dándole un beso en la nuca.
Ella dejó libre un suspiro dejándose derrotar, no podía luchar contra él, ni contra eso que estaba sintiendo, sería una hipócrita si decía que no le encantaba, que no le gustaban sus besos y caricias, que no deseaba prologar ese momento, percibió como él sonreía contra la piel de su cuello y eso la hizo estremecer.
—Vamos, te voy a preparar algo para que comas, no quiero que después te quejes diciendo que soy un tirano adicto al sexo —comentó divertido apretándola en un abrazo estrecho contra él.
Paula dejó libre una carcajada y después sintió como Pedro
abandonaba la cama con agilidad, llevándose parte de la sábana que los cubría, lo había hecho a propósito, su sonrisa cargada de malicia cuando ella chilló ante su gesto, se lo había confirmado.
Minutos después se encontraban en la cocina, Pedro había tenido la decencia de vestirse y prestarle ropa a ella, en vista de que la suya aún se encontraba húmeda, el clima no le favoreció mucho para que se secara, ella se había lavado la cara y había usado el enjuague bucal de él, no se atrevió a tomar el cepillo de dientes pues nunca antes había hecho algo como eso.
La verdad todo eso era de cierto modo nuevo para ella, nunca pensó que terminarían compartiendo de esa manera, imaginaba que después de tener sexo cada uno continuaría como hasta esa mañana, él aquí y ella en su casa, podía atribuir que aún continuaban juntos gracias a la lluvia que no había cesado, eso le ayudaba y no dejaba que las tontas ilusiones que a minutos revoloteaban en su cabeza hicieran nido, sabía que todo era algo casual, que no representaba para nada una relación entre los dos, muchos menos un compromiso, ni siquiera habían hablado de los términos en los cuales quedarían de ahora en adelante.
Obviamente el que más resaltaba era el de amantes, los dos habían disfrutado mucho como para negarse volver a vivir la experiencia, además que no había motivos para negarse la compañía del otro mientras estuvieran aquí, ninguno de los dos tenía compromisos, aunque eso no lo supieran a ciencia cierta; ese sentimiento provocó un amargo sabor de boca
en Paula, pero no permitió que la sensación avanzara mucho, no entraría en plan de mujer obsesionada y celosa pues nunca lo había sido, y Pedro no sería quien le hiciera experimentar un sentimiento tan estúpido.
—¿Por qué tan callada? —le preguntó Pedro en tono casual.
—Me distraje… suele suceder con frecuencia, mi mente parece no descansar nunca, ni siquiera mientras duermo, es un mal de los que escribimos —se excusó en un argumento que él sintiera válido.
—¿Y qué maquinaba ahora tu perversa mente? ¿Quién será el asesino de tu próxima novela o a cuántos asesinarás? —inquirió de nuevo con una sonrisa ladeada.
Mientras Paula se encontraba sumida en sus pensamientos, él había preparado todo para hacer una sencilla pasta a la carbonara, era una receta rápida y muy sabrosa, además que, modestia aparte, Pedro sabía que las pastas eran su especialidad, una vez más se había descubierto deseando complacerla, ya eso se le estaba haciendo una costumbre, y aunque muchas veces se refrenaba para no perder su horizonte, casi siempre terminaba como en ese momento.
Él también había estado pensando en la denominación que debía tener de ahora en adelante su relación con Paula, sólo una saltaba a la vista, la más natural y adulta, sin embargo, no sabía cómo exponerla ante ella, la mayoría del tiempo Paula era muy sensible a ciertas cosas, y quizás fuera a sentirse ofendida si él hacia algún tipo de alusión a tenerla como su amante, sabía que como caballero le correspondía hablar con honestidad, pero habían tenido una tarde perfecta y no deseaba arruinarla con una conversación cargada de tensiones, así que prefirió enfrascarse en consentirla un poco más y al día siguiente vería cómo manejar la situación.
—Bueno… mi mente perversa aún no piensa en un asesino, pero una de sus víctimas podría ser un actor italiano que se la pasa provocándome —lo amenazó y se encogió de hombros ligeramente, como si eso fuera algo cotidiano, como el estado del tiempo.
Pedro comenzó a reír divertido al ver que su provocación había surtido efecto, le encantaba verla así, dispuesta a retarlo todo el tiempo, no era como las otras mujeres que había conocido y que siempre se esmeraban en cualquier aspecto, incluso en quedarse calladas cuando él le hacía ese tipo de juegos, no llegaban a comprender lo que buscaba, sin embargo, con Paula todo era tan espontáneo, sólo una chispa hacía falta para encenderla.
—¿Qué cocinas? —preguntó curiosa, al verlo sofreír cebolla y panceta en una sartén.
—Una pasta a la carbonara ¿me ayudas a batir los huevos? —dijo.
—Te gustan mucho los jueguitos de palabras ¿no es así? —le cuestionó acercándose a la mesa donde se encontraban dos huevos, un batidor y un pequeño bol de vidrio.
Él la miró con tal inocencia que Paula no pudo evitar sonreír, pero después lo vio hacerlo también con picardía, lo que provocó que lo castigara dándole un pellizco en el brazo con suavidad y se concentró en ignorarlo, ocupándose de su tarea. Vio como él se movía con agilidad por la cocina con la destreza de alguien que ha preparado esa receta un montón de veces, ella no deseaba quedarse atrás y como ya conocía lo que debía hacer lo ayudó a terminarla, era la primera vez que cocinaban juntos y la sensación de trabajar con Pedro en equipo le gustó.
Después de la cena y de llevar un par de horas compartiendo junto a la chimenea con unas copas de buen vino, Paula se arriesgó a tocar de manera indirecta el tema al que le había estado rehuyendo.
—Ya no llueve tanto… debería aprovechar para ir a mi casa —esbozó Paula sin mirarlo a los ojos.
Pedro que se estaba devanando los sesos entre dar un paso y hablar sobre lo ocurrido o mantenerse en silencio, se sintió sorprendido ante las palabras de ella, de inmediato comprendió que no deseaba separarse, no quería dejarla ir.
—Paula… quédate esta noche aquí, quédate conmigo… —le pidió en un susurro buscando su mirada.
—Pedro… yo no puedo… necesito… —se colocó de pie para alejarse de él.
Lo que necesitaba era pensar con claridad y estando a su lado no podía hacerlo, él la hacía sentir confundida, sus emociones eran contradictorias y desconocidas. Pensó en una respuesta rápida.
—No puedo quedarme, necesito mis cosas… mi cepillo de dientes, por ejemplo —pronunció algo que creía válido.
—Usa el mío —esbozó él con rapidez, manteniéndose sentado para no presionarla, pero mirándola directamente a los ojos.
—No puedo… es algo tuyo, personal… —alegaba viéndolo.
—Paula… —susurró su nombre mientras sonreía con sensualidad y se puso de pie para acercarse a ella—. Tu lengua ha estado en mi boca mucho más tiempo que mi cepillo de dientes ¿qué tiene de malo que lo comparta contigo por una mañana? —preguntó mirándola con intensidad, disfrutando de su sonrojo.
—No tiene nada de malo… supongo —murmuró sintiendo como su boca se hacía agua al recordar sus besos, tragó para pasar la sensación y se enfocó de nuevo—. Pero necesito al menos mi ropa, no puedo andar así… —decía haciéndolo consciente de nuevo que el short le quedaba muy ancho, pero una vez más él la detenía.
—¿Así cómo? Yo te veo hermosa… esa ropa te queda muy sexy — comentó con una sonrisa observando la camiseta de algodón blanca y el short del mismo material en cuadros azules y blanco. La rodeó con sus brazos para usar sus armas de seducción y convencerla—. Paula quédate esta noche conmigo… te prometo que mañana temprano te dejaré ir a tu casa, es absurdo que con el frío que está haciendo tengamos que dormir separados, entre sábanas heladas, teniendo la oportunidad de hacerlo juntos y brindarnos calor —susurró cerca de sus labios, pero sin
llegar a tocarlos.
—Es que… yo nunca he… —ella se mordió el labio inferior llena de vergüenza por tener que decirle eso a él.
—¿Tú nunca? Vamos Paula… dime —la instó a continuar.
—Nunca he pasado una noche entera junto a un hombre… ni siquiera había dormido tanto junto a uno como lo hice esta tarde contigo y no sabría cómo hacerlo… como… —se detuvo al ver que él la miraba sin entender, dejó libre un suspiro y cerró los ojos.
—¿Nunca has dormido con nadie? ¿Ni siquiera con alguno de tus novios o las parejas que has tenido? —inquirió procurando entender.
—No —respondió ella sonrojándose. —No toda una noche y no he tenido parejas propiamente, de esas que viven bajo el mismo techo, sólo he tenido un novio oficial, Francis mi ex y a Charles un amigo… sólo he tenido relaciones con ellos y nunca pasamos una noche completa juntos… —Paula sentía que se moría de vergüenza y el calor en su rostro le anunciaba que debía estar roja como una cereza madura, respiró profundamente para terminar con eso de una vez—. Pedro… yo vivo con mis padres aún… y ya sé que es algo vergonzoso y hasta inmaduro, pues siendo una mujer independiente económicamente y de veintitrés años debería hacerlo ya por mi cuenta… pero no he reunido el valor para ello y quizás sea por comodidad, no lo sé… me gusta vivir así, me gusta el cobijo que vivir bajo su techo me da —terminó intentando que él la comprendiera.
Levantó la mirada buscando los ojos de él, los suyos incluso se había cristalizado por su confesión, hubiera preferido no hacerlo pues el semblante de Pedro hizo que la sensación de pena fuera peor, él parecía tener una sonrisa en sus labios, pero su mirada lucía desconcertada, no soportaba más ese silencio.
—¡Por favor Pedro habla! Di lo que sea, búrlate de mí si quieres, lo merezco, lo sé… soy una pobre niña mimada a la que la aterroriza vivir bajo su responsabilidad y una mojigata que nunca se animó a pasar una noche fuera de su casa por miedo a sus padres —esbozó con la voz ronca por el nudo que se formó en su garganta.
Pedro no se quedó callado para hacerla sentir mal, había sido la sorpresa de conocer que Paula sólo había tenido dos amantes en su vida lo que lo había trastocado, no podía creer que una mujer con tan poca experiencia sexual lo hubiera hecho disfrutar tanto, que lo tuviera ahora mismo rogándole para que pasara la noche junto a él, ella era extraordinaria, era hermosa y sensual ¿qué carajos le había pasado a esos hombres para dejarla escapar? ¿Acaso eran idiotas o no le gustaban las mujeres? No podía entenderlos, entre más buscaba una explicación menos podía justificarlos.
Quizás no deseaban hacerla sentir presionada o no sabían cómo convencerla, pero era absurdo que no desearan pasar una noche completa con ella, que no insistieran para ello. Esa acción la hubiera hecho sentir segura, confiada y no tan frágil como la notaba justo en ese momento, su imagen le causó una molesta presión en el pecho, no quería verla así, no tenía nada de qué avergonzarse.
—¿Por qué tendría que burlarme de ti Paula? Eso es absurdo, no veo el motivo para ello… —decía y vio que ella se disponía a protestar, por lo que, con rapidez continuó— ¿De qué te avergüenzas? ¿De vivir aún con tus padres? Bueno… apenas eres una chica de veintitrés años y créeme conozco no sólo mujeres sino hombres que viven con sus padres hasta los treinta… ¿De no sentirte capacitada para hacerte responsable de ti misma?
Eso es estúpido… ¿Qué se supone que estás haciendo aquí? No he visto a tus padres por ningún lado cuidando de ti o guiándote, por el contrario te encuentras en un país extraño, muy lejos del tuyo, con un idioma y unas costumbres diferentes a las tuyas y hasta ahora no he visto que tengas problemas para desenvolverte, incluso… lo haces como si fueras una más de aquí y no una turista, así que tomando en cuenta todo eso. ¿Dónde está la niña mimada que es incapaz de vivir por su cuenta? Siendo sincero, no la veo por ningún lado… ¿Quieres saber lo que yo veo? —preguntó mirándola a los ojos, con su voz y su mirada colmada de ternura.
Paula permanecía en silencio, sólo consiguió asentir con su cabeza, mientras un cúmulo de emociones galopaban dentro de su pecho, luchando por contener las lágrimas, por mostrarse valiente y madura delante de Pedro, pero le estaba costando un mundo y no daba con la razón, quizás porque ella nunca se había abierto con nadie de ese modo, siempre era muy reservada con sus sentimientos, desde pequeña lo fue, ese fue el ejemplo que recibió de sus padres.
—Veo a una mujer independiente, valiente, hermosa y decidida… Paula yo veo… —se quedó en silencio.
Pedro sintió que un nudo se atoraba en su garganta impidiéndole continuar, una marea de sentimientos e ideas giraban dentro de su ser, de pronto sintió que debía huir, que se encontraba al borde de un precipicio y algo muy poderoso se empeñaba en arrastrarlo al fondo, no había experimentado nunca pánico, pero según lo que conocía del mismo debía ser muy parecido a eso, estaba bloqueado y no lograba escapar de la mirada de Paula, ella lo había clavado allí, ella era la fuerza que intentaba hacerlo caer.
Paula esperaba esas palabras que parecían estar luchando por salir de la garganta de Pedro, una necesidad inmensa por conocer lo que pasaba por su cabeza en ese preciso instante la agobiaba, su mirada estaba anclada en la azul que se notaba turbada, como si hubiera descubierto algo y eso lo llenara de miedo, ella también lo sentía, por alguna extraña razón sentía que debía salir de allí, que debía alejarse en ese momento, pero no lograba dar un paso, ni siquiera mover un dedo, estaba congelaba, atrapada en la mirada de él.
Pedro sentía que estaba a punto de quebrarse, que algo en el interior de su pecho pujaba por salir, por liberarse con tanta fuerza que apenas podía controlar el latido desbocado de su corazón, tampoco le estaba resultando sencillo respirar y para empeorarlo todo, sentía que la mirada de Paula lo desnudaba, era como si ella estuviera adentrándose en él como no lo hizo nunca ninguna otra mujer, como si pudiera ver más allá de lo que otras habían visto.
Actuó por impulso y la tomó entre sus brazos para después apoderarse de sus labios con desesperación, aprovechó el jadeo que ella liberó ante su arrebato para entrar en su boca sin permiso, sin delicadeza, necesitaba tenerla, sentirla, todo su ser clamaba por ello con tanta fuerza que sentía que su cuerpo dolía, su pecho dolía. Llevó una mano a la nuca para mantenerla allí mientras saqueaba su boca, la otra corría cuesta abajo en la espalda de la escritora, deslizándose en una caricia posesiva que se ancló en la parte baja de ésta y la pegó a su cuerpo haciendo el espacio entre los dos inexistente, sintiéndola temblar y gemir al tiempo que él también lo hacía y se perdía en su sabor, su humedad y tibieza.
Paula no supo cómo interpretar ese arranque de Pedro, todo
había sido tan rápido y hasta de cierto modo violento, sin embargo, una inexplicable sensación de alivio la embargó ante el mismo, al sentirlo tan compenetrado, rebosante de la misma necesidad que corría por sus venas, se había llenado de miedo de un momento a otro, miedo a qué.
No lo sabía, pero lo que vio en la mirada de él la había aterrado y su corazón había comenzado a latir con una lentitud dolorosa, como cuando se tenía un presentimiento o cuando se estaba frente a algo que podía cambiar la vida de un momento a otro, justo así se sentía antes de que Pedro la envolviera con ese beso ardoroso y apasionado, el más intenso que habían tenido hasta el momento y apenas la dejaba respirar.
Se separaron con las respiraciones agitadas y los latidos de sus corazones enloquecidos, las miradas oscuras y brillantes producto del deseo que los habían atrapado en cuestión de segundos, esta vez se guardaron las palabras, y temiendo que sus miradas pudieran revelarles algo para lo cual no estaban preparados, decidieron dejarse llevar por la pasión que habían desatado.
Él la tomó por la cintura para elevarla como hiciera esa misma tarde en la cocina, se sintió satisfecho al ver que Paula comprendía perfectamente lo que deseaba y lo envolvió de inmediato entre sus piernas, aferrándose a él con éstas, pasando sus brazos alrededor de su cuello, la aseguró pegándola a su cuerpo, colocando sus brazos en la delicada espalda femenina y buscó una vez más sus labios, dejándose arrastrar por el deseo a un terreno que le resultaba mucho más seguro que el que había pisado instantes atrás.
Llegaron hasta la habitación que se encontraba iluminada apenas por los rayos de la luna que entraba por las ventanas, pintándolo todo de azul y plata, salpicado por las gotas que se deslizaban por el cristal, el ambiente en la misma era frío, pero el calor que hacía estragos en sus cuerpos no les permitía sentirlo, se encontraban demasiado perdidos el uno en el otro como para percatarse de nada más que no fuera la necesidad que los embargaba.
Paula liberó un gemido trémulo cuando la mano de Pedro le
recorrió la columna en una caricia lenta y posesiva por debajo de la suave tela de la camiseta, ella no llevaba brasier por lo cual él no tuvo obstáculos para llegar a su nuca y presionarla exigiéndole hacer el beso más profundo.
Ella cedió temblando cuando lo sintió rozar su lengua pesada y caliente contra la suya que apenas lograba seguirle el ritmo, todo iba demasiado rápido, demasiado abrupto, pero no tenía la fuerza para controlarlo, tampoco deseaba hacerlo, nunca la habían tratado de esa manera, no le habían demostrado tanta necesidad, era como si de esos besos dependiera que el mundo siguiera girando para ambos.
En cuestión de segundos estuvieron desnudos sobre la cama, Pedro no conseguía dejar de besar y tocar a Paula, cada gemido que ella le entregaba, cada jadeo y temblor lo estaba llevando a la locura. A veces su conciencia le gritaba que fuera con calma, que podía terminar asustándola, respiraba profundo y lo intentaba, pero al recordar el sentimiento que lo había embargado en el salón todo su autocontrol se desmoronaba, se iba al carajo y no podía evitar lanzarse de nuevo desesperado y famélico de eso que ella tenía, de lo que le había entregado esa tarde.
Le dieron riendas sueltas a la pasión que los envolvía, sus cuerpos parecieron no saciarse hasta entrada la madrugada, si Paula había pensado que lo vivido horas antes había sido intenso, todo lo que le entregó Pedro esa noche lo fue mucho más, sus cuerpos parecían entenderse a la perfección, era como si sus manos y sus labios supieran el punto exacto que debían tocar o besar, el éxtasis hizo de las suyas en varias ocasiones y para Paula pasar una noche completa junto a Pedro fue la experiencia más gratificante y sensual que había experimentado hasta ese instante.
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Wowwwwwwwwwww, qué intensos los 3 caps, espectaculares!!!!!!!
ResponderEliminarMuy buenos capítulos!!!! Lo que vivieron fue tan intenso y precioso!!! No entiendo como pudieron separarse , pero habrá que esperar a ver que pasó!
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