viernes, 17 de julio de 2015

CAPITULO 25




Pedro encontró rápidamente la habitación pues esa casa era
idéntica a la suya, caminó hasta el baño no sin antes fijarse en la cama perfectamente tendida de Paula, mientras recordaba que la suya era un desastre, aunque no habitualmente. También se caracterizaba por ser ordenado pero Paula parecía rayar en la obsesión, entró al lugar y tomó un albornoz de los que se hallaban en el perchero, le echó un vistazo a las cosas ahí intrigado por descubrir cuál era el olor del champú que ella usaba, tenía un montón así que desistió.


Salió y cuando estaba por abandonar la habitación vio una gaveta entre abierta, sabía que no debía acercarse, que si lo hacía estaba invadiendo la privacidad de su vecina y él odiaba que invadieran la suya, pero por más que luchó no pudo evitar llegar y mirar dentro de ésta. Los ojos de Pedro se iluminaron al descubrir que era la lencería de la escritora, sin tener control sobre sus manos éstas viajaron hacia la misma y escogieron la prenda que se hallaba encima.


—Me harías un hombre muy feliz si sólo pudiera verte con esto Paula Chaves —susurró exponiendo ante sus ojos la delicada prenda de encajes y seda en colores negro y rosa pálido, tragó en seco ante la reacción de su cuerpo y se regañó—. Pedro das vergüenza, te estás comportando como el nieto de Cristina, hace mucho que dejaste estos juegos atrás, en realidad nunca los tuviste, no vengas con que ahora empezarás con la americana —mencionó colocando la prenda en su lugar.


Respiró profundamente y salió para volver con ella antes que empezase a sospechar qué lo había entretenido en su habitación. Cuando llegó hasta el lugar Paula se encontraba sentada en una banca con la mirada perdida en el paisaje y aún toda mojada y desaliñada como estaba le pareció una mujer muy hermosa, se acercó a ella con una sonrisa.


—Te he traído esto, espero que te sirva —mencionó extendiéndole la bata de tela de paño en tono lila.


—Es perfecto gracias… —contestó ella recibiéndola y después torció un poco la boca, al notar que debía desvestirse—. Creo que hay un pequeño inconveniente, para colocármelo debo quitarme primero esta ropa y no puedo hacerlo estando tú aquí —indicó mirándolo.


—Por supuesto, mensaje recibido. Regreso a mi casa ahora que sé que no tendrás más problemas… ¿Puedo dormir un par de horas antes que coloques de nuevo a la escandalosa de Pink? —preguntó elevando las cejas.


—Sí, tranquilo y Pink no es escandalosa, solo canta con sentimiento y no tiene culpa de tener mejor voz que Chris Martin —respondió con una sonrisa.


Pedro colocó los ojos en blanco objetando su observación, ella dejó libre una carcajada y él la acompañó con una sonrisa, una vez más esa sensación de satisfacción por escucharla reír lo colmaba, su mirada se perdió en la de ella y tuvo que cortar el contacto visual antes que los deseos de lanzársele encima y besarla le ganaran.


—Bueno me voy, suerte con tu obra maestra —indicó para provocarla una vez más antes de irse.


—Gracias —esbozó Paula negándose a caer en su truco y elevó la voz para agregar algo más antes de perderlo de vista— ¿Me dejarás dormir esta noche? —preguntó y después se arrepintió diez veces por el doble sentido que podía tener esa interrogante.


—Cuenta con ello —respondió él volviendo medio cuerpo mientras sonreía al ver el sonrojo en ella.


Desafortunadamente Paula, tendré que hacerlo, a menos que la providencia haga un milagro y decidas dejarme entrar a tu habitación esta noche, te dejaré dormir como a una niña.
Pensó cruzando para tomar el camino hasta su casa mientras sonreía al recordar ese encuentro, que había sido distinto a los demás y le había dejado una agradable sensación recorriéndole el cuerpo. Su sonrisa se hizo más amplia cuando las marcas de las manos de Paula en su pecho atrajeron su atención y de inmediato el recuerdo llegó hasta él llenándolo de alegría.







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