domingo, 23 de agosto de 2015
CAPITULO 146
Nicolas asintió en silencio y le entregó una sonrisa a modo de disculpas a su cuñado, no era que Ignacio no le cayese bien y deseara hacerle pasar un mal rato, era solo que debía recabar más pistas para fundamentar su teoría y bueno admitía que se había extralimitado. Pero el resultado fue justo el que esperaba, ese hombre era el italiano que Paula había conocido en la Toscana, Pedro Alfonso era el famoso “vecino” del cual su hermana nunca quiso hablarle cuando regresó de su viaje cuatro años atrás.
Los esposos Chaves fueron los encargados de cambiar de tema, aprovecharon el silencio que se instaló en la mesa después de la acotación de su yerno y comenzaron a hablar de lo que serían las próximas vacaciones de verano, como era de suponerse centraron toda su atención en las regatas y en el equipo que las lideraba que no era otro que el de la familia Howard Woodrow.
Minutos después se encontraban en el salón compartiendo entre un montón de comentarios banales por parte de la madre de Paula y algunas ocurrencias de Diana y Nicolas que buscaban restarle pomposidad a la ocasión, de repente Walter que había estado murmurando algunas palabras con su mujer se puso de pie.
—Toda la atención el día de hoy se la ha llevado nuestra querida y talentosa Paula con su proyecto, un logro que me hace sentir muy orgulloso de ella, pues le ha demostrado a muchos de los que no creyeron en su vocación que con esfuerzo, dedicación y entrega, todo es posible —pronunció mirando a su hermana con verdadera admiración, la vio entregarle una hermosa sonrisa y respondió de igual manera. Después se volvió a mirar a su mujer y le extendió la mano para invitarla a ponerse de pie junto a él—. Sin embargo, nosotros deseamos entregarles otro motivo para celebrar el día de hoy… —hizo una pausa sopesando la expectativa que podía sentirse en el aire y su sonrisa se hizo más amplia—. Linda y yo seremos padres nuevamente —anunció rebosante de orgullo posando sus manos en el vientre aún plano de su esposa.
—¡Esa sí es una verdadera noticia para celebrar! —esbozó Susana uniendo sus manos con emoción y una gran sonrisa.
Pedro pudo ver claramente cómo la sonrisa que adornaba los labios de Paula se congeló ante las palabras de su madre y supo de inmediato que la había herido, pues incluso a él le había resultado chocante el comentario. Sin embargo, su hermosa escritora le demostraba una vez más la maravillosa mujer que era al ponerse de pie y acercarse a su hermano y cuñada para felicitarlos.
Paula mantuvo su postura erguida y no dejó que la actitud de su madre la afectara más de lo normal, después de todo, ya estaba acostumbrada a que menospreciara su trabajo, y además su hermano no merecía que nada empañara la felicidad que sentía.
—Felicidades Walter, estoy tan feliz por ti… y claro por ti también Lidia, un nuevo bebé que emoción —esbozó abrazándolos a ambos.
Los esposos recibieron las felicitaciones de todos los presentes, incluso Pedro se acercó a ellos y estrechó las manos de ambos, además que fue el único que pareció percatarse de la actitud de Emilia y se aproximó a ella también, conocía muy bien lo que la niña sentía, ya que cuando él se enteró de la llegada de Alicia no pudo evitar sentir celos y sabía que justo eso era lo que le ocurría a ella.
—Sabes algo Emilia, yo también tengo una hermana menor, se llama Alicia y es uno de los mejores regalos que la vida me ha dado, fue... es más que mi hermana mi cómplice y ¿Sabes qué es lo mejor? Que tú puedes ser quien le enseñe todo, porque antes de ir con los grandes ese bebé que espera tu mamá irá contigo, y confiará más en ti que en cualquier otra persona en el mundo… tú serás a quien más admire —comentó viéndola a los ojos y cuando la mirada de la pequeña se iluminó por sus palabras, le dedicó una sonrisa.
De pronto la nostalgia lo invadió y de nuevo las palabras de Lisandro donde le exigía hablar con Alicia con la verdad se hicieron presentes, casi pudo verla en la hermosa niña ante sus ojos, le dio una tierna caricia en la mejilla y después regresó a su lugar.
Walter que estaba consciente de los celos que se habían despertado en su hija ante la noticia de la llegaba del nuevo bebé, no hubiera encontrado mejores palabras para animarla que esas que le dedicó el italiano, su mirada se cruzó un instante con la del actor y le agradeció el gesto con un leve asentimiento de cabeza, recibiendo por respuesta una amable sonrisa del europeo. Eso hizo que poco a poco la desconfianza que le había inspirado en un principio comenzara a disiparse, tomó a su hija en brazos y le guiñó un ojo al ver que su semblante cubierto de tristeza había cambiado por uno esperanzador.
Paula se vio tentada a unirse a Pedro y Emilia en esa escena, era como si los años no hubieran pasado, como si pudiera percibir ese mismo amor que siempre le dedicaba a su hermana Alicia, seguramente volvieron a ser igual de unidos cuando regresó a Roma. No quería darle alas a sus fantasías, pero verlo junto a Emilia le provocó mucha ternura.
Las comidas de los domingos en la casa de los Chaves se volvían visitas de largas horas, en las cuales todos intentaban ponerse al día de lo que cada uno hacía, pues pasaban mucho tiempo sin verse. Así que eso le sirvió a Pedro para hacerse una idea general de la familia de Paula, no necesitó de años compartiendo con ellos para sentir que prácticamente los conocía.
—Espero que no te estés aburriendo —comentó Diana al verlo mirando por uno de los ventanales hacia el jardín.
—No, en lo absoluto… Gracias por traerme —respondió volviéndose a mirarla con una sonrisa.
Se encontraba viendo a Paula que había escapado de la casa junto a su sobrina para pedirle al jardinero unas manzanas del huerto, aprovechando que su madre estaba entretenida hablando con la esposa de su hermano sobre su embarazo, mientras que los otros hombres hablaban de deportes o del mundo militar, temas de los cuales él no tenía mucho que opinar, así que también escapó pero para verla a ella.
Se volvió para mirar a Diana de nuevo cuando una idea cruzó su cabeza, estaba seguro que ella le podía dar esa información de Paula que necesita y que los medios de comunicación no podían ofrecerle. Así que buscando en su cabeza la manera más sutil para sacarle información, empezó por una pregunta casual.
—¿Hace mucho que no vives con tus padres? —inquirió mirándola.
—Me fui de aquí apenas cumplí los dieciocho. Mi madre y yo siempre hemos tenido puntos de vistas diferentes, pero el quiebre de nuestra relación fue cuando se negó a mi idea de estudiar fotografía, decía que esa no era una profesión respetable… que en realidad no era una profesión y que lo único que lograría con ello sería convertirme en la vergüenza de la familia —contestó sin disimular el rencor que aún le provocaban esos recuerdos.
—Al parecer tu madre no es muy fanática de las artes, por lo que pude ver, tampoco le da mucha importancia a la profesión de tu hermana —había encontrado la manera de llevar la conversación a Paula.
—Las únicas artes que mi madre valora son las que vienen de otros y no las que pueden crear sus hijas, jamás dejará de reprocharnos no haber seguido sus pasos y haber estudiado Leyes. A mí no me afectó mucho porque le dejé claro siempre que esa no era mi vocación, pero en el caso de Pau es distinto, ella deja que mi madre aún menosprecie su trabajo, conmigo lo intentó una vez pero se lo impedí y le dejé claro que no volviera a hacerlo si quería volver a verme —se detuvo mirando a su hermana que compartía sonrisas cómplices con Emilia en el jardín.
—Yo adoro a Paula, gracias a su apoyo logré liberarme del yugo de mi madre y ser una mujer libre de tomar mis propias decisiones, de actuar como me diera la gana y entregarme a mi más grande pasión: la fotografía. Fue ella quien pagó mi carrera ya que la implacable Susana Chaves se negó a
darme un solo centavo para costearla —dejó libre las palabras sin caer en cuenta que hablaba con un completo desconocido, la verdad era que por alguna extraña razón no podía sentir a Pedro de esa manera, él le provocaba un sentimiento de confianza.
—Tu hermana es una mujer maravillosa y debería ser valorada como merece, no puedo comprender cómo tu madre no lo ve… es tan fácil que ella inspire admiración en los demás — expresó recordando cómo había sido de sencillo para él ver la gran mujer que era Paula.
—No desea hacerlo, en el fondo pienso que ella no soporta la idea de que Paula y yo hayamos conseguido hacer nuestras vidas, mientras ella dejó de lado sus sueños, por cumplir con lo que la sociedad esperaba de ella… —guardó silencio un instante tornándose inusualmente seria, se volvió a mirarlo a él—. A veces me gustaría comprenderla e intentar tener la relación que se supone deben llevar madre e hija, pero entonces ella se cierra y jamás deja que lleguen a su corazón… ¿Sabes algo Pedro? Hubo un tiempo en el cual temí que Paula estuviera volviéndose igual a ella, fue antes de irse de viaje —dijo con tristeza.
—¿Por qué lo dices? —preguntó intrigado e intentó recordar a aquella Paula que conoció a su llegada a la Toscana.
Los recuerdos le dieron la respuesta de inmediato, Paula en un principio era muy cerrada, orgullosa y desconfiada. No le permitía acercarse a ella, por el contrario cada vez que él hacía el intento ella lo rechazaba sin ninguna sutileza, aunque sin perder la compostura, ciertamente fue una versión de lo que había visto hoy en Susana Chaves.
—Por algunas de sus actitudes, pero eso no viene al caso ahora, afortunadamente todo cambió en ese viaje, ella regresó mostrándose mucho más segura de sí misma e hizo lo que jamás pensé que haría —pronunció con tono cómplice y una gran sonrisa—. Se reveló contra mi madre al fin, le hizo saber que nunca renunciaría a sus sueños y seguiría escribiendo porque eso era lo que deseaba y no formar una familia como pretendía imponerle, además le dejó claro que ella se encargaría de los gastos que generaran mis estudios. Eso fue increíble y aunque mi padre se mantuvo neutral, algo me decía que poco le faltó para aplaudirla por la valentía que mostró —terminó con una gran sonrisa.
Pedro estaba tan rebosante de orgullo que tuvo que aferrarse a todo su autocontrol para no salir corriendo de ese lugar, buscar a Paula para amarrarla en un abrazo, besarla y decirle lo feliz que lo hacía saber que al fin había hecho lo que su corazón le dictaba.
Se había concentrado tanto en la conversación con Diana que no se percató cuando Paula se levantó de la banca donde se encontraba sentada, su mirada la buscó de nuevo con disimulo, pero no logró dar con ella y pensó que quizás había caminado hasta la playa con su sobrina, estaba por decirle a Diana que salieran a caminar por el jardín para buscarla, pero en ese momento la sintió entrar al salón.
Paula regresó a su casa consciente que había pasado mucho tiempo fuera y su madre no tardaría en preguntar por ella, al entrar al salón la imagen que se encontró le provocó una desagradable sensación en el pecho y su estómago se encogió. La cercanía entre Diana y Pedro comenzaba a resultarte molesta y aunque luchó por mostrarse impasible su rostro no pudo ocultar la rabia que eso le producía.
—Di, voy a buscar a Ignacio para irnos… ¿Vienes con nosotros o te quedarás? —preguntó ignorando a Pedro a propósito.
—Tú me trajiste casi que obligada, así que sabes perfectamente que no veo la hora de marcharme —contestó rodando los ojos.
—Bien —dijo sin más, se giró dándole la espalda y se encaminó con andar altivo hacia el salón de juegos, estaba segura que allí se encontraba su novio con los demás.
Después de unos minutos se encontraban en la entrada de la gran mansión despidiéndose de sus padres y sus hermanos, Walter y su familia también se marchaban porque él tendría una intervención bastante complicada al día siguiente y necesitaba descansar. Nicolas también aprovechó que todos se marchaban para hacerlo él y al fin atendió a la persona que lo había llamado con tanta insistencia durante la visita, el nombre de Debbie y la sonrisa que afloró en sus labios cuando subió a su Hummer resolvió el misterio para todos, una más de sus conquistas.
—Paula todavía nos queda una conversación pendiente, te espero entre semana para que hablemos —mencionó Susana mirándola a los ojos con seriedad y después le dio un beso en la mejilla.
—Lo tendré presente mamá —esbozó ella entregándole el mismo gesto acompañado de un abrazo.
Susana se separó de su hija notando que estaba algo tensa, desvió la mirada a su yerno, pero Ignacio lucía como siempre con un semblante amable y relajado, giró el rostro hacia la derecha y pudo ver al italiano parado junto a Diana pero tenía la vista fija en Paula, se acercó a él con una gran sonrisa mientras su mirada buscaba hacerle una advertencia.
—Fue un placer tenerlo hoy como invitado en nuestra casa señor Alfonso —mencionó extendiéndole la mano.
—El placer fue todo mío, señora Chaves, encantado de conocerla y por supuesto a su familia — pronunció con amabilidad.
—Tiene las puertas de esta casa abiertas —esbozó con hipocresía.
—Muchas gracias —dijo él para despedirse con una sonrisa, pero no era una natural sino una actuada, podía sentir que ella estaba fingiendo.
De esa manera se despidió de la madre de Paula, ya lo había hecho del padre de ella y el hombre aunque con la habitual seriedad de un coronel fue más sincero que su mujer cuando lo invitó a regresar. Abrió la puerta para que Diana subiera al auto de Howard, estaba por hacerlo él cuando vio a Paula bajar de nuevo y detenerlo.
—Me gustaría ir detrás si no le molesta —dijo con seriedad.
—¿Sucede algo amor? —inquirió Ignacio sorprendido desde el interior.
—No, es solo que tengo un poco de dolor de cabeza y me gustaría ir en el asiento de atrás para recostarme —contestó con una sonrisa a su novio, pero cuando se volvió a mirar a Pedro no ocultó su molestia—. Podría por favor ir adelante con mi novio —le pidió fingiendo un tono amable para que los demás no notaran su rabia.
—Por supuesto no tengo inconveniente con ello, si a usted la hace sentir mejor cambiaremos de puesto —mencionó Pedro mirándola desconcertado por ese cambio en ella.
—Gracias —dijo con parquedad.
—Paula… Pero yo puedo mover el asiento para que estés más cómoda princesa —indicó Ignacio sintiéndose perdido por la actitud de ella mientras la miraba.
—No es necesario, iré con Diana… Por favor pongámonos en marcha antes que mi madre se dé cuenta, nos haga quedar y llame a Walter con urgencia por un simple dolor de cabeza —pronunció con determinación y ocupó el asiento trasero junto a su hermana.
Los tres se encontraban completamente extraviados ante el cambio que había dado Paula.
Pedro que estaba más acostumbrado a ese tipo de arranques caprichosos de su ex amante no sabía si molestarse o alegrarse, pues esa actitud de Paula solo podía indicar una cosa: estaba celosa de su cercanía con Diana, esos eran unos celos tontos, pero igual le provocaron una satisfactoria emoción en el pecho.
—Ven… recuéstate en mis piernas —decía Diana, intentando mostrarse casual ante la actuación de su hermana, era evidente que algo la había molestado, quizás había sido su madre, pues siempre era su madre.
—No hace falta Di, es un pequeño malestar —respondió apoyando su cabeza hacia atrás y cerrando los ojos.
—Tienes demasiada presión encima Pau, debes relajarte —comentó Diana acariciándole con suavidad la sien—. Quizás mi querido cuñado debería tomarse unos días para que puedan internarse los dos en alguna isla del Caribe —agregó con emoción mirando a Ignacio por el retrovisor.
—Sería genial, y los masajes corren por mi cuenta —acotó él guiñándole un ojo a Diana para agradecerle la sugerencia.
Pedro y Paula se habían tensado tanto por el intercambio de palabras que parecían estatuas en lugar de personas reales, sobre todo él, que tenía la mirada clavada en el paisaje a través de la ventanilla y los dientes apretados con fuerza para evitar que todas las palabras que se agolpaban en su garganta salieran dejando libre la furia que sentía.
Paula solo se fingió dormida y agradeció que Diana no insistiera más en el tema, no porque Pedro estuviera presente, poco le importaba que él se sintiera incómodo o que se revolviera en el veneno de los celos, después de todo se lo merecía por andar coqueteando con su hermana, pero era su vida privada y no quería que él supiera nada.
El trayecto de regreso se hizo en completo silencio, cuando se encontraron de nuevo en el estacionamiento de la imponente Torre Trump el primero en bajar fue Pedro, sentía que el maldito viaje había sido un infierno mientras las palabras de Ignacio Howard seguían calándole en los oídos.
Esforzándose por no demostrar la rabia que lo embargada caminó hasta la portezuela trasera y abrió para que Paula bajara, le ofreció su mano apretando ligeramente pero con determinación los dedos de ella y aunque le rehuía la mirada no dejaría que lo ignorara.
—Muchas gracias por la invitación señorita Chaves —pronunció con tono cortés pero frío.
—No tiene nada que agradecer —fue la respuesta de ella y se soltó de su agarre caminando para alejarse de él.
—Te prohíbo que a mí me llames de esa manera —dijo Diana sonriendo y salió del auto dejándose ayudar por él, aunque no lo necesitara—. No entiendo, hoy temprano llamabas a Pau por su nombre de pila y ahora vuelves a los formalismos —señaló mirándolo.
—Me parece que ella se siente más cómoda de esa manera —contestó.
—Claro que no, Pau es una chica muy sencilla y te aseguro que se sentirá más en confianza si la llamas por su nombre, incluso si la tuteas, no seas tonto y empieza a hacerlo —le dijo para animarlo —. Por cierto, ¿qué te gustaría hacer esta noche? Conozco los mejores clubes de la ciudad, quizás
podamos ir a alguno y pasarla bien, quitarnos todo este acartonamiento que nos dejó la visita a casa de mis padres —sugirió y rogaba que él dijera que sí, en verdad quería salir esa noche.
—Muchas gracias por la invitación Diana… pero la verdad me siento un poco agotado, ¿qué dices si mejor lo dejamos para mañana? —inquirió posando su mirada en ella, quería borrar la imagen de Howard besando a Paula en la frente mientras le acariciaba el rostro.
—Bueno, ir a un club en lunes no es muy divertido que se diga —intentó persuadirlo con sutileza, pero al ver que él no respondía supo que tenía la batalla perdida, así que se resignó—. Pero tú eres el turista, será cuando digas… yo solo estoy a tus órdenes.
—Eres muy amable —decía y estaba por agregar algo más cuando escuchó la voz de Paula llamando a su hermana.
—Di, ¿subes con nosotros? —preguntó mirándola.
¿Qué carajos le pasaba a Paula? ¿Por qué quería alejar a Diana de él como si fuera un leproso? ¿Acaso en serio pensaba que planeaba seducir a su hermana? Pensaba y la miró con seriedad.
—No, regresaré a mi departamento —contestó viendo desconcertada esa urgencia que parecía tener Paula por tenerla a su lado.
—¿Te parece bien si desayunamos mañana juntos? —preguntó Pedro controlando la rabia que comenzaba a sentir.
—¡Claro! sería genial… pasaré por ti a las nueve de la mañana, no me pidas que sea antes porque soy una persona de costumbres nocturnas.
Él le dedicó una sonrisa ante el comentario pero se guardó decirle que él también lo era, no quería avivar más la esperanza que veía en Diana. Caminó con ella hasta donde se encontraba Paula con Howard, la vio despedirse de ambos con besos y abrazos, lo mismo hizo con él y le confirmó su cita para el día siguiente, después de eso se alejó hacia una hermosa moto Harley– Davidson Iron 883 negra, hizo rugir el motor y segundos después salía del lugar.
—Pensé que saldrían a algún club de moda esta noche —habló Ignacio llenando el silencio y oprimió el botón para llamar al ascensor.
—No, me siento cansado y lo último que deseo es tener que lidiar con mi fama recién adquirida en este país —comentó sin ánimos de ser maleducado, pero no podía evitar se cortante con ese tipo.
—Claro, comprendo… —contestó entrando al elevador después de Paula y mantuvo las puertas abiertas para el italiano—. Igual supongo que con tantos años en el medio ya debe estar acostumbrado.
—Sí, lo estoy… aunque hace mucho aprendí que no hay nada que agradezca más que el anonimato, poder disfrutar de un tiempo siendo solo yo… sin poses ni máscaras. Seguramente la señorita Chaves sabrá a lo que me refiero —señaló mirándola fijamente.
—La verdad es que no, me llevo bien con mis seguidores, aunque claro no puedo decir que me sienta acosada como quizás le pase a usted —comentó ella de manera casual y apenas lo miró.
—Más o menos, por suerte todavía no ha entrado ninguna mujer a mi departamento que yo no haya invitado —dijo en el mismo tono de ella.
Paula no pudo controlar la mirada asesina que le dedicó a Pedro, estaba jugando sucio y lo peor es que ella se sentía atada de pies y manos por encontrarse presente Ignacio, pero ganas no le faltaron de decirle que al suyo tampoco había entrado ningún hombre que no hubiera invitado, a ver
si le gustaba probar su propia medicina.
Ignacio podía sentir dentro de su pecho una extraña opresión al ver la actitud de Paula y de ese hombre, era como si estuvieran jugando a algo que él no terminaba de comprender o quizás no quería hacerlo. No, no podía hacerlo porque eso era completamente inverosímil, su novia jamás se pondría en un duelo de palabras con un hombre al que apenas conocía y que no tenía nada en común con ella.
—Yo me quedo en el piso veintiocho —mencionó Pedro.
Pulsó el botón al ver que Howard solo había marcado el del piso de Paula y también para hacerle saber a ella dónde se estaba quedando, aunque por su semblante impasible no supo si había recibido la indirecta, se había molestado por su comentario, la verdad no le importaba, que supiera que él también tenía su orgullo y no dejaría que ella lo pisoteara.
—Fue un placer conocerlo Pedro, que descanse —lo despidió Ignacio al ver que estaban cerca del piso del italiano.
—Digo lo mismo Ignacio… Paula —la llamó por su nombre.
Ella elevó el rostro y lo miró a los ojos que lucían un tono más oscuro, pero no era ese que pintaba el deseo sino aquel que provocaba la rabia en él, vio las puertas abrirse tras Pedro.
—Que pase buena noche —esbozó casi de manera mecánica sin poder escapar de la mirada de él.
Pedro solo asintió en silencio, salió del aparato dándole la espalda, no quería verla alejarse junto a ese hombre y solo rogaba porque su malhumor mantuviera a Ignacio Howard lejos de ella también. A mitad del pasillo se vio tentando a tomar el ascensor de nuevo para ir hasta el piso de Paula y acabar con toda esa falsa de una vez por todas, arrancarla de los brazos de aquel intruso y hacerle saber que Paula era su mujer, que sin importar todo lo que hubiera pasado o los años lejos, ellos seguían sintiendo lo mismo, se seguían deseando y amando como tiempo atrás. Quería tomarla a ella y confirmarle con palabras, con besos y caricias que ninguna otra mujer había ocupado su lugar, deseaba… solo deseaba tener la certeza que no dejaría que Howard la tocara de nuevo.
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