viernes, 14 de agosto de 2015
CAPITULO 117
Jaqueline había llegado hasta la habitación de Paula cerca de las ocho de la noche, deseaba invitar a su amiga a cenar para distraerse, sabía que Paula lo necesitaba después del día que había tenido; en realidad su objetivo era saber de boca de su mejor amiga lo que sentía con respecto a la actuación de Pedro Alfonso durante el casting y el hecho que hubiese quedado como el favorito entre los actores.
No era curiosidad morbosa, solo buscaba que Paula lograse aclarar sus sentimientos, pues la había notado muy perturbada por la presencia del italiano, si lo hablaba tal vez podía ver las cosas con mayor objetividad y no terminar ahogada en un vaso de agua. Aprovecharía que Diana estaba ocupada por la gente de producción en el revelado de las fotos para hablar con total libertad.
—Hola Pau, ¿cómo va todo? —la saludó en cuanto le abrió la puerta después del tercer toque.
—Todo bien, ¿por qué la pregunta? —inquirió de manera automática como si estuviese siendo juzgada.
—Relájate, solo preguntaba por cortesía, no tienes que estar a la defensiva conmigo amiga, sabes que estoy aquí para apoyarte y comprenderte —contestó mirándola a los ojos.
—Lo sé… lo siento Jackie, es solo que tengo tanto peso sobre mi espalda, la responsabilidad del casting, la presión del público pujando por sus favoritos… la presencia de Pedro que lo empeora todo y por si eso fuese poco, también está Ignacio pidiéndome respuestas que quizás no esté preparada para darle y lo más probable es que él tampoco esté listo para escucharlas. Por no mencionar la famosa reunión que hará mi madre cuando regrese y tendrá seguramente por objetivo impedir mi viaje a Italia… que a la larga no sé si me estaría haciendo un bien, pues de quedar Pedro en el papel de Franco, esos seis meses serán una verdadera tortura para mí, si con apenas verlo unos minutos hoy destrozó todos mis nervios, no quiero ni imaginar lo que le haría a mi estabilidad emocional si paso seis meses a su lado —mencionó para que su amiga tuviese una visión de todos los problemas que atravesaba.
—Pau… quizás te vaya a sonar demasiado despreocupado de mi parte, pero creo que te estás ahogando en un vaso de agua… —decía y tal como había imaginado, la miró con reproche—. No, no hagas eso, no me mires como si te hubiese golpeado, hablo en serio… lo primero que debes hacer es tener prioridades y la principal de todas eres tú. Olvídate de tu madre antes que todo, siempre que metes a Susana entre tus cosas terminas haciendo lo que ella dice y no lo que realmente deseas.
—Lo sé, pero me cuesta mucho no ceder ante sus peticiones, y en éste caso creo que lo mejor sería escucharla y seguir su sugerencia…—decía cuando Jaqueline la interrumpió.
—Perdóname, pero lo suyo no son sugerencias, son imposiciones y ella no tiene ningún derecho a limitarte, ni a decidir a dónde vas y a dónde no, esa debe ser una decisión tuya y de nadie más, no eres su clon, eres su hija, un ser completamente independiente —indicó con firmeza y antes de que Paula hablase para refutar sus palabras, elevó una mano deteniéndola con el gesto y continuó—. En cuanto a lo otro, Ignacio tampoco está aquí, no lo tienes tras de ti presionándote por respuestas, no estás obligada a dárselas y si él de verdad te ama debe respetar tu silencio. En verdad no lo entiendo, es el único hombre que desea que su pareja le cuente su pasado amoroso, la mayoría son tan celosos
que ni siquiera quieren escuchar de éste aunque sea por error, ¿o por qué crees que la mayoría de los novios odian a las mejores amigas? Sencillo, porque ellas son como esa caja de Pandora que guarda todos esos oscuros secretos del pasado —acotó con una sonrisa y la mirada llena de picardía, eso hizo que Paula sonriera también. La animó saber que iba por buen camino.
—Bueno ya ves que él no te odia, por el contrario le caes muy bien, seguramente no teme enterarse de mis oscuros secretos del pasado… El problema con todo esto, es que mi pasado ya no es tan pasado, ha regresado y parece estar dispuesto a apoderarse de mi presente, ya ves lo que le mencionó a Di… la verdad no comprendo por qué está actuando así —esbozó dejándose caer en el sillón.
—Es evidente que busca un acercamiento y lo más probable es que lo consiga, de seguir como hasta ahora es casi seguro que se quede con el papel —confirmó tomando asiento en el otro sillón—. Pau es que tú escribiste a ese personaje basándote completamente en él, cada rasgo, cada ademán, sus sonrisas, sus miradas, todo en él está plasmado con tal exactitud que no me sorprende que haya dejado al equipo en un shock total, parecía que apenas le costase actuar, todo le resultaba tan natural —acotó con tono pausado, no quería agregar más preocupaciones sobre su amiga, pero debía ser sincera con ella.
—Fui una estúpida lo sé, pero qué iba a saber yo que Rendición tendría el éxito que tiene, que llegaría a manos de Pedro y que tendríamos la oportunidad de encontrarnos de nuevo gracias a esto de la película —se detuvo llevándose las manos a la cabeza y negó en silencio—. Yo solo quería cerrar con todo, darle un buen final y sentir de esta manera que aunque lo nuestro no pudo ser en el plano real, en el ficticio, en mi mundo, sí fue posible, que allí nos amamos y fuimos felices… ¡Dios, me escucho y me sorprendo! ¿Puedo llegar a ser tan idiota? —inquirió cerrando los ojos y dejando caer su cabeza hacia el respaldo, se sentía tan avergonzada.
—No eres estúpida Pau, solo estás enamorada… —le explicaba Jaqueline con una sonrisa.
Nunca pensó que se emocionaría de esa manera por ver a Paula tan confundida, no es que eso le alegrase, lo que la ponía feliz era ver que por primera vez su mejor amiga parecía haberse enamorado verdaderamente, que encontró a ese hombre que le dio otro matiz a su vida, uno más rico e interesante.
Paula abrió de inmediato los ojos aterrada ante la sola idea de haber sido tan evidente, si lo era así con Jaqueline, lo sería con cualquiera, incluso con Pedro y no podía permitirse eso, sería un completo desastre si él veía cuánto podía afectarla, así que comenzó a negarlo moviendo su cabeza también.
—Bueno, digamos que no estás enamorada de él en estos momentos, pero lo estuviste y eso te hizo plasmarlo de esa manera tan hermosa cómo lo hiciste, lo mostraste de tal modo que no solo tú pudiste ver como es en realidad cuando se enamora, hiciste que todas nosotras también lo viésemos y siendo sincera, que hasta tengamos mucha envidia de ti —comentó haciendo su sonrisa más amplia.
—Tal vez no haya sido así, quizás yo solo lo veía de esa manera porque estaba enamorada, es probable que él hubiese actuado como lo hacía con todas las demás y yo caí creyendo que él sentía lo mismo, cuando no fue así. Para Pedro lo nuestro fue algo igual de casual a todo lo que tuvo antes, nada especial en lo absoluto… ¿Acaso no viste lo relajado que se encontraba? Yo muriéndome por dentro, sintiendo que todo a mi alrededor se estaba derrumbando, que apenas lograba respirar y contener las lágrimas, mientras él se mostraba tan casual, leyendo las líneas con tanta facilidad y aplomo, si de verdad yo hubiese significado la mitad de lo que fue él para mí, te aseguro que no hubiese estado tan tranquilo —se quejó frunciendo el ceño.
—La verdad yo no lo vi tan calmado como tú mencionas, puede que muchos lo hayan adjudicado a los nervios por las pruebas, pero sentía que había algo más detrás de todo eso, además dejó en claro que su principal motivo para presentarse eras tú… aún recuerdo cuando respondió a la odiosa pregunta de Whitman y me siento feliz… “soy fanático de la señorita Chaves”—expuso intentando modular la voz como Pedro, dándole un toque sensual.
—No dijo que fuese mi fanático, dijo que lo era de mi trabajo… —decía cuando Jaqueline la detuvo.
—¡Ah, por favor Pau! No te hagas la tonta que no lo eres, sabes perfectamente que ese hombre te prefiere a ti sobre tus escritos, el tono de su voz cuando dijo “Señorita Chaves” fue muy elocuente, al menos para mí —sentenció mirándola a los ojos para que no se le ocurriese negarlo o decir alguna
estupidez.
—Puede que… que sí haya tenido un matiz diferente al que usó para todo lo demás, pero igual eso no significa mucho, yo lo encontré normal, más si lo comparo con el que utilizaba en otras ocasiones cuando también me llamaba de esa manera… o cuando me decía “Señora escritora” —informó sin notar que estaba hablando de más.
—Ya por favor, suficiente información, ahórrate los detalles que bastante tengo con lo que leí en la novela… No sé cómo voy a hacer para ver a ese hombre de nuevo a los ojos y no imaginarlo en…— estaba por completar la frase cuando Paula la interrumpió.
—¡Jackie basta! —exclamó sonrojándose.
—Pues tú empezaste, así que no te quejes, quién te manda ser tan exhibicionista y colocar todo en un libro —la culpó sonriendo.
—Tampoco fue que lo coloqué todo… en el libro no está ni la mitad de lo que hicimos, de haberlo hecho mi madre hubiese tenido un ataque —esbozó de manera casual, la charla la había relajado.
—¿Quieres decir que el señor Alfonso era mejor amante y más creativo que Franco? —inquirió con interés.
—Mucho más, en el libro describo en términos generales nuestros encuentros, pero en la realidad muchos de los que tuvimos hubiesen escandalizado a mi familia. Bueno al menos a mis padres, a Di le hubiese encantado, Nico me hubiera mirado sin poder creérselo y Walter habría terminado pidiéndome consejos —expuso riendo como tenía tiempo sin hacerlo, los dos tragos de vodka parecían estar haciendo efecto—. Para Pedro eran situaciones normales, pero para mí no, yo tenía un concepto muy distinto de lo que era tener relaciones. Lo que había vivido antes de él era muy formal, una habitación, una cama, sábanas, privacidad, mesura y pasión en su justa medida — explicaba y dejó a su mente viajar en el tiempo, sintiendo que su cuerpo se tensaba añorando todo lo que tuvo.
Jaqueline había apoyado una mano en su mejilla y la miraba entretenida, Paula y ella habían sido confidentes desde hacía mucho y podían hablar de ese tipo de temas sin reservas.
—Con él debía existir la diversidad, no nos limitábamos a un mismo lugar, ni a una hora exacta, no importaba si habíamos estado juntos durante la noche, si al despertar teníamos deseo los saciábamos, si estábamos en medio del campo, en el río… en medio de la cocina, del salón, mientras nos bañábamos juntos, incluso con él cumplí la fantasía de tener relaciones en una piscina… ¡Dios, Pedro me dio tanto! A él me le entregué por completo y hasta rompí mi regla de oro en el sexo…
—¡Paula Chaves! ¿Lo hiciste sin preservativo con él? —preguntó tan emocionada y asombrada como la vez cuando Paula le contó que había dejado de ser virgen.
—Sí… visité una clínica en Florencia y me coloqué un anticonceptivo, le planteé la idea a la ginecóloga que me atendió y ella despejó muchas de mis dudas… además, yo quería experimentar todo con él, me animaba la idea de hacerlo —esbozó en tono cómplice.
—¡Tenemos que hacerle un altar a ese hombre! —exclamó riendo y su mirada de pronto se llenó de picardía—. Y… ¿Experimentaste todo? ¿Tuviste sexo anal con él? —preguntó con naturalidad, como si le estuviera preguntando la hora.
—¡Jaqueline Hudson! —esbozó asombrada ante la pregunta tan directa y al ver que ella solo se encogía de hombros y le hacía un ademán para que respondiera, prosiguió no sin antes sonrojarse—. No, no se dio el momento o mejor dicho no lo buscamos… aunque él me había dejado claro que lo deseaba y yo también lo hacía… pero simplemente no se dio el momento exacto para hacerlo — susurró sonrojada.
—Bueno… eso no es problema, siempre les queda una nueva oportunidad ahora que se han reencontrado… —decía con ligereza.
—Definitivamente te has vuelto loca, se supone que estás aquí para apoyarme y evitar que caiga de nuevo en los brazos del seductor más grande de toda Italia, no para sugerirme que tenga sexo con él y haga todo lo que nos quedó pendiente —le reprochó.
—Paula hay deseos en esta vida que debes satisfacer o de lo contrario vivirás lamentándote por no haberlo hecho —dijo con total convicción y una sonrisa radiante.
Paula se quedó unos minutos reflexionando sobre las palabras de su amiga y encontró en ellas una gran verdad, esa que se negaba a aceptar. Comprendió que lo que sentía por Pedro seguía siendo muy fuerte y solo podía definirse como amor, porque no eran ganas lo que bullía en su cuerpo cuando lo pensaba o peor aun cuando lo tenía cerca como esa tarde. Era deseo, un deseo puro y contundente que le exigía que cediese, que se rindiese a él, pero su parte racional le decía lo contrario y optó por seguir a esta última, al menos mientras pudiese se mantendría en su posición.
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