Después que Pedro abandonó el salón de pruebas Paula quedó tan descolocada que apenas sí le prestó atención a los demás actores, intentaba concentrarse pues sabía que era una falta de respeto no apreciar sus demostraciones, pero el italiano se metía en sus pensamientos a cada instante desplazando cualquier actitud que pudiese resaltar en los demás actores, y le diese a ella la excusa perfecta para decir que tal o cual lo había hecho mejor que él.
Era consciente que eso sería ser deshonesta, porque nadie lo haría nunca mejor que Pedro, sencillamente porque él y Franco eran la misma persona, pero a cada minuto que pasaba sus miedos a lo que pudiera suceder si llegaba a quedarse con el papel crecían. Cuando el equipo le preguntó
sobre los desempeños de los otros actores ella solo atinó a dar su opinión de manera automática, basándose en rasgos generales, no podía puntualizar como hacía antes de ver a Pedro, dejaba que los demás hablasen, limitándose a negar o asentir ante las opiniones de los otros.
No pudo controlar la ola de halagos que recibió Pedro y que fueron lideradas por su hermana, por Martha y Patricia, incluso el mismo Thomas que era tan exigente estuvo de acuerdo con ellas, al decir que la actitud del castaño había sobresalido a la de los otros actores. Y al final se seleccionaron los cinco mejores que quedarían a la espera de las actrices que escogerían de las audiciones del día siguiente, después de eso solo sería cuestión de detallar rasgos específicos en cada personaje y ver qué tanto podían explotar de cada actor para tener a la pareja final.
Paula llegó hasta su habitación completamente exhausta, tanto física como emocionalmente, apenas cerró la puerta se quitó los zapatos dejándolos a un lado sin importarle que ese no fuese su lugar, se despojó de la chaqueta y la colocó en el perchero junto a la puerta, ya después la acomodaría en su sitio y caminó hasta el mini bar del salón, lanzó su cartera en uno de los sillones, se dobló para buscar una botella de agua en la pequeña nevera empotrada en el mueble, pero su vista fue captada por las versiones en miniatura de todas las botellas de licor, las mismas iban desde el champagne, pasando por el vodka, la ginebra, el vino, el whiskey, hasta una versión bastante atractiva de tequila, apartó su mano de las tentadoras botellas y tomó una de agua sin gas.
Se irguió apoyando una mano en la barra y le dio un gran sorbo a la botella, cerró los ojos y nuevamente la imagen de Pedro desbordando seguridad y sensualidad que mostró esa tarde llegó hasta ella haciéndola temblar, su respiración se cortó un instante y su corazón se lanzó en una carrera desbocada, algo en su interior se tensó con fuerza cuando recordó lo mucho que había deseado besarlo. Se estaba esforzando en negar lo que sentía, pero bien sabía que no podía luchar contra eso, él estaba desatando esas viejas sensaciones que creyó nunca volvería a experimentar, lo que sentía era deseo, deseo en estado puro.
Sintió el mismo miedo de esa mañana, necesitaba aferrarse a algo para no terminar siendo arrastrada por la tempestad que él representaba, dejó la botella de agua de un lado y sin analizarlo mucho se colocó de cuclillas de nuevo, tomó una de las botellas de vodka, la abrió y bebió casi la mitad de un trago, el licor seco y fuerte se esparció por todo su pecho haciéndola estremecer mientras sus ojos se llenaban de lágrimas y empezó a toser.
—¡Oh, Dios! Había olvidado lo fuerte que era… —esbozó con la voz ronca y después tomó aire para recuperar el oxígeno que había desaparecido de sus pulmones.
Cerró los ojos una vez más al tiempo que liberaba el aire lentamente, que salía caliente de su boca debido al calor que provocaba el licor, abrió los párpados y buscó la botella de agua tomándola toda, necesitaba que le ayudase a pasar el efecto del vodka, después de eso se quedó unos minutos viendo a través del gran ventanal la hermosa vista que le mostraba el letrero de Hollywood a lo lejos, mientras era bañado por los últimos rayos del sol de ese día..
*****
Pedro había llegado hacía un par de horas a su habitación, después de satisfacer la curiosidad de Lucca y Lisandro con respecto a su desempeño en las audiciones y declarar que lo más probable era que lo llamasen para hacer las pruebas con las actrices que fueran seleccionadas, se excusó alegando que estaba un poco cansado y se retiró. En su mente no había cabida para nada más que no fuera la imagen de Paula, apenas había logrado despegar sus ojos de ella durante las pruebas, toda su atención fue captada por su preciosa escritora, lucía tan hermosa, tanto como la recordaba, quizás un poco más madura por llevar el cabello corto y en otro tono, ya la había visto así pero en persona el impacto fue mayor, extrañaría esa larga y oscura melena que tantas veces acarició.
La había notado algo distante y seguía asegurándose que ella se estaba portando de manera profesional, que no debía mostrar preferencia hacia ningún actor, aunque durante todo el proceso solo lo miró una vez a los ojos, eso le bastó para sentir que la esperanza crecía en su pecho. Pero no fue suficiente para dejarle un buen sabor de boca, había hecho ese viaje por ella, para verla, hablarle, hasta poder abrazarla aunque eso fuese pedir mucho, él deseaba tener mucho más de Paula, mucho más que solo una mirada y unas palabras de apoyo, esas que ni siquiera esbozó en un tono que él pudiese escucharlo, solo un murmullo y después de eso nada.
—¿O acaso estabas pidiendo que me rechazaran? ¿Es eso Paula? ¿No quieres tenerme cerca y por eso te mostraste tan fría conmigo? De nuevo esos miedos y las dudas, es eso temes que venga a volcar una vez más tu mundo perfecto. Cómo te gusta aferrarte a lo rutinario, cómo te encanta que todo tenga un orden preestablecido, que todo sea tan común y aburrido, pues veremos cuánto me tomará esta vez demostrarte que no estás hecha para eso, que tú puedes dar más, porque sencillamente eres mucho más —susurró dejando ver en el tono de su voz el reproche que le hacía y la seguridad de que él podía hacer que saliera de esa coraza de nuevo.
Aunque de inmediato recordó que no debía presionarla, su madre se lo había dicho varias veces, que quizás ella se encontraba asustada y con razón, la mayoría de las mujeres cuando llegaban a la edad de Paula solo buscaban algo estable y el bienestar para sus vidas, no se permitían arriesgarse, no del tipo de mujer que era la escritora, no cuando toda su vida había estado marcada por cumplir con “el deber ser”, con hacer lo que los demás esperaban de ella.
—Solo dame una oportunidad, una más y te daré la vida que realmente deseas y no la que se supone sería la mejor para ti, conmigo no tendrás lo que debe estar ofreciendo tu flamante novio, yo te ofrezco todo al por mayor y cuando habló de todo sabes que es todo, de extremo a extremo —dijo con determinación.
Trajo de nuevo la imagen de Paula a su cabeza reafirmándose el objetivo que lo había traído hasta ahí. Se había prometido recuperarla y lo haría, juraba que la tendría de nuevo junto a él, a ella y a esa felicidad perfecta que le dio durante su tiempo en la Toscana, en el cual fue tan dichoso y no lo supo, no hasta que lo vio perdido, no hasta que lloró como nunca lo había hecho.
El tiempo era algo que podía jugar a su favor o en contra, si era seleccionado contaría con seis meses para conquistarla nuevamente, regresarían a la Toscana y crearían una vez más su mundo perfecto, bueno quizás no tanto porque esta vez no estarían solos, pero ya se las ingeniaría. Ahora si por el contrario no se quedaba con el papel, su tiempo para recuperar a Paula era más corto, pero no por ello dejaría de intentarlo, lo haría hasta que la esperanza se agotara y por lo que vio en los ojos miel de ella, sabía que estaba más viva que nunca, así como el amor que él le profesaba.
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