martes, 21 de julio de 2015
CAPITULO 36
Después de aquel episodio en la cocina de la casa que ocupaba, Paula decidió que debía hacer lo que fuera para evitar que algo como eso volviera a ocurrir, había optado por tomar un poco de distancia, esa era su estrategia cuando sentía que las cosas se le salían de las manos y la situación con Pedro, definitivamente se le estaba saliendo de las manos.
Agradeció que el italiano no se acercara a su casa esa tarde, ella se encerró en el estudio para intentar escribir algo, pero lo único que llegaba hasta su mente era él, el movimiento de sus labios cuando leía, la excitación que le había mostrado antes de retirarse de su casa, sus palabras antes de hacerlo, esas retumbaban en su cabeza a cada instante.
“Tienes el poder de transmitir emociones sin siquiera tocar a quienes te leen.”
Quizás era cierto o sólo lo dijo por entregarle un cumplido pero si ese era el caso, él también tenía el poder de crear emociones en ella sin tener que tocarla. Había quedado tan aturdida que de habérselo encontrado de frente no hubiera sabido cómo reaccionar.
Al día siguiente como la gran cobarde que era, lo admitía, salió muy temprano para Florencia con la excusa de comprar algunas cosas que le hacían falta, eso era absolutamente falso, puesto que Pedro la había casi obligado a compartir lo que habían comprado el otro día.
Sin embargo, cuando se lo encontró esa mañana ya saliendo de su casa para subir al taxi que había pedido, lo saludó rápidamente y no encontró una explicación más precaria que esa. Pasó casi todo el día en la ciudad, temía encontrarse con él pues era como si el episodio del día anterior la hubiera dejado expuesta.
Y ahora se encontraba ahí, en medio de la soledad de su habitación, había dejado de luchar, ya no tenía caso intentar dejar de pensarlo, siempre que llegaba a ese punto no podía hacer nada más que dar vueltas y vueltas en medio de su cama, empezó a imaginar lo que sería tenerlo junto a ella y de esa manera una vez más él invadía su espacio, sus pensamientos, su vida.
Giró sobre su costado y lanzó las sábanas lejos de su cuerpo sintiendo que éstas sólo avivaban el fuego que parecía haberse instalado en ella desde la mañana anterior, respiró profundamente y cerró los ojos intentando conciliar el sueño una vez más, pero a los pocos minutos se colocó de pie y caminó hasta el ventanal, corrió las cortinas y lo abrió de par de par, el aire nocturno la refrescó en parte, sin poder evitarlo su mirada se desvió a la casa que ocupaba Pedro, las luces del salón estaban encendidas, dándole a entender que él aún se encontraba despierto, eso no le extrañaba puesto que había descubierto que él acostumbraba a dormirse muy tarde y levantarse casi siempre a media mañana.
Dejó libre un suspiro cuando se descubrió de nuevo pensando en él, cerró los ojos y negó con la cabeza envolviéndose con sus brazos, cuando una corriente de aire colmó el lugar haciéndola estremecer ligeramente, había optado por acostarse llevando lo mínimo de ropa ya que el calor empezaba a resultar agobiante por las noches, sobre todo para alguien que había vivido toda su vida en Chicago.
Le dedicó una última mirada a la casa de Pedro y después de eso regresó hasta la cama, se tendió en ésta quedando boca arriba, sus ojos se fijaron en el movimiento que hacía el ventilador del techo sobre ella, poco a poco el aire fresco de la noche y las vueltas de las aspas la llevaron a un estado de letargo, que terminó por sumergirla en un sueño, no tan profundo como hubiera deseado, pero al menos era algo que agradecía, pues de cierto modo la mantenía alejada de la imagen del italiano.
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