lunes, 20 de julio de 2015
CAPITULO 34
Paula no había dejado de pensar en lo que Pedro estaría
tejiendo en su cabeza mientras leía, qué asociaciones estaría haciendo o si al menos había empezado la lectura, después de entregarle el libro no lo había visto en el resto del día, tampoco es que ella estuviera pendiente de él o que se instaló en su puerta a esperar que saliera, simplemente no lo había vuelto a ver y aunque odiase admitirlo, necesitaba hacerlo, quería encontrárselo y preguntarle sin mostrar mucho énfasis si había dado comienzo a su obra, o si por el contrario la había lanzado a un rincón.
Sus pensamientos vagaban de un lugar a otro, mientras intentaba prepararse el desayuno, había llegado hacía una hora de correr, se había duchado y cambiado de ropa, optando por unos shorts de jean rojos y una blusa blanca de lino crudo, algo fresco, pues el calor se hacía más intenso a medida que el verano se instalaba en la región, tenía pensado retomar su objetivo de escribir, aunque fuese una escena o algo, que le diera la idea principal de su próximo libro, se sentía con entusiasmo, las ideas estaban fluyendo bien dentro de su cabeza, claro está, cuando no se estrellaban contra los recuerdos de Pedro que a decir verdad le llegaban muy a menudo.
—Señorita Chaves es usted muy diestra con los huevos —se dejó escuchar la voz de Pedro.
Paula casi deja caer el bowl de vidrio que tenía en las manos, donde la mezcla de dos huevos parecía estar a punto de nieve y no en una tortilla, logró mantener el recipiente y el batidor en sus manos, disminuyó un poco la energía que le imprimía, e intentó hacer lo mismo con los latidos de su corazón, que se habían desbocado, cuando sus ojos captaron a Pedro en el umbral de la puerta.
—Hola —lo saludó con una sonrisa.
—Hola, estuve llamando y como no recibí respuesta, pero escuché la música, pensé que estarías entretenida y por eso no escuchabas, perdona que haya entrado así —mencionó él sin avanzar de donde se encontraba pero paseó la mirada por el lugar.
—No te preocupes, estaba distraía… —señaló.
—Ya veo, parece que buscabas darle forma a esos huevos, creo que los harás crecer el triple como sigas moviéndolos así —decía con doble intensión pero ella parecía no captarlo.
—No, es decir, solo deseo hacer una tortilla, siempre lo hago de esta manera, es cuestión de práctica —mencionó con la mirada en el bol notando que ya no había que seguir batiendo.
—¿Cuestión de práctica? ¿Tienes mucha práctica batiendo huevos? ¡Vaya eso me sorprende! Viniendo de una mujer que me llamó… a ver, déjame recordar ¡Ah, sí! Un actor promiscuo —esbozó con una gran sonrisa, mientras veía como el tono carmín se adueñaba del rostro de ella y sus ojos se abrían ante el asombro.
—Yo… yo no… no hablaba de ese tipo de práctica, no puedes hablar nunca en serio de verdad eres insoportable —se quejó dándose la vuelta para ocultar su sonrojo.
—Bueno, quieres que te diga algo en serio, me gusta mucho tu libro… aún no lo término, pero de verdad me tienes atrapado Paula — pronunció acercándose a ella y le echó un vistazo a las piernas de la castaña, que lucían más blancas gracias a la prenda de color rojo intenso que llevaba puesta.
—¿En serio? —se volvió para mirarlo emocionada.
—En serio… y aunque suene como mi hermana Alicia que solo tiene quince años, Deborah me trae loco —contestó posando su mirada en los labios de Paula, pues para él, la mujer ante sus ojos y el personaje ficticio eran la misma.
—A todos les ocurre lo mismo —dijo ella riendo de manera traviesa, sin imaginar lo que ese gesto provocaba en él—. Pero dime, aparte de estar rendido ante los encantos de Deborah ¿qué más te ha gustado del libro? — preguntó entusiasmada.
—Bueno… si me invitas a desayunar te cuento, ayer me acosté muy tarde y tengo pereza de cocinar —respondió apoyándose en la encimera mientras paseaba su mirada por el rostro de ella.
—Perfecto, serás mi invitado… toma asiento mientras yo me encargo de todo y me vas contando que te pareció, pero… no te daré ningún adelanto, ni alguna pista, así que no intentes sacarme información —le advirtió en tono serio, pero su mirada lucía brillante, llena de emoción, se acercó a la nevera para sacar más tocino y dos huevos que agregó a la mezcla que ya tenía.
—Aceptó, veamos si eres tan buena cocinando como escribiendo — expuso con toda la intención de pincharla.
Ella dejó ver una amplia sonrisa y comenzó a desenvolverse en la cocina como toda una experta, no respondió a la provocación de él con palabras, simplemente le demostró que sabía lo que hacía, aunque sólo fuera eso, ya que en lo demás era un completo desastre.
Pedro empezó a contarle su impresión en sus primeros capítulos y aunque ella se mostraba impasible cuando él formulaba posibles teorías, había gestos de la chica que la delataban, algo le decía al actor que todo estaba centrado en el personaje de Deborah que había creado, la misma que no pudo sacar de su cabeza hasta entrada la madrugada cuando cayó rendido.
Hicieron una pausa cuando el desayuno estuvo listo y él se colocó de pie para ayudarle a servir, aunque ella había deseado atenderlo igual a como lo hizo él cuando visitó su casa, Pedro no la dejó, contrario a ello se encargó de poner la mesa y después disfrutaron de la comida en medio de una conversación amena.
—Punto a tu favor, la comida estuvo deliciosa… aunque claro, una tortilla con tocinos y una rebanada de pan tostado a cualquiera le sale bien, tampoco es una tarea muy relevante el zumo de naranja… —decía mostrándose serio al terminar su plato.
—Sí, bueno señor experto, te voy a lanzar por la cabeza el bowl donde batí la tortilla para que tengas una mejor apreciación —le dijo imitando la actitud seria de él.
Pedro comenzó a reír llevándose una mano al estómago, había quedado satisfecho con el desayuno, la verdad era que había estado muy rico, pero a él le encantaba molestar a Paula de esa manera, además que ella se lo merecía por no querer darle ningún adelanto o una pequeña pista.
—Sólo estoy jugando contigo, las mujeres a veces son tan susceptibles, no soportan una broma, bueno para que veas que no hablaba en serio te diré que me gustó tanto el desayuno que quizás mañana regresé a la misma hora —acotó mirándolo a los ojos.
—Procuraré tenerlo presente para buscar el veneno para los insectos que me trajo Piero —comentó de manera casual.
Él la miró con asombro al tiempo que la sonrisa se le congelaba y ella dejó ver una disfrutando de esa sensación de haberlo sorprendido.
—No me extrañaría nada con esos personajes tan malvados que creas, algo de perversidad también debe haber en ti, esa cara de niña buena no me termina de convencer Paula Chaves —dijo entrecerrando los ojos para analizarla.
—Bueno no tienes cara de niño bueno, así que jamás me convencerás que eres uno —contestó encogiéndose de hombros—. Pero a ver, dime ¿por qué parte del libro vas a hora? Quizás me compadezca y te dé algunas pistas, no quiero ser la culpable de tu insomnio —agregó echándose hacia delante y apoyando sus codos sobre la mesa, para después apoyar la mejilla en una de sus manos y concentrarse en él, o mejor dicho en lo que le diría.
—Está bien… veamos, voy por una parte muy interesante —mencionó abriendo el libro.
Ubicó el punto donde tenía señalizado con un separador, no había leído la escena aún, pero sabía que cada vez que ese par se encontraban lo que seguía a continuación era una escena de sexo desenfrenado, aunque muy bien cuidado.
—“Deborah y Diego habían quedado en verse en el jardín esa noche, ella no visitaría el invernadero para no levantar sospechas, sabía que el viejo Dominic la estaba vigilando de cerca, aunque se encontraba furiosa con el imbécil de su cómplice y amante, no podía cometer ningún error, debía ser más inteligente que todos ellos, debía ser quien moviera las piezas de ajedrez a su antojo, salió de la casa llevando sólo el delicado conjunto de dormir de seda rosa palo, el cabello suelto y unas zapatillas, si debía volver a la casa corriendo lo mejor era ir vestida de esa manera, diría que sólo había bajado a la cocina…” —Pedro leía con voz nítida y firme, como era natural para alguien que tenía por profesión la actuación.
Paula se hallaba tan cautivada por la voz del italiano que no se percató de la escena que estaba leyendo, lo dejó continuar con la misma, al tiempo que se deleitaba en observar como sus labios se movían al pronunciar cada palabra, o como sus ojos azules se paseaban por las líneas plasmadas en las hojas frente a él.
—“Diego se encontraba impaciente, había fumado tres cigarrillos, uno tras otro mientras su mirada se paseaba por el lugar, en busca de la figura de Deborah, aún no entendía por qué ella había decidido citarlo allí, por qué no encontrarse en la privacidad del invernadero como venían haciendo, comenzaba a exasperarlo esa situación, no quería seguir haciendo el papel del títere de esa condenada mujer, por mucho que disfrutara del sexo que compartían, ella no era su dueña… sólo era… Los pensamientos del moreno fueron interrumpidos por las palabras de Deborah, que denotaban una furia contenida… —Pedro no pudo seguir con el diálogo que seguía, pues Paula lo interrumpió.
—Bien… hasta allí fue suficiente, tienes razón vas por una parte interesante, esa lucha de poderes que Diego cree ganar pero que en realidad no es así —mencionó acercando los platos hasta ella para lavar, hizo una pila y se puso de pie después.
—Puedo seguir mientras lavas los platos —sugirió Pedro que intuía como continuaba la escena.
—No es necesario, la conozco de memoria —esbozó ella acercándose al lavaplatos mientras buscaba los guantes de hule para comenzar con su tarea sin mirar al castaño.
—Entonces no tienes problema en que la lea en voz alta, a menos que te incomode escuchar como solucionan ese par su conflicto —tanteó el terreno, ella no respondió y él supo que le rehuía, así que se lanzó de nuevo
—¿No me digas que no te gusta escuchar las escenas sexuales que escribes Paula? O ¿Acaso eres virgen y todo esto es mera inventiva de tu mente y por eso te apena exponerla ante los demás? —la voz de Pedro mostraba claramente el reto.
—¡Por favor! Claro que no, puedo asumir perfectamente lo que escribo y para tu información tengo conocimiento práctico del tema que planteo, no soy ninguna mojigata Pedro —se defendió sintiéndose un poco indignada ante la aseveración de él.
Se irguió para parecer más alta, quizás más mujer ante los ojos del actor y demostrarle que tenía los atributos suficientes para haber hecho que un hombre se fijara en ella e hiciera de todo para convencerla de tener sexo.
Claro está, que ese no fue su caso, lo hizo sobre todo porque ya estaba obstinada que sus amigas siguieran burlándose de ella por continuar siendo virgen casi hasta los veinte. Y porque pensó que con Charles no tendría complicaciones pues era joven pero muy maduro, groso error, resultó no siendo así.
Igual no le dejaría ver a Pedro que su vida sentimental era un desastre porque a él no le interesaba ese aspecto, sino el plano sexual y aunque solo había tenido dos amantes, eso podía ser tomado como experiencia ahí o en la China.
—Sí, pues demuéstralo, ven aquí y siéntate mientras te leo —la retó de nuevo mirándola a los ojos.
Le encantó la actitud de Paula al defenderse de esa manera, no todo era frío y mesurado en la señorita Chaves, también había pasión en ella y se encontró deseando que toda fuera suya.
—Perfecto, comienza a leer —dijo acercándose a él.
Pero en un acto de osadía en lugar de tomar asiento en la silla de nuevo como era lo más lógico lo hizo sobre la mesa, quedando de lado frente a él y balanceó un poco sus piernas.
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