viernes, 10 de julio de 2015

CAPITULO 3





Chicago, USA. Julio 2012


Los altos rascacielos se erguían como majestuosos pilares a lo largo y ancho del centro de la ciudad, una hermosa galería de edificaciones, unas más fastuosas que otras, más modernas y todas poseedoras de tal grandeza que apenas si lograba divisar las avenidas y calles que se encontraban a cientos de metros bajos sus pies. Sólo el grueso cristal que cubría toda una pared de su departamento servía como barrera entre ella y el abismo.


Siempre le había gustado la altura, le hacía sentirse libre, única, valiente. Pararse sobre una gran cima y mirar hacia abajo consciente que un paso en falso podía marcar la diferencia entre la vida y la muerte, que solo bastaba un mínimo descuido para terminar allá bajo, destrozada.


Quizás no sintiera nada, no tendría conciencia cuando su cuerpo se estrellara contra el pavimento, lo más probable es que muriera antes de tocar suelo.


Jamás había tenido pensamientos suicidas, este no era uno de ellos, simplemente se sentía atraída por la idea, quizás era esa quimera que tenían todas las personas de querer volar. Sí, debía ser eso, lanzarse al vacío y descubrir que podía hacerlo, volverse una poderosa águila y surcar los cielos, aunque le gustaría más ser un colibrí, pequeño, ágil y hermoso.


A lo lejos el imponente lago Michigan se mostraba tan calmado que bien podía ser comparado con una llanura, había estado lloviendo y se mostraba gris, pero, seguía poseyendo una belleza sin igual, así como la cadena de montañas un poco más allá, Chicago era preciosa, a otros les gustaba más Nueva York o San Francisco, pero no a ella.


Las alturas, sí, esto le gustaba, poder observarlo todo, imaginar que podía alcanzarlo y acariciarlo sólo con su mirada. Sin embargo, había cosas y personas a quienes no podía tener entre sus manos, sin importar la altura en la cual se encontrase, debía admitir que aun siendo quien era, para ella, también había imposibles.


Él era uno de ellos, debía dejar de añorar y admitirlo de una vez por todas, tenía que seguir adelante, entender que hay amores que no son para toda la vida, que simplemente no ocurren, la realidad, era la realidad y ella siempre había sido una mujer muy práctica.


— ¡Paula! ¡Por Dios, te he llamado cientos de veces! ¿Dónde has estado? —inquirió su hermana entrando al salón, viéndola a ella absorta una vez más junto al ventanal.


La chica fue sacada de golpe de sus pensamientos sobresaltándose ante la intrusión de su pequeña hermana, bueno, pequeña porque era la menor, pero no porque lo fuese, Diana era toda una mujer, una de veintitrés años, pero seguía teniendo esa imagen de niña.


Los sedosos cabellos castaños, la piel blanca y suave como la porcelana y los hermosos ojos azules, creaban un hechizo en los hombres, era cierto que no poseía unas curvas sensuales como las que caracterizaba el cuerpo de Paula. 


Pero eso no resultaba un impedimento para ella, su actitud desenfadada y segura había acaparado la atención de muchos caballeros, así que no necesitaba de andar de punta en blanco o ser una belleza consumada para conseguir que un hombre se fijara en ella.


Para Paula seguía siendo una niña, siendo la menor no podía verla de otra manera, sin importar el extenso historial de amantes que hubiera tenido o que ya fuera una mujer independiente. Lo mismo le sucedía a ella con sus hermanos, siempre la considerarían una chiquilla, a la cual debían proteger y cuidar, incluso para Nicolas, aunque este último fuese dos años menor.


Debía ser la altura, su hermano menor casi alcanzaba los dos metros, así que comparado con el metro setenta de ella, era prácticamente una enana para él y habiendo seguido los pasos de su padre, su grado de teniente le daba cierto sentido de estar por encima de ella, no solo en altitud sino también en edad, pero se lo perdonaba porque Nicolas era su consentido, era divertido y tan cariñoso, aún no sabe cómo había logrado sobrevivir en el mundo militar, ser marine no era una tarea fácil, pero lo había hecho y además había logrado que todos se sintieran orgullosos de él, incluso su padre, el exigente coronel Jose Chaves.


—¡Pau, te estoy hablando! —le reprochó la chica furiosa, mientras lanzaba su bolso en uno de los impecables sofás blancos que adornaban el salón y acortó la distancia entre ellas.


—Sí, sí te escuché, perdona… estaba un poco ida, me preguntabas en donde había estado, es que salí a correr, sabes que siempre lo hago — mencionó aproximándose para darle un fuerte abrazo, mientras le sonreía con ternura.


—¿Saliste a correr con este tiempo? Pau, definitivamente estás loca — señaló estremeciéndose al recordar el diluvio que había estado cayendo, pero pasó del tema porque lo que tenía que decirle era más importante, sólo que antes notó algo—. Espera un momento ¿hace cuánto saliste a correr? No llevas puesta tu ropa de deporte y te he estado llamando durante casi una hora, por eso me he decidido a venir y claro, también quería ver tu cara… —hablaba cuando su hermana la interrumpió, indicándole con una mano el sillón cercano.


—Salí temprano, no pude dormir muy bien anoche y necesitaba relajarme —explicó mientras tomaban asiento.


—Yo más bien diría que deseaba ganar una pulmonía, seguramente eres la única persona en Chicago que sale a correr con este clima, ésta es la única ciudad donde aún en verano tenemos lluvias torrenciales, igual sigo pensando que deberías comprar una caminadora y quedarte en casa o ir a
un gimnasio como hace la gente normal, un día de estos vas a terminar cayéndote o teniendo cualquier accidente —le reclamó, con el ceño fruncido.


—No me sucederá nada y no es lo mismo en una caminadora te lo he dicho cientos de veces, además en climas como éstos, es una genial forma de entrar en calor, sabes que me encanta la lluvia —argumentó con media sonrisa ante la mala cara de Diana.


—Te equivocas hermanita, existes mejores formas de entrar en calor, justamente anoche estuve a punto de prenderme en llamas —esbozo con picardía.


—¡Oh, por favor! Diana si has venido aquí a contarme sobre una de tus nuevas conquistas, no es necesario gracias, ya tengo suficiente material para escribir sobre escenas eróticas —indicó exasperada.


—No creo que tengas mucha diversidad si tomas como referente solamente a Ignacio —lanzó con la intención de molestarla, mientras ponía los ojos en blanco.


— ¡Oye! Deja a mi novio en paz —le advirtió.


—Sí, ya sé, tu novio… tu novio eterno, la verdad no entiendo qué es lo que esperan para formalizar lo suyo de una vez por todas —cuestionó mirándola.


—Solo llevamos dos años juntos, no ha sido una eternidad como planteas Di, el matrimonio es un paso muy importante en la vida de las personas y se necesita de tiempo para analizar las cosas, conocernos mejor… —respondió colocándose de pie, la incomodaba que la presionaran y más con temas como estos, su madre siempre lo hacía y con ella bastaba y sobraba.


—Paula lo que dices es absurdo, si en dos años no has logrado conocer a un hombre, no lo harás nunca, créeme, la verdad es que con lo básico que puede resultar el género masculino la mayoría de las veces, yo fácilmente podría decir que conozco a un hombre con sólo tratarlo durante dos meses —afirmó relajándose en el sillón.


—¡Eso es imposible! —exclamó con total seguridad. Su hermana la observó algo extrañada y se apresuró a explicar su punto—. Es decir, uno jamás termina de conocer a una persona, hombre o mujer, no importa, nunca lo consigues y yo al menos espero estar segura, saber que estoy haciendo la elección correcta —agregó mirándola a los ojos para hacerla comprender.


—Bueno, dos años son suficientes para ello, al menos en lo que a mí respecta, veamos, has conocido a la familia de Ignacio, la cual cabe acotar que te adora, sus compañeros de trabajo, incluso los de su escuela en esas aburridas reuniones que hacen las fraternidades, sabes que no es un tipo que se mezcle con las personas equivocadas. Por el contrario es muy honesto, es inteligente, agradable, has viajado con él durante fines de semana y eso es de cierto modo convivir, aún siguen juntos así que han pasado una de las prueba más difíciles a las cuales se enfrentan las parejas, resumiendo todo esto: Es el hombre indicado para ti —aseguró Diana dejando libre un suspiro que mostraba su satisfacción por su análisis.


Paula, por el contrario, sentía que un nudo se iba formando en su garganta y aunque tragaba para pasarlo, no conseguía hacerlo, porque cada una de las palabras de su hermana eran ciertas, Ignacio era un hombre maravilloso, le había brindado seguridad, era tan atento con ella y lo más importante la amaba. Sin embargo, no lograba decidirse, no podía cerrar los ojos y dejarse caer confiando en que él la recibiría, no podía y no porque no confiase en él, lo hacía, pero…


“Es el hombre indicado para ti”


Las palabras de Diana resonaron en su cabeza y junto a estas llegó la imagen de otro hombre, uno al cual se había propuesto olvidar hacía tres años, pero que no había logrado sacar de su cabeza… ni de su corazón. Se estremeció y dejó libre un suspiro, cerrando los ojos con fuerzas para no llorar, agradeciendo que le estuviera dando la espalda a su hermana.


—¿Por qué lo analizas tanto? ¿Qué es eso que te impide aceptar ser la esposa de Ignacio? —preguntó la chica sacándola de sus pensamientos.


—Nada… no existe nada que me lo impida Di, es sólo que necesito un poco de tiempo, eso es todo, además ¿desde cuándo has dejado de lado la fotografía para dedicarte a ser terapeuta? —inquirió volviéndose a mirarla y elevando una ceja, una vez más se había puesto la máscara de apatía que siempre usaba para ocultar sus emociones.


—Digamos que lo soy mitad de una y mitad de otra, no tienes idea de cuántos conflictos pueden tener los modelos, tanto hombres como mujeres, me hablan de cada cosa, de verdad están jodidos, bueno no todos, hay algunos que son bastante normales, casi siempre son los novatos y los veteranos pero los que se encuentran en el medio, son un verdadero desastre —explicó como si fuera una verdadera profesional, incluso su rostro se tornó serio.


Paula la observaba y no podía evitar sonreír ante los gestos y la seguridad que mostraba su hermana, Diana era todo un personaje, era una chica astuta y maravillosa, a veces sentía envidia hacia ella, pero no una mala que pudiera dañarla, sino de deseos de ser como ella, de lanzarse a la aventura sin pensar mucho las cosas. Una vez lo fue, aunque de eso ya hacía mucho tiempo y pertenecía al pasado.


—Pero, no estamos hablando de ellos sino de ti y de Ignacio, la semana pasada cuando cenamos en casa de nuestros padres vi cómo te incomodaba que mamá hablase del tema y también que él se defendiese alegando que tú tenías la última palabra, te dejó toda la responsabilidad… ya sé que es así, pero al menos debió, no sé… decir que estaban hablando sobre ello, que ambos habían decidido esperar o inventar cualquier excusa, no prácticamente decir “Yo se lo propuse y ella me rechazó” —se mofó de su cuñado, se colocó de pie acercándose a su hermana.


Paula bajó la mirada un tanto avergonzada, ciertamente había sido muy evidente la mirada de reproche que le había lanzado a su novio en ese momento, pero se sintió como si él la estuviera acusando de algún delito y lo peor, delante de su familia. No había notado cuándo Di se había colocado de pie y le tomó la mano para reconfortarla, después habló de nuevo.


—En eso mi espléndido caballero de armadura dorada se equivocó garrafalmente, no te sientas mal, pero comprendo que también se sintiera presionado, teniendo las miradas de una gran abogada y profesora de derecho, y dos militares sobre él, pues cualquiera se intimidaría —alegó a favor del hombre.


—Sí, el único amable fue Walter, gracias a Dios que sacó a relucir las excelentes calificaciones de Emilia y pudimos cambiar de tema —esbozó mostrando media sonrisa y apretó la mano de su hermana dándole las gracias—. Aún no logro entender cómo llegamos hasta aquí, se supone que habías venido para hablarme de algo ¿o era sobre mi falta de valentía para dar el paso definitivo? —preguntó mirándola con desconfianza.


—¿El paso definitivo? Que forma de hablar tienes hermanita, nada en esta vida es cien por ciento definitivo, mucho menos el matrimonio, recuerda que si las cosas no llegan a ser como esperabas, siempre existe el divorcio. —acotó con aire de superioridad.


—Sí, sí claro, nuestros padres estarían felices si dentro de un par de años de estar casada les anuncio que me voy a divorciar o peor aún lo hago cuando ya tengamos niños —mencionó la castaña sonriendo, pero, se notaba tensa.


—¿Y acaso piensas durar tan poco? Es decir, ¿dos años de noviazgo y dos años de matrimonio? ¡Por Dios, Paula! Eres peor que yo —indicó riendo y mirándola con asombro.


—Ya deja el tema de lado y dime ¿qué era eso tan importante que te ha traído hasta aquí? —le preguntó con impaciencia.


—¡Ah, sí claro! Es que cuándo me meto en mi papel de consejera sentimental olvido todo lo demás, pero es imperdonable con algo como esto, lo que he venido a decirte es maravilloso… estoy tan feliz que apenas puedo concentrarme, déjame buscar el diario —dijo mientras corría al sillón donde lo había dejado.


En ese momento se escucharon unos tacones que se desplazaban apresurados y esto hacía que resonaran con fuerza en el piso de porcelanato negro y brillante como el ónix, ambas enfocaron sus ojos en dirección al vestíbulo y vieron a Jaqueline Hudson que venía casi corriendo a su encuentro.


La hermosa rubia de figura esbelta y vivaces ojos verdes, luchaba contra la apretada falda estilo tubo, que no la dejaba caminar tan rápido como deseaba, sus estilizadas piernas se marcaban contra la tela blanca y su pecho bajaba y subía producto del esfuerzo empleado.


—¡Paula! ¿Por qué diablos no contestas el teléfono? —inquirió colocándose una mano en el estómago para recuperar el aire que había perdido por correr con los tacones de veinte centímetros que llevaba, mientras la miraba con reproche.


—Si has venido a lo que creo, olvídalo, esa noticia se la daré yo — mencionó Diana levantándose como un resorte.


—¿Alguien puede decirme lo que está sucediendo? —las interrogó al ver que no terminaban de hablar de una vez por todas.


—Lo haré yo —indicó la rubia que acababa de llegar.


—¡No! Lo haré yo, he venido hasta aquí en medio de este clima espantoso, dejando a un espectacular modelo de la última campaña de Hugo Boss, tendido en mi cama para darle esta noticia a mi hermana y no vendrás tú a robarme este momento —pronunció señalándola con el dedo de forma amenazadora.


—Es mi deber como su editora y representante darle la noticia Diana, no te comportes como una niña —acotó Jaqueline mirándola con superioridad.


—Las dos se comportan como niñas, a ver, Di dame ese periódico —le exigió a su hermana cansada de esto.


La chica se negó a hacerlo, miraba de reojo a la rubia platinada esperando el menor descuido de esta para anunciar la noticia. Por su parte la representante de Paula estaba igual, se debatía entre hablar o no, temía que si abría la boca la escandalosa de Diana fuera a gritar más alto que ella y se robase la atención, al fin se decidió y en ese mismo instante también lo hizo la pelinegra.


—¡Eres Best-seller! —exclamaron al unísono.


Paula sintió una corriente recorrer su cuerpo, abrió los ojos
desorbitadamente y después los cerró, sus párpados temblaron. O no había escuchado bien o las dos se habían puesto de acuerdo para hacerle una broma.


—Pau, eres una genio, la gente de la editorial no cabe en sí de la felicidad, no pueden creerlo en realidad… es decir, confiaban en tu talento, siempre lo han hecho, pero… no esperaban algo como esto y menos tan pronto —informó Jaqueline mientras se acercaba a ella para sostenerla, pues parecía que se fuera a desmayar.


—Tu libro es un éxito Paula, aunque eso no debería sorprendernos, yo lo sabía, en cuánto lo terminé supe que lo sería, lo tenía todo para ser el mejor vendido de esta temporada, es fresco, hermoso, interesante, adictivo… la literatura no es mi fuerte, pero tratándose de ti es distinto y no porque seas mi hermana, soy completamente sincera, me encantó, como siempre, lo que escribes es maravilloso hermana y vale la pena invertir tiempo en leerlo —mencionó Diana mientras la conducía al sillón en compañía de la rubia, su hermana había palidecido e incluso temblaba.


Paula seguía en silencio, tratando de asimilar la noticia, le habían llegado reportes y el libro había recibido buenas críticas, pero jamás pensó que llegara a Best-seller, y menos en tan poco tiempo, sus libros anteriores habían tardado al menos tres meses en conseguirlo, ése no era su género, ella escribía sobre misterio, con romance es verdad, pero siempre dándole mayor peso al tema investigativo, ese era su fuerte, lo había aprendido de sus padres.


El amor, bueno el amor era otra cosa, sólo se había arriesgado porque quería cerrar un círculo y sabía que si no publicaba ese libro jamás lo conseguiría, verlo en papel era su liberación, solo eso, no planeaba que fuera un éxito, incluso estaba preparada para que la crítica lo destrozara y los ejemplares se quedasen en los anaqueles de las librerías llenándose de polvo. Escuchaba las voces de su amiga y su hermana como si estuviesen muy lejos de allí, eran solo murmullos.


—No entiendo… ¿Cómo puede ser? —esbozó cuándo encontró su voz, mirándolas a ambas.


—Las ventas se dispararon esta última semana, después que la mayoría de los blogs de literatura hicieran reseñas sobre el mismo y lo recomendaran ampliamente, además la editorial se ha encargado de publicitarlo muy bien, aunque tú no has colaborado mucho con lo de las entrevistas. —indicó Jaqueline con un poco de molestia por la negativa de Paula de asistir a programas de televisión.


—Pero ¿doscientas cincuenta mil? Jaqueline estamos hablando de ¡Doscientas cincuenta mil! En veintiocho días, eso es imposible… debe haber un error ¿quién lo ha anunciado? —inquirió colocándose de pie, había retomado su postura y ahora necesitaba caminar, hacer algo para liberar eso que corría por su cuerpo.


—¿Cómo que quién lo ha anunciado? ¡New York Times , por supuesto! Estás en su lista amiga, una vez más estás entre los más vendidos de los Estados Unidos de América y déjame informarte que no son doscientas cincuenta mil, en realidad me acaba de llegar el último informe esta mañana, con el corte de ventas que se hizo a última hora de ayer… dame un segundo, aquí lo traigo, hasta lo imprimí para ti —respondió caminando hasta su bolso y sacó un papel de éste, para después alzarlo con una sonrisa


—¿Son más? —preguntó, Di asombrada.


La rubia asintió y le entregó la hoja doblada a su amiga mientras dejaba ver una sonrisa que casi dividía su rostro a la mitad. Paula tomó la hoja con manos temblorosas y respiró profundamente mientras se preparaba para ver lo que en ésta se encontraba reflejado, su estómago se había encogido a causa de la ansiedad que la embargaba, las letras se confundían ante sus ojos, pero logró enfocarlas y encontrar la cifra.


—¡¿Doscientas setenta y tres mil, setecientas veintiocho copias?! — exclamó abriendo mucho los ojos y una sonrisa se adueñó de sus labios— ¡No puedo creerlo! Sólo llevamos veintiocho días en el mercado, esto no puede ser verdad… yo… no sé qué decir —agregó con la voz ronca por las lágrimas que se habían alojado en su garganta, su temblor se había intensificado.


—No tienes que decir nada princesa, entendemos tu emoción —señaló la rubia abrazándola.


—Pau estoy tan orgullosa de ti, esto es maravilloso, las personas adoran tu trabajo, puede que este sea distinto, pero tiene tu sello y eso lo hace genial… ¡ay, hermanita! Yo tampoco sé que decir, sólo que estoy muy feliz por ti —expresó la pelinegra casi con lágrimas en los ojos, mientras se acercaba para abrazarla.


—Ustedes también son parte de esto, sin la ayuda y los consejos de ambas seguramente no hubiera logrado ni la mitad de estas ventas —señaló sonriendo, abrazando a las dos a la vez y besándolas en las mejillas, ya las lágrimas bajaban por las de ella.


Ambas sonrieron llenas de felicidad y la abrazaron formando de esta manera uno de tres, después de eso corrieron a sentarse para leer el artículo que habían dedicado al logro alcanzado por el libro, como era de esperarse todos eran elogios, alabando sobre todo el riesgo que Paula había tomado al incursionar en el género de romance – erótico, que había evitado durante toda su carrera, pero que ahora le había asegurado un éxito rotundo, entrando a formar parte de uno de los más importantes listados del país, al alcanzar el Best-seller antes del mes en el mercado.


Ciertamente entrar en este implicaba algunos riesgos, como que la crítica más severa viera su libro como una obra sobrevalorada desde el punto de vista comercial, pero carente de calidad y contenido intelectual y la tachasen de “más de lo mismo” sin embargo, ella no le temía a eso, contaba con otros éxitos dentro de su haber, como para preocuparse por lo que opinaran una cuerda de viejos anticuados y estirados que no lograban escapar de los clásicos o los años post guerras, esos que jamás valoraban a los nuevos escritores, ella era consciente del gran peso que tenían los clásicos, pero también estaba abierta a nuevos talentos, a darles la mano y ayudarlos a pulirse.









2 comentarios:

  1. Ya me enganché con esta historia jajaja. Va a estar genial supongo.

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  2. Muy buen comienzo! No veo la hora de ver cómo y donde se reencuentren!

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