viernes, 10 de julio de 2015
CAPITULO 1
Roma, Italia. Julio 2012
Se encontraba de pie detrás del escenario, mientras escuchaba a través de los altavoces las palabras de la presentadora, que se disponía a anunciarlo tras hacer una pausa publicitaria. Pedro pasó sus manos a través de los cabellos castaños como un movimiento espontaneo para calmarse.
Siempre recurría a lo mismo, solo que esta vez no resultó, así que buscó distraerse en algo más, sus ojos azules se concentraron en seguir a unas diez personas que se movían de un lado a otro, atentas a que todo estuviese en su lugar, cuidando cada detalle, ese era su trabajo, los detalles.
El suyo era diferente, su función era entretener o eso pensaba la mayoría, pero él lo sentía distinto, significaba mucho más, lo que hacía había formado parte de su vida desde hacía mucho tiempo, para ser más precisos desde que era un chico de dieciséis años y descubrió que éste era su mundo perfecto.
Sin embargo, eso no alejaba los nervios que lo embargaban cada vez que debía mostrarse, no como el actor, sino como el hombre, como Pedro Alfonso, cuando las entrevistas pasaban del plano laboral al personal, cosa que siempre sucedía. La verdad era que no tenía nada que esconder, pero prefería mantener a las personas alejadas de su vida privada, era receloso en este aspecto a tal punto, que ni su familia había logrado atravesar las barreras que les había impuesto, se podría decir que sólo su madre era su confidente, pero ni siquiera a ella le contaba todo, sería algo incómodo hacerlo; así que sortear las preguntas personales cuando se hacen entrevistas de este tipo era toda una odisea.
Al fin la presentadora anunció su nombre y él le ordenó a sus labios mostrar la mejor de sus sonrisas, respiró profundamente y salió al estudio en medio de una ola de aplausos y risas femeninas, a las cuales respondió con un ademán a modo de saludo, elevando su mano y agitándola, posando su mirada en algunos rostros conocidos, esos que siempre lo acompañaban, que incluso lo habían hecho desde sus inicios trece años atrás.
Llegó hasta la presentadora, una mujer delgada y elegante, con menos estatura de la que ella hubiese deseado, cabello castaño, vivaces ojos marrones y sonrisa franca, era una de las pocas personas en ese medio que lo hacía sentirse confiado y cómodo, ante todo Beatrice era una dama y una amiga de hacía mucho, pero eso también la hacía muy letal, pues conocía el camino correcto que la llevaba a esos terrenos a los cuales le temía.
—Buenas noches Pedro, bienvenido a Entre Amigos —ella
mencionó recibiendo el abrazo del hombre con una sonrisa efusiva.
—Buenas noches a todos, gracias por la invitación Beatrice, es muy agradable encontrarnos de nuevo —respondió él con la misma sonrisa de ella.
— Gracias a ti por aceptar, por favor, acompáñame —dijo posando una mano en la espalda en un gesto amable, para guiarlo a un gran sillón granate.
Pedro le dedicó una sonrisa agradeciéndole el gesto, seguramente la mujer había notado la tensión que lo invadía, respiró de nuevo llenando sus pulmones y luego soltó el aire despacio, de forma casi imperceptible, para relajarse mientras tomaba asiento y cruzaba sus piernas, apoyando una pierna sobre su rodilla, de esa manera tan masculina y desenfadada, que en él lucía tan natural, posando su mirada de inmediato en ella.
De ese modo se dio comienzo a la entrevista, en un principio las preguntas se enfocaron en su trabajo actual, el protagónico en una serie de suspenso, dónde interpretaba a un abogado que intentaba reunir pruebas suficientes para llevar a prisión a un hombre exorbitantemente rico, sospechoso de ser un asesino serial, con la ayuda de una psicóloga muy particular. En este punto se sentía como pez en el agua, conversar sobre su trabajo siempre le resultaba sencillo, quizás porque sentía de algún modo que hablaba de alguien más y no de él; sin embargo, las cosas no serían tan sencillas para Pedro, cuando su amiga sintió que se había relajado, enfocó su artillería al lado opuesto y para lo cual, no estaba preparado.
—Pedro, el éxito en tu vida ha sido una constante desde el mismo momento en el cual te paraste ante una cámara, has trabajado en series, películas y obras de teatro. Se podría decir que eres un actor consumado en todos los aspectos, y que es muy poco lo que las personas no conocemos de
tu vida, habiendo empezado en este medio desde que eras un chico —decía utilizando ese tono tan naturalmente inocente, pero que indicaba que estaba tejiendo algo.
El hombre asintió en silencio instándola a continuar, al tiempo que sentía que su estómago se encogía y el centro de las palmas de sus manos comenzaba a sudar, intentó sonreír para relajarse, aunque sabía hacia donde ella iba, al plano personal, le advertía sutilmente con la mirada a Beatrice que estaba a punto de cruzar una línea que no le permitía traspasar a nadie, no había sido fácil mantener sus límites siendo uno de los actores más famosos de Italia, había sido una lucha de día a día, pero no daría su brazo a torcer.
—Sin embargo… —continuó ella, comprendiendo la advertencia que Pedro le hacía—. Existe un período de tu vida que para todos ha sido un total misterio, y debo decir que me he propuesto revelarlo esta noche, puede que resulte ser mejor detective que Donato —indicó en tono divertido, refiriéndose al personaje antagonista de la serie donde él trabajaba actualmente, también para poner al público a su favor y crear una fisura en la muralla que había erguido Pedro Alfonso tres años atrás.
—Tendrás que hacer un gran esfuerzo, pues debo admitir que aunque desprecie a Donato en la serie, es un gran profesional y muy eficaz en su trabajo —lanzó nuevamente la advertencia, pues sabía perfectamente hacia donde se encaminaba ella.
—Bueno, sabes que me fascinan los retos, así que empecemos… — esbozó con una gran sonrisa, dejándole ver que estaba dispuesta a arriesgarse y aprovecharía la pequeña brecha que él le abría—. Hace tres años, tu carrera iba en un ascenso tan vertiginoso, casi apabullante, desplazabas a todo el mundo que se cruzaba en tu camino, los directores se peleaban por tenerte en sus elencos, las actrices por ser tus protagonistas, tu nombre era sinónimo de un éxito seguro, habías conseguido todos los premios a los que un actor joven podía aspirar —enumeraba cada logro despertando la expectativa del público, miraba al joven a los ojos y sonreía de vez en cuando.
Pedro se limitó a pasar sus dedos índice y medio por su tabique, un gesto que hacía cuando se encontraba nervioso o incomodo, lo hacía de manera disimulada pues no quería delatar su estado a los demás, intentando en lo posible mostrarse impasible. Ella se sentía animada al ver que él no protestaba, ni hacía ademán de querer desviar o detener sus avances, así que prosiguió.
—Parecías, o mejor dicho eras imparable… pero justo en ese momento cumbre de tu carrera, rechazas uno de los papeles más importantes de ese entonces, por el cual habían luchado tantos actores y que tú habías conseguido gracias al enorme talento que posees claro está —aclaró viendo la sonrisa de medio lado que él le mostraba, ese gesto que muchos copian, pero a pocos se le daba tan natural como a él.
Pedro era un hombre verdaderamente apuesto, resultaba irresistible y había enamorado a millones de mujeres a lo largo de sus trece años de carrera, él tenía el poder para atrapar miradas con gestos que a simple vista eran comunes, un guiño, un parpadeo, una sonrisa, cosas que la mayoría hacían en el día a día, en él tenían un poder de seducción impresionante, y aunque ella no era una jovencita, y prácticamente había visto crecer a este chico frente a las cámaras, debía admitir que si fuesen otras las circunstancias, también hubiese liberado un suspiro ante esa sonrisa ladeada, que de seguro terminaría uniéndose a la secuencia que colmaba el estudio a momentos.
Sin embargo, era evidente que Pedro estaba indicándole que nadie se lo había regalado, que él también había hecho casting igual que todos los demás. Beatrice lo comprendió e hizo la aclaratoria.
—Mi pregunta es… ¿Qué sucedió, para que estando en la cúspide de tu carrera, decidieras de un día para otro hacer tus maletas y desaparecer? — preguntó al fin mirándolo fijamente, mientras se reclinaba en el asiento para darle a él total libertad de hablar.
Pedro dejó libre un suspiro y cerró los ojos por un breve instante, sólo segundos, pero ese tiempo fue suficiente para obtener la respuesta, sólo que no sabía si quería darla a conocer, si esto era prudente, no sabía cómo tomaría el público la misma, quizás lo comprenderían, a lo mejor lo condenaría tachándolo de malagradecido o dirían que tenía complejo de estrella. Se arriesgó y decidió mostrar una visión parcial de lo que había vivido en ese entonces.
—Me sentía agotado —esbozó lentamente y se removió en el asiento—. Como has dicho todo en mi entorno giraba a trescientos sesenta grados y cambiaba día tras día, de pronto me encontraba siendo un abogado, otras un doctor que luchaba por salvar vidas en la primera guerra mundial, en otras un bandido de los años cincuenta, un sacerdote o un capitán de la guardia francesa, empecé siendo muy joven y desde ese momento no me había detenido un sólo instante, saltaba de un rol al otro, sin siquiera tomarme un tiempo para analizar lo que sucedía a mi alrededor, para poder asimilarlo y decidir hacia donde debía encaminarme, solo me dejaba llevar por la corriente —confesó encontrando en el silencio del público una especie de comprensión.
—Muchos medios especularon sobre tu desaparición, se habló de que te habían internado en un centro de rehabilitación, de problemas judiciales, incluso se especuló sobre un posible accidente trágico donde habías fallecido; cosas por demás absurdas, puesto que nunca habías dado muestras de ser un joven con problemas de drogas o alcohol, tampoco tenías antecedentes delictivos —le informó Beatrice en tono pausado.
—De todo ello me enteré a mi regresó, mi familia consciente del momento que atravesaba se esforzó en mantenerme al margen de todo, incluso ellos se negaron a dar entrevistas o emitir algún comunicado, sólo se limitaron a darme ese espacio que necesitaba —esbozó y las líneas de expresión de su frente se acentuaron dándole un aspecto más dramático a su semblante, al tiempo que su mirada fija en Beatrice intentaba mostrarle lo complicado de la situación que atravesó, hizo una pausa y después continuó.
Ella asintió mientras lo miraba dejándole ver que tenía toda su atención, al igual que el público a su alrededor que escuchaba atentamente cada una de las palabras de Pedro.
—Cuándo tomé la decisión de irme lo que más deseaba era alejarme de aquello que sentía me estaba asfixiando, era consciente del gran compromiso que tenía con el público, con las personas para quienes trabajaba y precisamente por ellos había tomado la decisión de retirarme, no podía seguir en el mismo camino o ciertamente la presión me hubiese llevado por un rumbo completamente equivocado, porque para quienes trabajamos en este medio puede resultar tan difícil mantenernos tras la línea que divide lo correcto de lo incorrecto —decía cuándo fue interrumpido por la entrevistadora.
—¿A qué te refieres cuándo hablas de lo correcto e incorrecto? — inquirió muy interesada.
—A las drogas, el alcohol, actos delictivos; cada una de las cosas que has enumerado antes y de las cuales fui acusado, es a lo que eres vulnerable cuando formas parte de este medio, ser un actor famoso te brinda cierta noción de un poder que no es real, pero que llegas a sentir como verdadero, crees que ser alguien popular te da derecho a rebasar algunos limites, romper leyes y hasta ser inmune a las consecuencias que puedan tener tus actos, cuándo es todo lo contrario, estar bajo el ojo público te hace más propenso a ser juzgado por las acciones que realizas, que aquellas personas que disfrutan del anonimato.
—Entiendo perfectamente tu punto, pero ¿fue verte expuesto a todo eso lo que te llevó a abandonar una carrera tan prometedora como la que tenías? —le preguntó mirándolo directamente a los ojos, mientras se inclinaba hacia delante.
—De cierto modo, pero lo que más me motivó a tomar esa decisión fue ver que la pasión que tiempo atrás me había impulsado a dar lo mejor de mí, en cada actuación se estaba esfumando, me daba igual si una escena quedaba apenas aceptable o si salía excelente, me sentía como un autómata
que se paraba frente a una cámara y se limitaba a seguir las órdenes del director, mientras leía unas líneas que carecían de sentido… —una vez más, ella lo detenía.
—¿Cómo podías actuar así, es decir, sin sentir al personaje y además hacerlo tan bien? —lo interrogó desconcertada.
—Eso es algo que no sabría cómo responderte, pues ni yo mismo lo sé, pero al parecer conseguía hacerlo y seguía manteniendo la fórmula mágica entre mis manos, empecé a creerme una especie de Dios, que podía hacer o decir lo que fuera y todo el mundo me seguiría aplaudiendo, hasta que alguien que me conocía muy bien llegó hasta mí y me dijo que estaba a punto de arruinarlo todo, eso sólo agregó más presión a la que ya tenía; en este medio sólo hay dos opciones cuándo nos encontramos en un punto como ese, uno es hacer caso omiso a lo que sucede y acabar cayendo estrepitosamente de esa cima en la cual nos encontramos y la otra es detenerse en el borde del abismo, mirar hacia abajo y comprender que una vez caigamos, lo más probable es que jamás volvamos a levantarnos — explicó sintiendo que no era tan difícil como había imaginado.
—Tu decisión entonces fue alejarte —mencionó la mujer llegando a esa conclusión, con una mirada de comprensión.
—Mi decisión fue bajar de esa cima de la manera más segura posible, sólo que no sabía cómo hacerlo, ni si podría lograrlo, muchas veces me detuve a la mitad y miraba hacia arriba, sintiéndome tentado a regresar, pero entonces recordaba que a cada paso en descenso que daba, me acercaba más a quien había sido tiempo atrás y eso me gustaba, me hacía sentir cómodo esa sensación de pertenencia, volví a ser yo —contestó sintiendo como su espalda y hombros, antes rígidos como el mármol, ahora se relajaban, dejó ver una sonrisa que despedía al peso que lo había embargado por mucho tiempo.
—Pedro, es la primera vez que te abres y hablas de todo esto, siempre te habías negado a conversar sobre ello ¿por qué? —lo cuestionó Beatrice, sintiéndose satisfecha e intrigada al mismo tiempo por la actitud de su joven amigo.
—Digamos que… deseaba guardar este tiempo como algo muy mío, no es la primera vez que me preguntan en relación con ello, como bien sabes y si he decidido hacerlo esta noche, es porque tal vez considere que ya no tengo motivos para seguir resguardándolo, ya no existe un pacto — respondió y el tono de su voz había cambiado, al igual que su semblante que se notaba relajado y su mirada serena, el hermoso azul de sus iris se mostraba tan claro que casi parecía celeste.
Sí, justo eso sentía, que ya no habían motivos para callar lo que había sucedido con él hacía tres años, bueno, o al menos aquello que lo condujo a alejarse del mundo del espectáculo; de lo otro, pues lo otro tampoco tenía porqué ocultarlo. Sin embargo, si podía evitar que llegasen hasta ello lo haría. Aunque ella no lo hubiese hecho, por el contrario, obtuvo justo lo que quería y le había ido muy bien, así que ya nada le obstaculizaba hablar de ese tiempo en Florencia.
—Según entiendo, por tus propias palabras habías hecho un voto de silencio con respecto a esto —indagó la mujer cuyo interés se había despertado al notar el cambio de actitud en él. Pedro mostró una sonrisa en la que ciertamente vio que había mucho más tras todo esto y se propuso llegar tan lejos como pudiese.
El castaño se tensó al ver la decisión en la mirada de su amiga y supo de inmediato que ella no lo dejaría escapar tan fácilmente, quizás tampoco deseaba hacerlo… ¿Por cuánto tiempo se había negado a hablar o al menos a pensar en lo que ocurrió durante esos tres meses? ¿Cuántas veces se esforzó por olvidar, pues el recuerdo solo conseguía hacerle daño? Un daño que sabía se había causado él mismo, ya que justo cuando pensó que había logrado madurar y cambiar, sólo consiguió arruinarlo todo y para siempre, pero ¿fue él el único culpable?
—Algo por el estilo, sin embargo, he comprendido que dicho voto no tenía caso, después de todo eso fue hace mucho tiempo —esquivó la pregunta, sintiendo de pronto que no debía dejar que Beatrice fuese más allá.
Ella lo percibió de inmediato y se alejó apoyándose en el sofá con un movimiento casual, sabía que lo estaba presionando quizás más de lo que Pedro les permitía a otros periodistas, pero, ya había llegado hasta este punto y no lo soltaría tan fácil, se replanteó la jugada, le entregó una sonrisa como estrategia para hacerle sentir que estaba respetando su espacio, después de unos segundos contraatacó.
—Pedro nos acabas de abrir una puerta que llevaba tres años cerrada, creo que todos los que nos encontramos en este lugar estamos interesados en lo que se hallaba tras ella, pero si es tu decisión zanjar el tema, la respetamos, estamos entre amigos. Sin embargo, cuéntanos un poco más, no nos dejes en el borde… dinos por ejemplo ¿A dónde fuiste?
—preguntó con una sonrisa.
—Florencia… ni siquiera salí del país, durante tres meses me dedique a observar los hermosos paisajes toscanos, a tomar vino, escuchar música, leer, cabalgar, nadar… todas esas actividades que por lo general se hacen cuando se cuenta con el tiempo para disfrutarlas —comentó con naturalidad y mostró una sonrisa ladeada.
Mientras abría con un movimiento diestro el botón que mantenía su americana azul marino cerrada, dejando al descubierto la impecable camisa azul cielo, que hacía resaltar el color de sus ojos y compaginaba estupendamente con el hermoso broceado, que adquirió durante los pasados meses de verano.
—Un cambio muy brusco para alguien que estaba acostumbrado a una vida tan ajetreada como la tuya —indicó ella en el mismo tono, el hombre era un hueso duro de roer.
—Un cambio bien recibido, refrescante —dijo sonriendo.
—No lo pongo en duda, y te aseguro que ninguno de los aquí presentes lo hacen, ahora dime durante estas vacaciones, ocurrió algo interesante, no sé tal vez un hecho que marcase o motivase a que ese cambio en ti se concretase o por el contrario ¿se dio de manera espontánea? —inquirió una vez más.
Pedro dejó libre un suspiro, sintió como la tensión se apoderaba de sus hombros de nuevo, su rostro también fue víctima del cúmulo de emociones y recuerdos que lo asaltaron, frunció el entrecejo un instante y su mirada se ensombreció, pero, como el buen actor que era supo esconderlo de inmediato, mostrando una sonrisa dudosa, no esas radiantes que acostumbraba, no podía negar la presión que se le había instalado en el pecho, intentó luchar contra ésta pero se dio cuenta que estaba rendido.
Las reacciones de Pedro fueron muy rápidas y apenas perceptibles, sin embargo, Beatrice las captó, él se había descompuesto, eso encendió una alarma en su cabeza, fue como si alguien gritase en el fondo de la misma ¡Lotería!
—Me enamoré —se escuchó decir y no podía creer que lo hubiese hecho —. Fue un gran amor, que me salvó, me mostró un mundo diferente y me hizo ver que también formaba parte de él… que podía ser común y disfrutar de las cosas sencillas, me encantaría pensar que yo signifiqué lo mismo para esa persona —al llegar a este punto Pedro ya no pudo detenerse.
Sólo su madre conocía lo ocurrido, no todo, pero si gran parte, y ahora se lo estaba confesando a millones de personas, incluso estaba dejando ver aquello que ni siquiera a ella le demostró ¿por qué estaba haciendo esto? – se cuestionó e intentó ponerse de nuevo la armadura, pero Beatrice apenas si le dio tiempo.
—¿Conociste a esa chica en Florencia o sólo te diste ese tiempo para vivirlo con ella? —preguntó mirándolo a los ojos.
—La conocí en Florencia, en realidad fue a las afueras de la ciudad, en el lugar que escogí para hospedarme, ella estaba pasando por una situación más o menos similar, y creo que lo que más ansiábamos era paz y soledad… “La soledad también puede ser una llama”—citó un verso de Mario Benedetti, un escritor uruguayo, el favorito de su madre; el mismo que creó un vínculo entre él y la mujer que había amado años atrás, sus pensamientos viajaron lejos de ese lugar, al tiempo que una hermosa sonrisa se dibujaba en sus labios.
—¿Qué fue de ella, si no es mucho preguntar? —Beatrice estaba fascinada con el rumbo que había tomado esta conversación.
Sabía que no era la actual pareja de Pedro, esta chica era
demasiado cabeza hueca para haber logrado un cambio como ese en el joven, además, apenas y había salido a la palestra después de participar en un reality show de aspirantes a diseñadores de modas, donde había llegado a la semifinal el año anterior, era linda y tenía el poder para llamar la atención, pero no para hacer que alguien como él mostrase sus sentimientos de tal manera y menos unos tan… hermosos y al parecer profundos.
—¿Ella? —Pedro guardó silencio unos segundos.
La imagen de la mujer que lo enamoró años atrás, se había apoderado una vez más de sus pensamientos, su corazón golpeó con fuerza en el interior de su pecho, evidentemente emocionado, y al mismo tiempo una mueca de dolor se dibujó en su rostro, siempre que la pensaba le sucedía lo mismo, esta sensación agridulce, esta mezcla de alegría y dolor. Inhaló despacio y después soltó el aire de igual manera para continuar.
—Supongo que está muy bien… —respondió encogiéndose ligeramente de hombros y restándole importancia al asunto—. Después de los meses que pasamos en Florencia cada uno regresó a los mundos a los cuales realmente pertenecíamos, y el que nos había albergado, se quedó justo donde lo encontramos —finalizó con un tono de voz impersonal.
—¿Y allí acabó todo? —pregunto Beatrice desconcertada.
—Sí, yo no me atreví nunca a decirle que la amaba y jamás supe si ella me quería de igual manera, quizás fue lo mejor, algunos sueños siempre serán mejores siendo sueños que cuando son llevados a la realidad. Sin embargo, le agradezco cada instante que me dio y todo lo que hizo por mí —respondió intentando restarle importancia a sus palabras, pero su corazón latía con fuerza y había perdido la comodidad que obtuvo minutos atrás, de nuevo estaba tenso, ahora más que nunca, pues el silencio del público y sus semblantes le decían que se había expuesto como nunca antes.
—Es una historia digna de ser llevada a película, a una serie, quizás a un libro… tú podrías escribirla —bromeó ella.
Él le mostró una sonrisa que desbordaba nostalgia.
Beatrice no quiso seguir ahondando en ello, ya Pedro le había ofrecido mucho más de lo que le entregaba a los demás, seguramente este programa había roto índices de audiencia y lamentablemente, tampoco contaba con mucho tiempo, así que lo quisiese o no debía dejarlo marchar.
—Después de ese tiempo alejado de los medios, del mundo que prácticamente te había visto crecer ante sus ojos; regresaste siendo una persona distinta, por decirlo de alguna manera, más centrado, más maduro ¿crees que de no haberte tomado ese tiempo, las cosas serían distintas de cómo son ahora? —Fue su pregunta final.
—Seguramente —se limitó a contestar mientras sonreía.
El momento de la despedida llegó, ambos se pusieron de pie, y aunque las emociones se habían puesto a flor de piel, los dos eran profesionales y lo lograron sobrellevar de la mejor manera, sobre todo el joven, para quién los recuerdos habían llegado sacudiendo muchas cosas en su interior.
Beatrice le agradeció la confianza y la amabilidad con la cual se había abierto a sus preguntas, reafirmando que más que extraños eran amigos, sin embargo, no volvió a tocar el tema, consciente del significado que este aún parecía tener para Pedro.
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