lunes, 13 de julio de 2015
CAPITULO 11
Chicago, USA. Octubre 2012
Habían transcurrido tres meses desde que su último libro entrase en la lista de los más vendidos, después del primer anuncio, los demás había llegado en un torrente, la semana siguiente fue Inglaterra, después España, a ésa le siguió Italia, se había sorprendido mucho con la última, pues ellos eran muy poco dados a comprar en masa algo que no fuese creado en su país.
No se trataba sólo de los libros, era así en general, con la música, con el cine, el arte, la moda, valoraban muchísimo lo suyo y eso exaltaba su patriotismo, pero allí también llegó a ser número uno “Rendición” después de eso le había llegado el turno a Latinoamérica, desde México hasta Argentina, la obra había sido un éxito total.
Y de ese modo su vida calmada y anónima se había vuelto otra vez patas arriba, no pudo seguir negándose a dar entrevistas en radio y televisión, ya había tenido algunas en prensa, pero la gente deseaba verla y escucharla en vivo y directo. Había viajado constantemente el último mes, asistiendo a compromisos en Nueva York, Los Ángeles, Atlanta, San Francisco, Nueva Orleans y muchas ciudades más, se sentía tan agotada cuando llegó a su casa, que apenas si tuvo tiempo de tomar el baño especial en la bañera que le había preparado Ignacio y colocarse su bata de seda para dormir.
Cuándo abrió los ojos a la mañana siguiente ya el sol se encontraba en lo alto, podía sentirlo aún a través de las gruesas persianas que cubría el ventanal de su habitación, se movió perezosamente en la enorme cama intentado dormir un poco más, pero su cuerpo parecía no necesitar más descanso, así que se levantó. Su novio no estaba por ninguna parte, la verdad era que muy pocas veces se quedaba a dormir con ella no quería ser sorprendido por alguno de sus familiares.
Paula lo comprendía y además lo agradecía, ya que se sentiría realmente incómoda si algo así llegaba a suceder, aunque era una mujer de veintiséis años sentía cierto pudor y respeto para con ellos, pero regresando a la ausencia de Ignacio, lo más probable es que se hubiera marchado en cuanto ella se quedó dormida, debió de verla tan cansada que seguro prefirió dejarla sola.
Tomó el control junto a la mesa de noche y pulsó el botón para correr las persianas. La ciudad de Chicago le regalaba una mañana brillante y sumamente animada para estar en mitad del otoño, se acercó hasta el cristal para saludarla como acostumbraba, el frío comenzaba a acechar en cada rincón, pero el lago Michigan se mostraba hermoso, como un gran trozo de seda aguamarina que se movía de un lado a otro con suavidad. El sol comenzó a llenarla de calidez, hoy sería protagonista, no dejaría que la lluvia lo desplazara como días anteriores, eso hizo que una sonrisa aflorara en sus labios, cerró los ojos manteniéndose allí por unos minutos, le encantaba esa sensación de paz. Después de eso corrió al baño, debía prepararse para comenzar el día.
—Buenos días Paula ¿dormiste bien?
La saludó con una sonrisa Rosa, una de las mujeres que trabaja para ella.
Traía el cabello negro azabache pulcramente recogido como siempre, dejando al descubierto su rostro en forma de corazón, donde resaltaba esos impresionante ojos azules que parecían tener el poder para ver a través de las personas; mientras sus labios finos esbozaban una sonrisa amable.
Colocó encima de la barra de pizarra negra pulida el desayuno de Paula y la invitó a tomar asiento con un movimiento de su mano.
—Buenos días, Rosa, sí gracias… creo que dormí unas doce horas, no recuerdo ni siquiera el momento en el cual vi el reloj por última vez anoche, solo desperté en la madrugada, pero volví a caer rendida hasta esta mañana —contestó tomando la taza con frutas picadas para comenzar, siempre se había caracterizado por desayunar de manera abundante, pues por lo general no cenaba.
—El señor Ignacio nos pidió que te dejáramos descansar antes de irse anoche, se le notaba tan feliz, creo que es por tenerte de regreso — mencionó la mujer con una gran sonrisa.
—Yo también lo estoy, me encanta viajar pero cuándo es por placer, esto de ir de una entrevista a otra y otra es demasiado agotador, los únicos momentos realmente divertidos era cuándo nos dirigíamos a las firmas de libros. Reencontrarme con todas esas personas que me han apoyado desde el principio, escuchar sus impresiones, ver como se emocionaban recordándolo, algunas me preguntaron por Ignacio, él no se lo podía creer cuando le dije —comentó con una sonrisa y siguió desayunando.
—Es un gran hombre, nos llamaba cada dos días para comprobar que todo estuviese bien por aquí y saber si necesitábamos algo. Toda la correspondencia que te llegó está en tu despacho, creo que tendrán mucho trabajo el día de hoy revisándola —le informó.
Mientras le colocaba el plato con tostadas recién hechas al ver que estaba por terminar con la ensalada de frutas, junto a ése la mermelada de melocotón que era su favorita y la mantequilla de maní.
—Gracias, tendré que apurarme con el desayuno entonces para que el tiempo me rinda o antes que llegue Jaqueline dando de gritos desesperada por verlo todo —dijo con una sonrisa, tomó una tostada y cubrió la mitad de mermelada y la otra de mantequilla.
—Nada de eso, toma tu desayuno como corresponde, seguramente apenas comías por estar trabajando en estos viajes, te ves más delgada, si es necesario yo me encargaré de no dejar que tu asistente cruce esa puerta hasta que hayas terminado todo —sentenció con firmeza y depositó ante ella una deliciosa tortilla de huevos y jamón, para después rellenar su vaso de zumo de naranja.
—Gracias Rosa, por eso y por mucho más te adoro —expresó lanzándole un beso y se dispuso a continuar con su delicioso desayuno, mientras la mujer se encaminaba al salón sonriendo.
Una hora después se encontraba junto a su asistente revisando los paquetes que le habían llegado y se habían acumulado. Vestía un leggins hasta los tobillos de poliéster negro, una blusa de color ciruela, era holgada, muy cómoda y le llegaba a la mitad de los muslos, traía unas zapatillas estilo bailarinas. Con el cabello recogido en una coleta en lo alto de la cabeza, sin mucha elaboración y apenas brillo de labio como maquillaje, esa era la ventaja de tener la oficina y su estudio dentro del mismo lugar, en el piso que había comprado hacía unos tres años en la torre Trump en el centro de Chicago.
Mientras Jaqueline había llegado de punta en blanco como siempre, con un conjunto de diseñador y maquillada como si fuera a una entrevista televisiva. Su cabello dorado radiante como el sol, siempre se decía que una mujer debía estar preparada para cualquier evento inesperado, claro está, que cuando se refería a “evento inesperado” el verdadero significado era “un encuentro con algún caballero apuesto que pudiese invitarla a salir”.
En otro tiempo Paula había caído en esa misma rutina, no salía de su casa sin estar impecable, más como una modelo de pasarela que como una escritora, eso le había conseguido muchos admiradores masculinos, que ciertamente se interesaban más por su figura que por sus libros o por su persona.
Ella disfrutó mucho de ser halagada hasta que comprendió que cada palabra que recibía era efímera y que no expresaba un sentimiento verdadero. Casi podía decir que intercambió papeles con Jaqueline, pues aunque nunca llegó a irse a la cama con la mayoría de sus citas como ahora hacía su agente, si llevó a más de uno a casi rogarle que tuvieran sexo.
Confiarle su cuerpo a un hombre le resultó difícil y aún a esas alturas cuando ya había tenido cuatro amantes, sólo uno de ellos había logrado que le entregara todo o casi todo.
La correspondencia era en su mayoría invitaciones a eventos de todo tipo, desde desfiles de moda hasta cenas benéficas, pasando por exposiciones de arte o lanzamientos de algún nuevo libro, junto al ejemplar claro está de otros escritores que trabajaban con su editorial o con distintas, eso no importaba. Siendo la mujer del momento su asistencia a
esos eventos sería publicitado hasta más no poder, eso era lo que deseaban muchas de las personas que enviaban las invitaciones.
Se hallaban discutiendo a cuál debía asistir y cuál no cuándo sonó el móvil de Jaqueline, la rubia lo miró y lo tomó de inmediato aunque era un número que no conocía. Paula evaluaba su situación, aún si quisiera no podía ir a todos esos compromisos y además no tenía el ánimo para hacerlo, apenas había recuperado fuerzas, su mirada se perdía entre las tarjetas cuándo su amiga le hizo una seña pidiéndole que escuchase y colocó el teléfono en alta voz.
—Buenos días señora Hudson, le habla Gary Reynolds de The Planet Studios, nos hemos comunicado con el señor Tim Faulkner y éste amablemente nos dio su número, cuando le solicitamos hablar con la representante de la señorita Paula Chaves —decía una voz de hombre, fuerte y nítida al otro lado de la línea.
Mientras Jaqueline hacía cientos de muecas y se mordía los nudillos para no gritar de emoción. Paula aún no entendía de qué iba todo esto, conocía a la productora por supuesto, era una de las más grandes del país, pero no sabía por qué pedían hablar con ella.
—Buenos días, es un placer señor Reynolds. Se ha comunicado con ella, usted dirá. ¿En qué puedo serle de ayuda? —inquirió la rubia adoptando una postura profesional, pero su rostro estaba iluminado como el de una adolescente que ha sido nombrada reina del baile.
—El placer es todo mío señora Hudson, verá la estoy llamando porque mi casa productora está interesada en adquirir los derechos del último libro de la señorita Chaves llamado Rendición, para llevarlo al cine… —Hubo una pausa por parte del hombre, quizás a la espera de una respuesta inmediata.
Pero Jaqueline estaba dando saltos de alegría por todo el lugar, mientras se tapaba la boca con ambas manos y a veces simulaba gritos de efusividad sin emitir sonido, no le hacía falta que el hombre dijera nada más, el rumor ya venía corriendo con mucha fuerza, la mayoría de los fanáticos estaban creando grupos en las redes sociales para que el libro fuera adaptado al cine y aquí estaba la respuesta a todas sus plegarias, se acercó de nuevo a la mesa.
Paula por su parte se había quedado congelada, mirando a la nada, su corazón había dado una voltereta y ahora latía de manera desbocaba, reaccionó cuando sus ojos se llenaron de lágrimas, el cúmulo de emociones que la recorría era demasiado contradictoria, por una parte una felicidad como no había sentido desde hacía mucho, y por otra una nostalgia que no la había abandonado desde hacía tres años cuando la imagen del hombre que deseaba olvidar llegó hasta ella sonriente y radiante, no pudo evitar que una lágrima rodara por su mejilla, su amiga vio eso y se acercó a ella corriendo, dándole un beso en la mejilla sin dejar de sonreír.
—Señora Hudson… ¿Se encuentra allí? —preguntó la voz al otro lado de la línea, parecía algo preocupado.
—¡Sí! —exclamó con rapidez y después retomó su postura—. Sí, por supuesto señor Reynolds, aquí estoy… perdone es que acabo de recibir un correo de la editorial, pero lo leeré después, me decía que estaba interesado en hablar con la señorita Chaves para la adquisición de los derechos de su obra y hacer la adaptación al cine ¿no es así? —preguntó para confirmar.
—Eso es correcto señora, queríamos saber si la autora de la obra estaría interesada en vender los derechos, y si su respuesta es afirmativa, reunirnos para discutir los detalles del contrato, por supuesto no tendría que responder de manera inmediata, sabemos que es un asunto que debe pensarse, le enviaré un correo con todos mis datos, éste es mi número de móvil personal, por favor discuta con su cliente nuestra petición, evalúenla y en cuanto haya tomado una decisión, le agradecería se comunicara conmigo o mi asistente para hacérmela saber —mencionó el hombre con tono amable y pausado.
—Hoy tengo planeado almorzar con la señorita Chaves, para evaluar el resultado de su gira por varias ciudades y otras propuestas, entre las cuales incluiré la suya, muchas gracias por su interés señor Reynolds, en cuánto tenga una respuesta se la estaré haciendo llegar, que tenga buen día
—pronunció con un tono de voz tan casual que tenía a Paula impresionada.
—Perfecto, nos mantendremos en contacto entonces señora Hudson, ha sido un placer, dele mis saludos a la señorita Chaves, usted también tenga un buen día —finalizó el hombre.
El móvil quedó encendido unos segundos, hasta que Jaqueline presionó el botón de finalizar en la pantalla táctil, seguía conteniendo la respiración y sus ojos estaban a punto de salirse de sus órbitas, primera vez en años que Paula la veía quedarse sin palabras, abría la boca como queriendo decir algo y la cerraba nuevamente, al fin se colocó de pie y caminó hasta el ventanal, después de un minuto y con la cabeza en su lugar aparentemente se volvió para mirar a la castaña que la observaba en silencio.
—¡Pau! ¡Oh, por Dios! ¡No puedo creerlo! ¡No puedo creerlo! — gritaba completamente eufórica, corrió hasta la chica y la tomó de los hombros para hacerla reaccionar— ¡Quieren hacer la película de Rendición! Ellos quieren… creo que estoy soñando, si eso debe ser, aún no he despertado y todo esto es un sueño… —decía caminando de un lugar a otro.— No es un sueño… te acaba de llamar Gary Reynolds de The Planet Studios, interesado en adquirir los derechos de Rendición… para llevarla a cine —esbozó la chica como pudo.
Su teléfono celular vibró en ese momento indicándole que acababa de entrar un correo de parte de la editorial en Nueva York, seguramente estaban desesperados por confirmar la noticia o saber cuál sería la respuesta que darían. Ella lo tomó con rapidez y lo leyó, efectivamente le preguntaba por su conversación con el señor Reynolds, dejando entre ver que sospechaban que se trataba de su interés para adaptar la obra a un guión cinematográfico.
—Jackie… creo que voy a vomitar… o quizás me desmaye —susurró la castaña palideciendo y temblando.
—¡No, no, no! Respira… despacio, respira —dijo tomándola por la cintura para sostenerla —Ven, será mejor que te recuestes en la otomana, sí, así está mucho mejor… ¿Cuántas veces te he dicho que debes tomar desayunos ligeros? —inquirió con reproche.
—No ha sido el desayuno —respondió Paula en un murmullo, cerró los ojos para ordenar su cabeza.
—Lo sé, lo sé… lo siento, soy una estúpida, es que aún no puedo concentrarme, esto ha rebasado todas mis expectativas, pensaba que no volveríamos a tener algo así, después de aquella vez en la cual nos compraron los derechos de “Víctima o Victimario” para la serie de televisión, y que aunque fue un éxito la quemamos para ser llevada al cine, suponía que no ocurría una vez más, pero… ha sucedido y no sé… cómo reaccionar —decía dejando en evidencia sus nervios, mientras abanicaba a la chica con una revista.
—Lo has hecho de maravilla dejando al pobre señor Reynolds con los nervios destrozados hasta que reciba una respuesta —expresó sonriéndole, después dejó libre un suspiro y clavó su mirada en los ojos verdes de Jaqueline, buscando una respuesta en ellos antes de formular la pregunta que la tenía temblando— ¿Qué haremos? — inquirió con voz ronca y urgente.
—Pau… ha hablado de una película, The Planet es una de las casas productoras más grandes del país, cuenta con el presupuesto para llevar Rendición al cine como se merece, sin cohibirse en buscar a los mejores actores, guionistas, fotógrafos, diseñadores… incluso directores de gran renombre, entiendo que quizás te sientas un poco dudosa por lo que ocurrió con el proyecto anterior, aunque nada de eso fue tu culpa, salió bien, bueno no cómo esperábamos, pero el público se sintió complacido. Esta vez todo será distinto, la primera petición será que tú estés presente en cada detalle del proyecto, desde el casting hasta la grabaciones, serás parte del equipo de guionistas, opinarás en todo y tendrán que escucharte —le aseguró mirándola a los ojos, con un tono de voz que no dejaba lugar a dudas.
—¿Aceptamos entonces? —preguntó de nuevo.
—¿Quieres hacerlo? —la respuesta fue otra pregunta. La más importante de todas.
Paula sentía su corazón latir con tanta fuerza, como si éste le pidiese a gritos aceptar, arriesgarse. En su cabeza el recuerdo de una velada perfecta años atrás la asaltó, las palabras de Pedro cuando le decía que algún día ese momento llegaría, que ella vería su obra inmortalizada en la pantalla grande resonaban en sus oídos con una nitidez asombrosa, como si él se encontrara allí junto a ella.
Paula tembló y un par de lágrimas rodaron por sus mejillas, la nostalgia y la emoción le oprimían el pecho, la liberó y aceptó lanzarse en esa aventura, quería dejarle saber a él
que había cumplido su promesa de seguir a su corazón.
Asintió mientras sonreía recordándolo.
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