domingo, 16 de agosto de 2015

CAPITULO 123




Cuando las puertas del ascensor se abrieron Paula salió casi corriendo del mismo, se encontraba perturbada y con la respiración agitada, seguía caminando tan rápido como sus piernas trémulas se lo permitían, los latidos acelerados de su corazón pulsaban en su garganta y sus sienes.


Bajó en el piso donde se encontraba el restaurante, ese era compartido por ambos hoteles, el Marriot donde se estaba quedando Pedro y el Ritz donde se hallaba ella; definitivamente el destino se había empeñado en jugarle sucio, de todos los hoteles en L.A. ellos habían acertado a hospedarse en los únicos que tenían espacios compartidos.


¿En qué demonios estabas pensando Chaves? ¿Acaso has perdido la razón? ¿Cómo se te ocurre ir a buscarlo? ¿Cómo se te ocurre hacerlo en su habitación? ¿Puedes siquiera adivinar lo que él estará pensando ahora? ¡Eres una estúpida Paula, eres una estúpida! ¡Ir a su habitación! Solo te faltaba el cartel que dijera “He venido porque te necesito desesperadamente”


¡Oh, Dios qué vergüenza! ¿Por qué tengo que ser como soy? ¿Por qué?


Se reprochó en pensamientos mientras caminaba por el pasillo que la llevaba a su habitación, ya allí se sentía más segura, sabía que Pedro no la seguiría hasta ese lugar o al menos eso rogaba.


—¡Paula! ¿Dónde te has metido? Te hemos estado buscando para ir de compras, tenemos que conseguir algo para la fiesta de mañana —mencionó Jaqueline que justo en ese momento salía de su habitación en compañía de Diana.


—Yo… yo estaba… —ella se quedó muda, no sabía cómo 
responder a esa pregunta sin delatarse.


—¿Estás bien hermanita? Parece que hubieses visto a un fantasma.


—Yo… sí, claro estoy bien… es solo que salí a caminar un rato, subí al último piso para apreciar la vista… y creo que me dio un poco de vértigo… eso es todo —contestó dándose la vuelta para abrir


—¿Vértigo? ¡Paula tú vives en un Pent-house de la torre Trump en Chicago! Esta altura comparada con aquella está en pañales ¿segura estás bien? ¿No habrás enfermado por tanto trabajo? —le cuestionó su hermana, posando ambas manos en las mejillas de la chica para tomarle la temperatura—. Estás helada y hasta estás temblando, será mejor que llamemos al médico del hotel para que venga a tomarte la presión y hacerte un chequeo —indicó asustada.


—Di, no es necesario, yo estoy bien de verdad… ya te dije fue solo un leve mareo, no es necesario molestar a nadie ni alarmarnos por un malestar sin importancia, a lo mejor es tanto trabajo que me ha afectado —respondió en tono amable, pero se alejó de ella, no quería que su hermana viese la mentira en su mirada.


—Pau tiene razón Diana, seguramente es a causa de tanto estrés, mejor entremos para que tomes un poco de agua y descanses un rato, las compras pueden esperar —mencionó la rubia, quien había guardado silencio mientras escuchaba la explicación de su amiga y la observaba en detalle sin que ella se sintiese acorralada.


No tenía que ser adivina para descubrir la verdadera razón del porqué Paula se encontraba de esa manera, era evidente que todo se relacionaba con Pedro Alfonso, claro que estando Diana ignorante de la historia entre este par no podía llegar a esa conclusión, pero para ella estaba más que claro.


—Bueno yo sigo preocupada e insisto, deberíamos llamar al doctor, a lo mejor y esos malestares son clara señal de alguna… —se interrumpió y de pronto abrió mucho los ojos —. ¡Pau! ¿No estarás embarazada? —preguntó emocionada.


—¡No! —exclamaron las dos mujeres al unísono.


Paula sintió verdadero vértigo en ese instante, pero reaccionó de inmediato para no entrar en pánico; hacía semanas que ella no tenía relaciones con Ignacio y días después de la última vez había visto su período, así que eso descartaba cualquier idea de un embarazo, además que siempre tomaban precauciones, ella con anticonceptivos y él con preservativos, no cabía la más remota posibilidad que algo como eso sucediese.


—Bueno… yo solo decía, además ¿Qué vas a saber tú, Jaqueline? ¿Acaso también te encargas de cuidar que mi hermana no quede embarazada? —preguntó molesta por la aseveración de la rubia.


—Algo por el estilo, su ginecóloga es también la mía y siempre le recuerdo a tu hermana sus citas con esta, además que ambas utilizamos el mismo método, las inyecciones son mucho más eficaces que las pastillas, así que puedo casi asegurar que ese malestar de Paula no tiene nada que ver con un embarazo —respondió.


—No estoy embarazada Diana, fue solo un leve malestar, ya sé que te mueres por ser tía de nuevo y me encantaría complacerte, es solo que en estos momentos no me siento en la capacidad de asumir un compromiso tan grande como lo es traer a un bebé al mundo —mencionó acercándose a su hermana para darle un abrazo.


Diana dejó de lado el puchero que había formado en sus labios y le dedicó una sonrisa, la abrazó con fuerza para demostrarle que la entendía perfectamente y además la apoyaba, después de todo, ya tenía una sobrina a la cual adoraba y estaba segura que cuando viniesen los de Paula también sería muy feliz, pero solo cuando ella estuviese completamente preparada, no antes y menos bajo presiones.


Paula durante su salida esa misma tarde en compañía de Jaqueline y su hermana a las tiendas, no logró sacarse de la cabeza su casi encuentro con Pedro, recordaba su voz llamándola a momentos y no podía cerrar los ojos porque la mirada desesperada de él llegaba a su memoria estremeciéndole el alma.


Se sentía culpable por haberlo dejado así, pero no podía hacer nada, todo había sido una locura, no era el lugar ni el momento adecuado, había actuado de manera impulsiva y eso podía terminar perjudicándolos a ambos, si alguien se enteraba que se habían visto y además en la habitación de él, el escándalo que se desataría sería de proporciones épicas.






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