sábado, 25 de julio de 2015
CAPITULO 51
Paula se encontraba en medio de un llanto amargo y de severos reproches que se hacía a sí misma, sorbía por la nariz con fuerza, al tiempo que se llevaba las manos a las mejillas y se limpiaba las lágrimas con brusquedad, se sentía tan estúpida, tan molesta con Pedro, pero sobre todo con ella, por actuar de esa manera, por ser tan evidente, por exponerse así y darle a él el poder para lastimarla.
Se puso de pie y caminó hasta la cocina, abrió la puerta de la nevera y se sirvió un vaso con agua, el gélido líquido le refrescó la garganta y la ayudó a calmarse, cerró los párpados que aún temblaban y respiró profundamente, los latidos de su corazón comenzaron a sosegarse de a poco, mientras su mente luchaba por bloquear las imágenes de Pedro que llegaban hasta ella.
De pronto un par de golpes en la puerta principal la hicieron
sobresaltarse, abrió los ojos posando su mirada desconcertada en la hoja de madera, el sonido se repitió sacándola del estado donde se encontraba, sabía que era él, ya había logrado diferenciar su manera de llamar, cayó en cuenta del estado en el cual se hallaba, desesperada abrió el grifo y se lavó la cara, buscó una servilleta y la secó con rapidez, para después encaminarse a la puerta mientras se arreglaba un poco el cabello.
—Dejé algo olvidado y lo necesito —fueron las palabras de él en cuanto Paula le abrió.
Ella se quedó pasmada, ni siquiera la dejó hablar, pensó que había regresado para pedirle disculpas por su comportamiento e intentar conciliar las cosas, pero no, era evidente que nada de eso le interesaba, seguía en la misma postura arrogante e intransigente, provocando que la rabia en ella resurgiera de nuevo.
—¿De qué hablas? —le preguntó con rudeza, sin atreverse a mirarlo directamente, no quería que notara que había llorado.
—Traía un bolso conmigo cuando llegué, lo dejé junto a la puerta… lo necesito ¿puedes pasármelo por favor? —contestó en el mismo tono, no pensaba dar su brazo a torcer.
Pedro sentía que ya bastante estúpido había sido en venir hasta aquí con la tonta excusa del bolso, quedaría delante de ella como un pelele que venía a rogarle por una oportunidad, pues no le daría el gusto, tomaría el bolso y saldría de aquí dejándole claro que todo había terminado y que la única culpable había sido ella.
—Claro —esbozó con sequedad y se volvió para buscarlo.
Sólo había llegado hasta aquí con el único motivo de molestarla ¿acaso no podía esperar hasta mañana? No se había conformado con haberla dejado como la dejó, sino que ahora venía de nuevo con la barata excusa del bolso, quizás esperando que ella le rogara para que se quedara, pues estaba muy equivocado, se decía mientras buscaba, al fin logró dar con un bolso de mano hecho en piel oscura, lo tomó y se volvió para entregárselo.
—Gracias —dijo Pedro recibiéndolo y por primera vez la miraba a los ojos.
—De nada —pronunció ella esquivándole la mirada.
El silencio se adueñó del lugar, ninguno de los dos se atrevía a decir nada o a moverse para terminar con la tensión que los invadía y ese incómodo momento, él no se dio la vuelta y se marchó como tenía planeado hacer, y ella no se alejó y cerró la puerta como también había pensado en cuanto le entregó el morral.
—¿Por qué lloras Paula? —le preguntó Pedro haciéndola sobresaltar al verse descubierta.
—No estoy llorando —se defendió de inmediato, pero no lo encaraba, por el contrario bajó un poco más la cabeza.
—No, en este momento no, pero lo hiciste ¿o me vas a decir que era una alergia? —le cuestionó y con decisión llevó un par de dedos hasta la barbilla de ella para obligarla a mirarlo a los ojos.
—Pedro por favor —susurró luchando contra la presión que
ejercían los dedos de él bajo su mentón.
—Mírame — le ordenó, pero al ver que ella no cedía liberó un suspiro y se alejó dándole su espacio, después continuó—. Por favor Paula… necesito que me mires y me digas qué es lo que sucede, en verdad me vas a volver loco y ya estoy harto de ser yo quien siempre tenga que estar detrás de ti, intentando comprenderte y sacándote las palabras —mencionó con voz pausada.
Ella sabía que él tenía razón, debía admitir que desde que se conocieron le había puesto todo cuesta arriba a Pedro, que había sido él quien siempre buscó un acercamiento con ella, le ofreció su amistad, la escuchaba cuando necesitaba hablar, le prestaba atención, le tenía paciencia y cuando se sentía desanimada él buscaba la forma de hacerla sentir bien, mientras que ella nunca se había preocupado por él, no le había insistido en que le contara sus problemas. Ser consciente de todo eso hizo que el cúmulo de emociones dentro de ella se revolviera de nuevo trayendo una oleada de lágrimas consigo.
—Lo siento… de verdad Pedro, lo siento mucho, he sido una tonta y una desconsiderada y no sé por qué actúo de esta manera, pero no puedo evitarlo, me desconozco… yo no soy así, siempre he sido tan complaciente y amable con todo el mundo, pero hay algo en ti que me hace ser diferente, que me exaspera y me trastorna…que hace que le dé demasiada
importancia a todo lo que dices o haces por mínimo que sea… —Paula se detuvo para tomar aire, dejó libre sus pensamientos, todo en un torrente.
Algo muy parecido a la felicidad comenzaba a colmar el pecho de Pedro, y tuvo que luchar contra la sonrisa que pretendía aflorar en sus labios. La miraba sin poder creer que ella se estuviera confesando de esa manera, allí estaba la Paula que le gustaba, la que se arriesgaba a decir lo que pensaba sin analizarlo mucho.
—Ya sé que no me soportas… al menos tienes la decencia de decírmelo —mencionó mostrándose serio.
—Eso no es verdad y lo sabes —le refutó ella mirándolo a los ojos, atreviéndose a hacerlo aunque los suyos estaban anegados.
—No, no lo sé Paula —volvió contraatacar.
—¡Me acosté contigo! Jamás me hubiera acostado con un hombre al cual no soportara… nunca me hubiera acostado con un hombre al cual no deseara y a ti te deseo, te quedó claro ayer Pedro, no me presiones… no hagas esto porque lo odio, si no me quieres creer no lo hagas, si no quieres aceptar mis disculpas, pues bien, ya cumplí con dártelas —esbozó sintiéndose acorralada de nuevo y empezaba a elevar sus murallas.
—Bien, lo hago… te creo y recibo tus disculpas, no te presionaré, pero te faltó decir que fuiste una altanera, soberbia e insoportable… Paula yo no soy adivino, ni psíquico para saber lo que pasa por tu mente, si no me dices lo que piensas y sientes me resultará muy difícil comprenderte y quiero hacerlo, en verdad quiero hacerlo… —decía cuando ella lo interrumpió.
—Pues yo no tengo la culpa que seas tan ciego y despistado, sabes perfectamente lo que hiciste Pedro… ¿Cómo se te ocurre decirme que tengamos una aventura y que la aprovechemos tanto como nos dure? ¡Ya sé que eso será lo que tendremos! No pudiste encontrar una manera más sutil de exponerlo ¿cómo te hubieras sentido y en lugar de ser tú hubiera sido yo quien te dijera eso? —le cuestionó mirándolo a los ojos, dolida y con rabia.
Él se quedó en silencio observándola, analizando cada una de las palabras de Paula y cuando al fin logró entender el punto de ella, no pudo más que sentirse un estúpido, ella tenía razón en sentirse ofendida y reprocharle por su actitud, había sido muy directo, no había tenido el más mínimo tacto para proponerle que fuera su amante durante el tiempo que estuvieran aquí.
—Fui un imbécil lo admito, pero tú empezaste con todo esto, de un momento a otro casi te convertiste en un témpano de hielo, colocaste una pared entre los dos Paula —le dijo viéndola.
—Yo no hice nada de eso… —decía y se interrumpió al ver que él elevaba la ceja derecha y la miraba fijamente, ella liberó un suspiro y cerró los ojos, una vez más sintiéndose derrotada— ¡Bien, lo hice! Pedro no me gusta que me presionen y tú siempre lo estás haciendo, siempre estás intentando cambiar mi manera de pensar y de actuar, yo soy como soy y me siento bien con ello… si de verdad no te gustaba con todas mis manías y defectos debiste pensarlo mejor antes de llevar esta relación a otro nivel, debes tener claro que no pienso cambiar sólo por complacerte.—le hizo saber tajante.
—Paula tú me gustas tal y como eres, yo no estoy intentando cambiarte, ni mucho menos quiero que actúes para complacerme, si haces eso te aseguro que perderé todo mi interés en ti —expresó apoyando ambas manos en el cuello de la chica.
Ella se estremeció ante el contacto, no pudo evitar hacerlo, las manos de Pedro parecían enviar descargas eléctricas a todo su cuerpo, un simple roce, la ponía alerta y a la espera de más caricias, toques o besos, siempre anhelándolo.
—Me gustas porque eres diferente a todas las chicas que he conocido, porque no tienes miedo de expresar tu opinión aunque sea contraria a la mía, ni hacerme enfurecer como hace unos minutos, es verdad me porté como un patán y merecía que me dieras una patada y me echaras de aquí…
no supe cómo manejar la situación, en este preciso momento me estoy devanando los sesos por brindarte las palabras adecuadas y no es nada sencillo Paula —confesó.
—Yo sólo quiero dejar las cosas en claro Pedro, ya sé que lo que tendremos será una relación de “amigos con derecho” pero quiero saber a qué atenerme mientras esto dure… apenas nos conocemos y no me gustaría llevarme una sorpresa, como por ejemplo que un día llegue alguna de tus antiguas conquistas y verme relegada a un segundo plano, o que decidas irte un fin de semana a otro lugar y regreses con otra mujer… —Paula hablaba sin mirarlo a los ojos y sintiendo como sus mejillas se sonrojaban.
Pedro comprendía cada uno de sus puntos y debía admitir que ella tenía razón, que estaba alegando argumentos que no podía refutar, quizás Paula había tenido acceso a su pasado y por ello deseaba poner las cartas sobre la mesa y ser directa con él, algo más para admirar en ella, porque demostraba lo centrada que era y ahora entendía su actitud, sólo buscaba asegurar que su orgullo no saliera lastimado y estaba en todo su derecho.
—Ya sé que todo esto es un poco exagerado y hasta pretencioso de mi parte, pero si voy a aceptar el papel de ser tu amante mientras estemos aquí, quiero que me des al menos un poco de seguridad, te prometo que de mi parte la tendrás… como has notado no soy una mujer que se vaya a la cama con cualquiera. —explicó y esta vez su mirada estaba anclada en la de él.
—Quizás te resulte difícil creerme, pero no haría ninguna de esas cosas Paula, jamás te humillaría de ese modo, no después de la manera en la cual te me has entregado, ya antes te lo dije, puedo ser un imbécil la mayoría del tiempo, pero también soy un caballero y puedo comportarme a la altura de la situación y darte tu lugar, el valor y la consideración que mereces… y estoy convencido que recibiré lo mismo de tu parte, confió en ti y quiero pedirte que también lo hagas en mí —le pidió mirándola a los ojos, confirmando con su mirada las palabras que de sus labios salían.
—Lo haré… —mencionó y se mordió el labio, nerviosa por la rapidez con la cual le había respondido, pero no podía hacer nada para evitarlo, en verdad confiaba en él.
—No te daré motivos para no hacerlo… además que no puedo salir de aquí, eso juega a tu favor, en cambio yo estaré maldiciendo a cualquiera que se atreva a acercarse a ti cuando no estemos juntos… y será algo que no pueda evitar, los italianos tenemos cientos de motivos para crearnos fama de Casanovas, sé que cuando vayas a Florencia más de uno va a querer conquistarte —esbozó sintiendo de pronto que un fuego se encendía en su pecho.
—Todos perderán su tiempo, ya un italiano ha atrapado mi atención y es al único que pienso dedicarle todo mi tiempo —comentó ella con una sonrisa, acariciándole el pecho.
—Igual no harías mal en mantenerlos a todos a raya, incluso al desubicado de Piero —indicó con seriedad.
—¿A Piero? Eso es ridículo Pedro —esbozó divertida y asombrada por la petición.
—No lo es y sabes perfectamente porque lo digo, ahora mismo debe estar detestándome aún más de lo que lo hacía antes, pero no pienso cederle un solo instante contigo —expuso con ímpetu.
—Al parecer es usted un hombre muy celoso señor Alfonso —dijo ella burlándose, mientras le acariciaba el cuello.
—En extremo señorita Chaves y sumamente posesivo, así que es mejor que sepa a qué atenerse conmigo, y yo sabré a qué atenerme con usted, pues me acaba de demostrar que también es celosa —acotó con arrogancia, no dejaría pasar por alto esa debilidad de ella.
—La verdad, no lo había visto desde ese punto… nunca he sido celosa, creo que lo dije para evitar un momento incómodo, nada más… lo digo en serio Pedro, la mayoría de mis amigas piensan que hay algo extraño en mí, pero nunca me he visto presa de un sentimiento como los celos… me parecen algo inseguro y estúpido, irracional —explicó mostrándole que decía la verdad.
—¡Qué lástima que no podamos probarlo! Mi tiempo de deslumbrarme por las mujeres mayores ya pasó y Cristina no es mi tipo, me gustan las morenas —indicó en tono divertido.
—Muy gracioso, ojalá y no te escuche el señor Jacopo o te sacará de aquí a punta de escopetazos —dijo siguiéndole el juego.
—Tengo habilidad para escapar de las balas —se defendió irguiéndose orgulloso.
—Claro… las de salva —comentó ella con una sonrisa traviesa.
Pedro la amarró entre sus brazos con fuerza y la elevó unos
centímetros del suelo, apretándola para hacerla pagar por su atrevimiento,Paula se quejó entre risas y apoyando sus manos en los hombros de él bajó para darle un beso.
—¿Me invita a pasar la noche en su habitación señorita Chaves? —le preguntó con la voz ronca y sensual, para después terminar succionándole con suavidad el labio inferior.
—¿Y mis dos capítulos de hoy? Sólo nos quedan estos dos —contestó con una interrogante mirándolo a los ojos.
—¿Aún deseas verme en sotana después de todo lo que hicimos? — cuestionó dejando ver media sonrisa y su mirada se intensificó ante el sonrojo de Paula, le acarició los labios con los suyos.
Paula sintió todo su cuerpo temblar ante ese único roce, era tan sutil y sensual al mismo tiempo, Pedro podía despertar su piel y hacer que lo deseara como a nada en este mundo y eso la hacía sentir extraña, como si antes de él no hubiera existido ningún otro hombre.
—Casi puedo escuchar tu cerebro trabajando como la máquina de un reloj Paula… y estás evitando responder a mi pregunta ¿en serio quieres verme vestido de cura de nuevo? porque si es así, déjame decirte que eres una pecadora y que te irás al infierno por tus perversos pensamientos —dijo para provocarla.
—Sólo serán dos capítulos y actúas tan bien que ni siquiera recordaré lo que hicimos ayer… te creeré el papel del padre Giuseppe a la perfección — mencionó mirándolo a los ojos—. Vamos no me dejes así o la curiosidad no me dejará concentrarme en nada más y te aseguro que me vas a querer muy concentrada —agregó acariciándole el pecho y le besó el cuello, no pudo evitarlo al ver la piel expuesta.
—Bien… sólo porque no quiero tenerte pensando en todo lo que puede pasarle al “padre” la veremos, pero voy a pedirte algo a cambio —contestó mirándola a los ojos.
—¿Qué? —preguntó Paula intrigada.
—Que aceptes venir conmigo a Varese.
—¿Quieres llevarme allá para aterrorizarme? —inquirió perpleja.
—No, quiero llevarte allá para que conozcas la casa de mis padres y veas lo hermoso que es el pueblo, quiero compartir eso contigo y distraernos, me gusta este lugar… pero siento que si no salgo dentro de poco voy a terminar volviéndome loco… ¿Qué dices, aceptas? —la interrogó mirándola expectante.
—Sí, me encantaría y no sé cómo haremos para que no te descubran pero iré contigo —respondió con una sonrisa.
—Ya nos las arreglaremos, después de todo recuerda que tengo una esposa muy talentosa y maravillosa a la hora de improvisar —indicó mostrándose seguro y le dio un beso en los labios.
—¡Será emocionante! Ya quiero que llegue ese día, por lo pronto y aceptada tu condición, es hora que me acompañes a ver el final de la serie y después de ello no volveré a verte nunca más con sotana —le dijo con picardía mientras le tomaba la mano y lo guiaba al salón.
Llegaron al salón y en menos de dos minutos se encontraban sentados en el sofá, esta vez Paula estaba prácticamente acostada sobre Pedro, apoyando la espalda en el pecho de él, mientras el castaño le acariciaba los nudillos de una mano con sus dedos, cómodo con el liviano peso de ella sobre él y la calidez de su cuerpo.
Era la primera vez que se encontraba de esa manera con una mujer, acostados en un sillón y concentrados en ver la televisión, bueno ella concentrada en la serie, pues él lo estaba en Paula, ya conocía todo lo que sucedía, habían sido jornadas extenuantes de grabaciones, que le había dejado no sólo un agotamiento físico, sino también mental, así que volver a repetirlas no le interesaba mucho, sólo lo hacía por estar cerca de ella.
Parecía un tonto novio adolescente que apenas descubría lo placentero que era el contacto del cuerpo de una mujer junto al suyo.
Quién te viera en estos momentos Pedro Alfonso, en lo que has quedado, viendo tus viejas series solo por pasar un rato junto a una mujer… aunque Paula no es una mujer más, no, ella es especial y eso lo compruebas a cada instante que pasas a su lado, te tiene embelesado la americana y tanto que renegabas… ¿Qué dices ahora? ¿Qué dirían tus ex novias o tu hermano Lisandro?
Sus pensamientos eran muy elocuentes pero no podía negar que tenían razón, no era ni la sombra de lo que se había convertido en los últimos meses antes de llegar ahí y conocerla, debía admitir al menos para él, que fue un desgraciado arrogante con muchas de las mujeres que tuvieron la fortuna o la mala suerte de cruzarse en su camino. Al principio era atento y discreto en sus relaciones, pero cuando empezó a sentirse como el trofeo que todas las mujeres de Roma querían lucir y que les valía muy poco lo
que él sentía, se unió a su juego y comenzó a portarse como un imbécil, las usaba y las desechaba como si fueran vasos de cartón, le daba igual si algunas eran sinceras o no.
—¡Pedro me encantó!… estuvo increíble ese final, inesperado, genial —mencionó Paula con una gran sonrisa.
Se volvió para mirar a Pedro y él parecía no comprender lo que le decía, ella se sintió desconcertada, se disponía a explicarle cuando él le dedicó una sonrisa y después dejó caer un par de besos en sus labios, solo toques mientras le acariciaba la mejilla.
—¿Satisfecha? —preguntó sonriente de verla tan entusiasmada..
—¡Mucho! Me encantó, fue imprevisto y genial, el tipo de finales que me gustan, La conspiración fue un poco predecible, pero igual me dejó muy contenta el final, sobre todo al ver morir a aquellos desgraciados que te maltrataron… eres un gran actor Pedro, y aplaudo tu trabajo, me gustaría ver más —contestó levantándose para quedar sentada—. Si te parece bien claro está, por ahora te has ganado una gran recompensa, borraré de mi memoria tu imagen en sotana… y en lugar de ello la remplazaré por otra… mucho más atractiva —señaló con una mirada sugerente, tomándolo de la mano para instarlo a levantarse.
—Eso suena muy interesante, dime ¿qué propones? —preguntó acariciándole las piernas, disfrutando de la suavidad de su piel.
—Ve conmigo, subamos a mi habitación… —susurró contra los labios del italiano y sus ojos estaban cargados de un brillo especial.
—¿Estás dispuesta a compensarme por ser tan generoso contigo? — inquirió llevando sus manos a la cintura de Paula, subiendo la tela de su blusa y recorriendo con sus dedos los costados.
—Sí… te lo mereces y yo lo deseo —respondió dándole un beso.
Él dejó ver una amplia sonrisa y la tomó por la cintura haciéndola poner de pie, le dejó caer un beso en el vientre lento, húmedo, sintiéndola temblar, se arriesgó a ir más allá y abrió sus labios para dibujar un rastro entre la pretina del short que le quedaba a las caderas y el ombligo de la chica, donde depositó otro beso.
—Pedro… te encanta torturarme de este modo —susurró ella después de liberar un gemido y apoyar sus manos en la cabellera de él, sintiendo como sus piernas se estremecían.
—No, me encanta darte placer de este modo… de éste y muchos más… —suspiró contra el vientre y después la besó de nuevo, hechizado ante la suavidad, el sabor y el olor de la maravillosa piel de ella—. Quiero darte placer de tantas formas Paula, de ésta y todas las que te imaginas y las que no también… deseo grabarme en tu piel, dejar mis labios en ella, besarte hasta quedarme sin aliento… —susurró sintiendo como ella se erizaba y se abandonaba a sus caricias.
—Yo deseo darte lo mismo a ti… darte esto y mucho más, incluso aquello que no conozco, quiero aprenderlo contigo, deseo hacerlo… vamos Pedro… no nos hagamos esperar más —le dijo bajando el rostro hasta quedar frente a él.
Pedro la besó con pasión y estuvo a punto de tomarla allí mismo, poseerla en el sofá sin importarle nada más, deseaba a esa mujer con tanta urgencia y ardor que sentía como si nunca antes hubiera tenido a ninguna otra entre sus brazos, Paula había hecho que se volviera un adicto a ella y con satisfacción reconoció que era la única adicción que deseaba tener tanto como le fuera posible. Salieron del estudio encaminándose al salón, él tomó su bolso y subió las escaleras guiado por ella, disfrutando de la excitante imagen que le ofrecía el cuerpo de Paula con su sensual y acompasado andar, sólo un escalón por encima de él.
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